El despertar de nuestro pueblo permite que las organizaciones de izquierda tengan un radio mayor de acción. Sin embargo no son solo las formas orgánicas las que crecen y se desarrollan. Con el avance popular, vuelven a la palestra debates urgentes y tareas no asumidas que deben volver a plantearse. Ad portas de una elección […]
El despertar de nuestro pueblo permite que las organizaciones de izquierda tengan un radio mayor de acción. Sin embargo no son solo las formas orgánicas las que crecen y se desarrollan. Con el avance popular, vuelven a la palestra debates urgentes y tareas no asumidas que deben volver a plantearse.
Ad portas de una elección municipal, surge de manera espontanea la opinión y las posiciones desde la izquierda en torno al problema de la institucionalidad y las elecciones.
Recientemente la ACES emitió un comunicado público en el que llama explícitamente a no votar en las próximas elecciones municipales, denunciando a la «clase política» y su institucionalidad. Estas posiciones son compartidas por otras organizaciones, individuos y corrientes.
Si bien confiamos en la buena voluntad de los compañeros al plantear sus posturas, esto no anula el que podamos iniciar en la izquierda un debate sobre este tipo de líneas. Creo que la posición expresada por los compañeros no logra hacerse cargo de varios de los desafíos que hoy tenemos que enfrentar. En conjunto caracterizan una izquierda a la defensiva y que no logra romper sus tabúes para apuntar al gran objetivo que tenemos hoy que no es sino despertar la voluntad de millones para que levanten la conciencia, organización y lucha.
1) Derrota Política e ideológica de la izquierda
La izquierda chilena ha vivido un proceso de deterioro interno prolongado, que ha tenido repercusiones ideológicas profundas y que han hecho más difíciles las condiciones para un rearme. A nivel mundial la izquierda vivió el gran golpe que significo la caída de los «socialismos reales» y que significo un avance sin precedentes de las ideas neoliberales con una ofensiva que se mantiene hasta hoy. A nivel latinoamericano las derrotas de los sandinistas y salvadoreños significaron un cierre a esperanzas forjadas a nivel continental. A nivel nacional la transición pactada entre la Concertación y la Dictadura, permitió para la burguesía el dar un sustento «democrático» a su proyecto, logrando cerrar el paso a alternativas de izquierda que quedaron marginadas y por fuera de la institucionalidad.
Esta triple derrota trajo consigo consecuencias ideológicas que aun no se logran superar.
Por una parte el proyecto comunista se vio en cuestión y en constante asedio por parte de la burguesía. Se anuncio a los cuatro vientos el fin del marxismo. Se busco dar un sustento a la debacle y caída de los socialismos reales buscando en las ideas de Lenin y los bolcheviques el autoritarismo natural que contenían.
Por otra parte en la izquierda, la critica a los socialismos reales y al autoritarismo de los regímenes burocráticos, dio el espacio para que surgieran de manera reciclada algunas ideas que con anterioridad habían perdido la hegemonía. Formas de neo anarquismo y ultra izquierdismo proliferaron a nivel mundial. De estas quizás el autonomismo sea la corriente que mas adquirió protagonismo y fuerza en el mundo.
En Chile a esto se suma el hecho de que diversas orgánicas militarizadas siguieron generando influencia y acciones en el país, dejando alguna influencia entre los jóvenes.
Se cuestiono la noción de revolución y de poder, tomando prestados en muchos casos de manera extemporánea la experiencia zapatista, señalando que la revolución era imposible y que la noción de «anti-poder» era la norma. John Holloway apareció como pastor.
Se cuestiono el autoritarismo bolchevique y el marxismo de distintas tradiciones, lo que llevo un desprecio hacia la construcción organizativa de un partido o una organización.
Diversas tendencias académicas post estructuralistas divulgaron la idea de la descentralización del poder y la difuminacion de la contradicción capital-trabajo.
Hemos sido testigos de formas recicladas de corrientes anarquistas como la de «Propaganda por el hecho» de comienzos del siglo pasado, que han vuelto a tomar fuerza y se han hecho con un espacio. En Chile se ha denominado popularmente como «pone-bombas».
La critica a la noción de sujeto revolucionario encarnado en el proletariado, realzo la idea de los movimientos sociales y la fragmentacion de lo político, a la vez que se hacia una separación entre historia social y política tomando prestados conceptos de la escuela inglesa de historiadores.
La lucha en la población, elemento característico de los años 80, paso a ser un fetiche de muchos grupos y colectivos que lo elevaron a la categoría de sujeto. El autonomismo como corriente logro tener adeptos en el país, con su crítica a los partidos y su lógica destructiva hacia el comunismo, etc.
La derrota política de la izquierda a nivel mundial, con su correlato nacional, ha generado un retroceso ideológico sin precedentes. Muchos de los debates que pareciera que comenzamos a asumir, tienen su historia y su desarrollo práctico y teórico. No se trata de tomar moldes para copiar y pegar experiencias, pero tampoco se trata como hace John Holloway en su libro «Cambiar el mundo sin tomar el poder», de tomar toda la historia del movimiento obrero y tirarla a la basura. La historia y experiencias nos sirven para desarrollar lo que Daniel Bensaid denomina «hipótesis- estratégicas» o, en otras palabras, «guías para la acción». Justamente uno de los temas ampliamente debatidos en la izquierda ha sido el de la institucionalidad y las elecciones. «El izquierdismo…» de Lenin se inscribe en este debate.
2) Dogmatismo de Izquierda
El izquierdismo es un fenómeno histórico y debe comprenderse como tal. Asume protagonismo en diversas épocas históricas y se manifiesta políticamente con diversas posturas características. En Chile, producto de la dimensión de la derrota vivida, este fenómeno asume características particulares más allá de las que analizo Lenin. Diversos colectivos surgen en las Universidades con una desconexión manifiesta con el sentir de las masas y como espacio de reflujo para la izquierda revolucionaria. El contexto de su surgimiento ira determinando en muchos casos las características de sus posiciones. Un culto a la población y el trabajo a desarrollar ahí, un constante «oposicionismo» a toda otra corriente organizada, un fetiche hacia la violencia, cultivar un trabajo marginal, etc.
En Chile muchas de estas tendencias cuentan con algún grado de protagonismo. Fuera de lo ya señalado quizá uno de los aspectos centrales que definen a estos grupos es la incapacidad de comprender la táctica como un hecho político. Lenin llamaba a estas concepciones «dogmatismo de izquierda», en la medida que no lograban salir del ámbito ideológico para enfrentar la realidad y plantear medidas concretas. La incapacidad de generar maniobras, por dogmatismos, lleva finalmente a la impotencia política y a la derrota.
Los bolcheviques pactaron con potencias imperialistas en Brest-Litovsk y eso no los hizo menos revolucionarios, Recabarren participo de elecciones al parlamento burgués y eso no limito su accionar político, Karl Liebknecht no dejo de denunciar la guerra imperialista por estar en el Reichstag, la revolución checoslovoca del 48 se desarrollo por dentro de los márgenes parlamentarios, etc.
Las posibilidades de la acción política y su desarrollo dependen de una línea estratégica y táctica coherente y firme que maximice las posibilidades de alcance de determinada línea.
La política es una guerra y en esta se deben usar diferentes armas. Si se enfrentan dos enemigos y uno de ellos no usa la pistola por estar contra la violencia, seguramente caerá muerto al instante. La política es así e incluso más cruenta, pues no es solo una vida la que está en juego, sino miles, millones los que se levantan tras un proyecto político.
Quizás el mejor ejemplo en el acto de este dogmatismo de izquierda es en el caso de la acción institucional. Desde la vereda del marxismo todos compartimos el análisis sobre el Estado. El estado no es sino un instrumento de opresión de una clase sobre la otra, que no basta con que el estado cambie de manos para que cambie su carácter (como Marx se dio cuenta con la comuna de Paris), sino que lo que hace falta es que los trabajadores levanten sus propios órganos de poder que enfrenten el poder del estado y que logren triunfar y levantar su propio «estado» si se puede llamar así. Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Perry Anderson, Gramsci, Nicos Poulantzas y otros han analizado este tema en profundidad.
Sin embargo cuando se pasa al terreno de lo real y concreto y el análisis no cuadra con ella, no basta con repetir formulas aprendidas. El análisis al que se llega es que no se debe participar en elecciones porque cualquier participación en el Estado burgués no está dentro del marco ideológico formado. De esta manera se desecha por dogmatismo, la posibilidad de mostrar una alternativa y un programa a miles o más bien millones de personas cuya única lógica de lo político es ir a votar. No se piensa en los millones a los que tenemos que llegar, sino en ser fieles al catecismo y cumplirlo al pie de la letra.
Decíamos que todas estas formulas son recicladas pues ya se han planteado en diversos momentos. El comunismo holandés con Pannekoek a la cabeza planteo la estrategia antiparlamentaria y el consejismo hace ya muchos años.
El espacio de las elecciones y la acción institucional ¿pueden ser usadas dentro de una estrategia revolucionaria que se plantee el tema del poder y el socialismo como una tarea actual? La historia del movimiento obrero nos muestra que han sido repetidas las ocasiones en que se ha hecho.
3) La izquierda y las elecciones
Sobre este punto se debe desarrollar un debate abierto y aclarar posturas de todos los sectores. Pienso sobre esto que si bien el tema de lo electoral es importante, asume un planteamiento táctico. Hay una serie de debates que debemos abordar en conjunto a esta tarea. Necesitamos una análisis concreto sobre el capitalismo y su desarrollo contemporáneo en Chile y el mundo, pensar, además, que proyecto es el que levantaremos o que Socialismo planteamos como tarea actual, que clase es la vehiculiza el proyecto que planteemos, que forma orgánica asumiría la organización política de la clase, que programa se plantea hoy a todo nivel, que estrategias y que tácticas. Si no se abordan en conjunto esto planteamientos y si no se levanta un proyecto histórico desde los sectores populares, las elecciones y posibles victorias en este ámbito perderán sentido y no serán constitutivo de algo más importante que la elección en sí.
Se debe participar en elecciones allí donde se den, analizando las condiciones y capacidades. Estas deben estar supeditadas a un programa y a las lógicas organizativas que se dé el pueblo. Deben actuar como facilitadores y no como fetiches. Deben servir como plataformas para llegar con nuestras ideas y despliegue a los miles de chilenos que siguen teniendo su marco de acción política en torno al voto. Todo candidato electo debe ser una fisura dentro del aparato de la burguesía, denunciando, dando espacios, moviendo el tablero hasta donde se pueda.
Aparte de esto debemos estar claros de que los límites de la acción electoral y de que sea una ayuda dentro de la capacidad de generar el poder desde abajo para enfrentar a los de arriba. Se debe tener en claro de lo que se busca no es que el estado asuma un rol o que permita un capitalismo, pero con rostro humano. El estado es una herramienta para los poderosos y debemos prepararnos fisurando adentro y generando el poder que lo destruya desde abajo.
En las actuales condiciones de deterioro de la «clase política», se han generado las condiciones después de muchos años, para que se mueva el tablero de la política tradicional. Se han generado fisuras. Quizás la primera muestra de eso fue la irrupción en la última elección presidencial del fenómeno MEO. La gente comienza a vislumbrar la necesidad de una alternativa. La izquierda chilena tiene la responsabilidad de mostrar una alternativa anticapitalista que presente un programa alternativo. No hacerlo es una irresponsabilidad histórica y, como ha pasado muchas veces, veremos que el carro de la historia pasa frente a nosotros. De todas maneras, no tengamos dudas que la burguesía se prepara para cerrar el ciclo, cambiando de rostro, ofreciendo hasta lo que no puede, arriesgando un poco.
Ante eso, la izquierda debe ser audaz y rápida, lograr plantear una alternativa, disputar la mente y los corazones de nuestro pueblo, eso quiere decir, no llegar a miles, sino a millones de personas. Para eso debemos romper nuestros propios tabúes, atrevernos y comenzar a disputar a la burguesía en toda la cancha.
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