Chile necesita una Izquierda que sea alternativa real al neoliberalismo. Necesita una Izquierda que se reconstruya a partir de su identidad histórica y no sobre la base de acuerdos con las cúpulas de los partidos de la Concertación, las cuales durante veinte años respaldaron una Constitución ilegítima y se mimetizaron con la derecha hasta corromper […]
Chile necesita una Izquierda que sea alternativa real al neoliberalismo. Necesita una Izquierda que se reconstruya a partir de su identidad histórica y no sobre la base de acuerdos con las cúpulas de los partidos de la Concertación, las cuales durante veinte años respaldaron una Constitución ilegítima y se mimetizaron con la derecha hasta corromper los principios que la originaron, dieron la espalda al pueblo y favorecieron el saqueo que llevan a cabo las transnacionales. Hoy resulta ingenuo pensar que la Concertación podría enmendar su rumbo. Más aún si este conglomerado sigue manejado por quienes contribuyeron a su derechización. Es decir, una larga lista de dirigentes que hoy saborean los frutos del poder oligárquico.
En otro plano, la Izquierda no puede reconstruirse a partir de uno o dos partidos políticos, debe hacerlo desde una Asamblea Constituyente de Izquierda donde confluyan partidos políticos, organizaciones sociales, culturales, estudiantiles y sindicales, en igualdad de deberes y derechos. Esa asamblea es la que debe definir las orientaciones políticas y una plataforma programática, radicalmente opuesta al neoliberalismo. El programa de una verdadera Izquierda debe incluir cuestiones básicas e intransables; como por ejemplo, una nueva Constitución, educación pública primaria, media y universitaria gratuitas, nacionalización de todas las empresas privatizadas por Pinochet y la Concertación, una nueva ley laboral y salud pública garantizada constitucionalmente, lo mismo que el agua y la luz. Se debe acabar con las AFP e ISAPRES y poner fin a los gastos reservados. Cualquier transacción o consenso, en la medida de lo posible, alrededor de estos temas, sólo favorecen a la derecha económica y a los mandos militares. Jamás a la clase trabajadora. La Izquierda no puede dejarse arrastrar por los voladores de luces que enajenan y estafan al pueblo. El desarrollo de una movilización permanente y la ideologización de la lucha política deben ser los factores fundamentales en la reorganización de la Izquierda.
Luchar por migas es luchar por nada. Se debe luchar por el pan y la panadería. Por ejemplo, cuando los universitarios luchan por un arancel diferenciado es una lucha incompleta, la lucha debe ser por educación Estatal gratuita y de excelencia. Ni más ni menos. Pero claro, los estudiantes están desideologizados y sucumben a las tentaciones del sistema neoliberal. Recordemos lo que pasó con el movimiento de los estudiantes secundarios, llamados Pingüinos, que fueron farandulizados por los medios de comunicación en manos de la derecha. Otro caso es el de los parlamentarios de izquierda, que fueron protocolizados por la Constitución pinochetista desde 1990 en adelante. Docenas de «antineoliberales», en el día a día, son desmovilizados de las más diversas maneras.
Un asunto fundamental en la reconstrucción de la Izquierda, es que las cúpulas políticas, que controlan a los partidos y sindicatos; entiendan, de una vez por todas, que se debe reestructurar la manera de dirigir estas organizaciones. Las cúpulas se deben democratizar ellas mismas antes de dar clases de democracia. Es cosa de ver qué pasa en la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), que se ha convertido en un club de amigos. En el caso de los partidos políticos de izquierda (o que se dicen de izquierda), los mismos dirigentes llevan años autoeligiéndose so pretexto de proteger la integridad partidaria, lo que ha derivado en manipulaciones de todo tipo. Por lo tanto, y considerando estos aspectos, tampoco es llegar y reunirse en una asamblea, como se ha venido haciendo hasta el día de hoy, y pedir votos cuando hay elecciones. Lo que debe gestarse desde la Asamblea Constituyente de Izquierda es un compromiso que se oponga con una movilización permanente al neoliberalismo. Hoy se necesitan dirigentes y militantes de mente amplia, modernos, pero con sólidos principios revolucionarios, filosóficos, culturales y prácticos, dispuestos a no dejarse seducir por las rebanadas de pan que ofrecen los capitalistas.