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Prólogo del libro "De la fiesta y la resistencia, no hay cielo en los bares de Madrid", de Vladimir Carrillo Rozo

La justicia sin rostro, una página infame del terrorismo de Estado y del «sindicalicidio» en Colombia

Fuentes: Rebelión

Libro No. 13 de la Biblioteca Diego Montaña Cuéllar, La USO 100 años de lucha y dignidad.

PRÓLOGO

«Muchos jueces son absolutamente incorruptibles; nadie puede inducirles a hacer justicia».

Bertolt Brecht

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El exterminio sistemático de los sindicatos y de los sindicalistas es una práctica permanente del Estado y de las clases dominantes en Colombia, hasta el punto de que se ha convertido en un genocidio de clase que debería avergonzar a todos los habitantes de nuestro país. A tal genocidio lo hemos denominado sindicalicidio.

El sindicalicidio está constituido por una serie de prácticas genocidas de diverso aspecto, que van desde la prohibición expresa de formar sindicatos hasta el asesinato de los sindicalistas. Entre estos dos polos existen múltiples instrumentos de represión para impedir la formación de sindicatos o destruir los ya existentes. Esta variedad de instrumentos forman parte de una “cultura antisindical” erigida en Colombia como parte de un imaginario de sentido común para que cualquier habitante de este país apruebe la persecución de los trabajadores sindicalizados e incluso se llegue al extremo de justificar el asesinato de dirigentes sindicales, la destrucción física a sangre y fuego de los sindicatos y la represión oficial para impedir el funcionamiento de las organizaciones gremiales de los trabajadores.

Entre los mecanismos del sindicalicidio sobresale la persecución “legal” y jurídica por parte del Estado colombiano, sobre lo cual existen numerosos ejemplos históricos. Valga recordar que hasta hace unas décadas para impedir una huelga se declaraba turbado el orden público y se implantaba el Estado de Sitio, con lo cual a un asunto laboral se le confería una connotación delictiva, a la que se le daba un tratamiento penal. Además, se solía decir, algo que no ha desaparecido en la actualidad, que una simple huelgo, protesta laboral o paro cívico donde participaran trabajadores y sindicatos era un complot comunista internacional, urdido desde Moscú para desestabilidad o destruir la “democracia colombiana”. Y con ese abierto anticomunismo se justifica la persecución y represión de los trabajadores.

En el mismo sentido, es notable que importantes huelgas y protestas de trabajadores hayan terminado con la judicialización y persecución “legal” de los directivos sindicales, muchos de los cuales pagaron la osadía de organizar o participar en una paro laboral con la pérdida de su libertad personal, soportaron juicios arbitrarios y fueron condenados a largos periodos de cárcel o sufrieron el exilio forzoso.

Los sindicatos más beligerantes se han visto sometidos al Terrorismo Judicial, que actúa como el brazo legal del sindicalicidio. En este ámbito legal el Estado colombiano ha dado muestras de una permanente sofisticación al innovar en forma periódica en los procedimientos de represión y amedrantamiento, cuando implementó la autodenominada “Justicia sin Rostro” en la década de 1990 contra sindicatos y sus juntas directivas. Los sindicatos de la desaparecida TELECOM y de la industria petrolera fueron sometidos a la “Justicia sin Rostro” y decenas de trabajadores fueron judicializados y detenidos en forma arbitraria. Este libro de Vladimir Carrillo examina uno de esos casos, el de 17 dirigentes sindicales de la USO que fueron perseguidos con saña por el brazo jurídico del sindicalicidio.

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Este es un libro que podemos calificar como una memoria investigativa. Con esto queremos significar que, al mismo tiempo, se despliega un doble esfuerzo: por un lado, un ejercicio de memoria, personal y colectiva, sobre la persecución de un grupo de trabajadores ligados a la industria del petróleo y sobre el papel desempeñado por un notable jurista, Eduardo Umaña Mendoza; por otro lado, se realiza una labor minuciosa y cuidadosa de indagación de diverso material y de múltiples fuentes (periodísticas, judiciales, documentales y testimoniales), con procedimientos rigurosos de investigación social.

En cuanto memoria este libro recrea el ambiente de la Colombia de la década de 1990 a través de la experiencia personal del autor, quien vivió en carne propia el drama que soportaron los dirigentes petroleros, dado que él es hijo de César Carrillo, quien fue detenido cuando era presidente de la Unión Sindical Obrera. Centrándose en el drama de su progenitor, Vladimir Carrillo nos recuerda que él es un coparticipe de esa trama tenebrosa urdida por el Estado colombiano, que lo llevó a exiliarse de Colombia, a convertirse en un cosmopolita forzado y a radicarse sucesivamente en varios países.

Por este libro desfilan los lugares de la memoria del exilio, que nos trasladan por regiones de Colombia en las que se desplegó la labor sindical de César Carrillo en Tibú, Barrancabermeja, Bogotá y fuera de nuestra país por La Habana, Moscú, Madrid, a donde tuvieron que irse obligados este dirigente sindical y parte de su familia. Estos lugares están situados sentimentalmente en el libro como los espacios en donde anduvo el activista sindical o se refugió el antiguo dirigente sindical perseguido y expatriado. En cada uno de esos lugares van quedando jirones de memoria que se retrotraen al presente mediante el recuerdo punzante a través de objetos, que adquieren un sentido íntimo y personal de nostalgia, porque evocan el desgarre que produce el exilio y el desarraigo obligado. Un libro (como El Principito, con el que se abre esta obra), un baúl con cosas personales, una postal, una fotografía, una pieza musical… cobran una importancia excepcional cuando se articulan en una madeja de recuerdos y cobran un sentido global para evocar el sentimiento de pérdida, pero también el esfuerzo por rehacer la vida en el exilio, con lo cruel y doloroso que esto resulta.

Este es un primer mérito que tiene este libro, que hace pública una experiencia personal y familiar de la vida de un exiliado a través de objetos y lugares, un poco a partir de los senderos del poeta, de Don Antonio Machado, cuando decía: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”.

Este libro no solamente es la presentación de algunos aspectos de una experiencia personal, sino que es un esfuerzo de pensar esa experiencia, de investigar sobre la misma, con todos los instrumentos que suministran diversas formas de conocimiento social (literario, jurídico, sociológico, sicológico, filosófico…) Es como si su autor reconstruyera los pasos de su padre y de los trabajadores perseguidos por el Terrorismo de Estado en Colombia, pero, sobre todo, siguiera las huellas de Eduardo Umaña Mendoza y su extraordinaria labor de defensa de los trabajadores sometidos a la tenaza judicial y mediática de la [in]Justicia sin Rostro. Esta labor investigativa, en la cual desempeña un papel de primer orden la curiosidad, llevó a su autor a buscar y consultar los archivos del cartapacio judicial en el que jueces y funcionarios judiciales enredaron las vidas de los trabajadores petroleros, perseguidos por su carácter de dirigentes sindicales y luchadores populares.

Este es un segundo aporte de este libro, el esfuerzo por reconstruir de manera rigurosa, coherente y sistemática los entretelones de un juicio urdido exprofeso para condenar a los trabajadores judicializados, dando por sentado de antemano su culpabilidad de los cargos falaces de los que se les acusaba, con la participación consciente y directa del aparato mediático de la prensa y la televisión oficiales y al servicio del Terrorismo de Estado.

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Este es un libro que se mueve entre el terreno de la fiesta, la de la USO y los trabajadores petroleros en la década de 1990 con sus esfuerzos por ser protagonistas y coparticipes en la conducción de la política petrolera del país, esfuerzo que fue respondido con la Justicia sin Rostro y otras formas de sindicalicidio (asesinatos, atentados, amenazas, exilio, intimidación, calumnias, difamación…) para que los trabajadores renunciaran a su deseo de ser más que procesadores de petróleo y quisieran ser sujetos activos en defensa de la soberanía energética de Colombia. Pero este libro también reconstruye los extraordinarios gestos de resistencia de esos trabajadores, sus familias y la USO en su conjunto para enfrentar con decoro y dignidad la [in]Justicia sin Rostro.

Y en esta lucha es donde cumple un papel sobresaliente Eduardo Umaña Mendoza un jurista colombiano, de la estirpe de Jorge Eliecer Gaitán y de Diego Montaña Cuéllar, quien con sapiencia y valentía se enfrentó a ese monstruo jurídico creado por el Estado colombiano para reprimir la protesta social y permitir la consolidación del neoliberalismo (con la privatización y mercantilización de los servicios públicos) en todos los sectores de la vida nacional. Pero Umaña Mendoza no sólo enfrentó a ese monstruo judicial, sino lo más importante contribuyó decisivamente a liquidarlo, a cortarle la cabeza, algo así como a emprender una labor hercúlea de tipo jurídico, para impedir que esa hidra judicial [denominada eufemísticamente “Justicia sin Rostro”] del Terrorismo de Estado siguiera existiendo y haciendo daño. Su extraordinaria sabiduría jurídica, su habilidad, su capacidad de comprender a partir de indicios aislados toda la trama criminal que se armó desde el Estado para criminalizar la protesta social y la organización de los trabajadores, lo llevó a develar la tramoya que se movía tras esa justicia aparentemente impenetrable y a demostrar que se sustentaba en testigos falsos y clonados, empleados a sueldo por las fuerzas armadas o los servicios de “inteligencia” del Estado.

Y esa acción, de dignidad, lucha y resistencia, de Umaña Mendoza fue tan efectiva para el movimiento popular que le granjeó el odio de los mismos que persiguen a los trabajadores y a sus dirigentes, hasta planear su asesinato, el cual consumaron en forma cobarde a través de sus sicarios en la malhadada mañana del sábado 18 de abril de 1998.

Con este vil asesinato se mató un proyecto de vida, pletórico de realizaciones al servicio de otra Colombia y de sus habitantes subalternos. Umaña Mendoza fue consecuente con su forma de ver el mundo y de luchar contras las desigualdades y las injusticias. De ahí la actualidad de su lema: “Más vale morir por algo que vivir por nada”.

Cuando se cumplen 25 años de este aleve crimen, típico del terrorismo de Estado de la seudodemocracia colombiana, el libro de Vladimir Carrillo es un homenaje sentipensante a ese luchador social, que convirtió el derecho en un arma de lucha contra la injusticia propia del capitalismo a la colombiana. Y es un honor que este libro sea publicado en nuestro país por la USO, como forma de recordar el cuarto de siglo del asesinato de uno de sus mártires, su defensor Eduardo Umaña Mendoza, que debe permanecer por siempre en la memoria de los trabajadores petroleros por todo los que aporto, que incluyo, para rubricar su compromiso, hasta su propia vida.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.