El movimiento de los estudiantes en defensa de la universidad pública y de compromiso con el cambio social es el acontecimiento y proceso más destacado, desde lo común, transcurrido en este año desgraciado del 2018, con sus 168 asesinatos de activistas campesinos e indígenas, además de defensores de derechos humanos. Un hecho positivo el de […]
El movimiento de los estudiantes en defensa de la universidad pública y de compromiso con el cambio social es el acontecimiento y proceso más destacado, desde lo común, transcurrido en este año desgraciado del 2018, con sus 168 asesinatos de activistas campesinos e indígenas, además de defensores de derechos humanos. Un hecho positivo el de los estudiantes, y el otro negativo el de los asesinados.
Son miles de jóvenes de distinta condición social, cultural y regional, en especial de familias trabajadoras, que sufren las duras condiciones de precarización y desamparo. Donde se concentra un malestar creciente que se proyecta al conjunto de protestas, con los indígenas cruelmente masacrados y expulsados y que resisten con dignidad.
Me parece que una característica central de las movilizaciones en curso es la autonomía de la juventud. Son jóvenes, en su inmensa mayoría, los que toman conciencia y realizan sus experiencias públicas al ejercer derechos desde su propio campo independiente de lucha, haciendo de la ciudad común algo vivo, ruidoso de voces y con festival en las calles y plazas. A partir de allí convocan a los otros que rejuvenecemos en la multitud. Un sujeto colectivo, incluyente, con su mayoría de edad, está expresándose. Allí concurren maestros, trabajadores oficiales, de la justicia, profesionales, jubilados, obreros, sindicalistas, artesanos, artistas, periodistas, trabajadores barriales… en fin, lo variopinto de la sociedad.
Es necesario destacar, más y mejor, lo que es evidente, pero se invisibiliza: la participación de las mujeres. No solo en la movilización, sino en el liderazgo. Ellas y ellos enseñan cómo concebir, planear, organizar, convocar, dirigir y negociar las luchas y reivindicaciones.
Las asambleas y marchas multitudinarias en distintas ciudades, y los encuentros nacionales representativos y deliberativos, garantizaron un carácter democrático, evidenciando el fracaso de la manipulación de caudillos y partidos. Es mi parecer que el cierre de las aulas y la toma de dependencias universitarias en forma prolongada significó, más allá de la promoción de la protesta, un desgaste costoso para el movimiento.
Las minorías violentas, pese a que están dimensionadas por los medios de propaganda de la televisión y la radio, no han podido desvirtuar las luchas estudiantiles y sociales. Es claro que la violencia se genera desde el gobierno, que hace uso de esa máquina represiva del ESMAD. Terrible lo que sucedió con el estudiante de la Universidad del Cauca, Esteban Mosquera. Me parece que el Estado policiaco en pleno desarrollo debe enfrentarse a partir de la exigencia de la disolución del ESMAD.
El gobierno de Duque se vio obligado a negociar un acuerdo favorable a la demanda estudiantil, al aumentar el presupuesto para la educación pública en 4.5 billones de pesos para los próximos cuatro años, de los cuales 1.34 billones irán para la base presupuestal de las instituciones de educación superior públicas. Aunque insuficiente, es una mejora.
Los líderes estudiantiles refutaron las afirmaciones del ministro de Hacienda y de Duque de no tener plata. Demostraron que sí había y lo documentaron. Resultaron mejores hacendistas que los alcabaleros. Hicieron bien los sectores profesorales que acompañaron el movimiento estudiantil en sus jornadas. Ahora hay que vigilar el cumplimiento de los acuerdos.
Estos movimientos de la juventud se sincronizan de distintas maneras con otros del mismo carácter en Argentina y Chile, pero igual en Francia. En este último país, la movilización de los «chalecos amarillos», que comenzó en el campo y en las ciudades pequeñas, repercutió hasta llegar a París, donde la juventud pauperizada de trabajadores desempleados y gentes de distintos oficios y profesiones expresan el malestar social y cultural de la Francia profunda: la aldeana, la barrial, la urbana y la proletaria. En el centro de esto, de manera transversal, la juventud. Ahora son los estudiantes los que están sumándose a los inconformes y «revoltosos», que no son solo los uniformados de los chalecos. Se trata de una movilización que parte de la conciencia moral contra la opresión y el abuso, y envuelve a los muchos que están afectados y ofendidos en materia grave. Ahora exigen la caída del régimen político de Macron.
Lo que está presente en la movilización actual es el espíritu centenario de la Reforma de Córdoba por la Universidad Democrática y la indignación internacional de la juventud en 1968. Buena manera de celebrar estas luchas históricas.
* El autor es Doctor en Historia de la Universidad Nacional.
** Este artículo fue publicado en el periódico «Un pasquín» (No. 72, diciembre de 2018).
Fuente original: https://socialistascolombia.wordpress.com/2019/01/11/la-juventud-como-protagonista/