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La lenta agonía de la libertad o la defensa de Tariq Ramadán

Fuentes: Gara/Rebelión

El pasado 3 de septiembre, «Rebelión» publicaba un artículo de Tariq Ramadán titulado «La encrucijada de los musulmanes de Occidente», en el que el profesor suizo explicaba cómo ha sido revocado el visado que le permitía ocupar su puesto en la universidad de Notre Dame (EE.UU). El origen de la revocación del visado está en […]

El pasado 3 de septiembre, «Rebelión» publicaba un artículo de Tariq Ramadán titulado «La encrucijada de los musulmanes de Occidente», en el que el profesor suizo explicaba cómo ha sido revocado el visado que le permitía ocupar su puesto en la universidad de Notre Dame (EE.UU).

El origen de la revocación del visado está en la aplicación de la denominada «Patriot Act», una ley, adoptada después del 11 de septiembre del 2001, por la que se refuerza el concepto de seguridad interna recortando los derechos civiles y vulnerando las libertades fundamentales, bajo el pretexto de garantizar la «seguridad nacional».

Confieso que no estoy perpleja ante el hecho de que el gobierno de Bush aplique este tipo de medidas: listas negras, criminalización de personas y colectivos, aumento de presupuesto militar y policial en detrimento de las políticas sociales, etc. Hasta ahí llega la lógica de la guerra entremundos, que tiene en Bush su principal ideólogo. Una se imagina al funcionario del Departamento de Seguridad Nacional estampando un «nihil obstat» («visto bueno») en los visados de quienes contemporizan con la política exterior (belicista) de la Casa Blanca, mientras rechaza, restringiendo sus derechos, a quienes cuestionan su papel en la guerra del Estado de Israel contra el pueblo palestino o la invasión de Irak. Ahora bien, ¿por qué revocar un visado que había sido otorgado con anterioridad?

Considero que, ante esta arbitrariedad y la conculcación de los derechos de Tariq Ramadán, intelectual musulmán comprometido con el diálogo interreligioso e intercultural y activista implicado en la lucha antiglobalización, no debemos permanecer en silencio. La connivencia con los liberticidas nos convierte en cómplices de la muerte de la esperanza y la posibilidad de otro mundo basado en el diálogo y el (re)conocimiento de otras experiencias y otras formas de búsqueda de la justicia. Pienso que nuestra defensa de las libertades pasa por la denuncia de leyes como la «Patriot Act», que manipula emocional y socialmente los deseos y aspiraciones de seguridad de la ciudadanía, instaurando la censura y la coerción, la ortodoxia y la conspiración, conforme al criterio de más seguridad a cambio de menos libertades.

¿Por qué me solidarizo? ¿Para qué solidarizarse con Tariq Ramadán?

El pasado mes de junio asistí al seminario «Representaciones árabes contemporáneas. Discursos críticos y pensamiento político», organizado por Arteleku y dirigido por Gema Martín Muñoz, profesora de Sociología del Mundo Árabe e Islámico de la UAM. El seminario, que tuvo lugar en Donostia, fue impartido por Eyal Sivan, Michel Khleifi, Salima Ghezali, Aboubakr Jamai, Nadia Yassine y Tariq Ramadán.

La experiencia resultó muy interesante y enriquecedora. Los foros de discusión y las conferencias nos permitieron conocer otras realidades: acontecimientos y experiencias que son ocultadas y silenciadas sistemáticamente – porque no son mostradas por los medios de comunicación. Y lo que no se muestra, sencillamente, no existe-, o distorsionadas -tratadas de forma sesgada y estereotipada-. También pudimos apreciar e intercambiar puntos de vista críticos con la perspectiva dominante, impuesta e institucionalizada sobre el «mundo árabe».

El seminario impartido por Tariq Ramadán supuso una inmersión en el pasado y el futuro del Islam: los viejos conceptos, las fuentes del derecho y de la jurisprudencia islámicos, las definiciones de «ichtihad» y «fatwa», la «sharia», las cuestiones de identidad, pertenencia y ciudadanía, el proceso de secularización, los retos de las y los musulmanes europeos, Islam y democracia, el diálogo intracomunitario…

La conferencia (abierta) ofrecida por el Sr. Ramadán: «Ser musulmán en Europa tras el 11-S» congregó a un público numeroso y heterogéneo. Al final de la misma se realizó un coloquio. La gente participó e interpeló al profesor sobre cuestiones como la poligamia o la lapidación.

Me interesa especialmente remarcar este punto, puesto que creo que, más que polémica, lo que se está produciendo es una manipulación interesada, y una calumnia infame, de la propuesta de Tariq Ramadán. Su respuesta en el asunto de la lapidación – la misma e invariable respuesta que podemos encontrar en sus libros y artículos – es que él plantea «una «moratoria absoluta» sobre los castigos corporales, la lapidación y la pena de muerte […], que se aplican sobre las personas más desfavorecidas y las mujeres», y añade: «Los gobernantes saben que gran parte de la población reacciona favorablemente, y casi de manera emocional, a la utilización de referencias islámicas, y las aplican para legitimar su régimen autocrático y su poder represivo. ¿Cómo hacer evolucionar las mentalidades? ¿Condenando las fuentes escriturales sin ser comprendido por el mundo musulmán? ¿Imponiendo una opinión considerada «moderna», para ser percibido como un «occidentalizado» o, peor, un agente que se ha pasado a la causa del «enemigo»? ¿Siendo entendido en Occidente, sin ser escuchado en el mundo islámico? […] Exijamos una moratoria absoluta sobre su aplicación y la apertura de un debate en el mundo musulmán relativo a los versículos y a los capítulos del Derecho que conciernen a estas prácticas. La reforma no se llevará a cabo, y estas prácticas no cesarán definitivamente -lo que es mi deseo y mi exigencia-, mientras no se produzca esta concertación desde dentro, haciendo perder a la lectura literalista radical y a la represión toda «legitimidad islámica».«

Cuando una práctica que atenta contra la dignidad del ser humano está fuertemente arraigada en la sociedad, formando parte de su proceso de socialización, como es la cuestión de la lapidación – o la mutilación genital femenina (que no es una prescripción islámica) – [incluso, la tortura: la vergüenza de las democracias occidentales, de la que no cesaremos de hablar, mientras exista], podemos actuar conforme a una serie de criterios:

1. Instando a la ONU a que dicte alguna Resolución sobre las diferentes modalidades y formas de administrar la pena de muerte en el mundo. Resoluciones que podrán cumplirse, o no. Como las que afectan al Estado de Israel, por ejemplo;

2. Promoviendo una epopeya liberadora, liderada por Estados Unidos (que tiene una amplia experiencia en estos asuntos), contra la lapidación. De hecho, en Afganistán las mujeres son más libres que en ninguna otra región del planeta;

3. Apoyando a los colectivos de mujeres (y hombres) que trabajan en sus respectivos países por la eliminación de estas penas, ya sean estos laicos o islamistas, y respetando sus formas de resistencia ante las violencias patriarcales;

4. Movilizándonos y solidarizándonos, contando con las aportaciones y sugerencias de esos colectivos y uniéndonos a sus propuestas.

Creo que algunas de las actuaciones aquí contempladas no son excluyentes, ni antagónicas, con los planteamientos del intelectual suizo.

… Personalmente, el seminario me ha servido para (re)plantear(me) ciertos interrogantes que no me parecen tan obvios y cuestionar(me) abiertamente los presupuestos inscritos en mis razonamientos y discursos sobre las mujeres, el Islam, el feminismo y el islamismo. La lectura de algunos de sus libros y el diálogo mantenido con Tariq Ramadán me han enriquecido humana e intelectualmente. Le agradezco sus aportaciones, que han contribuido a mi acercamiento a intelectuales comprometidas con los derechos de las mujeres, a través de una lectura y exégesis no patriarcal del Corán y un análisis no androcéntrico del Islam, como Rifaat Hassan y Amina Wadud-Murshin. Además, me han permitido conocer los orígenes del reformismo musulmán.

El poder absoluto, el pensamiento totalizante tiene como regla no tener reglas. Un mecanismo muy efectivo del pensamiento único es la extorsión: robarnos nuestra capacidad de pensar y contrastar los hechos, las opiniones, los discursos de/sobre alguien, en este caso, Tariq Ramadán.

Discrepar con el intelectual, debatir con el activista, dialogar con el religioso, sin dictar veredictos, sin canonizar y sin estigmatizar. La dialéctica es un tiempo y un lugar para el encuentro, la criminalización es el interregno (estado de excepción) del confinamiento y la exclusión. Sustituir la sospecha y la calumnia por la mutua confianza y reconocimiento recíprocos es un reto y una tarea imprescindible, en Estados Unidos, en el Estado francés y en el Estado español.

* Belén Martínez. Investigadora sobre Género e Igualdad.