FOTO: César Gaviria, Juan Manuel Santos y Ernesto Samper Ay, la lucha de clases tan olvidada y tan presente a la hora de analizar fríamente el acontecer cotidiano del proyecto capitalista trasnacional dominante en Colombia, que enfrenta un proceso de transición inédito y, se debate a cuchilladas entre continuar con la acumulación de capital trasnacional […]
FOTO: César Gaviria, Juan Manuel Santos y Ernesto Samper
Y en esta lucha de facciones, por ver quién domina o hegemoniza el bloque de Poder dominante que dirija y ejecute el proyecto de desarrollo del capitalismo trasnacional en Colombia, es donde hay que encontrar la explicación a la actual lucha de facciones dominantes, entre los representantes del sector «modernizante», (aglutinado por JM Santos) dedicado a la especulación de la tierra y profundamente ligado a los grandes intereses financieros trasnacionales y con gigantescos intereses en la explotación minero- energética del suelo colombiano; enfrentado acremente al sector aglutinado por Uribe Vélez, quien representa los intereses tradicionales de los latifundistas ganaderos y de algunos sectores de los agro-negocios como los palmicultores, apoyados por los llamados poderes fácticos regionales y locales que no son otra cosa que un «sancocho» o amalgama inseparable de mafia, paramilitarismo y corrupción oficial.
Sin embargo, a medida que avanzan los diálogos de la Habana por entre la crueldad innecesaria de las bombas inteligentes made in USA (de media tonelada) que arrasan campamentos de 30 guerrilleros con campesinos aledaños incluidos, y los «tatucos guerrilleros que, sin consideración, arrasan bases militares situadas en medio de Pueblos olvidados y azotados por la guerra contrainsurgente; la clase dominante de Colombia u Oligarquía Trasnacionalizada, que no solo ha dominado sino dirigido y ejecutado durante 200 años el proyecto capitalista en nuestro país hasta traerlo a la situación actual, se niega a aceptar su responsabilidad absoluta y como en una ópera bufa destapa sus tamales podridos de tanto guardarlos, para inculparse mutuamente de los yerros monstruosos que han cometido a lo largo de su dominación como presidentes de la Democracia Genocida para la que fueron seleccionados.
La riña entre las facciones oligárquicas, inicialmente entre el «canalla» Santos y el «rufián» Uribe Vélez; se ha ampliado al «enano moral» Pastrana y a los «narco-gobernantes» Gaviria y Samper, quienes todos a una, sin ninguna ética (ni siquiera burguesa) se muestran públicamente sus miserias e inculpaciones pre electorales, tratando cada uno de evadir la responsabilidad que le corresponde por haber conducido a toda la sociedad colombiana (léame bien a toda la sociedad colombiana) a la ruina moral y económica en la que se encuentra: a la miseria económica ahora le añaden la miseria moral que es igual de terrible y deletérea.
En breve: Asistimos en Colombia a un proceso de transición y reacomodo del despojo como mecanismo de acumulación capitalista trasnacional, en el que lo viejo se resiste con todo su poder a morir o desaparecer, y lo nuevo (por aquello de la miseria moral) también se resiste a aparecer. Y así, es fácil estar desconcertado y creer que, si se pacta en la Habana un acuerdo para finalizar el conflicto armado, la lucha de clases y la Historia, como sentenció en 1991 el neoliberal Fukuyama, desaparecerán ilusamente para siempre de nuestras vidas futuras.
(*) Alberto Pinzón Sánchez es médico y antropólogo colombiano
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