In Memorian de las y los socialistas «puros y sinceros» caídos en la lucha contra el capitalismo La memoria de aquellos que cayeron un día luchando contra la dictadura militar chilena, por una sociedad justa e igualitaria, sigue viva entre nosotros. El sábado 4 de mayo, estuvimos recordando la figura de un joven combatiente revolucionario […]
In Memorian de las y los socialistas «puros y sinceros» caídos en la lucha contra el capitalismo
La memoria de aquellos que cayeron un día luchando contra la dictadura militar chilena, por una sociedad justa e igualitaria, sigue viva entre nosotros. El sábado 4 de mayo, estuvimos recordando la figura de un joven combatiente revolucionario Carlos Godoy Echegoyen, asesinado en la tortura por Carabineros de Chile, luego de ser detenido, junto con otros compañeros, que participaban en una escuela de formación política revolucionaria en balneario de Quintero, en febrero de 1985. Transformándose en el primer mártir de la naciente juventud socialista allendista. Han transcurrido 34 años de aquel luctuoso acontecimiento; actualmente, la juventud socialista ya no es la misma en la que militó Carlos Godoy, ni el Partido Socialista de Chile, tampoco lo es. Este se ha transformado en una colectividad política conforme y obsecuente con el sistema capitalista neoliberal y ha depuesto todas las banderas de lucha instituidas en su fundación hace 86 años.
El entreguismo ignominioso del socialismo actual habría sido repudiado y condenado por Carlos Godoy, como lo han hecho cientos de socialistas a lo largo y ancho del país. También por los militantes allendistas desde la disolución del Partido Socialista Salvador Allende, a comienzos de los años noventa, hasta la actualidad. El PSSA al integrarse al Partido Socialista de Chile (PSCh), traiciono todo por lo que había luchado desde 1985-6, y por lo cual Carlos Godoy entregó su vida. La traición y olvido del socialismo chileno actual no solo con la figura de Carlos Godoy sino de todas y todos los socialistas caídos desde el 11 de septiembre de 1973, teniendo en la figura del Cro. Presidente Salvador Allende su icono más relevante, es patético y vergonzoso.
La memoria socialista está plagada olvidos. Ese olvido ha implicado un marcado y notorio silencio político e historiográfico sobre la historia reciente del Partido Socialista de Chile, en particular y del socialismo chileno, en general, especialmente de los periodos de la Unidad Popular (1970-1973); del periodo de la dictadura (1973-1990) y, por cierto, del actual, la democracia neoliberal (1990-2019).
Si bien, hay diversos y distintos estudios sobre el socialismo post 1973-1990, se observa en relación a las otras colectividades de la izquierda chilena, un desbalance muy evidente. Abundan las historias críticas y apologéticas del Partido Comunista de Chile, del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR; del MAPU, etcétera. Sin embargo, la pobreza franciscana, si consideramos la importancia y rol del Partido Socialista de Chile (PSCh) en la formación y constitución de la Unidad Popular como de la participación centralísima que le cupo en el gobierno del presidente Salvador Allende (1970-1973), es sorprendente e inaudita. La ausencia de análisis historiográfico del rol político de los socialistas en los últimos 50 años requiere de un ensayo psicológico explicativo que interrogue sobre el porqué de ese largo silencio.
Siendo el partido del Presidente Allende será, sin lugar a dudas, la colectividad política que va a sufrir las mayores tensiones políticas internas como externas durante el gobierno de la UP. Producto de la histórica tendencia de las y los socialistas a conformar internamente diferentes y contrapuestas corrientes ideológicas y posiciones políticas, la colectividad desarrollará distintos conflictos tanto horizontales como verticales de carácter políticos estratégicos, ya sea, con el Ejecutivo (Presidente de la República), con su Secretariado General y el Comité Central, con sus militancias de bases obreras, campesinas, pobladoras y estudiantiles y, sobre todo, con sus aliados, principalmente, con el Partido Comunista de Chile.
Las marcadas e históricas diferencias y rivalidades políticas e ideológicas entre socialistas y comunistas tensionaron y conflictuaron las relaciones internas del conglomerado gubernamental. Sus tesis políticas sobre el proceso político e histórico abierto con el triunfo popular se expresaron en dos consignas fuertes: «avanzar sin tranzar» de los socialistas y «avanzar consolidando» de los comunistas, tradujeron, en aquella época, lo «revolucionario» y lo «reformista», respectivamente. Y, al mismo tiempo, ordenaron al resto de los actores políticos del conglomerado gubernamental. Conformándose dos polos, el polo revolucionario y el reformista.
La competencia y rivalidad política, permanente, durante los tres años del gobierno popular, entre estos dos sectores, le resto potencia y cohesión ideológica y política a la «vía chilena al socialismo» planteada por el Presidente Salvador Allende. Quebrando y agrietando la fuerza revolucionaria del proyecto allendista.
Trazo, a su vez, otra gran división política. El proceso de transición al socialismo tuvo dos sendas por donde transitar al interior del Estado capitalista en descomposición. Por un lado, la vía política institucional, propia de los espacios de la democracia representativa: el poder legislativo; y, por otro, la vía del poder popular, que se expresaba en la toma de fábricas, empresas, campos, o sea, en la expropiación directa de la propiedad capitalista, en otras palabras, la desestructuración del poder del capital.
Ambas vías se confrontaron en la historia concreta de los mil días de la Unidad Popular. Y, los socialistas, estuvieron presentes en todas esas conflictividades estratégicas. Lamentablemente, esas cuestiones permanecen hasta el día de hoy en la más plena y total, oscuridad. La historiografía socialista, si es que existe, permanece silente o indiferente a su estudio.
Como consecuencia del derrocamiento del gobierno popular el Partido Socialista de Chile sufrirá una persecución implacable por parte de la dictadura, sus dirigencias y militantes obreros, campesinos, pobladores y estudiantiles serán brutalmente asesinados, encarcelados, torturados y exiliados. Miles de ellos expulsados de sus centros de trabajos y de estudios. La ira y el odio de clase, de la burguesía nacional, golpeó con inusitada violencia a las y los socialistas. No obstante, ellos fueron los principales actores de la defensa del gobierno popular y de resistencia armada al golpe. Los primeros combates del 11 de septiembre de 1973 no solo en La Moneda, sino en diversos lugares del Gran Santiago como en otras ciudades del país, lo protagonizaran militantes socialistas. A pesar de las diferencias políticas y estratégicas con la vía propuesta por el Compañero Presidente, muchos entregaron su vida en defensa de esa propuesta que en su momento calificaron e impugnaron como «reformista». La lealtad y el compromiso revolucionario socialista era a toda prueba. Legado que entregaron a las generaciones posteriores del socialismo de la cual, por cierto, era heredero Carlos Godoy Echegoyen como también Daniel Medel y tantos otros jóvenes revolucionarios de los años ochenta.
A la represión le siguió la diáspora, la fragmentación y la división interna del PSCh. La cohesión interna del partido estalló en 1979 cuando se produjo la más lacerante división. Los socialistas post 1979 se organizaron en diversas orgánicas partidistas. Se ha llegado a contabilizar cerca de 18 o 20 organizaciones socialistas entre 1979 y 1989, las cuales, a su vez, establecieron su punto de origen en distintos hitos fundacionales del socialismo nacional: unos, en la declaración de principios de 1933; otros, en la declaración de 1947, redactada por el rector de la U. de Chile, Eugenio González; y, algunos, en el veto político del XXII Congreso de Partido Socialista de 1967, más conocido como el Congreso de Chillán. Emergieron socialistas históricos, reformistas, anarco-socialistas, socialistas humanistas, socialdemócratas y revolucionarios.
Los socialistas allendistas se localizaron entre los sectores revolucionarios. Reconociendo en los principios políticos e ideológicos que fundamentaron el Voto Político del Congreso de 1967. Dicho voto político reforzó el carácter revolucionario y marxista-leninista del Partido. Estableciendo, irreductiblemente, el carácter armado de la lucha revolucionaria destinada a superar y destruir la dominación capitalista como única posibilidad real y efectiva para avanzar hacia el socialismo.
El Voto Político de 1967 producto de una corta e intensa radicalización y rebeldía política de las y los socialistas de los años sesenta. Los cuales imbuidos en los principios, preceptos y enseñanzas de la triunfante revolución cubana de 1959 y, de la gesta revolucionaria del Comandante Ernesto «Che» Guevara, buscaron desde ese año hacer realidad: la revolución socialista en Chile.
El camino seguido por el PSCh desde su unificación en 1957 y la construcción de la «vía política institucional» al socialismo formulada por Salvador Allende en la elección presidencial de 1952, dinamizada en la presidencial de 1958, y ampliada y profundizada pero derrotada en las elecciones presidenciales de 1964, era, en opinión de los rebeldes socialistas, una ruta fracasada y sin mayores destinos. Por esa razón, había que construir y organizar un auténtico y verdadero partido marxista-leninista y revolucionario, en donde la opción, por la insurrección armada, o sea, el uso de la violencia política revolucionaria no estuviera descartada ni subordinada a la vía política institucional, sino todo lo contrario. El partido debía estar preparado para enfrentar y responder a las exigencias de la revolución política y social anti-capitalista.
La historia demostró, en septiembre de 1973, que los diagnósticos políticos realizados por los rebeldes socialistas en 1967 (Chillán) como también en 1971 (XXIII Congreso de La Serena), no estuvieron errados. La lucha por el poder del Estado, en la sociedad chilena, se resolvió violentamente. Pero, no por la violencia política revolucionaria sino por la violencia reaccionaria.
La violencia política revolucionaria no tuvo la potencia ni la capacidad ni la fuerza para hacer posible la revolución social en Chile. Tampoco, alcanzó para defender la democracia profundizada y ampliada que había logrado establecer el gobierno de la Unidad Popular. Todo fue arrasado y devastado por la acción de la violencia reaccionaria de las fuerzas del capital tanto internacional como nacional. Las Fuerzas Armadas ocuparon el país, e iniciaron el genocidio popular. Durante 17 años controlaron e impusieron a sangre y fuego la voluntad del capital.
Las y los socialistas como he dicho desde los primeros instantes de la acción reaccionaria se opusieron y resistieron. Sin embargo, sin mucha preparación, con escasas armas y sin contingentes populares amplios y masivos, esa resistencia heroica, por cierto, estaba destinada al fracaso y, rápidamente, la derrota política-militar se hizo presente. Hacia 1979, el PSCh, estaba, completamente, diezmado.
Carlos Godoy Echegoyen, con su familia, había salido al exilio, su nueva patria fue la Cuba revolucionaria. Allí el joven socialista, hijo de Sergio Godoy, militante socialista, de la década de los sesentas y setentas, o sea, de los rebeldes de esos años, no solo se formó ideológica y políticamente, sino que también militarmente. Alcanzando el grado de Teniente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Al poco tiempo de graduarse regreso a Chile y se puso al servicio de la lucha socialista contra la dictadura militar.
Es, interesante observar y tener presente, que, en la corta historia del joven combatiente, 23 años, al momento de su vil y cobarde asesinato, Carlos Godoy Echegoyen, sintetizaba la historia política de toda una generación de socialistas. La generación de los rebeldes de los años sesenta y setentas.
Si bien, Carlos Godoy, tenía cinco años para el Congreso 1967, nueve años en 1971, Congreso de La Serena, y 11 años para el Golpe de Estado de 1973, al exiliarse en Cuba, se formó valórica, ideológica y políticamente en los principios y en la estrategia política-militar que había permitido hacer triunfar a la revolución cubana. Gesta insurreccional, profundamente, admirada por la generación de sus padres. Y, sobre todo, adquirió una concepción política fundamental que, de una u otra manera, buscaron hacer realidad los sectores socialistas que organizaron en 1985 el Partido Socialista Salvador Allende (PSSA), la lucha contra la dictadura y la lucha contra el capitalismo, era una sola, o sea, una lucha política indivisible.
Tanto la Revolución cubana de 1959 como la Revolución sandinista en Nicaragua en 1979, el derrocamiento de los dictadores Batista y Somoza, respectivamente, abrió la ruta para la revolución social anticapitalista. Dicho modelo estratégico también era posible de ser impulsado en la sociedad chilena de los años ochenta. A principios de los años ochenta, la activa movilización social popular en contra de la dictadura pinochetista había abierto una nueva estructura política de oportunidades para las oposiciones prodemocráticas como también revolucionarias.
El PSSA, en diversos documentos entre 1985 y 1989, planteo que la liberación y emancipación del pueblo chileno no pasaba solo por la derrota política del régimen dictatorial y de su institucionalización autoritaria de largo plazo establecida en la Constitución del Estado de 1980, sino que debía procurar que la caída del dictador fuera el momento político propicio para la insurrección social destinada a dar inició a la revolución social anticapitalista. O sea, derrotar y vencer a la dictadura era convergente con el estallido de la revolución social anticapitalista. Por esa razón, el PSSA, se opuso activamente al plebiscitico sucesorio de 1988, y dispuso la preparación política de nuestra militancia para impulsar la insurrección popular en contra de la dictadura en caso de producirse el autogolpe de Pinochet en caso de desconocer los resultados del plebiscito. La estrategia era que impedir la perpetuación de la institucionalización política pinochetista como la continuidad del capitalismo.
Durante cuatro años el Socialismo Allendista, trabajo decididamente en poner marcha dicha estrategia política y militar. Los esfuerzos fueron muchos y los resultados pocos. Pues, sin lugar a dudas, que la escuela de formación política en que iba participar activamente como profesor e instructor Carlos Godoy Echegoyen, era el punto de partida de esa estrategia política. La detención de la mayoría de los compañeros socialistas participantes y, sobre todo, la muerte de Carlos Godoy, freno y obstruyó, de manera total dicha estrategia. En otras palabras, el PSSA, para desgracia de todas y todos los socialistas allendistas, no logró constituirse en la organización política revolucionaria que pudiera hacer realidad la conjugación de la derrota política y militar de la dictadura con el inicio de la revolución socialista en Chile.
A 34 años del asesinato de Carlos Godoy Echegoyen, a 31 de la derrota política del dictador en el plebiscito sucesorio de 1988, a 29 años de la instalación de la democracia protegida autoritaria administrada por la Concertación Partidos por la Democracia y la derecha política, a 28 años, de la disolución del Partido Socialista Salvador Allende, la necesidad política e histórica de impulsar la lucha insurreccional revolucionaria anticapitalista es más urgente que nunca.
La única forma de honrar la memoria no solo de Carlos Godoy Echegoyen, un militante socialista «puro y sincero», sino también de decenas de compañeras y compañeros caídos es, asumiendo, que la revolución social es y sigue siendo el único instrumento eficaz para que los pueblos puedan liberarse de la opresión capitalista.
Lograr hacer la revolución social, se requiere que los sectores populares se doten de instrumentos políticos adecuados, unificados y cohesionados, pero también de hombres y mujeres comprometidos cabalmente con el proceso de cambio radical que se busca impulsar y que recoja y articule en una plataforma común las diversas y plurales demandas sociales, políticas y culturales que emerjan desde la sociedad en perspectiva revolucionaria y, sobre todo, anticapitalista.
Para ello se hace necesario tener presente aquello de que la lucha revolucionaria anticapitalista es una sola, o sea, indivisible. Toda fragmentación o división de ella, solo conduce a la odiosa continuidad del capitalismo. La historia reciente en América Latina y el Caribe es recurrente en ejemplos para seguir ignorándola.
El autor es Ph. D en Ciencias Sociales y Política y Académico Universitario
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