Editorial Universitaria acaba de publicar el quinto y último tomo de la colección Historia de la Iglesia en Chile (800 págs.), subtitulado Conflictos y esperanzas. Remando mar adentro . Reúne diversos autores bajo la dirección del doctor en historia Marcial Sánchez Gaete, miembro de la Sociedad de Historia de la Iglesia en Chile. Marcial Sánchez […]
Editorial Universitaria acaba de publicar el quinto y último tomo de la colección Historia de la Iglesia en Chile (800 págs.), subtitulado Conflictos y esperanzas. Remando mar adentro . Reúne diversos autores bajo la dirección del doctor en historia Marcial Sánchez Gaete, miembro de la Sociedad de Historia de la Iglesia en Chile. Marcial Sánchez además es autor de libros y artículos acerca de la historia cultural y económica de la Iglesia Católica en Chile e Hispanoamérica.
El subtítulo de su libro: «Conflictos y esperanza. Remando mar adentro», ¿se debe a una visión crítica?
«Antes de contestar su pregunta, quiero explicarle que cada tomo tiene un subtítulo con el cual se ha querido englobar la realidad del tiempo que se trata. Así, este volumen cronológicamente comienza en los años 60 hasta la primera década del siglo XXI, periodo bastante convulsionado para la historia de Chile. Desde el gobierno de Eduardo Frei Montalva, pasando por Salvador Allende y posteriormente por la dictadura militar, para culminar con la acentuación de las nuevas regulaciones democráticas de convivencia. Como verá es tiempo de conflictos, pero también de esperanzas, para toda la nación y, por ende, para la Iglesia. Ahora bien, remando mar adentro es una expresión que nos invita a lo desconocido, a la búsqueda de un puerto sin saber si estará cerca o no, con aguas quietas o agitadas, más aún, en un mundo que ha ido virando sus intereses, acumulando sus conocimientos y gestando nuevas realidades. Por lo que, al mirar este tiempo con toda su problemática, la visión crítica de una institución tan importante como la Iglesia es ineludible, por lo que el subtítulo se centra en la realidad que subyace a lo cotidiano y se detiene en el poder del hombre, bajo la conjunción de lo natural y lo sobrenatural».
Desde la separación en 1925, la Iglesia y el Estado de Chile siguieron relacionándose sobre la base de intereses corporativos. ¿Cómo funciona hoy esa relación?
«Chile es un país preferentemente cristiano, que se puede evidenciar en las innumerables fiestas religiosas que se suceden en el territorio y que denotan una realidad cultural que no podemos negar. Ante esto, encontramos una relación de diálogo, que se plasma desde lo cotidiano. Pero diría es más transversal que vertical, en donde todos podemos criticar, buscando un bien común. El problema es que hay intereses particulares que no entienden esta nueva convivencia que se está instalando paulatinamente en Chile, y que solo podemos comprender bajo la mirada histórica».
CRISTIANOS POR EL SOCIALISMO
Cristianos por el Socialismo y la Teología de la Liberación fueron temas conflictivos que debió enfrentar la Iglesia… ¿En qué quedó aquella experiencia?
«La Iglesia en su conjunto y en su caminar se va situando en el signo del tiempo, pero hay una realidad que se ha mantenido por siempre, que es la pobreza, y América Latina ha sido parte en su historia con una marginación tal, que todavía hoy conocemos grandes bolsones de desprotección de la persona humana y que traen consigo la denigración y en muchos casos, la falta de interés por la vida. La Teología de la Liberación nace bajo el alero del Concilio Vaticano II y se sustenta en América Latina en el Concilio de Medellín, e invita a mirar la realidad, la que debe ser liberadora en la esencia misma del hombre, con una justicia social que se apegue a las demandas de un Cristo vivo entre los hombres. La Teología de la Liberación sigue viva, está presente y se hace parte de la cotidianeidad de muchas comunidades. Solo basta revisar los acercamientos que ha tenido el Papa Francisco con alguno de sus pensadores actuales. No cabe duda busca un diálogo en la verdad que nace desde Latinoamérica pero que se expresa coherentemente en todo el mundo. Por su parte, los Cristianos por el Socialismo fue un movimiento que se autodisolvió luego del golpe militar con la clara misión de insertarse en las comunidades de base, lo que motivó que la Conferencia Episcopal chilena prohibiera manifestaciones de tipo político en instancias eclesiológicas. Debemos recordar que en la época de la dictadura la coherencia de este movimiento llevó a que 120 sacerdotes fuera expulsados del país y más o menos la mitad de ellos estuvieran presos o fueran torturados, igual situación con unos 30 pastores protestantes y unas 35 religiosas. En el caso de los laicos, unos 200 fueron aprehendidos y torturados. Dentro de los asesinados estuvieron los sacerdotes Juan Alsina, Miguel Woodward, Gerardo Poblete, Omar Venturelli y Antonio Llidó».
¿Cómo ha sido el rol de los laicos a partir del Concilio Vaticano II? ¿Qué relevancia han tenido?
«El Concilio Vaticano II le dio un estatus distinto al que hasta entonces tenía el laicado, ya que le otorga un reconocimiento oficial, lo que llevó a la conformación de distintos movimientos que se fueron instalando en nuestro país con el fin de colaborar en diversas áreas de necesidades de acompañamiento. Si bien al principio el actuar de la curia fue desde una mirada paternalista, con el pasar del tiempo los laicos ya están participando en la toma de decisiones y juegan un rol de relevancia en las distintas tareas de la Iglesia para con su misión en nuestro país».
Durante la dictadura parte de la Iglesia fue opositora activa: el cardenal Raúl Silva Henríquez creador de la Vicaría de la Solidaridad, los curas obreros y militantes como Rafael Maroto, Mariano Puga, José Aldunate, Roberto Bolton, la monja Blanca Rengifo, por ejemplo. ¿Reconoce hoy la Iglesia la legitimidad de aquellas posiciones?
«La Iglesia chilena jugó un papel relevante en contra de la dictadura y posteriormente en la estabilización democrática del país. Dentro de la lucha que se libró frente al régimen militar, hubo sacerdotes que radicalizaron sus posturas, incluso algunos llamando abiertamente a legitimar la toma de las armas. La Iglesia toma la decisión de luchar pacíficamente y algunos religiosos al no ser escuchados dejaron sus hábitos para hacerse parte libremente de lo que ellos consideraban legítimo. Con el pasar de los años, la Iglesia ha ido reconociendo que el mundo católico jugó un rol tomando posturas abiertas en contra de la opresión, y sectores de ella hoy en día han justificado la radicalización de algunos de estos sacerdotes».
Hubo sacerdotes que apoyaron la dictadura, y otros que fueron asesinados por ella… ¿Cómo se manejó esa situación al interior de la Iglesia?
«Durante la dictadura militar el diálogo fue claro al interior de la Iglesia, y se contó con un gran líder que condujo con coherencia y transparencia, el cardenal Raúl Silva. Su voz pidió acompañar a unos y a otros, pero sin dejar de lado la búsqueda de la verdad y teniendo en claro la misión de la Iglesia. La información que emanaba desde las parroquias en todo el país daba cuenta de las distintas realidades que se vivía. La muerte de los sacerdotes fue denunciada a través de conductos regulares y también de la Vicaria de la Solidaridad, la cual buscaba develar la verdad de lo sucedido. No debemos perder de vista, por los testimonios que se han dado en el tiempo, que hubo sectores de la población que no sabían lo que sucedía y en muchos de estos, le correspondió a la Iglesia comunicarles la situación que imperaba. Sabemos que hubo religiosos que radicalizaron sus banderas por uno y otro lado y que en su momento han tenido y tendrán que rendir sus cuentas ante la historia».
EL PAPA JUAN PABLO II
Sin duda el Papa más emblemático para los cristianos, durante el siglo XX, fue Juan Pablo II. Pero también tiene detractores que lo acusan de haber protegido a sacerdotes acusados de abusos sexuales y de haber intervenido abierta y solapadamente en política, incluso contribuyendo a la caída de los «socialismos reales». ¿Qué opinión le merecen estas afirmaciones?
«No cabe duda que Juan Pablo II fue un Papa distinto, un hombre que le tocó vivir en carne propia la II Guerra Mundial y la persecución en su patria. Como sabemos que la premisa es que todo hombre responde a su historia, pienso que Juan Pablo II respondió a la suya. Efectivamente cuando uno lee sus escritos se encuentra con la crítica a la Europa del Este, pero también, al capitalismo. No debemos olvidar que fue un religioso que viajó por muchas partes del mundo y siempre solicitaba estar con los más desposeídos, fue un hombre que a su muerte tuvo uno de los funerales más concurridos en la historia y que tuvo la capacidad de vivir en el perdón. Este tipo de personas siempre tienen detractores en la historia porque rompen paradigmas y otros quieren que se acerquen más a la perfección. Desde su pontificado comenzó a emanar la visualización de los primeros problemas sobre abusos sexuales, los cuales debió enfrentar con las armas que él consideró adecuadas, pero que probablemente para algunos no fueron suficientes».
Respecto a Chile, ¿apoyó o no Juan Pablo II a la dictadura militar?
«La venida de Juan Pablo II a Chile fue una luz para los sin voz y la Iglesia organizó para su estadía varios encuentros masivos donde la gente expresara su malestar por lo que se estaba viviendo. Ahora bien, el Papa sabía lo que sucedía en Chile y le preocupaba el estado de las cosas, así se constata en varias misivas que se conservan. Pero su mayor inquietud era hacer frente a la realidad imperante en el país, sabía que el camino no era la violencia, él ya la había vivido en carne propia en varios pasajes de su historia; visualizaba que si había cambios en Chile debía ser por vía pacífica. Por lo que creo que no apoyó la dictadura de Pinochet, sino más bien reprobó la trasgresión a los derechos humanos. Eran tiempos difíciles y su presencia colaboró a tomar más fuerzas en la lucha que se estaba llevando a cabo y en la contención para soportar la represión que se acrecentó».
ABUSOS SEXUALES DE SACERDOTES
La Iglesia chilena no ha estado ajena, en las últimas décadas, a polémicas relacionadas con abusos sexuales por algunos de sus integrantes. Los casos de Fernando Karadima y Francisco Javier Cox son dos de los más bullados. En su opinión, ¿cómo han manejado las autoridades de la Iglesia estos asuntos?
«Los casos de abusos sexuales, vengan de donde vengan, son deleznables y peor aún si lo cometen sacerdotes, por lo que esas conductas deben ser castigadas y para mí no deberían tener sobreseimiento legal. Ahora, las autoridades de la Iglesia chilena por primera vez en la historia tuvieron que hacer frente a una realidad que existía en su interior. Si miramos los acontecimientos cometieron varios errores. El más grave fue el silencio, el que permitió el aprovechamiento de mentes perversas alejadas de la doctrina que saciaban sus necesidades personales a costa de inocentes. Pero Chile dio un ejemplar paso con monseñor Goic, actual obispo de Rancagua y presidente de la Conferencia Episcopal de la época, que fue hacer frente a estos casos creando en 2011 el Consejo Nacional para la Prevención de Abusos contra Menores y Acompañamiento de Víctimas».
Nuevamente un Papa visita Chile. ¿Cuáles son las expectativas? ¿En qué beneficia a nuestro país la visita del Papa?
«La visita de un Papa al territorio nacional, no es habitual, por lo que siempre es esperada y más aún cuando buena parte de su población profesa la religión católica. El Papa Francisco, por su carisma y forma de enfrentar los temas y su claridad en el mensaje, no dudo que va a ser una visita más que interesante. De expectativas varias, ya que hay diversos sectores de la sociedad que quieren ser más visibilizados a la luz de sus palabras. Espero en lo personal que el Papa pueda ser un portavoz también de los sin voz, que todavía existen en nuestro país. Y ante esto ya es un beneficio. Ojo, que el Papa Francisco habla con la verdad a flor de piel, lo que a varios incomoda. Trasparentar realidades siempre es bueno y sano, y ese va a ser un gran aporte de esta visita».
EL MENSAJE DE FRANCISCO
Desde la renuncia de Benedicto XVI, han ido saliendo a luz más conflictos al interior de la curia. ¿Cuál es su visión?
«Toda institución está compuesta por personas, por lo que el acto de transparentar las realidades que se viven en su interior siempre es bueno, y corregir formas de hacer las cosas lo es más, por lo que no llama la atención que gracias a las tecnologías y formas de información que tenemos hoy, podamos enterarnos de temas y situaciones que han sido complejas, de ámbitos no esperables en este tipo de instituciones. A la vez, es muy bueno desde la verdad de los hechos y no desde el acomodo para el titular de prensa, para que se puedan enmendar y guiar hacia el camino correcto».
¿Qué diferencias marca el Papa Francisco con respecto a sus antecesores?
«Son varias, partiendo por el nombre, es el primer Papa que se llama Francisco, es el primer jesuita en asumir esta responsabilidad, es el primer latinoamericano, por lo que si sumamos esos tres componentes vamos a encontrar en forma lógica diferencias más que marcadas, porque debemos recordar que en la historia del papado casi en su totalidad han sido europeos y fundamentalmente italianos. Ahora bien, una de las grandes diferencias es la forma en cómo vive su papado, rechazando los lujos, mucho más cercano, con una gran preocupación por la pobreza, claro y abierto también en sus gustos personales como el fútbol. Es un Papa más inmerso en la realidad, que vive la humanidad».
¿Cómo avizora el futuro político y económico de la Iglesia Católica?
La Iglesia Católica es una institución de más de dos mil años. Le ha tocado vivir muchos conflictos en su interior, como también ha tenido que enfrentar otros desde el exterior. La historia de la Iglesia Católica tiene en sus páginas una dinámica impresionante de colocarse en el signo del tiempo, por lo que su presencia va a seguir validada por el creyente y va a mantener la capacidad de poder seguir aportando desde su visión a la búsqueda de un mundo mejor. De los recursos no me cabe duda que van a estar. Sí, debo acotar que el futuro como yo lo veo es de una permanente transformación político-social, en donde las Iglesias que no sean capaces de avizorar y hacerse parte de ese proceso pueden terminar sucumbiendo y perdiéndose en el confín del tiempo».
Publicado en «Punto Final», edición Nº 892, 12 de enero 2018.