Cuando se aprieta el corazón de angustia , porque la patria padece; cuando nos la amenazan, cuando nos la invaden, cuando nos la azotan, cuando nos la torturan, se ve a los hombres resplandecer y sublimarse, la palabra se inflama y centellea, no hay distancia del brazo a las hazañas, y es palpable la identidad […]
cuando nos la amenazan, cuando nos la invaden, cuando nos la azotan,
cuando nos la torturan, se ve a los hombres resplandecer y sublimarse, la
palabra se inflama y centellea, no hay distancia del brazo a las hazañas, y es
palpable la identidad del hombre y de los astros: se hacen cosas que van resonando por las edades.
José Martí
Vinieron desde las llanuras ardientes del oriente indómito, bajaron desde las gélidas cumbres de los ramales andinos, brotaron desde el sur, desde la madre de las aguas y las entrañas intrincadas de la selva amazónica, llegaron desde los sabanales caniculares del Caribe, emergieron desde las Costas Pacifica, con sus ríos caudalosos y sus murallas verdes, caminaron desde los valles feraces de occidente. Vadearon ríos desbordados , rebasaron planicies inundadas, superaron carreteras desbancadas. No los frenaron los señalamientos, las amenazas, las detenciones, ni los hostigamientos. [1]
Son la Colombia olvidada. La Colombia de los jóvenes, niños, ancianos, de la energía irreductible. Las mujeres y hombres con miradas labradas en la tierra y en la adversidad. Los pobladores afros, los pueblos nativos y el mestizaje infinito de colores que trabaja el pan que se lleva a la boca con las manos y de ahí derivan una dignidad que no venden. La Colombia de los estudiantes y maestros que han estudiado las maneras pérfidas como se ha engañado y se ha escarnecido un pueblo noble y laborioso, y que no ignoran los modos ignominiosos con los que se ha arrebatado la riqueza de todos, la labor de todos. Todos ellos ocuparon la Plaza de Bolivar con sus miradas decididas que encarnan el decoro, con sus pieles sudorosas, con su presencia determinada, con su ternura y su rudeza, con la sobrecogedora fuerza interior que los labriegos de nuestra tierra han absorbido de esta naturaleza, exuberante y prodigiosa.
Un pueblo de pueblos que ha sido objeto de políticas, pero al que se le ha impedido expresar sus sueños, sus anhelos, sus clamores. Gentes que han sido ignoradas cuando han querido decir la forma como quisieran habitar la tierra en la que han nacido , la tierra que les legaron sus ancestros y que cuidan, que quieren cuidar, que van a cuidar. Una comunidad en la que habita una fuerza descomunal y que porta en sus venas la sangre de los excluidos y los desterrados de siempre, las heridas de la barbarie prolongada, y la voz de los silenciados.
En sus corazones palpita el anhelo de una paz genuina , de una paz que ponga fin a un ciclo de violencia secular, de una paz de verdad que cure las profundas heridas causadas por una confrontación que les ha sido impuesta desde el vientre.
Quizas, detrás de la estigmatizaciones que se les arrojan, habitan los intereses que pretenden perpetuar la guerra con la que perciben pingues beneficios políticos y financieros, con esos réditos, hoy como ayer, poco importan los ríos de sangre y sufrimiento que desestanquen.
Quizás, detrás de esas campañas dirigidas a alentar los miedos y los odios, se esconden las formas romas de pensamiento que todo clasifican bipolarmente y no aprecian las semillas de una paz cuyo costo no iría más alla del cumplimiento honesto de la Constitución del 91.
Quizas, detrás de la campaña que pretende asociar el derecho a expresar lo que se piensa con el terrorismo, habita un gran temor por parte de la red de poderosos intereses que vincula lo nacional con lo multinacional. El temor a que la inmensa mayoría de la nación, la que sobrevive en la precariedad, y que no quisiera ver crecer a sus hijos en una atmósfera podrida que les exige envilecerse para acceder al sustento, porque la labor honesta no se reconoce, esa inmensa mayoría, decimos, contemple en ese tejido organizativo, donde la voz de los humildes cuenta, y la participación no es espejo de entretención para acceder a los puestos de gobierno, una esperanza de transformación del orden anquilosado que ha sido sostenido, hasta ahora, con la mentira y la metralla.
NOTAS:
[1] Ver Informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=148499
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