La marcha por la vida: de Cochiguaz a La Serena

El valle del río Cochiguaz, tributario del Elqui, contiene en sus entrañas porciones de metales preciosos. Ya lo saben las grandes empresas mineras, despertando la codicia de los capitalistas extranjeros. La empresa canadiense Teck Cominco busca explotar el subsuelo, pero para eso debe apropiarse del suelo y de las aguas. Y secar el valle para convertir el agua en oro: las uvas, las papayas, los choclos, la quínoa recién experimentada, toda la vida del valle, debe desaparecer hasta que se haya agotado el mineral de la ambición.

Buscando oro, ya habían andado por estas tierras las primeras caravanas de la muerte, la de Diego de Almagro (1536), de Pedro de Valdivia (1540) y las de Francisco de Aguirre y otros (1549 en adelante), hasta que hicieron casi desaparecer las culturas originarias. Como cantó Neruda, las iniciales de la tierra estaban escritas. Nadie pudo recordarlas después: el viento las olvidó, el idioma del agua fue enterrado, las claves se perdieron o se inundaron de silencio o sangre.

Los agricultores, los pobladores, de esas místicas tierras de la que se alimentó la mestiza Lucila Godoy, están en alerta ante la amenaza de depredación. Las grandes empresas mineras tienen la tecnología (y el poder que las autoridades les han dado) para apropiarse de toda el agua con que funcionan las faenas. No es la técnica que por siglos hizo posible hacer compatible la pequeña minería del pirquinero, con la crianza, la agricultura familiar. Ahora se trata de adueñarse en corto tiempo de toda el agua que hace posible la vida del valle, y pasar lo que ya ha sucedido en casi todos los valles transversales: el río Copiapó es un recuerdo, lo mismo el río seco de El Tránsito, ya se están viendo los daños en el Huasco Alto.

Sin embargo, también lo dijo Neruda, No se perdió la vida, hermanos pastorales. Y hoy los pobladores se empiezan a movilizar para impedir esta nueva arremetida de la muerte. Ya en 1990, frente a un intento anterior de explotar el valle con una megaempresa, habían conseguido un decreto supremo que otorgaba cierta protección a la riqueza biológica, a la peculiaridad del valle. Y hoy, están invocando ese decreto, la Constitución que dice consagrar el derecho a un ambiente libre de contaminación, un nuevo instrumento, el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, en favor de los derechos indígenas ancestrales, y un nuevo escenario: hoy se abre un debate mundial sobre los orígenes y consecuencias del Cambio Climático y sobre los derechos de la Madre Tierra.

Con esas herramientas jurídicas y con la movilización junto a organizaciones ambientales, populares, indígenas, culturales, que hoy constituyen la Red Ambiental Norte, los pobladores del Cochiguaz están defendiendo la vida, ya que el conflicto por el agua y las amenazas de cambios climáticos involucran a todo el Elqui, la región y la Madre Tierra entera.

Se ha realizado la Marcha por la Vida, iniciada el sábado 29 de mayo en Puente Negro, con una ceremonia mapuche presidida por el longko Eduardo Vilo, de la Asociación Indígena Mapu Ta Nüyün, de Kokimpu (Coquimbo). La familia que posee las tierras más afectadas, son los Canihuante, de raíz mapuche pikunche. En toda la extensión del Cochiguaz y del Elqui, habitan familias originarias (mapuche, diaguitas, quechuas y aymaras), junto a mestizos y criollos que han también asumido una forma de vida apegada a la Madre Tierra, a una sustentabilidad no ambiciosa, en armonía con los elementos.

De carácter pacífico, la marcha fue a la vez una manifestación contra el capitalismo depredador y principal causante y responsable del daño que hoy sufre el planeta. Hubo gritos de «Aguas sí, minera no», que a ratos sonaban como «Aguas sí, Piñera no». Estuvo la presencia alegre y mística de los pueblos indígenas, junto a hermanos Hare Krishna, que reivindican la Revolución de la Cuchara: transformar la forma de alimentarse para no tomar la vida de otros seres animales. Banderas con rojo, verde, celeste, blanco, con todo el arco iris de la Wiphala andina y organizaciones populares.

En la Marcha por la Vida participarían unas 200 personas, relevándose para que en todo su largo hubiese unos cien participantes activos. Su organización, los detalles de programación, se decidían en asambleas, ejerciendo la práctica del Poder Popular comunitario. Luego de dos días, la marcha llegó a la capital regional para que los dirigentes llevasen su demanda ante las autoridades del gobierno.

Luego de la entrada a la ciudad (el lunes a las 10 horas) y un recorrido por ella hasta el frontis de la Intendencia, se realizó un acto cultural iniciado con una nueva rogativa a cargo de Mapu Ta Nüyün y seguido por la intervención de artistas locales, dirigentes ambientales y vecinos del valle. En toda esta etapa se contó con el apoyo de l*s artistas de los Gigantes de Papel, graciosas figuras de comparsa, representando al valle, a su gente, su fauna, al conquistador en lucha con el puma ancestral (el wingka siempre acabó correteado por el puma y por las lamgen de Mapu Ta Nüyün). Una delegación llevó las peticiones al Intendente regional. En este acto de alegría y combatividad concurrieron más de 300 personas. Gente del Movimiento de los Pueblos y los Trabajadores participó de comienzo a fin, y seguimos en acción para todo lo que se vaya decidiendo desde ahora.

No sabemos como va a terminar esto, pero lo positivo ha sido la unión de la gente de los pueblos, de distintas creencias y distintas tradiciones, de los habitantes más afectados junto a defensores de los derechos humanos y de la madre tierra, de los vecinos originarios junto con los que viajamos desde distintos puntos, para hacer causa común.