En 1965, Manuel Cabieses y Mario Díaz fundaron la revista Punto Final. Sus páginas, que recibieron muy pronto la colaboración y el aliento de importantes escritores e intelectuales chilenos, fueron reflejo de un periodismo rebelde, analítico, exhaustivo y, sobre todo, enfilado a la verdad. En 1973, el golpe de Estado forzó su clausura y sus […]
En 1965, Manuel Cabieses y Mario Díaz fundaron la revista Punto Final. Sus páginas, que recibieron muy pronto la colaboración y el aliento de importantes escritores e intelectuales chilenos, fueron reflejo de un periodismo rebelde, analítico, exhaustivo y, sobre todo, enfilado a la verdad. En 1973, el golpe de Estado forzó su clausura y sus periodistas corrieron la dura suerte del exilio, la prisión o la muerte. A muchos años de distancia, Cabieses recuerda aquellos días y modestamente repite que en la llegada a Cuba del Diario del Che en Bolivia el equipo de Punto Final tuvo sólo un rol, casi casual, de intermediario.
El 11 de septiembre de 1973, la edición 192 de Punto Final llegaba a los kioskos y era confiscada por los militares. Constituía una alerta ante la conspiración que tuvo, precisamente ese día, su cruento desenlace. En la portada se leían los titulares «El Sur bajo régimen militar» y «Soldado: la patria es de la clase trabajadora». En una comunicación radial, el propio Pinochet ordenaba: «Justamente el personal que trabaja allá en Punto Final, todo el mundo ahí debe ser detenido».
Las oficinas de la publicación fueron asaltadas. La colección de la revista y el archivo con centenares de fotografías y documentos desaparecieron bajo las llamas. Augusto Olivares murió en La Moneda. Jaime Barrios fue torturado y fusilado; sus restos habrían sido lanzados al mar. También fue asesinado el cineasta y poeta Máximo Gedda Ortiz luego de terribles torturas. En una emboscada de la DINA fue baleado, en 1977, Augusto Carmona Acevedo. José Carrasco, tras pasar por campos de concentración y el exilio en Venezuela y México, fue asesinado en 1986…
Cabieses estuvo preso dos años, marchó al exilio y regresó clandestino a Chile a fines de los ´70. Permaneció así hasta 1989, cuando revivió a Punto Final tras 16 años de clausura forzada que, ha dicho, cuentan para la historia de la revista porque «el tiempo perdido es un tiempo que también nos pertenece». Hoy, a los 73 años, se mantiene al frente de la revista, que sigue siendo una mirada crítica, desde la izquierda, a los temas más urgentes de América Latina. Ha a acudido a La Habana para ser jurado de Literatura Testimonial del Premio Casa de las Américas.
¿Le tomó por sorpresa lo sucedido el 11 de septiembre de 1973?
-No, no tan de sorpresa. Yo era militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, y estábamos conscientes de que venía un golpe, alertados de la alta posibilidad de que ocurriera… Lo que fue realmente una sorpresa para mí y la mayoría de mis compañeros, y para Chile en general, fue la brutalidad, la bestialidad del golpe. La violencia, el odio que desataron los militares, y no sólo ellos, sino sus socios civiles. Fue algo impactante, sorprendente, inexplicable para mucha gente.
«Por ejemplo, en las cárceles en que estuve preso uno de los temas de conversación de los presos era éste: por qué se había producido el golpe, por qué los militares y sus socios civiles actuaban con tal ferocidad. No encontrábamos respuesta, porque el gobierno de la Unidad Popular no había cometido ningún exceso, ningún atropello de los derechos humanos de sus opositores ni nada por el estilo…
«En una ocasión conversé con un dirigente campesino que estaba preso conmigo en el campamento de Chacabuco, en el norte del país, y apuntó algo que quizá fue la clave de lo que había ocurrido, en cuanto a que nosotros, la gente de izquierda, nunca habíamos sentido el odio de clase que sí sentían nuestros enemigos por nosotros… No habíamos tenido tampoco la sensibilidad o la astucia de darnos cuenta de ese odio.
«En realidad, los partidarios de la UP, la gente de izquierda que defendía al gobierno de Allende, vistos a los ojos de hoy y de la experiencia, éramos de una ingenuidad atroz. Creíamos que el camino que estábamos siguiendo iba a ser respetado según las normas de la constitución y las leyes… Eso es puro cuento, no va a ocurrir nunca; ya hemos visto lo que ha sucedido en Venezuela, todos los esfuerzos que se han hecho por derrocar al presidente Chávez y dificultar su gestión. No me cabe duda de que lo van a seguir haciendo, porque, además, el enemigo cuenta, como contaba en Chile, con una serie de recursos con que franquea la legalidad, como la propiedad de los medios de comunicación, una serie de recursos para seguir conspirando y pensando en la posibilidad de un golpe o un crimen político.»
Manuel, ¿qué tenía en mente aquel día de 1965 en que salió con Mario Díaz a la calle a vender el primer número de Punto Final?
-No recuerdo lo específico, lo exacto, pero no era nada trascendental. Era más bien una enorme alegría al comprobar que habíamos logrado un objetivo, pues cuando nace el proyecto, relativamente modesto, tenía el propósito de ser instrumento para que periodistas que se veían limitados y censurados en sus medios, como nos ocurría a Mario y a mí, tuvieran un espacio para escribir con plena libertad sobre distintos temas.
«Me gustaría falsear la historia y decirlo de una manera más significativa: teníamos un gran proyecto político, periodístico, histórico… No. Pasó como la mayoría de las veces en la vida real: fuimos haciendo camino, y fuimos dándonos cuenta de que habíamos tenido cierto éxito a partir de un esfuerzo inicial. La revista partió financiándose de nuestros salarios en otros medios. Tuvo un nivel de ventas aceptable como para seguir, y nos dimos cuenta de que podíamos poner este instrumento al servicio de las ideas políticas que compartíamos con otros compañeros, fundamentalmente periodistas, pero también abogados y de otros campos.
«Junto a ocho o diez compañeros dimos el siguiente paso: constituir la publicación en una revista propiamente, pues al inicio era una suerte de folleto sobre un solo tema. Teníamos como elemento de unión nuestra militancia de izquierda, aun siendo de distintas vertientes.
«Así creció y continuó saliendo la revista -con los incidentes y los avatares ya conocidos- hasta el día de hoy…»
CHILE, AMÉRICA LATINA Y EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI
La muerte de Pinochet ha sido uno de los hechos que recientemente han puesto en evidencia las cuestiones pendientes que tiene la sociedad chilena, y sus partidarios siguen ufanándose de que dejó un país próspero, la economía más sólida de América Latina.
-Es lamentable que haya muerto sin ser condenado en alguno de los numerosos procesos que se iniciaron. Y fueron procesos de todo tipo, desde violaciones de los derechos humanos hasta el saqueo de caudales del Estado, que enriqueció a Pinochet, su familia y círculo de poder. Lo primero que viene a la mente al hablar de esto es esa deuda que quedó pendiente…
«Ahora, respecto al fondo de tu comentario, hay un hecho real: la dictadura militar no consistió sólo en Pinochet y las Fuerzas Armadas, también hay que hablar de la alianza entre las Fuerzas Armadas y sectores empresariales nacionales y extranjeros… No se debe reducir totalmente el tema a Pinochet, que en realidad no tiene el triste mérito de representar en su totalidad el conjunto de factores que componían la dictadura.
«Lo cierto es que esa dictadura instauró un modelo económico, social, cultural, político, que se mantiene casi intocado hasta el día de hoy, fundamentalmente en el plano de la economía. Lo que se instauró en Chile fue un modelo de economía de mercado, neoliberal, quizás el más desarrollado y el más ortodoxo a la vez instaurado en América Latina, que se mantiene hasta hoy sin manifestaciones sustantivas.
«Los gobiernos civiles elegidos por el pueblo desde 1990 a la fecha, a pesar de estar compuestos por partidos que fueron opositores a la dictadura y muy críticos del modelo neoliberal, han mantenido intocado el modelo económico, y ese modelo económico tiene aspectos que permiten, sobre todo a la propaganda favorable al modelo y a los partidarios de Pinochet, jactarse de su éxito: me refiero a un bajo nivel de inflación, la llegada de capital extranjero en cuantía, el desarrollo de sectores productivos, la apertura de nuevos mercados… Una economía que se basa, pues, en la mercantilización de las relaciones en todos los planos, y que permite a parte de la población vivir mediante el crédito, tener un alto nivel de vida basado en el endeudamiento.
«Los sectores pinochetistas, de derecha, aprovechan esto y sostienen que si los gobiernos de concertación han cuidado el modelo económico es porque están reconociendo su validez.»
¿Cuál es entonces el camino de Chile, si siguen las cosas cómo van?
-En Chile es cada vez más evidente la necesidad de levantar una alternativa real al modelo neoliberal, no sólo en el plano de la economía, sino también en lo político, en la constitución política del Estado y en su reflejo del modelo económico; en lo cultural, lo educacional, la salud… Una alternativa que se base fundamentalmente en las ideas que hoy predominan en este movimiento de cambios políticos, económicos y sociales que vienen dándose en América Latina, inspiradas en lo que de forma genérica se suele identificar como socialismo del Siglo XXI.
«Una alternativa real, en Chile, no puede sino inspirarse en esas ideas porque esta necesidad fluye de la constatación de que los gobiernos de la concertación de partidos por la democracia, que ya llevan 17 años en el gobierno, casi tantos como los que estuvo la dictadura militar en el poder, no tienen ninguna intención de cambiar ese modelo.
«El problema, empero, no sólo es constatar la necesidad, sino que hay una dispersión de fuerzas sociales y políticas, un debilitamiento de la izquierda en general que hace difícil esa tarea.»
Cada nueva oportunidad, cada esperanza de cambio frustrada se convierte en un golpe, un retroceso o una demora, y no llega el cambio…
-No ha cambiado nada en esencia… Lo que podríamos llamar las fuerzas del cambio, o la izquierda, las fuerzas políticas, ideológicas, sociales, partidarias del cambio en Chile, están muy disminuidas y muy fragmentadas. En los procesos electorales, más del 90% de los que votan lo hacen ya sea por la derecha o por la concertación, y ambas encarnan la defensa del modelo neoliberal. Sólo el 5% vota por la alternativa que podemos llamar de izquierda.
«Y esto se debe a que pasamos por la experiencia de 17 años de una dictadura militar que aplicó el terrorismo de Estado a fondo, que fracturó, debilitó y en algunos casos liquidó físicamente a organizaciones políticas y sociales, de manera que la izquierda chilena aún no ha logrado reconstruirse. Está muy atomizada, muy fracturada por distintas visiones a veces muy dogmáticas, muy sectarias en algunos casos, que han impedido hasta ahora configurar un proyecto político alternativo.»
Estaba hablando del socialismo del Siglo XXI y Punto Final celebró su aniversario 40 con un seminario sobre el tema. Se está usando el término pero no hay una definición clara, suficiente. ¿Qué es para usted, a grandes rasgos?
-Nosotros en la revista Punto Final estamos tratando de ocuparnos bastante del tema a partir de eso que dices. La verdad es que no existe una propuesta coherente sobre lo que es y lo que quiere el socialismo del siglo XXI, porque es una propuesta que fundamentalmente ha puesto sobre el tapete el gobierno venezolano, y a la cual hoy empiezan a contribuir distintos intelectuales, políticos, dirigentes sociales…
«Creo que va a pasar un buen rato sin que todavía podamos articular un sistema de ideas, de propuestas, que incluya una visión representativa de millones de opiniones de lo que debería ser el socialismo del siglo XXI. Inevitablemente es un proceso difícil, porque no se trata de reunir en un determinado lugar a los representantes de tales y cuales partidos y que debatan una propuesta de socialismo del siglo XXI y que de ahí salga una propuesta de los pueblos.
«Creo que va a tener que ser al revés: serán los propios pueblos, las organizaciones sociales y de base; los campesinos, los indígenas, los jóvenes, la diversidad de los sectores sociales latinoamericanos, mediante sus luchas y sus experiencias, los que vayan diseñando las características que va a asumir el socialismo del Siglo XXI.
«Naturalmente, cada uno de nosotros, tú, yo, cada latinoamericano, tiene en su cabeza su propia idea de qué debería ser el socialismo del siglo XXI… Yo, en esta etapa tan primaria de un debate que va a ser tan rico, creo que esencialmente el socialismo del Siglo XXI va a recoger la diversidad, algo que el socialismo del siglo XX no fue capaz de acoger en su seno. Me refiero a entender al ser humano en toda su complejidad y no pretender que se pueden hacer políticas uniformes para masas uniformes. Se trata de pueblos donde existen contradicciones, compuestos por seres humanos que tienen distintas aspiraciones, formas de expresarse distintas, formas culturales locales y regionales que hay que respetar.
«A mi juicio, uno de los aspectos fundamentales de ese socialismo del Siglo XXI es una concepción de libertad muy fuerte, que rescate para el socialismo una bandera esencial como la de la libertad u otras que nos fueron arrebatadas a los revolucionarios, a las fuerzas que luchan por el socialismo, como por ejemplo el respeto a los derechos humanos… Mira qué sucedió en el mundo, que de repente las fuerzas más reaccionarias, más retrógradas, se convirtieron en las abanderadas de los derechos humanos, cuando evidentemente el respeto al ser humano es una bandera nuestra, un principio nuestro.
«Sabemos indudablemente que, cualesquiera ingredientes que contenga el socialismo del siglo XXI, lo sustantivo es la justicia social.»
Después de una primera oportunidad histórica del socialismo en el siglo XX, llega pronto esta nueva oportunidad en América Latina si nos fijamos en los plazos históricos. Pasaron el derrumbe del socialismo, el fin de la historia y el auge y crisis del neoliberalismo y hoy se habla de socialismo en América Latina… ¿Qué conclusión ha sacado al respecto?
-Es que América Latina es un continente mágico. Fíjate lo que ha ocurrido. Permite ser muy optimistas en esto que estamos hablando. ¿Quién se iba a imaginar que un teniente coronel que en el año ´92 lidera una insurrección, fracasa y va preso, es elegido presidente de la república 6 años después, y hasta ahora afronta como nueve elecciones y plebiscitos y acumula un respaldo de más del 60%?
«Este teniente coronel, golpista para las izquierdas del ´92 en América Latina, era muy sospechoso. Fue a Chile en el ´94, cuando salió de prisión, y nadie lo recibió, ninguno de los partidos o grupos de izquierda; claro que estamos hablando de un Chile traumado por la experiencia militar, pero así pasó en otras partes, su imagen para muchos era la del milico golpista. ¿Quién iba a imaginarlo elegido, haciendo un proyecto popular con apoyo popular, de corte socialista y con tanta influencia en el continente, en un proceso que rebasa fronteras? ¿Quién iba a imaginar que un indígena iba a ser elegido presidente en Bolivia e iba a dar inicio a un proceso de transformaciones tan radicales, quizás las más profundas de Sudamérica?
«Y así, vienen ocurriendo otras cosas en estos pocos últimos años. Cambia el panorama en Argentina. Ahora hay esperanza de cambio en Ecuador. Brasil, una de las mayores potencias del mundo, aún con sus limitaciones, aporta a este movimiento una importante proyección internacional.
«Hace algunas décadas, cuando triunfó la Revolución Cubana, fue una sorpresa que descolocó a buena parte de la izquierda latinoamericana, y fue mirada con dudas, recelos, en ciertos sectores de la izquierda. Ahora no ha ocurrido exactamente lo mismo, porque son períodos históricos distintos, pero en la esencia hay algo de eso: un renacer, una retoma de iniciativa de las fuerzas revolucionarias en América Latina, y no estoy hablando de fuerzas orgánicas ni de partidos, ni siquiera de ideologías determinadas, sino del sentimiento revolucionario más amplio que busca igualdad, dignidad, soberanía…»
EL DIARIO DEL CHE: FUIMOS SIMPLES INTERMEDIARIOS
Punto Final, proyecto para decir verdades, fue en sus inicios y ha sido un ejercicio de compromiso, de voluntades. Sus fundadores, prestigiosos periodistas y escritores, no recibían sueldo y vivían del trabajo en otros medios. Las ediciones impresas actuales, en dos colores, hablan de que sigue siendo una publicación humilde en cuanto a recursos materiales, sin el despliegue multicolor y publicitario que es regla común en el presente. Sin embargo, sigue teniendo lectores, quizá porque lo que se encuentra en sus páginas tampoco es regla común en el presente.
¿Sigue siendo precaria la economía de Punto Final?
-La principal dificultad que tenemos hoy es el financiamiento. En Chile no hay ningún medio de prensa escrita o audiovisual que pueda subsistir sin publicidad pagada. El Estado maneja en publicidad aproximadamente 300 millones de dólares anuales, y hemos comprobado que sólo beneficia a unos pocos medios. Nosotros estamos dando una batalla en la cual hemos logrado integrar al Colegio de Periodistas y otras organizaciones, pero sin resultados hasta ahora. A la empresa privada no podemos pedirle nada, menos una revista como la nuestra, pero al Estado sí. Entonces, estamos dando esa batalla, hemos apelado a que se haga una investigación sobre la distribución de la publicidad del Estado.
«En la práctica no tenemos personal pagado, plantilla de periodistas. Pagamos algunas pocas colaboraciones, alguna otra gente trabaja puramente por simpatía y se gana la vida en otra cosa… Tenemos muchas limitaciones. Para nosotros no es fácil mandar a alguien a reportear dentro del mismo país, no hablemos del exterior. Subsistimos en condiciones materiales mínimas. Más pobres no podemos ser.»
Pero tienen lectores…
-Sí, tenemos lectores. Ahora sí, en honor a la verdad te digo que tenemos menos lectores que en el año 73. Es un problema general, de muchos. Estamos vendiendo en estanquillos o kioscos a través de las principales ciudades del país unos 8 mil ejemplares. En el 73 vendíamos más del doble, y hubo ediciones especiales como la del Diario del Che en Bolivia, con 65 mil o más ejemplares vendidos.
¿Muchos jóvenes entre los lectores?
-Fíjate, que esa es una de las grandes sorpresas que hemos tenido. Se han hecho encuestas, no nuestras sino de las empresas que buscan con sondeos periódicos estudiar el público de los medios para saber dónde invierten en publicidad, y han salido esos datos sobre los lectores de Punto Final. La gran sorpresa para nosotros es que la mayor parte de los lectores de Punto Final son jóvenes de 15 a 29 años, de estratos socioeconómicos medios a bajos. Eso nos quita interés para los anunciantes, porque se trata de un público lector de bajo nivel adquisitivo, pero habla de la juventud de la revista y de una reacción positiva de la juventud. Yo mismo creía que escribíamos para viejos nostálgicos del socialismo.
Punto Final ha cumplido 41 años pendiente siempre de la realidad latinoamericana, con el valor agregado de su perspectiva analítica. A pesar de los avatares, ¿se ha logrado conformar un archivo de Punto Final?
-Sí, ese no es mérito nuestro. Un grupo de jóvenes chilenos y alemanes tomó la iniciativa hace un par de años de poner en Internet lo que llamaron la colección histórica de Punto Final, o sea, desde su fundación en 1965 hasta su clausura el 11 de septiembre de 1973. Ya está en Internet, salvo un número que no se ha podido encontrar. Así se ha hecho accesible a muchos la posibilidad de leer los materiales de aquella época. Ya en esta época contamos con un sitio en Internet que reproduce digitalmente la versión impresa de la revista. Modestamente, creo que es una revista con un valor histórico enorme para jóvenes y futuros investigadores sobre hechos y procesos del continente en estas décadas.
¿Qué parte de su historia y de la de Punto Final representa haber participado en el envío a Cuba del Diario del Che en Bolivia?
-Llegó de casualidad a nuestras manos. Hay quienes nos dan el mérito y se imaginan toda una operación misteriosa y nosotros en ella. En realidad fuimos simples intermediarios de quienes enviaban el diario, Antonio Arguedas (Ministro del Interior de Bolivia) y gente cercana a él… En 1968 no había en Chile embajada ni consulado cubano. Y por alguna razón Arguedas o su familia creyeron, quizá por los artículos que veían en la revista, que nosotros teníamos algún vínculo con Cuba, que podíamos ser el canal a través del cual llevar a Cuba el Diario del Che en Bolivia.
«El hecho concreto es que sucedió de pronto: un señor golpea la puerta, nos pide conversar, nos explica de qué se trata y nos entrega el diario, que venía en películas de 35mm, ocultas en las carátulas de unos discos de acetato, con portadas del lago Titicaca y otras cosas de Bolivia. No conocíamos la letra del Che, pero en esos días estaba en Chile un amigo cubano que sí la conocía. Era una letra difícil, de médico. Nos confirmó que sí era su letra y entonces Mario Díaz, mi colega fundador de la revista, llevó todo a Cuba oculto en sus cosas y se lo entregó a Manuel Piñeiro.
«El Diario… se publicó en Cuba en julio del ´68. A nosotros, esa participación nos permitió publicarlo para el cono Sur en Punto Final, con 65 mil ejemplares. Tuvimos esa gran satisfacción. Pero repito que el mérito de salvar el Diario… toca a otros, nosotros fuimos sólo los intermediarios.