Lo que pasó con los informes de la Comisión Histórica del Conflicto es una señal del rumbo que la élite de este país, apoyada en sus intelectuales, periodistas y medios de comunicación quiere darle al proceso de paz y al posconflicto. La idea es que los guerrilleros se desmovilicen, sin que el Estado y los […]
Lo que pasó con los informes de la Comisión Histórica del Conflicto es una señal del rumbo que la élite de este país, apoyada en sus intelectuales, periodistas y medios de comunicación quiere darle al proceso de paz y al posconflicto. La idea es que los guerrilleros se desmovilicen, sin que el Estado y los empresarios se tengan que incomodar siquiera un poco, sin que tengan que reconocer ninguna responsabilidad en esta negra noche que ha vivido Colombia ni pagar nada por ello. Eso mismo parece estarse jugando hoy con la puesta en marcha de una Comisión de la Verdad.
El gobierno empezó por acomodar en la Comisión la mitad de sus integrantes con la función de exculpar al Estado y a los empresarios de su responsabilidad en esta la guerra. Cuando la calidad de dichos informes mostró la flojera intelectual de sus autores, éste optó por manipular las relatorías que daban cuenta de los informes y los debates. Particularmente lo hizo así el relator Eduardo Pizarro León Gómez, desconociendo las observaciones de Renán Vega Cantor y desestimando los puntos centrales de su informe, anteponiéndole el informe de otros autores como si fueran suficientes para refutarlo…
Y más adelante dicen:
Si se trata de la construcción colectiva de la memoria de las víctimas, habrá que contar con que hay toda una maquinaria institucional, mediática y militar cuya función es tergiversarla, borrando la responsabilidad del Establecimiento en esta guerra. Los medios de comunicación son el mecanismo privilegiado de embotamiento de la verdad histórica y su función es lograr una reinserción poco traumática de la insurgencia en la vida civil, para no frenar el proceso de acumulación de capital y la explotación de nuestros recursos naturales, pero sin que cambie nada para la oligarquía, sin que tenga que pagar por tanto oprobio, dolor y humillación a la que ha sometido a las clases populares, hasta el punto de obligar a algunos sectores a levantarse en armas.
Aquí es donde los medios de comunicación alternativos y populares juegan un papel fundamental, no solo en el proceso de paz, siempre amenazado por los titulares de prensa de los grandes medios, sino en la construcción de una sociedad en paz. Y más allá de los medios, sería importante el desarrollo de procesos de comunicación popular en el seno mismo de las comunidades, en sus propios territorios, donde la memoria se construye como un tejido que unifica y fortalece el espíritu colectivo en el dolor y la lucha. Son ellos realmente la posibilidad de que las víctimas tengan una voz efectiva, que se sustantive en la memoria colectiva de este país para que la verdad del horror no quede en el olvido ni en la impunidad, para que los responsables no se queden sin la sanción social que se merecen, ya que pretenden escaparse de la sanción penal. Al fin de cuentas, la justicia popular es más importante, y ésta se expresa en la deslegitimación definitiva de los victimarios. Esta es una de las tareas que debería unificarnos en los próximos años.
Fuente original: http://periferiaprensa.com/