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La mirilla imperial apunta a Internet

Fuentes: AIN

El Imperio es el Imperio. Aunque parezca, no es una verdad de perogrullo, pues se trata de expresar de la forma más sintetizada posible, la concepción imperial de que nada en este mundo debe quedar fuera de su dominio. En el centro de las ambiciones hegemónicas de la Casa Blanca se encuentra ahora Internet y […]

El Imperio es el Imperio. Aunque parezca, no es una verdad de perogrullo, pues se trata de expresar de la forma más sintetizada posible, la concepción imperial de que nada en este mundo debe quedar fuera de su dominio. En el centro de las ambiciones hegemónicas de la Casa Blanca se encuentra ahora Internet y en este caso el pretexto no resulta la lucha antiterrorista, tal como si ocurre con el amplio abanico de medidas aplicadas para controlar el planeta. La justificación, manifestada con toda seriedad se presenta sin el menor viso político al relacionarla con un tema acerca del cual existe absoluta unanimidad: salvaguardar al mundo de la pornografía infantil. Increíble, pero absolutamente cierto. La Red de Redes surgió en Estados Unidos, allí se originan los mayores y más poderosos portales, buscadores y sitios, en los que destacan aquellos administrados por las gigantescas transnacionales de la información, formadas a partir de las megafusiones de los últimos años. Añádase a ello que en el territorio de la Unión funcionan algo m ás de la mitad de todas las computadoras existentes en el planeta, las que sumadas a las de Europa y Japón, alcanzan las dos terceras partes del total. Pero a pesar de esta enorme brecha digital, la Red de Redes ofrece la posibilidad a quienes no están alineados en la orbita imperial, a expresarse sin cortapisas y limitaciones. Para Bush, Rumsfeld y los restantes halcones «dueños del orbe», esta filtración deviene una molesta e inaceptable situación que de un modo u otro debe ser eliminada.

Ya los planes están sobre la mesa y las intenciones afloran en declaraciones y artículos del mismísimo Secretario de Defensa, como para no dejar lugar a dudas sobre la prioridad conferida al asunto por las más altas esferas de Washington. En un artículo publicado por el Council of Foreign Relations, titulado «La Guerra de los medios contra el terror», Rumsfeld deja ver su preocupación cuando expresa: «Los enemigos tienen la capacidad para actuar con rapidez con un número relativamente pequeño de personas y con recursos modestos en comparación con las enormes y onerosas burocracias de los gobiernos democráticos.» Más claro ni el agua. El Señor de la Guerra no acepta la idea de que otros » con recursos modestos » posean la osadía de desafiar el poder imperial y lo hagan por terrenos considerados exclusivos de los poderosos. En el lenguaje del imperio se trata de una intromisión, razón suficiente para sentirse amenazado y con derecho a actuar. Rumsfeld no lo dice, pero tiene muy presente el modo en que la Red de Redes se ha convertido en un medio de identificación y concertación de los contestatarios movimientos sociales. Súmese a lo anterior las posibilidades brindadas por Internet a los medios alternativos, los que por otras vías estarían imposibilitados de llegar con sus informaciones y criterios discrepantes a millones de personas en decenas de países. Que el Pentágono no está cruzado de brazos y actuando en grande no debe sorprender a nadie.

Un primer paso -al menos conocido- fue la recepción de datos pertenecientes a los usuarios de Microsoft, con la anuencia de Bill Gates, y la imposición a Google para fiscalizar sus servidores. Otro paso -¿será el segundo?– es el programa llamado Advise, que tiene el propósito de organizar una gigantesca base de datos contentiva de toda la información digital vinculada a sistemas empresariales y comerciales, capaz también de interceptar mensajes y almacenar información de individuos, con datos de los documentos de identidad, la seguridad social, tarjetas de crédito y números de teléfonos. No es preciso indagar mucho para descubrir qué pretende con estos elementos el Pentágono y la CIA, pues con tales fichas estarán en capacidad de elaborar perfiles de todos aquellos que se les antoje potenciales enemigos en cualquier punto de la geografía mundial. Mientras el Departamento de Proyectos de Investigación Avanzada de la Defensa, subordinado a Rumsfeld, elucubra programas para controlar el ciberespacio, Washington hace de las suyas contra los países que no se le someten.

Con el bloqueo a Cuba, por ejemplo, impiden el acceso a la conectividad por el cable de fibra óptica que circunda el archipiélago y obliga a utilizar la vía satelital, con lo cual limita el número de conexiones, eleva considerablemente los costos operacionales y, de paso, ejerce el control de las comunicaciones. Parejo con ello prohiben la utilización oficial de varios importantes programas informáticos y financian numerosas páginas web, con cuyo contenido subversivo persiguen extender a este medio la campaña mediática contra la Isla, con la eterna aspiración insatisfec ha de desestabilizar al país y derrocar la Revolución, como pretende con las llamadas Radio y TV Martí. Sin duda alguna, en el ciberespacio está abierto un nuevo frente para todos los luchadores sociales de estos tiempos. (AIN) 06