De la idea de «mutitud», uno de los grandes conceptos en los que ha trabajado el filósofo Antonio Negri, se ha dicho en términos peyorativos que es «utópica» e «irreal». Cuando esta crítica se ha formulado por la izquierda es, entre otras razones, para señalar que las clases sociales -la lucha de clases entre burguesía […]
De la idea de «mutitud», uno de los grandes conceptos en los que ha trabajado el filósofo Antonio Negri, se ha dicho en términos peyorativos que es «utópica» e «irreal». Cuando esta crítica se ha formulado por la izquierda es, entre otras razones, para señalar que las clases sociales -la lucha de clases entre burguesía y proletariado- es un fenómeno muy concreto, frente a la «multitud» considerada «intangible» y «difusa». Muchos de los críticos de Negri utilizan las nociones de «clase», «masa», «pueblo» y últimamente «gente». Sin embargo, «a la multitud la vemos en las plazas con nuestros ojos», responde el filósofo, quien ha reflexionado sobre este concepto capital en su obra en III Congreso Internacional Estética y Política «Metáforas de la multitud», que la Facultad de Bellas Artes de Valencia ha organizado entre el 11 y el 13 de noviembre.
Si se rastrea en la biografía del pensador, puede descubrirse la raíz de la categoría «multitud». En la década de los 70 el grupo «Autonomia Organizzata», en el que Negri participaba, intentó organizar a sectores que trascendían la clase obrera tradicional, como parados, trabajadores precarios, estudiantes, inmigrantes y mujeres. Negri comienza a hablar entonces de «obrero social» y de «inteligencia colectiva» (término que ya figura en los «Grundrisse» de Marx), ideas que preceden a lo que años después denominará «multitud». Éste es, por tanto, un concepto plural, que incluye a intereses diferentes e irreductibles a la unidad. La «multitud» tampoco es una identidad cerrada. Por otro lado, el individuo tiene relevancia por sí mismo (en su individualidad), pero esta importancia la adquiere también en su relación con los otros, de ahí que Negri utilice el término «singularidad». En resumen, el filósofo considera que el concepto de «multitud» es mucho más amplio que los de «clase» o «pueblo», y el de «singularidad» más concreto que el de «individuo».
Antonio Negri (Padua, 1933) siempre combinó el trabajo intelectual con el activismo. Además de fundador en 1969 de «Potere Operario», fue miembro destacado del movimiento «Autonomia Organizzata», una red de organizaciones locales extendida por toda Italia que se articulaba de modo horizontal y, por tanto, de manera enfrentada a la estructura tradicional de los partidos comunistas. A finales de los años 70 la justicia italiana le condenó a pena de prisión por considerarle uno de los principales responsables del asesinato en 1978 del primer ministro italiano (en dos ocasiones), Aldo Moro. El pensador «neomarxista», que durante sus estancias en París conoció a Los filósofos Althusser, Foucault, Deleuze y Guattari, es autor de los textos «Marx, más allá de Marx: Nueve lecciones en torno a los Grundrisse» (1979), «La anomalía salvaje» (1981), «El poder constituyente» (1994) y con Michael Hardt, la trilogía sobre la globalización formada por «Imperio», «Multitud» y «Commonwealth». En 2012 publicó con este mismo autor «Declaración», en torno al ciclo de luchas iniciado por los movimientos sociales en 2011.
La batalla por los conceptos tiene una base material y no se puede desvincular de la realidad concreta. Antonio Negri parte de que la actividad productiva hoy difiere significativamente de la organización del trabajo en la época del fordismo y el taylorismo. «En los últimos 50 años se ha desarrollado el capitalismo cognitivo post-fordista, de manera que el ser humano ya no produce mayoritariamente en la cadena de montaje, sino en la medida en que nuestro cerebro coopera con otros en actividades que producen valor y aportan algún elemento de innovación en el proceso productivo», explica el pensador italiano. A juicio de Negri las nuevas tecnologías tienen una importancia decisiva porque permiten realizar y articular las tareas en red y materializar el trabajo cognitivo. Pero ello no implica una apología desmesurada de la tecnología: sin producción y circulación de afectos éstas resultan insuficientes.
Además las nuevas tecnologías permiten la apropiación efectiva de los medios de producción («capital fijo» en términos de Marx) por parte de la clase trabajadora, su autonomía en el proceso productivo, lo que pone de manifiesto la condición «parasitaria» del patrón, que deviene innecesario. La liberación de la fuerza de trabajo pasaría, así pues, por la apropiación de las máquinas. En el capítulo de los «Grundrisse» sobre las máquinas, Marx ya afirmaba que la evolución de la gran industria haría posible la liberación de las actividades, como mínimo las más «pesadas», que desarrolla el trabajador. A juicio del filósofo esta idea puede materializarse hoy, gracias a las nuevas tecnologías, cosa que no sucedía en tiempos de Marx.
En el análisis de Negri ocupa una posición central el «Común», consecuencia de los procesos citados («capitalismo cognitivo» y preponderancia de las nuevas tecnologías en la actividad productiva). Tradicionalmente se ha considerado el «Común» como los bienes naturales de los que podía disfrutar cualquiera (aire, agua, energía solar…), pero según el filósofo italiano el «Común» sería actualmente el resultado de la actividad productiva generada por la «multitud» (cuidados, investigación científica, saberes tradicionales…); es más, ampliaría estas actividades al incluir afectos, relaciones personales, cooperación o el trabajo en red. «Sin esa Multitud no se gobierna, no se produce, no hay riqueza ni acumulación de capital; ni siquiera orden estatal».
En términos políticos se ha criticado el concepto de «multitud» al entenderlo asociado a ciertas formas de «espontaneísmo». Negri reconoce que es así, por ejemplo en los casos de los movimientos de la Plaza Tahrir, el 15-M u Occupy Wall Street, pero el pensador afirma también que se muestra partidario de que exista una estrategia organizativa para alcanzar unos objetivos políticos. Precisamente en 2012 Negri y Hardt publicaron «Declaración», texto en el que abordan el ciclo de luchas inaugurado el año anterior. Esa multitud en las plazas se construye de manera corporal y afectiva, y es una manera de articular la política de forma concreta, subraya el filósofo.
En la conferencia pronunciada en el III Congreso Internacional Estética y Política, el autor de «Imperio» ha explicado que el concepto de «multitud» disuelve categorías de la modernidad como las de «identidad» y «soberanía» (y también la libertad como resultado de ambas). El filósofo subraya que en las tres formas clásicas de gobierno -monarquía, aristocracia y democracia- la soberanía remite finalmente al poder de uno. En la democracia, a la soberanía del estado (uno), que representa a quienes no están presentes. Por el contrario, en la «multitud» pueden alcanzarse formas de «democracia absoluta», ya que las voces y necesidades de las «singularidades» están presentes en las diferentes formas de organización política.
En cuanto al Poder, Negri considera que no se trata de una categoría estática, sino móvil y dinámica, que se define como «una relación en múltiples direcciones». Ésta es precisamente la definición de Foucault, que Antonio Negri incorpora a su análisis. Foucault afirmaba que en la época de las monarquías absolutas el poder estaba concentrado en una persona, que otorgaba el cetro a otra y de ese modo le traspasaba el poder. Pero hoy el poder ya no se encuentra concentrado, únicamente, en el estado y las instituciones, sino distribuido por el conjunto del cuerpo social. Ocurre esto mismo en el terreno de la geopolítica: no existe sólo una gran potencia, Estados Unidos, sino que el poder se ha distribuidos por otros países y agentes. Esta afirmación no implica que Negri niegue la condición de superpotencia de Estados Unidos. Pero en la época del «Imperio» el poder neoliberal no sólo se proyecta hacia el exterior, sino que construye subjetividades, que producen y funcionan de acuerdo con los intereses del modelo, asegura el filósofo.
Una de los puntos de interés en el análisis de Negri es que modifica la forma de descripción de las relaciones de poder respecto a la dialéctica marxista clásica. Para ésta, existía un poder constituido frente al que se podían generar un conjunto de resistencias. El filósofo italiano considera que hay una capacidad productiva y creativa que en su momento se podía atribuir a la clase obrera, y que actualmente reside en la «multitud». La reacción del poder consiste en fagocitar a la «multitud», al menos en intentarlo, y orientarla hacia sus intereses. El agente «autónomo» y con capacidad de iniciativa es, por tanto, el de la «multitud», el que tiene capacidad de crear y producir, y es el poder el que actúa de manera reactiva. En la interpretación tradicional del marxismo, la relación entre el poder y la clase obrera era «vertical»: el poder constituido tomaba decisiones y la clase obrera organizada reaccionaba a los embates de la Institución.
Por último, Negri se opone a que términos como «empresa» o «emprendedor» queden en manos de la ideología neoliberal. Frente a esta apropiación del lenguaje, el filósofo considera que un «emprendedor» es alguien con capacidad productiva y creativa, pero esta capacidad es inútil si no es mutualista, cooperativa y en red, justamente lo contrario de lo que predica el poder neoliberal: el individuo hecho a sí mismo, que se autoexplota, «reinventa» y convierte en su propia marca para encontrar un espacio en el mercado.
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