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La necesidad de desnazificar el Chile post Pinochet

Fuentes: Rebelión

La multitud que hizo fila para despedir los restos del ex dictador Augusto Pinochet y los incendiarios discursos reivindicando la obra del tirano, en la Escuela Militar de Santiago, nos revelan una profunda herida abierta en la sociedad chilena y la fractura moral en la que vivimos inmersos y que por supuesto obviamos. Las frases […]


La multitud que hizo fila para despedir los restos del ex dictador Augusto Pinochet y los incendiarios discursos reivindicando la obra del tirano, en la Escuela Militar de Santiago, nos revelan una profunda herida abierta en la sociedad chilena y la fractura moral en la que vivimos inmersos y que por supuesto obviamos.

Las frases admirativas y llantos por el jefe de uno de los más siniestros aparatos de genocidio que ha conocido el continente y el silencio y complicidad tácita de la mayor parte del periodismo local, simplemente nos han dejado anonadados.

Vivo a una cuadra de la casa donde fue secuestrada Marta Ugarte, un 9 de agosto 1976. Marta era una modista y profesora de 42 años, miembro de Partido Comunista, que fue secuestrada por una patrulla de la policía secreta de Pinochet, la siniestra DINA.

Trasladada a Villa Grimaldi, el mayor centro de detención, torturas y desaparición de la dictadura, Marta es sometida a las más brutales torturas que cabe imaginar, hasta que la cúpula militar decide su desaparición, es decir anestesiar su cuerpo en vida, adherirle un trozo de riel de ferrocarril para evitar su flotación, subir el cuerpo a un helicóptero del Ejército de Chile y lanzarlo al océano frente a las costas del litoral central.

Pero el cuerpo destrozado Marta venida del mar aparecería poco después en una caleta de pescadores, para testimoniar el espeluznante destino de los detenidos desaparecidos.

Desde luego este tipo de obras no se han recordado en las exequias de lo que los periodistas de televisión locales denominan amablemente «ex comandante en jefe del ejército», «ex general», en una claudicación vergonzosa, que haríamos bien en recordar.

Los crímenes de Pinochet son tantos y de tantos tipos, asesinatos, secuestros, torturas, robos y desfalco, que pareciera inoficioso volver a los detalles de la macabra obra que constituye su legado, no obstante, la brutal demostración de ignorancia, cinismo e hipocresía de sus simpatizantes, nos obligan de ahora en más a redoblar la memoria.

Sin embargo, el descubrimiento que convivíamos con un grupo numeroso de fascistas orgullosos, no quedaría completo si no adjudicamos los méritos a quien corresponde, con un lugar destacado a la gobernante coalición autoproclamada de centro izquierda, Concertación Por la Democracia, que, y en eso tiene razón la horda pinochetista, terminó administrando la legalidad de la dictadura.

«Corremos el riesgo de terminar administrando la legalidad de la dictadura», dijo apenas terminada la dictadura, de modo cínico, el ex presidente Ricardo Lagos, en una suerte de sentencia o línea de ruta que siguieron al pie de la letra los sucesivos gobiernos democráticos.

Sin embargo, quería detenerme en un aspecto y es que si bien en tiempos del tirano fallecido, la libertad de expresión era un riesgo que se pagaba con la vida, los gobiernos de la Concertación terminaron por entregar el monopolio de los medios de comunicación a la derecha y con ello parte importante de la forma en que los chilenos se informan, se educan y luego se expresan y opinan.

La multitud de chilenos rindiendo homenaje al asesino de Marta Ugarte y miles más nos demuestran hoy la profundidad de la claudicación.

Quizás si lo verdaderamente admirable sea que pese al bombardeo mediático, de la televisión, radio, diarios y revistas, el control de la cultura popular y la iglesia, la mayoría de los chilenos sintieron el alivio de saber que uno de los monstruos del siglo XX llegaba a su fin.

En mayo de 1945, luego de la caída del régimen nacionalsocialista los aliados pusieron en marcha lo que llamaron «un depuramiento» de la sociedad, cultura, prensa, justicia y política de Alemania y Austria de toda influencia de los nacionalsocialistas (nazis).

Para Alemania el Comité de Control de los Aliados aprobó en 1946 una serie de directivas de desnazificación mediante las cuales definía a ciertos grupos de personas y a continuación conducía a una investigación judicial.

Es un muy mal ejemplo, pero es necesario que nos interroguemos al respecto de modo de prevenir y evitar la instalación del horror nuevamente.

Es necesario una educación profunda en el respeto a la vida en Chile, una desnazificación del Chile post Pinochet, sólo de esa forma una de las dictaduras más sangrientas de América Latina habrá muerto definitivamente.

– Roberto Manríquez es periodista chileno, [email protected]