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China-Covid-19

La negación de la enfermedad, ese bumerán que se volvió contra el Partido Comunista

Fuentes: Rebelión

La muerte del oftalmólogo Li Wenliang, quien advirtió a sus colegas de la aparición de una rara enfermedad a finales de pasado mes de diciembre, ha despertado del muermo a decenas (quizás cientos) de millones de ciudadanos del gigante asiático que empiezan a cuestionarse abiertamente “la aplaudida y prolongada” protección paternal del todopoderoso Partido Comunista de China (PcCh, ex comunista).

Li Wenliang, de 34 años, y siete de sus compañeros que se tomaron muy en serio sus advertencias e informaron de la existencia del mal que el oftalmólogo detectó en algunos pacientes del Hospital Central de Wuhan (1), fueron detenidos por la policía de esa ciudad, de once millones de habitantes, y obligados a firmar una declaración el 3 de enero admitiendo que habían difundido rumores que provocaban pánico social.

Para escarnio público, su caso abrió con fotografías de “la banda” los informativos de La Televisión Central de China (CCTV, la más vista de ese país que ronda los 1.400 millones de habitantes). En el programa, que tuvo amplísima audiencia, se decía que “los ocho habían admitido ante la policía que habían difundido rumores causando una innecesaria alarma social”.

Una vez amonestado (no se especifica cómo), Li Wenliang reanudó su trabajo (sin la protección que debía haber tenido, ya que “la enfermedad oficialmente no existía”) y contrajo el coronavirus. Se sabe que ese virus se encuentra en los murciélagos, que de los mamíferos alados se transmite a otros animales salvajes (2) y de éstos, a las personas. El Covid 19 saltó del pangolín (3) a los humanos, según los análisis del ADN realizados en el virus que se hospeda en los pacientes.

El problema se estuvo ocultando durante “dos eternas semanas” (o quizás más desde el primer aviso) y cuando se constató, se demostró que la enfermedad era real y que se había originado en el mercado de mariscos y animales salvajes de Wuhan (4), el Partido Comunista (actualmente promotor de un capitalismo de Estado sin precedentes), no supo como quitarse el enorme marrón que le había caído encima y le pasó la patata caliente al Tribunal Supremo “para que rectificase sin meter mucho ruido”.

Es entonces cuando el Tribunal Supremo de China (de “dudosísima imparcialidad”) emite un comunicado, con vocecita medida, que dice:

Hubiera sido bueno que el pueblo (y las autoridades) les hubiera creído, hubiera empezado a llevar máscaras y se hubieran adoptado medidas para que la gente se aleje del mercado.

Una vez que el Tribunal Supremo exculpa a Li Wenliang, nacido en la provincia de Liaonin en 1986, su figura alcanza rápidamente la dimensión de un héroe y, -aunque los grandes medios de prensa, como el Diario del Pueblo, limita sus elogios al “honorable oftalmólogo”-, empiezan a proliferar por toda China pequeños altares, con la foto o retratos del médico, en los que la gente le rinde culto, le enciende varillas de incienso, le piden perdón y se inclina ante su imagen.

El pasado 30 de enero, ya gravemente enfermo, concede una entrevista por wechat,   desde su cama del hospital de Wuhan, a la revista Caixin (especializada en noticias económicas) en la que revoca la declaración que le hizo firmar la policía y dice:

No difundí ninguna falsedad. Quería informar a mis colegas médicos, pero no quería causar pánico. En una sociedad sana no puede haber una sola voz”.

Las últimas palabras de Li Wenliang, miembro del PcCh, no agradaron mucho al Gobierno central que instruyó a sus principales medios: la CCTV, el Diario del Pueblo y la Agencia china de noticas Xinhua “para que mantuviesen un perfil bajo sobre las opiniones del médico”.

(El Partido Comunista de China tiene menos de cien millones de miembros. Durante las últimas décadas se han multiplicado los multimillonarios como hongos en el país al tiempo que la mitad de la población, unos 700 millones, viven en situación precaria o muy precaria).

Tras la muerte del doctor, es cesado el secretario del Partido Comunista de la provincia de Hubei Jiang Chaoliang y sustituido por Ying Yong, ex alcalde de Shanghai, informó la agencia Xinhua (Nueva China) el pasado jueves, 13 de febrero.

El fallecimiento de Li Wenliang ha hecho que mucha gente empiece a preguntarse: ¿Por qué no tenemos al menos dos partidos en el país para que uno controle al otro? En otras palabras: “En una sociedad sana no puede haber una sola voz”.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) también dijo, a modo de epitafio, tras conocer el trágico desenlace del joven oftalmólogo:

Estamos infinitamente tristes por la muerte del doctor Li Wenliang. Su actuación en la lucha contra el virus debe ser honrada.

Notas

-1- Capital de la provincia central de Hubei. Li Wenliang trabajaba en ese hospital.

-2- Se cree que los murciélagos transmiten el virus mediante la saliva, la orina y las heces, entre otros cauces.

-3- El Pangolín es un pequeño oso hormiguero que se vende por unos mil euros. Su carne es considerada un manjar para “paladares exquisitos”. También es utilizado para la fabricación de ciertos productos en la medicina tradicional china.

-4- De los primeros cien pacientes que se analizaron con síntomas de la enfermedad, nueve confesaron que habían estado en el mercado de Wuhan y uno que se había alojado en un hotel cercado al lugar.

Nota: Según el último parte médico, la epidemia ha dejado ya cerca de 2.000 muertos, 77.000 contagiados y mantiene a unos 62 millones de personas en cuarentena.

El blog del autor es: Nilo Homérico