Los gobiernos de la Concertación gobernaron durante veinte años observados día a día por los medios del duopolio. Fue una mirada incómoda en un comienzo, que con el tiempo terminó siendo la propia: la Concertación se adaptó en pocos años a la visión del mundo de la prensa dominante. El proceso tuvo al menos dos […]
Los gobiernos de la Concertación gobernaron durante veinte años observados día a día por los medios del duopolio. Fue una mirada incómoda en un comienzo, que con el tiempo terminó siendo la propia: la Concertación se adaptó en pocos años a la visión del mundo de la prensa dominante.
El proceso tuvo al menos dos líneas. Por un carril, el desmantelamiento, vía leyes del mercado, de toda la prensa independiente, desde revistas a diarios, método indirecto y menos conflictivo que la abierta censura o mordaza. El modelo neoliberal también se adaptaba, y muy bien, a los medios de comunicación. Sin la expresión crítica de las organizaciones sociales, con la Izquierda silenciada y arrinconada en el cementerio de la historia, el trabajo continuó en el duopolio. Los viejos medios conservadores y golpistas fueron convertidos desde entonces en la voz de la transición. Nada era más natural y objetivo que un editorial o las páginas sociales de El Mercurio .
Los distintos gobiernos de la Concertación se adaptaron a la estructura binominal tanto en el ordenamiento político como en el mediático. La buena relación que establecieron esos gobiernos con el duopolio ha sido también la expresión de la inmejorable cercanía que tuvieron no sólo con sus pares de la otra cara del binominal, sino con el establishment económico, mediático y hasta militar. La historia de la Concertación no puede separarse de este íntimo acercamiento con el poder económico y todas sus extensiones.
Esta cercanía, que ha sido también fusión ideológica y cultural, mansedumbre ante las elites tradicionales y las de rápido ascenso, fue permanentemente aplaudida por aquellas mismas cúpulas. Una familiaridad binominal que de haber sido en sus inicios vigilada y evaluada por el duopolio, pasó a ser aplaudida y difundida. Con una prensa independiente arrinconada o desaparecida, la voz única del duopolio fue también la verdad política. La Concertación no dirigió sus acciones durante esos veinte años a la directa evaluación de su electorado, sino a ablandar al duopolio. Podemos afirmar sin grandes riesgos que esta coalición le tuvo más temor a El Mercurio que a sus electores. Así fue hasta 2010. Y podemos pensar que también será a partir de ahora.
La estructura y la mirada de los medios de comunicación dominantes no ha cambiado en nada durante los últimos cuatro años. Pero sí podemos afirmar que ha habido transformaciones de importancia en el tono de las grandes corrientes discursivas generadas desde el centro de la ebullición y organización social, las cuales ha intentado asumir la Concertación como propias. Una apropiación que podría ser más retórica, de conveniencia, que honesta inspiración.
Cuando en marzo ingrese a La Moneda el gobierno de la Nueva Mayoría, es posible que solo lleve un nuevo nombre, como también es posible que el programa se diluya en la jerigonza cotidiana y vuelva a los viejas y secas zanjas de las décadas pasadas. Todo ello es posible, pero no el cambio en el clima social actual, que tras haber crecido durante los últimos cuatro años está ahora preparado para observar la realización de sus propuestas. El centinela de la Nueva Mayoría no será solo el duopolio y sus opacos poderes afines, sino también la ciudadanía.
Ante este nuevo escenario, podemos preguntarnos qué hará la Nueva Mayoría ante la mirada atenta de los tradicionales medios de comunicación que cautelan la institucionalidad y los intereses del gran empresariado. Si durante veinte años la Concertación administró y profundizó el modelo neoliberal ante el goce empresarial y el placer del duopolio, a partir de marzo el eco que tendrán en la prensa las reformas propuestas es un misterio.
Las experiencia de gobiernos reformistas o progresistas en América Latina han hallado en la prensa conservadora una mayor oposición que la partidaria. Los sectores más reaccionarios han convertido a sus medios de prensa en perfectas trincheras para, desde allí, combatir a los gobiernos, creando en no pocas oportunidades un clima de abierta crisis y desestabilización.
Los problemas económicos y financieros que enfrenta en estos momentos el presidente de Venezuela tienen como plataforma de difusión y amplificación a la prensa más conservadora.
Para los chilenos, nada de eso es nuevo. Aún más, podría situarse en el Chile de hace 40 años el origen de estas campañas latinoamericanas. El diario que pasó a canalizar los intereses y deseos de la Concertación es el mismo que durante la dictadura tenía como redactores de titulares a agentes de la Dina.
La prensa del duopolio representa a los sectores más reaccionarios de la derecha chilena, por lo que es improbable estimar alguna transformación durante el año en curso. Los editoriales y la cobertura que estos diarios le han dado al paro de los trabajadores portuarios están diseñados por el mismo molde que acusó de encapuchados a los estudiantes y de terroristas a los activistas mapuches.
Si esta vez la Nueva Mayoría desea gobernar y no solamente administrar el modelo heredado, tendrá dos variables para conocer sus efectos: lo que pasa en las calles y los titulares de El Mercurio . Pero no podrá favorecer a ambas.
Publicado en «Punto Final», edición Nº 798, 24 de enero, 2014