Recomiendo:
0

La nueva Miseria de la Filosofía

Fuentes: Rebelión

Vivir sin filosofar es, propiamente, tener los ojos cerrados, sin tratar de abrirlos jamás. René Descartes. Esquiva y clandestina, son los nuevos atributos de la filosofía. Quienes otrora, como reza la leyenda, fueran baluartes de las artes y las ciencias, podrían sentirse a día de hoy con el rostro entre las manos [1], a tenor […]

Vivir sin filosofar es, propiamente, tener los ojos cerrados, sin tratar de abrirlos jamás.

René Descartes.

Esquiva y clandestina, son los nuevos atributos de la filosofía. Quienes otrora, como reza la leyenda, fueran baluartes de las artes y las ciencias, podrían sentirse a día de hoy con el rostro entre las manos [1], a tenor de la canción que le está siendo tachada del cartel de la mousike. La LOMCE y sus secuaces, álter ego terrenal del Apolo de la fábula, se la están arrebatando de sus propias manos [2], en pos de alcanzar su modelo social de distopía y pensamiento único. Donde el debate no ha lugar. Donde los conflictos se resuelven con directrices maniqueas controladas desde arriba. Las batallas a lo Marx-Prouhdon, aireadas córam pópulo desde tiempos presocráticos, se escapan de las aulas donde antaño eran tenidas como fuente del desarrollo personal y del júbilo intelectual. La filosofía se está muriendo porque la están matando.

Sus señorías olvidan, o saben de buena tinta, el valor incalculable de la enseñanza filosófica. El juego philosophicus, circunscrito por el saber histórico y los altercados del debate, todas figuras inherentes e inseparables de las clases de filosofía, componen mucho más que el pueril y anodino cuerpo de una materia exigua y prescindible. El debate, la reflexión, la dialéctica, el recreo intelectual, el desarrollo social y personal en definitiva, son consecuencias ineludibles de este escenario de diversidad que construyen, o construyeron, las clases de filosofía. Los jóvenes estudiantes, ciudadanos críticos en formación, habrían de conocer el papel indescriptible que el pensamiento filosófico ha jugado en la historia del cambio social, desde los modelos de hombre y sociedad de los tiempos de Sócrates o Platón, hasta las visiones modernas de autores de renombre como Foucault, Agamben, Althuser o Marta Harnecker. En este camino, se han cultivado los conceptos de paz, igualdad, democracia, libertad y justicia, de mano principalmente de filósofos de la talla de Kant, y de otros idealistas y filósofos ilustrados. A su vez, se han trocado los pilares del discurso establecido, de la fe, y han temblado con ellos algunos de lo poderes más longevos y asentados, con la Iglesia Católica a la cabeza. Prueba de ello son los trabajos de Spinoza, Nietzsche o Marx, estandartes estos dos últimos, a su vez, y a la par que Simon Freud, de una escuela de sospecha (como lo expresaba Paul Ricoeur) otrora inadmisible. El valor de aquellas tesis roza lo imponente, habida cuenta del impacto del freudismo en la ciencia de principios del siglo XX, y el de las obras marxistas, deudoras, por cierto, del pensamiento de Hegel, en las revoluciones ulteriores. Y no solo en la Rusia leninista, también en Cuba, en las independencias en el viejo continente y en los modernos gobiernos de América latina.

Sin embargo, la filosofía no ha sido solo el rostro visible de la agitación social, sino también del desarrollo científico del que a la postre bebemos, somos herederos y actores interesados. La filosofía, lejos de pasar de puntillas, ha jugado un rol de envergadura en el plano de la ciencia. La biología, por ejemplo, abanderada en el contexto por la bioética, y venida al pueblo llano al calor de los transgénicos y las células madre, deviene de manera indefectible en litigios filosóficos, de los que todos hemos sido partícipes de una u otra forma. Las matemáticas: amigas y compañeras de los estudios filosóficos desde sus orígenes, como revelan los trabajos de Leibnitz, Newton o Descartes, y especialmente los desarrollos en lógica de Rusell o Godel (entre otros), cuyos teoremas de incompletitud revolucionaron, sin duda, el pensamiento moderno. Los fundamentos de la matemática siguen siendo, a día de hoy, objeto de contienda entre los estudiosos del campo. De contienda que, también, es filosófica. La filosofia ha jugado, asimismo, un paper determinante en la estadística moderna (léase Laplace, entre otros) y, con el más grande de los influjos, en la física teórica. Desde los tiempos de Newton, con Los Principios matemáticos de la filosofía natural, hasta el anclar de la mecánica cuántica, los problemas filosóficos no han dejado de perturbar la conciencia de los físicos. El problema de la acción a distancia es buen ejemplo de ello. Newton lo concebió como un enigma en su teoría, un obstáculo de semblante filosófico, que Einstein abordó siglos más tarde con el desarrollo de la relatividad en una orgía sin parangón de belleza y ecuaciones. Einstein fue, asimismo, un personaje de enjundia en las luchas y porfías en torno a la mecánica cuántica y la interpretación de Copenaghe. Muchas, muchísimas, de cáriz filosófico.

La filosofía supone, como pretendo mostrar, un ejercicio de importancia capital. Una condición sine qua non del desarrollo mental. Y no hablo ya de los clásicos, de los Principios de la razón o de Así habló Zaratustra (que nos llenan asimismo de paz y vida, de amor y fruición intelectual). Hablo de las pequeñas batallas. De opinar, de pensar. Porque señores, reflexionar, discutir, posicinoarse; todo eso es también filosofía. Podría decirse, por tanto, que todos somos filósofos.

Por ahora.


Notas:

1 La REF convoca a una lectura pública de textos filosóficos, Red Española de Filosofía, Red Española de Filosofía, 2012.
2 Segundo borrador de la LOMCE y respuesta de la REF, Red Española de Filosofía, Red Española de Filosofía, 2012.

Blog del autor: http://wdb.ugr.es/~miki/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.