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La oportunidad y el reto de las relaciones con EE.UU.

Fuentes: La pupila insomne

Estas breves consideraciones acerca de algunos de los significados de los positivos anuncios del presidente Obama acerca de las relaciones con Cuba las hacemos a la luz del momento político que viven los EE.UU., nuestra región y el mundo. Ni remotamente intentan desdecir respecto a su gran importancia histórica y su probable impacto en las […]

Estas breves consideraciones acerca de algunos de los significados de los positivos anuncios del presidente Obama acerca de las relaciones con Cuba las hacemos a la luz del momento político que viven los EE.UU., nuestra región y el mundo. Ni remotamente intentan desdecir respecto a su gran importancia histórica y su probable impacto en las relaciones interamericanas. Partimos, como es un consenso bastante generalizado, de que son una victoria de Cuba, de la capacidad de resistencia de nuestro pueblo, y producto de los cambios que han ocurrido en el mundo, sobre todo en América Latina, donde, como reconoce en su declaración el propio presidente estadounidense, es EE.UU. el que se está quedando aislado.

Y sin duda ha sido también una victoria de los principios, de la dignidad y de su capacidad de resistencia el que nuestros Cinco héroes hayan logrado la libertad, aunque después de 16 años de injusta prisión. Ambas decisiones del presidente estadounidense fueron reconocidas y saludadas por nuestro gobierno y nuestro pueblo.

Por supuesto, esos han sido anuncios nada inocentes; muy bien pensados desde la óptica de los intereses de EE.UU., desde una posición pragmática si se quiere. Se supera una clara anomalía de 53 años debida a la obstinación agresiva de ese gobierno, cuando dos países vecinos se disponen ahora a restablecer sus relaciones diplomáticas y en muchos otros campos. Ello es claramente conveniente para ambos países.  Y ciertamente para Cuba en lo bilateral, en lo doméstico, y tendrá también repercusiones favorables en nuestros tratos con entidades de otros países.

Ahora bien, que nadie se llame a engaño, son anuncios bien pensados desde una óptica imperial y la nueva etapa es un reto para nuestro país y nuestras instituciones.  Y ha sido pensada con el concurso de entidades estadounidenses y órganos de prensa donde predomina el pensamiento neoconservador, además de la buena voluntad de gobiernos aliados también de derecha. De modo que hay bastante para meditar y para posicionarnos.
Es un reto que aceptamos, como ha indicado Fidel en múltiples ocasiones. «Veremos si por esas vías pueden destruir la Revolución cubana, que es en definitiva el objetivo que se proponen», dijo el 26 de julio del año 2000, en Santa Clara. «Sin ánimos de perturbar los dulces sueños de los que esto último piensan, cumplo el cortés deber de advertirles que la Revolución cubana no podrá ser destruida ni por la fuerza ni por la seducción».

«La historia está igualmente de nuestro lado, porque el orden económico y político injusto y globalizado impuesto al mundo es insostenible»

Siguiendo a Martí, nuestro Cmdte. en Jefe dijo que levantaremos  «una gigantesca trinchera de sentimientos e ideas».

Y en ese empeño debemos estar ahora más que nunca, y !muy alertas!. Del imperio no debemos confiar ni un tantico, como nos señaló el Che.

Este anuncio ocurre en un contexto donde no solo están los positivos cambios en A. Latina y en la opinión publica de EE.UU. respecto a Cuba, sino también cuando «el imperialismo estadounidense y sus aliados de la OTAN están tratando de crear todas las condiciones para transformar las relaciones internacionales en un nuevo teatro de confrontaciones con vistas a mantener el ya cuestionado sistema internacional unipolar y la hegemonía neoliberal», en palabras del analista argentino-canadiense Alberto Rabilotta.

¿Qué debemos pensar de las palabras de Obama cuando señala que está dando pasos para colocar «los intereses de los pueblos de ambos países en el centro de nuestra política»?

Entre otras cosas deberíamos esperar, y ver si finalmente han llegado a entender que nuestro pueblo nada tiene que ver con los grupúsculos oportunistas que han estado financiando.

Suena bien cuando dice que no intentaría crear al caos, y el Departamento de Estado agrega que «no sirve a los intereses de los Estados Unidos, o del pueblo cubano, empujar a Cuba al colapso». Señalan «haber aprendido de una dura experiencia que es mejor alentar y apoyar la reforma que imponer políticas que lleven a un país a devenir un estado fallido».
Es realmente una declaración bastante distante de la política de bloqueo – que debe cesar – y, de aquel documento yanqui de abril del ’60, de hacer claudicar a nuestro pueblo «a través del hambre y la desesperación».  Pero cuánto hay de retórica y cuánto de real compromiso se vería realmente cuando se suspendan los programas de financiamiento dirigidos a erosionar nuestras instituciones y se respete nuestra soberanía.

Muy bien que trate, como anunció, que «los empresarios estadounidenses no queden en desventaja y que se incremente el comercio», permitir operar a las instituciones financieras de su país, que «se le haga más fácil a los exportadores estadounidenses vender sus bienes a Cuba», facilitar el flujo de información y que esté «autorizando el incremento de las conexiones de telecomunicaciones».

Y aún más, como resultado de estos pasos podremos tener mayores vínculos familiares e intercambios entre los dos pueblos en el plano cultural, científico y deportivo sin los obstáculos que han existido. El Presidente Obama también expresó que intenta promover valores a través del «engagement», lo que tomado en el buen sentido querría decir del dialogo, el compromiso, la interrelación. Y ese es un camino de doble vía, donde nuestros valores también cuentan.

En el propio discurso el Cmdte. en Jefe señalaba: «Con ideas verdaderamente justas y una sólida cultura general y política, nuestro pueblo puede igualmente defender su identidad y protegerse de las seudoculturas que emanan de las sociedades de consumo deshumanizadas, egoístas e irresponsables. En esa lid también podemos vencer y venceremos».