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Para un debate organizacional en la izquierda

La organización como «complejo»

Fuentes: Rebelión

Las estructuras y las formas que adopta una determinada organización están condicionadas por las circunstancias históricas que le competen, sin embargo, este hecho no es un todo determinante de la condición misma de una organización, ya que su pensar estará definido por la voluntad de sus componentes. Es por eso que tenemos organizaciones que son […]

Las estructuras y las formas que adopta una determinada organización están condicionadas por las circunstancias históricas que le competen, sin embargo, este hecho no es un todo determinante de la condición misma de una organización, ya que su pensar estará definido por la voluntad de sus componentes.

Es por eso que tenemos organizaciones que son representativas del «momento pasado-presente y futuro» (legitimadas) y otras que son vistas como estructuras monolíticas vinculadas solo al momento pasado o futuro (deslegitimadas). La condición de una organización, más allá de su posición normativa, está directamente vinculada a la necesidad de representar el momento histórico y proyectarlo, en una relación dialéctica de auto conformación de resistencia-cambio, subjetiva-objetiva, fenoménica-esencial, progresiva-regresiva, etc.

Esta condición histórica auto constitutiva, guiada por la necesidad de representar «el momento», es una carrera permanente impulsada por fuerzas internas y externas a la asociación. Por lo tanto, una organización, en primer lugar, estará conflictuada históricamente desde los sujetos sociales y, en segundo lugar, tiene como deber hacerse de su tiempo y proyectarlo.

  Si bien al pensar lo «asociativo», desde una visión dinamista, nos entrega luces sobre cómo entender la organización, no nos permite aún entender sus variables específicas de constitución. En consecuencia, discreparé con los manuales contemporáneos sobre lo organizacional, ya que definen su relación dentro de la constitución de normatividad, que, si bien es una base constitutiva de la misma, es muy limitado definirla solo desde esa vereda.

Sumado a esto también discreparé de quienes asocian organización simplemente con estructuración de tareas, la llamada «orgánica», ya que está solo hace mención a los «repertorios de acción interna» a la organización.

En esta dirección, se plantea que la organización no se define por sus normas ni por sus tareas-estructurantes, sino más bien por su política. Entonces bien, ¿Qué es la política para una organización?

La organización seria la forma que adopta la política de un grupo de personas que se expresa es sus estructuras, normativas, división de tareas o intervención con la realidad en un escenario general de «lo político».

La política constituye entonces, para la organización, «la forma de hacer» y ésta forma de hacer construye organización, siendo, por lo tanto, como definición apresurada de la política, una forma específica de organización individual y colectiva históricamente situada.

En este marco, el actual momento somete al militante y a su despliegue político, una serie de tareas y planos de acción muy complejos de poder determinar de manera anticipada. Esta cuestión es fundamental a la hora de pensar y realizar los marcos de acción en que la política, la revuelta, el sujeto molesto, el militante y la crítica se articulen en un campo coherente de lo que llamamos: organización.

Esta situación de incertidumbre debe ser guiada por el principio de que «la organización es la sustancia misma de la política», es su cuerpo, otra cosa es el carácter de ese afianzamiento organizativo, o sea como se ordena o se comprende para sí. En este sentido, la organización se entenderá como el elemento fundamental para dotar de permanencia una cierta política de transformación. Es así que, en tiempos de revuelta e incertidumbre, la cuestión organizativa cobra nuevos horizontes de construcción y obliga al militante a interrogarse por sus posibles nuevas formas y realizarlas.

En consecuencia, el plano organizativo aún nos somete a una suerte de transición en la ampliación de las esferas de la misma, tanto <> como <>, mientras se juega el despliegue de una situación política de apertura (crisis de legitimidad aparente). En este escenario las organizaciones políticas y sociales aún no definen de manera clara el nuevo diseño de operaciones al momento de enfrentar los conflictos. Por consiguiente, el debate organizacional es fundamental a la par del debate sobre las posibles alternativas ante el escenario social crítico.

Para esto es preciso dar una pequeña revisión, esquemática y no histórica, de la trayectoria reciente de las construcciones organizativas, fuera del marco de recomposición partidaria del proceso de transición chilena.

El Colectivo

Los colectivos fueron y son formas de organización atomizada y nucleada en centros específicos de la sociedad. Estas asociaciones se organizaron, principalmente, para responder a la ausencia de interés en la participación colectiva. De ahí su nombre.

Así, la búsqueda de un vuelco a las respuestas individuales se dio a través de pequeñas asociaciones de diverso carácter. Su espectro abarcó desde organizaciones muy ideologizadas hasta expresiones artístico culturales. No obstante, su proliferación, con un promedio de no más de 20 militantes por agrupación, permitió sustentar y crear una serie de vínculos que conformarían las actuales organizaciones que conocemos. Su mayor proliferación se dio en espacios compuestos por personas cuya ocupación era de tipo estudiantil.

Sus principales funciones o actividades políticas eran:

1.- Converger voluntades al momento de actuar públicamente

2.- Realizar actividades de educación, memoria histórica, artísticas o culturales en los diversos espacios en los que se encontraban.

3.- Y promover y dar sentido a una determinada cosmovisión o visión ideológica del mundo.

Estas se realizaban, a su vez, con la participación de sus militantes en:

1.- División especifica de tareas o de resolución conjunta

2.- Método de discusión asambleario

3.- Y ausencia de estructura de jerarquización explícita

  Su condición estructural estaba asentada en lo reducido de sus militantes, lo que permitía la apropiación identitaria y la mayor afinidad y participación de sus miembros. Por esta misma razón muchas de estas agrupaciones se desarticulaban rápidamente tras el abandono de lazos afectivos o de pertenencia al lugar, como era el caso de los estudiantes que terminaban sus respectivos estudios.

El debate político que cruzaba la conformación de colectivos estaba centrado en una contradicción central de universalizar los postulados de la agrupación y a la vez preservar la «pureza» de la propuesta. Esta situación situó el debate organizacional entorno a la fijación en el despliegue organizacional fragmentado permanente, bajo el diagnóstico de la construcción político social de sujeto de cambio, o en la conformación de instancias de mayor amplitud organizacional que aglutinarán los esfuerzos constructores, cuestión que dio origen a la gestación de <> o intentos de convergencia de distinto orden.

En resumen, los colectivos se conformaron como unidades pedagógicas de memoria y resistencia frente a la individualización de una sociedad masivamente incorporada al consumo y a la despolitización.

La Red

La explosión de niveles de crítica masivos, en el último tiempo, son también producto de la transformación del escenario organizacional nacional. La serie de colectivos sociales o políticos fueron, durante casi dos décadas, tejiendo «redes» de articulación social crítica y anti-capitalista. Estas redes de articulación se orquestaron en diversas áreas sociales, pero principalmente en Universidades-colegios y centros laborales vinculados a militantes o ex militantes.

En consecuencia, los fenómenos asociativos en centros educativos y laborales durante los noventa y la primera década del siglo han parido las expresiones políticas con mayor relevancia de la izquierda actual.

Así, este escenario organizativo múltiple y diverso no se ha desarrollado de manera desconectada o autonómica, ya que ha estado cimentado por la reunión de instancias «colectiveras» tanto como de esfuerzos individuales. Este desarrollo ha tejido un entramado de relaciones que se ven tensadas de manera positiva como negativa, en el plano de la unidad, por la aparición, generación o promoción de un conflicto determinando. Es por tanto el «conflicto» el eje central que ordena, posiciona o desmonta los campos de articulación tanto de la «izquierda» como de las fuerzas sociales. Esta situación organizativa, situada por el conflicto, es una organización, que podemos llamar, «en red».

Para comprender la particularidad de esta «forma de organización» se puede hacer el símil diferencial con: (1) una coordinación o (2) con un frente político amplio.

Una situación de coordinación presenta un carácter previamente determinado por componentes políticos que deben ponerse de acuerdo para actuar, cuyo objetivo es aunar voluntades para una situación actual o futura. Existe, por tanto, una planificación de lo que se acciona, y no se busca necesariamente un impacto masivo.

Por otro lado, el frente amplio es una articulación consciente para disputar el poder político que determina representantes, estructuras de tareas de carácter permanente y es regulado por un equilibrio de poder entre las voluntades políticas.

En cambio, la organización en red es una articulación irregular, regida por una espontaneidad y re-estructuración permanente. Esto quiere decir que la articulación en red es un raro fenómeno en que aparentemente no hay centralidad o un eje lo suficientemente representativo de todas las voluntades, pero aun así se conforma un ideario común que aglutina los esfuerzos mancomunados. Se produce una unidad de funcionamiento desacoplada o descentralizada a través de:

1.- Organizaciones afines ya relacionadas entre sí.

2.- Militantes-puente que vinculan organizaciones más allá de las alianzas.

3.- Individuos-enlace que vinculan un espectro más amplio que las organizaciones porque no pertenecen a ninguna.

La red permite articular esfuerzos colectivos durante un tiempo determinando y este tiempo determinado es la duración del conflicto, una vez superado el conflicto la red se descompone en coordinación o en la desaparición.

Por lo tanto, este ejercicio de interconexión situada por un conflicto ha permitido interactuar de manera coherente a las fuerzas políticas organizadas como izquierda y como centros vitales o espacios territoriales.

Tal situación, configura una flexibilidad organizativa que ha re-posicionado e innovado las formas de organización de la política democrática, como es el caso de los voceros, asambleas, mesas territoriales, plataformas, sindicatos politizados, juntas de vecinos politizadas, etc.

La asociación en red operaría como un despliegue articulado de acuerdo al «conflicto» que se enfrenta, por lo tanto, existirá una izquierda o fuerza crítica más o menos amplia, de acuerdo a la situación. Por ejemplo, un conflicto ambiental incorporará componentes sociales más amplios y diversos que una movilización de trabajadores/as.

Entonces la unidad de la izquierda, en este momento, es «situada» en el conflicto con la perspectiva de articularse de una manera distinta.

En resumen, la organización en Red es un espacio generado por un conflicto determinado que aglutina una diversidad de voluntades bajo un ideario común que opera de manera aleatoria y simultánea.

La propuesta del «Complejo organizacional»

El actual debate organizacional de la izquierda chilena es bastante pobre, por lo menos en términos de los documentos públicamente conocidos, ya que las apuestas se reducen a estructuras de corte partidario tradicional, jerarquías internas y la más reciente de conformación de un frente de masas amplio anticapitalista. Todas estas apuestas si bien son legítimas, son de un carácter cortoplacista y envueltas en una coyuntura bastante difusa y volátil.

La preocupación por un análisis organizacional y su correspondiente diseño tiene una ineludible relación entre transformación objetiva y subjetiva del capitalismo. Por su carácter objetivo podemos reconocer la transformación productiva de su matriz como de su diseño empresarial de acumulación, o sea la creación de los Holding empresariales que han desmantelado la antigua industria y han externalizado servicios concentrados la producción en su gestión comercial o en un área de producción especifica. Esta situación disolvió la producción en rama y las viejas capas obreras desarrollistas, generando nuevos sectores sociales tras la recomposición del capital.

Estas «nuevas clases sociales» son portadoras de nuevas subjetividades que tienen un impacto directo en las formas de lucha que pueden adoptar como en los elementos que son utilizados para la organización. Los sectores sociales más dinámicos de la población son, no por casualidad, aquellos que han logrado mantener formas de organización del patrón de acumulación anterior o han estallado como respuesta <> a centros laborales con condiciones tradicionales, como el caso de los subcontratistas del cobre. A su vez la expansión y modificación de la matriz productiva ha instalado una nueva subjetividad ambiental en localidades que se ven <> por el avance del capital.

Todas estas condiciones objetivas y subjetivas pueden ser leídas como prolongaciones del viejo dilema por la disputa de hegemonía y ocupar el pensamiento Gramsciano como un tobogán teórico atingente a la conformación de un Estado y sociedad profundamente enlazada. Si bien los aportes desde esa vereda permiten entender el Estado como un complejo relacional que es posible de desmontar <> y <> de acuerdo a una estrategia clara y un movimiento de masas en constante robustez, no es de igual manera atingente a la conformación de un pensamiento organizacional que permita enfrentar los actuales dilemas.

La actual conformación difusa y carente de vínculo asociativo parece estar siendo revertida desde ciertas lógicas de encuentro:

1.- Organizaciones territoriales

2.- Mesas intersectoriales

3.- Asociaciones sindicales de hecho

4.- Confederaciones, etc.

Estos puntos de asociación presentan un extraño vínculo entre universalización y localización de su organización y propuestas. Operarían por tanto tres formas de articulación de movilización:

1.- Por sectores

2.- Por territorio

3.- Por área

Cada una de estas formas pueden ser entendidas a su vez en tres direcciones:

1.- desde lo social a lo político: Frentes amplios electorales

2.- desde lo político a lo social: Modelamiento Estatal

3.- desde la politización de lo social: Movimentismo y precarios esfuerzos de control social,

En consecuencia, el problema organizacional se debatirá en una serie niveles de desarrollo desigual tensado por la necesidad de extender la influencia desde una <> o una <>.

Como este apartado es hipotético y a su vez un eje programático, el diseño específico de una organización como complejo solo puede ser enunciado en puntos aún generales.

Cabe agregar que la propuesta que aquí se ensaya no es una «novedad histórica», sino más bien la conjugación entre la revisión histórica de la organización socialista pre-bolchevique y la destrucción autoritaria del tejido socio-político histórico del movimiento popular democrático del país.

En este marco, y como se ha dicho, la cuestión organizacional es una cuestión política. Por lo tanto, la configuración de una forma asociativa actual estará «conjurada» entre la situación histórica de las fuerzas populares, el desarrollo de sus esfuerzos de auto-representación y la específica forma de organización del capital respecto al trabajo.

En este sentido, la organización como «complejo» apuesta por la reunificación histórica del movimiento obrero y el fortalecimiento del movimiento popular, por la convivencia fraterna y programática de diversas tradiciones intelectuales en el movimiento popular democrático y en sus organizaciones, y por la construcción de un proyecto histórico que libere al trabajo, al mercado y a la República de las formas des poseedoras, acumulativas y antidemocráticas del modo de producir capitalista.

Por ende, el desarrollo de formas organizativas cerradas, clandestinas y ultra vanguardistas, por lo demás ajenas y nunca aceptadas por el movimiento popular democrático chileno, serán la antítesis de una forma organizativa como complejo que apuesta a la construcción de un tejido asociativo que de curso a la gestación de una robusta economía política popular que conozca de centros de educación populares, avances tecnológicos y científicos, uso productivo común de la tierra, arte y ocio, etc.

La centralidad, por tanto, recae en la capacidad auto-organizativa del pueblo y será solo está quien dará vitalidad revolucionaria a las formas políticas de auto-representación (organizaciones políticas), a los procesos electorales o las diversas formas de lucha social que se libren en el curso del siglo que cabalgamos.

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