El 8 de agosta pasado, en la ciudad brasileña de Belém de Pará en donde se realizaba la Cumbre Amazónica que por iniciativa del gobierno brasileño congregó a jefes de Estado y altos representantes de la Región con territorios amazónicos (Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela ), y en donde el ejército de los EEUU tiene 15 bases militares : Brasil 1 en Alcántara. Colombia 5 (reconocidas) en Palanquero, Tolemaida, Larandia, Bahía Málaga, Tres Esquinas. Perú también 5 (reconocidas) en Lima, Iquitos, Tarapoto, Puno, Ancón. Además, las bases periféricas de Paraguay (Mariscal Estigarribia) y las 4 de Argentina (Trelew, Golfo Nuevo, Resistencia Y Chaco). A lo que se debe agregar las bases militares europeas en Aruba y Curazao, Surinam, y la llamada Guayana Francesa.
Es decir, una selva gigantesca que cuenta con todos los recursos de vida inimaginables, conocidos y por conocer, totalmente rodeada militarmente por el ejército de los EEUU, es el escenario donde los mandatarios allí reunidos con el fin de “rescatar” un inoperante del tratado de cooperación de 1978, o mejor, para adecuar y actualizar las políticas y las instituciones de la Región a las nuevas realidades geoestratégica y geoeconómicos del sistema global del imperialismo actual; valga decir, a la Bioeconomía y a los Bionegocios agenciados y estimulados por el capital financiero, sus bancos globales y sus fondos de inversión, nutridos por los enormes recursos crediticios del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que desde principios del del Siglo XXI determinó a toda la selva amazónica como la “mercancía prioritaria para destinar el capital sobrante en busca de inversión” (Arrighi) y así reactivar o salir de la profunda crisis sistémica y ambiental que agobia al capitalismo del siglo XXI.
En este exuberante y cálido escenario, no llovió agua sino un verdadero y torrencial monzón amazónico de propuestas, una de las cuales fue aportada por el presidente de los colombianos. No fue, como era de esperarse, una crítica político-ideológica de tipo “progresista” al tratado firmado por el neoliberal contrainsurgente colombiano JM Santos con la OTAN, ni una propuesta más concreta o acorde con la geografía de crear el batallón amazónico que hiciera cumplir la ley (aún no sabemos cuál ley ¿la del capital financiero en busca de inversión? ) sino algo más original y autóctono que un chigüiro (capibara o carpincho): Una OTAN del mar del norte en el delirante río de los marañones de Lope de Aguirre.
“Deberíamos crear una OTAN amazónica, un tratado de cooperación militar para hacer interdicción de lo que vaya contra la selva amazónica en todos nuestros países, respetando obviamente nuestras soberanías o coordinando la fuerza…La vida se defiende con razones pero también con armas” (1)
Armas que, paradójicamente, se hicieron para matar la vida en defensa de una ley. Y en esta paradoja es donde está lo autóctono, lo propiamente colombiano, el aporte de la tierrita de “la belleza y la sangre”, como dijera emocionado el muy aplaudido presidente Petro en las cortes españolas, el tres de mayo del año en curso. En curso.
Después del golpe fascista de 1964 en Brasil, los marxistas latinoamericanos sugirieron la categoría (heterodoxa) de subimperialismo brasileño, para designar la realidad militar contrainsurgente que acababa de implantar el Pentágono estadounidense en Brasil. Los heterodoxos fueron derrotados por los ortodoxos que decían que simplemente era una dictadura militar más, y la discusión se cerró. Sin embargo, 60 años después, en 2020, la mayoría de marxistas heterodoxos y ortodoxos, tanto brasileños como latinoamericanos y caribeños, no dudaron en definir como fascista al presidente electo Bolsonaro que había llegado al poder no por medios militares sino electorales. Y no faltó quien de ellos opinara que la política de capitalismo salvaje implementada por Bolsonaro era una política imperialista global agenciada por un agente imperialista local que actuaba apoyado por masas urbanas, gran parte del ejército, y sobre todo por el capital financiero de los bancos y fondos de inversión brasileños y trasnacionales, configurando así una especie de subimperialismo que amenazaba a sus vecinos Bolivia, Perú y con una guerra a Venezuela.
El movimiento social de millones de brasileños finalmente derrotó esta pesadilla. Y el presidente Lula ha corregido el capitalismo salvaje bolsonarista para la amazonía y al parecer, el anhelo guardado de ser la potencia imperialista continental, por uno más discreto y acorde con la realidad global actual y con un desarrollo no violento y diplomático de la Bioeconomía y los Bionegocios globales impulsados por el BID en la región, claro que sin renunciar a los intereses petroleros de la nacional petrolera brasileña, como lo demostró la prudencia con la que contradijo al presidente Petro en este tema.
Y así llegamos más fácil a la Cumbre Amazónica, que en la práctica resultó una reunión de COORDINACIÓN entre diferentes oficinas nacionales con preferencia brasileñas, no solo de investigaciones de todo tipo, negocios, inversiones, etc, sino de coordinación de ejércitos nacionales (financiados no sabemos por quién) de los países amazónicos mentados para hacer cumplir una ley general con las leyes nacionales relacionadas, desde un centro de mando indeterminado. Lo que nos permite preguntarnos ¿Será acaso, desde las bases peri-amazónicas del US Army, citadas arriba?
Con lo anterior podemos decir que el capitalismo del siglo XXI, a pesar de las serias y muchas dificultades por las que atraviesa actualmente en todo el globo, y de que el Hegemón unilateral actualmente dominante de EEUU se decidiera por una “transición hegemónica caótica” (Arrighi), con la ilusoria pretensión de parar el curso de la historia y detener la infinidad de contradicciones que él mismo con su saqueos y explotaciones sangrientas ha producido; no tiene en la actualidad un rival, una potencia o un grupo de potencias, que pretenda reemplazarlo como Modo de Producción dominante.
China Rusia, o cualquier otro país agrupado en alguno de los bloque de países que están surgiendo con el avance del llamado multicentrismo o multilateralismo, India, Brasil, Sudáfrica, Irán, países del Pacifico sur, Arabia Saudita y emiratos petroleros, etc, etc, son sociedades de masas con Estados capitalistas que ni por asomo piensan cambiar el capitalismo dominante. Cuando mucho, a barnizarlo, adecuarlo o actualizarlo, y a eso, hemos asistido en la comentada Cumbre Amazónica que acaba de pasar. A ver la adecuación coordinada de las instituciones de los países suramericanos reunidos, a las necesidades del capital financiero global en busca de inversión en la amazonía, en un nuevo ciclo que ya se ha predeterminado la ley general de acumulación del capital.
En contrapartida, y esto es lo optimista, también asistimos al aumento consiente y también coordinado de los movimientos sociales y de masas en RESISTENCIA contra del destino de saqueo sangriento y explotación, incluso militar criolla, que ya predeterminó el capital global del imperialismo para nuestros exprimidos pueblos.
Notas
(1) https://www.youtube.com/watch?v=IP3JAHi5gsk
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