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La OTAN y lo que nos faltaba

Fuentes: Rebelión

No supera la endeudada y dolorida Colombia su conflicto armado interno y ya le andan buscando problemas mayores al matricularla en la OTAN, una alianza militar ofensiva cuyo propósito -tras la Cumbre del 2010 en Lisboa- es asegurar para los Estados Unidos el acceso a los recursos naturales ya escasos, como minerales, agua dulce, gas, […]

No supera la endeudada y dolorida Colombia su conflicto armado interno y ya le andan buscando problemas mayores al matricularla en la OTAN, una alianza militar ofensiva cuyo propósito -tras la Cumbre del 2010 en Lisboa- es asegurar para los Estados Unidos el acceso a los recursos naturales ya escasos, como minerales, agua dulce, gas, petróleo y biodiversidad. Para eso llenaron a Colombia de bases militares imperiales.

El gobierno de nuestro premiado Presidente Juan Manuel Santos avanza con desgano en el cumplimiento de los acuerdos con las FARC y en el combate a los paramilitares, dilata el inicio de los diálogos con el ELN, ni siquiera los autoriza con el EPL, no acepta reducir el tamaño del ejército para dedicar esa plata a construir paz es decir justicia social, pero se muestra culipronto para poner el ejército colombiano a las órdenes de la alianza guerrerista llamada OTAN siguiendo «el ejemplo de España» según animó en el 2015 Félix Sanz Román, director del Centro Nacional de Inteligencia español en su conferencia «Qué puede aportar la OTAN a los países iberoamericanos.»

Pues bien. Hagámosle caso. Preguntémonoslo.

¿De qué les servirá a las gentes de Colombia que no sea fuente de nuevos y mayores quebraderos de bolsillo y de cabeza el que su ejército ingrese a la alianza militar que destruyó Siria, Iraq o Libia?

En materia de aprendizaje no mucho. En realidad nuestros «héroes» están para dar clases en materia de cómo masacrar civiles. Ahí están las once condenas de la Corte Interamericana de Derechos Humanos contra el ejército y contra el gobierno por crímenes de lesa humanidad y los procesos en la Corte Penal Internacional por los genocidios sindical y político y por los «falsos positivos».

En cuanto a construir justicia social que es una prioridad a gritos en Colombia, no aportará nada meterse a la OTAN, pues de ahí vendrán nuevos y mayores gastos para sumar a los que deja el Plan Colombia y el Plan Patriota. Ya es gigantesco el gasto en Defensa y toca es pensar en podar mejor que en mantener a centenares de miles de soldados y oficiales ociosos, pues se supone que Colombia ya disfruta de la paz según su Nóbel-esco Presidente.

Esa plata tendría mejor destino en programas de reforma agraria, de salud, de nutrición, de saneamiento básico y de educación pública que son gastos más urgentes y más dignos que el de convertir a los soldados de la patria en mercenarios a las ordenes de los Estados Unidos para beneficio de sus multinacionales.

Tampoco servirá la OTAN para mejorar las relaciones con los países de América que se preocupan al ver que Colombia va camino de incumplir la Declaratoria que suscribió en el 2014 como parte de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, que los compromete a mantener a Sur América como Zona de Paz y de Cooperación al firmar » Nuestro compromiso permanente con la solución pacífica de controversias a fin de desterrar para siempre el uso y la amenaza del uso de la fuerza de nuestra región… El compromiso de los Estados de la región con el estricto cumplimiento de su obligación de no intervenir, directa o indirectamente, en los asuntos internos de cualquier otro Estado y observar los principios de soberanía nacional, la igualdad de derechos y la libre determinación de los pueblos… El compromiso de los pueblos de América Latina y el Caribe de fomentar las relaciones de amistad y de cooperación entre sí y con otras naciones, independientemente de las diferencias existentes entre sus sistemas políticos, económicos y sociales o sus niveles de desarrollo; de practicar la tolerancia y convivir en paz como buenos vecinos…»

Hoy los países hermanos que vieron a Juan Manuel Santos firmar esa Declaración de Paz se inquietan ante la perspectiva de que metan a Colombia en otro berenjenal sangriento convertida en «el Israel de Nuestra América», en un matón de barrio, en una nación belicosa, agresiva con el vecindario, envalentonada por el apoyo de los Estados Unidos frente a sus países hermanos que buscan el bienestar de sus pueblos y que se niegan a seguir siendo el patio de minas y de letrinas de los «mechimonos».

Ya el ejército colombiano es una fuerza de tamaño descomunal dedicada a cuidar los intereses de grandes empresas extranjeras que se benefician del terror y del despojo de las tierras campesinas, indígenas y negras, y que actúa con la agresividad de un ejército de ocupación frente a sus humildes compatriotas desarmados y empobrecidos. Por lo mismo da rabia y vergüenza que los alisten para golpear también a los pueblos hermanos de Centro y Sur América, reencauchando las mentiras con las que invadieron a Iraq, o el cuento chimbo de una guerra contra el narcotráfico que sólo la libran en casa ajena.

Lo que nos faltaba

A mediados de abril del año pasado en visita a Juan Santos en Bogotá la señora Rose Gottemoeller, Subsecretaria de Control de Armas y Seguridad Internacional del Departamento de Estado de Estados Unidos, le ofreció oportunidades de participación regional y mundial al ejército colombiano como apéndice del aparato militar de los EUA en lo que llaman «misiones de paz».

Ante semejante despropósito el Observatorio de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia en el artículo «Cooperación Estados Unidos-Colombia. Nuevos retos ante un escenario de posconflicto» alerta del inicio de un nuevo capítulo en las relaciones con EUA al que han llamado ‘Paz Colombia», y que incluye la profundización de la intervención estadounidense «no solo en asuntos militares sino una inclusión en temas internos claves del posconflicto, como la reforma agraria, la justicia, el desarrollo sostenible y la desmovilización». «El compromiso de EUA es impulsar en la prensa mundial una buena imagen del país y perfilarlo como un país seguro y atractivo para la inversión, permiten que tal cooperación sirva al país norteamericano para desarrollar sus planes político-económicos en el país, y encontrar en Colombia un aliado estratégico y con experiencia en defensa que pueda hacer frente a los desafíos regionales e internacionales actuales en materia de seguridad».

Nos quitan sin siquiera consultarnos las esperanzas de vivir en paz pues ahora el ejército colombiano ya no sólo agrederá a su pueblo, seguirá defendiendo intereses foráneos pero fuera de las fronteras, hasta tal punto que la señora Gottemoelle se refiriere a Colombia como «el embajador de Estados Unidos en Latinoamérica», con el papelón de ser otra ficha del juego estratégico estadounidense dirigido a un mayor control militar sobre Colombia y sobre América Latina.

Ese tipo de injerencia que ahora implica una nueva tarea bélica para nuestro pueblo es presentado como «cooperación» y lo será, pero es una cooperación indeseable pues embarca a los soldados de Colombia a guerrear ahora también fuera del país, como ya hace España con los soldados colombianos enviados a morir bajo su bandera en Siria, Líbano, Cabo verde, Senegal, Bosnia, Somalia, República Centro Africana, Iraq, Afganistán y en otras «misiones de paz.»

Meternos en la OTAN mientras bailamos por la paz es la fórmula de los EUA para bloquear por la fuerza el incremento de las relaciones económicas de América Latina con Rusia y con China, pues resulta que ahí ya no les gusta tanto el libre comercio a los gringos.

Según el objetivo de los pacificadores de la OTAN el libre comercio es sólo con ellos y en su beneficio, y las riquezas de nuestros países son para los EUA o nos invaden y nos matan en nombre de la libertad y de la democracia.

Visto lo visto y viendo lo que viene, mejor será repetir con el tuerto López:

«!Viva la paz, viva la paz!»…

trinaba alegremente un colibrí de flor en flor…sentimental sencillo, Y el pobre pajarillo

trinaba tan feliz sobre el anillo

feroz de una culebra mapaná.

Mientras en un papayo

reía gravemente un guacamayo

bisojo y medio cínico:

-¡Cuá, cuá!».

Javier Orozco Peñaranda. Coordinador Programa Asturiano de Derechos Humanos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.