Guadalajara.- En entrevista exclusiva con teleSUR, José Palomo revela una epifanía, la última caricatura antes del exilio fue: «Una anticipación, en mi mesa de trabajo tenía una página de dibujos sobre los allanamientos ilegales que estaban haciendo las Fuerzas Armadas de Chile, sin avisar entraron en mi casa las fuerzas de orden del Cuarto Reich, […]
Guadalajara.- En entrevista exclusiva con teleSUR, José Palomo revela una epifanía, la última caricatura antes del exilio fue: «Una anticipación, en mi mesa de trabajo tenía una página de dibujos sobre los allanamientos ilegales que estaban haciendo las Fuerzas Armadas de Chile, sin avisar entraron en mi casa las fuerzas de orden del Cuarto Reich, ataviadas de verde paco, y como señalaba en el dibujo, sin orden legal de allanamiento se convirtieron en los primeros lectores de esa página». Desde entonces vive entre México DF y Santiago de Chile, y el 5 de diciembre la Feria Internacional del Libro de Guadalajara brindará el Homenaje de La Catrina a Palomo, durante el Encuentro Internacional de Historieta.
Autor de Literatos (Fondo de Cultura Económica, 2007), José Palomo es caricaturista, en exclusiva, de El Clarín de Chile; ha colaborado en La Jornada, unomásuno, Punto Final, El Universal de México, El Siglo, La Chiva, Puro Chile; Humor de Baires, O Pasquim; El Jueves; entre otras publicaciones de humor gráfico; además ilustró la portada del disco «Canto por travesura» de Víctor Jara (se hicieron amigos cuando el artista gráfico cursaba la carrera de escenografía en la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile y el cantautor de «Te recuerdo Amanda», era actor y director de teatro); sin embargo, Palomo es conocido por la creación de una de las historietas más polémicas y leídas: El Cuarto REICH; atento lector de la obra de Casimiro Casipienso, un especulador de la palabra: «La pobreza se hace desaparecer con dinero guiado por el interés común. El dinero guiado por el interés privado, sin regulación, en plan capitalismo salvaje, empobrece todo lo que encuentra a su paso»
MC.- ¿Entre Literatos, las palabras valen más que mil imágenes?
JP.- No estoy muy seguro de esa cotización. Lo importante de Literatos (FCE, 2007) es la recopilación de humor publicado en los espacios más escasos en cualquier revista o periódico: Las páginas culturales. Proponer un espacio y mantenerlo es una lucha constante más aún en un tema como el literario. Hacer humor con el mundo de los escritores y los lectores está limitado por el nivel de lectura del lector que, en nuestros países, es lamentablemente bajo. Hay una gran cantidad de material que queda sin publicar por parecer demasiado elitista, sólo para iniciados. En ese sentido trabajo en la frontera de los programas educativos. A partir me allí me adhiero a cuanta iniciativa surja que incentive una de las herramientas fundamentales para enriquecimiento y desarrollo de la imaginación, la lectura.
MC.- ¿Cuál es la importancia de la literatura dentro del humor gráfico?
JP.- Uno tiene que fabricar imágenes y mientras más imágenes incorpore a su archivo mental más posibilidades creativas tendrá. Leo poesía porque en la buena poesía hay abundancia de imágenes y porque el lenguaje poético es más preciso que el lenguaje matemático. Ver cine o TV da imágenes finales ya hechas, la lectura te brinda la posibilidad de ejercitar la imaginación, todos tenemos un Quijote o un Robinson Crusoe, o un dinosaurio sugerido por el cuento de Tito Monterroso que sólo está en nuestro cacumen y en el de nadie más.
MC.- ¿Cuándo decides esta opción «poco seria» de la caricatura?
JP.- Creo que no decidí yo, decidieron el lápiz y el papel que nunca me faltaron. Conté siempre con el apoyo de mis padres. No hay que ser muy astuto para asumir que algún defecto o cualidad debía tener ese niño al que le gustaba rayar papeles todo el tiempo. Desde que me conozco, como dicen mis amigos argentinos, dibujo. Y recuerdo que en vez de tomar apuntes, sobre todo en clases de historia, hacia una alegoría, una imagen que resumiera lo dicho en clases por el maestro. Lo interesante es que al estudiar sólo bastaba con ojear las imágenes que funcionaban un poco como el método usado por Giordano Bruno, a quien le motejaban de «enciclopedia ambulante» por su inmensa capacidad memorística. Me cuidaba de no dibujar a los profesores porque cada vez que lo hacia se quedaban con los dibujos y yo sin material de estudio.
MC.- El literato, caricaturista y Subcomandante Marcos ha calificado al Cuarto Reich de «excelente tira cómica que hace, o hacía Palomo»; comparto la idea del Sup, sin duda, la tira de El Cuarto REICH es mi historieta preferida y se quedó en el imaginario la idea de que todavía la dibujas, ¿qué representa El Cuarto Reich?
JP.- El Cuarto Reich no es una idea original. Concurren muchos autores. De hecho los, nazis soñaron luego del Tercer Reich con uno para América Latina, el Cuarto Reich. El Pentágono y las multinacionales, ayudados por la dupla de asesinos seriales Nixon & Kissinger, instauraron en los años sesenta, para que no cundiera el mal ejemplo cubano, las dictaduras militares como solución a nuestros problemas (sic).
El Cuarto REICH es cualquier sitio en un lugar indeterminado, es una propuesta para meditar lo ocurrido con los habitantes, o lo que queda de ellos cuando los vapulean los paradigmas y las soluciones políticamente correctas diseñadas por los países ricos. Un mundo ya no dividido en la vieja dicotomía de explotadores y explotados, sino en acreedores y deudores o la más posmoderna de: consumidores y consumidos. Es una tira que surge en plena Guerra Fría en la que había dos sistema: el sistema socialista, donde nadie era dueño de nada porque el dueño de todo era el Estado y el sistema capitalista, en que nadie era dueño de nada porque, Jefferson nos lo había advertido, el dueño de todo eran los bancos. La idea de propiedad es una celestial mafufada y la crisis financiera nos ha mostrado la verdad de la milanesa.
MC.- ¿Cuál fue el tema de tu última caricatura antes del exilio?
JP.- Un dibujo de anticipación, en mi mesa de trabajo tenía una página de dibujos sobre los allanamientos ilegales que estaban haciendo las Fuerzas Armadas de Chile, sin avisar entraron en mi casa las fuerzas de orden del Cuarto Reich, ataviadas de verde paco, y como señalaba en el dibujo, sin orden legal de allanamiento se convirtieron en los primeros lectores de esa página.
MC.- ¿Tiene alguna utilidad la caricatura?
JP.- La palabra caricatura viene, parece, del latín «caricare», es decir, cargar, acentuar, subrayar para poner en evidencia, para mostrar, es una actitud. Puede haber caricatura musical, Les Luthiers; caricatura en la pintura, Il Bosco; el propio Bruegel, y la involuntaria caricatura de los políticos. Por ejemplo: la invasión de la isla de Granada por Estados Unidos por sentir amenazada su seguridad nacional es de azote; o la célebre caricatura de Henry (SOB) Kissinger usando la metáfora de Richard (SOB) Nixon sobre el gobierno de Salvador Allende y explicar por qué promovió su derrocamiento al decir: «no podíamos permitir que America Latina se convirtiera en un sándwich rojo (Red Sándwich) hecho entre la Cuba de Fidel y el Chile de Allende», a lo que David Frost preguntó de sobrepique: «En ese sándwich, ¿no le parece demasiada hamburguesa para tan poco pan?»
MC.- ¿Cuántas emociones recorren la tinta de tus venas, a un par de días del Homenaje en el Auditorio Rulfo de la FIL Guadalajara?
JP.- Estoy feliz, La Catrina es un reconocimiento importante, creado por la Universidad de Guadalajara para el Encuentro Internacional de Historieta que el Centro de Arquitectura, Arte y Diseño organiza dentro de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
MC.- Sabemos de tu entrañable amistad con Augusto Monterroso, ¿cómo fue tu relación con Rulfo?
JP.- No muy diferente de cualquier lector que lea a Rulfo, en la prosa de Rulfo no falta ni sobra nada. Ése es el canon que nos dejó. Escribió poco porque pensó, masculló, corrigió mucho; se lee sin fatiga, es como respirar en un bosque luego de la lluvia. Sería interesante lograr dibujar con esas condiciones, economía de medios con máxima expresión. El pié forzado de Mies van der Rohe: «más con menos».
MC.- El 12 de mayo de 2008 iniciaste una serie gráfica sobre el Caso Clarín de Chile y has continuado con un poco de miscelánea periodística chilensis, ¿cómo vives tu nuevo papel de colaborador en Clarín.cl?, ¿es un regreso a casa?
JP.- En un bello artículo de la revista Time hace años, se preguntaba qué era «home», el hogar para los pueblos nómadas en África, Europa y América. Después de describir los paisajes del pueblo natal, su clima, su flora, su fauna terminaban todos aceptando que el hogar estaba entre las paredes de la caja craneana. «Es cosa mental» como decía Fellini. Lo de Clarín Chile es sumar esfuerzos para reconstruir el arco de opinión de la prensa que tuvimos en tiempos democráticos.
MC.- Al salir de Santiago de Chile, ¿qué repercusiones observas en tus dibujos y en tu vida personal?
JP.- Los griegos tenían una pena superior a la pena capital: el exilio. El cambio es total y condiciona todo. Los romanos, más tarde, inauguraron las migraciones modernas cuando pusieron la señal de tránsito que hoy guía a los que no logran ubicarse en el modelo económico: UBI PANIS IBI PATRIA (donde hay pan hay Patria).
MC.- León Gieco «Sólo le pide a Dios: que la guerra no me sea indiferente/ desahuciado está el que tiene que marchar/ a vivir una cultura diferente». ¿El exilio es un aprendizaje?
JP.- Aprendí muchas cosas desde muy temprano, creo que siempre viví entre emigrantes forzados, exiliados, trasterrados por diferentes motivos. Mis abuelos paternos llegaron a Chile desde algún lugar de Castilla en 1914 empujados por la crisis y el hambre. Cuando empecé la primaria era común ver a gente de aspecto extraño, hablando diferente deambulando por las calles. Eran los refugiados, los trasterrados de la guerra. Un grupo de aviadores alemanes se instalaron con una mueblería de alta calidad al lado de la miscelánea de mi abuela. Llegaban con sus casacas de cuero negro y sus potentes motos. El más viejo de ellos y el más pobre vivía en el taller. Después de darle a la pelota de trapo íbamos a verle y él aprendía nuestros nombres y nosotros algunas palabras en alemán. Acompañado de una botella nos contaba historias con muy pocas incrustaciones de palabras en español, no entendíamos nada, pero algo nos trasmitía porque siempre terminaba llorando. Para un niño, no hay nada más impresionante que ver a un viejo llorar desconsoladamente. Mucho después supe que tenía motivos más que suficientes para llorar como lo hacía. Ya en los años sesenta, vi que en mi tierra se hacía honor a la letra del Himno Nacional: «el asilo contra la opresión» y llegaron argentinos, uruguayos, paraguayos bolivianos y peruanos empujados por las dictaduras que el Departamento de Estado, como consta en actas del Senado estadounidense, impuso como solución para mantener el «statu quo» que les era muy rentable. Las cifras oficiales de organismos internacionales decían que por cada dólar invertido, las trasnacionales se llevaban cuatro. Una balanza de pagos «políticamente correcta» para algunos doctos cientistas políticos que nosotros, ígnaros, que apenas contábamos con los rudimentos de la suma y la resta nos parecía indignantemente injusta. A través de mi vecino, conocí a mis amigos exiliados brasileños, varios de los que hoy integran el gobierno de Lula. Ellos me fueron señalando los síntomas que, a su juicio, terminarían en un golpe de Estado. Me enseñaron que había que tener una maleta con lo elemental para salir en el momento que las circunstancias indicaran.
Cuando llegué a México por lo acontecido en nuestro September Eleven (11S/73) recibimos la solidaridad del pueblo mexicano, y las diferentes colonias de trasterrados que habían llegado antes al valle de Anahuac. Mientras algunos de los nuestros recibían ropa, medicinas, el afecto y la comprensión para empezar a pisar suelo lejano recibí una indicación de una compañera. Tenía que ir a una habitación en el quinto piso del hotel que nos recibió en la calle Luis Moya. Nos acomodamos unos quince chilenos para escuchar a tres personas mayores, tres doctorados en exilio que recibían a esta promoción de aprendices recién llegados desde el cono sur. Un español, un alemán y un brasileño, Francisco Juliao, el líder de las ligas campesinas en el nordeste brasileño, único nombre que recuerdo. Fue una de las conversaciones más provechosas, más oportunamente necesarias, que he tenido en mi vida. Nos fueron detallando segundo a segundo, minuto a minuto lo que nos iba a pasar como trasterrados, este vivir partido en dos, este vivir entre la rebeldía y la resignación, las incomprensiones, las penas y las alegrías con las que tendríamos que batallar en las horas, los días, los meses, y los años por venir.
MC.- ¿De qué forma ha influido México en vos?, y hablando del ámbito profesional realizado en México, ¿de qué estás orgulloso?
JP- México está presente en mi desarrollo desde muy temprano. Estudié pintura y dibujo en la Escuela Experimental Artística de la Universidad de Chile, fundada por un grupo de pintores y profesores que estudiaron en México. La particularidad es que, partías la jornada en dos, aula en la mañana y taller en la tarde. Egresabas con una formación académica con 18 años. Quizás lo más importante ha sido el haber participado, junto a un afiatado equipo de maestros mexicanos y latinoamericanos, en la ilustración de los 16 tomos de los libros de PRIAD (Primaria Intensiva Para Adultos) para el CEMPAE de la SEP (Ministerio de Educación). Era un sistema que permitía reincorporar a quienes, por diferentes motivos, habían desertado de la educación primaria. La idea era que, al cabo del curso, los alumnos obtuvieran el certificado de educación primaria y pudiesen optar a mejores condiciones de vida. Los libros tuvieron dos o tres ilustraciones por página en un total de 200 o 300 páginas y si a eso agregamos el tiro de las múltiples ediciones, llegamos a un total estimado de 30 o 40 millones de ejemplares. Este trabajo mereció dedicar unos 9 años y recorrer casi toda la República para entrevistar a los usuarios y conocer el mosaico cultural mexicano casi al completo.
En Zihuatanejo, balneario de la costa del pacífico, vimos al cuidador de las cabañas que ocupábamos metido en la lectura de su libro de matemáticas. Nos dijo que preparaba su lección para dar examen ese día ante su grupo de trabajo en la PRIAD. Al preguntarle si funcionaban los libros en texto e imagen, dijo que no entendía algunas cosas. Que había cálculos que no tenían que ver con la realidad. «Mire, aquí dice que debemos saber distribuir mejor nuestro tiempo. Que hay que tener 8 horas para trabajar, 8 horas para estar con la familia y estudiar, o jugar, o leer y 8 horas para dormir, descansar y reponer fuerzas. Pero esos números no me cuadran, mire, vea, yo me levanto para ayudar en la cocina a preparar el desayuno de los huéspedes, luego voy a la tlapalería (ferretería) del patrón y allí estoy hasta que me voy a la construcción de otro grupo de cabañas que el patrón tiene un poco más al norte y de allá me vengo a hacer de vigilante nocturno de estas cabañas. No me cuadran los números. No me alcanza el tiempo para estar con la familia y para descansar». Le preguntamos qué había que corregir: ¿el libro o la realidad?, fue la pregunta para llevar a su grupo de estudio.
Que un solo mexicano haya podido aprender las cuatro operaciones matemáticas con ayuda de mis dibujos ya es una recompensa que no tiene parangón en mi experiencia de vida. «Un motivo especial de satisfacción es que uno de mis libros para niños, Matías y el pastel de fresas (sin salir en forma comercial), integra en sucesivas ediciones (cada reimpresión es de 500.000 ejemplares) el catálogo de las bibliotecas infantiles a cargo del Ministerio de Educación en México.
MC.- Finalmente, a nivel periodístico, ¿cuál ha sido la mejor experiencia?
JP.- No soy bueno para hacer recuentos ni balances, pero hay momentos de epifanía. Quizás el haber trabajado con el mejor editor que tuvo mi generación: Don Julio Lanzarotti, cuando llegó René Silva Espejo (director de El Mercurio), en latente quiebra técnica, pidiendo ayuda para el decano y ofreciendo la posibilidad de hacer un suplemento cultural, sin ninguna ingerencia editorial de los dueños del decano. Así nació La Revista del Domingo, La más exitosa experiencia de periodismo cultural en la prensa de habla hispana. Fue una inyección de talento, prosa de gran calidad y lo más interesante para la familia Edwards moneditas contantes y sonantes, que sacaron al decano de su quiebra y lo llevó a tirajes de locura, más de un millón de ejemplares en la edición nacional si llevaba La Revista del Domingo dirigida por don Julio Lanzarotti y con un diseño de gran fuerza innovadora a cargo de Hervi. Don Julio Lanzarotti logró meter en el sobaco de la mayoría de los torrantes que veraneaban el libro de la Revista del Domingo, un ladrillo lleno de puzzles, juegos, propuestas de lectura, temas que daban cuenta de la revolución tecnológica que se nos venía encima, humor, es decir, puro filete cultural. Hay que tener un corazón de piedra para no enternecerse al recordar a parlamentarios, peluqueros, vendedores de electrodomésticos, o viejas pechoñas (esa gente que hoy sólo se nutre con la expresión intelectual del Kike Morandé). Todavía es posible oír a los bolitrancas de siempre decir que «la izquierda no sabe hacer periódicos». Lo que hay que asegurar es que el avisaje fiscal, producto del dinero de todos los chilenos, sirva, como en Francia, para subvencionar a la prensa democrática.
El haber integrado el grupo (con Alberto Vivanco, Pepe Huinca y Hervi) que fundó La Chiva. La revista de gran éxito editorial pero sin ningún éxito económico. No tuvimos la bendición de un avisito de publicidad fiscal, que nos hubiese prolongado la vida. Pero hacer humor en el único país que no tiene carnaval en América Latina, es algo más que difícil. Ziraldo, el gran dibujante brasileño, me preguntaba: ¿cómo era posible vivir en un país que no tiene carnaval?, ¿qué paso en la batalla entre Don Carnal y Doña Cuaresma? No me quedó más que informarle la cruda realidad: ganó la Cuaresma por goleada. Un país con la población más descreída de Latinoamérica donde los curas no están en sus parroquias sino en sus canales de televisión y sus radios.
Quizás el haber tenido la suerte de estar en un ambiente de gran entusiasmo participativo, de creatividad colectiva, a todos los niveles, como fue el gobierno de la Unidad Popular. Había tanto para hacer, lo más estimulante era ver a la gente más retraída, preguntando si había algún lugar dónde echar una mano. Es lo que explica, en parte, que funcionara un gobierno al que la dupla SOB Nixon Kissinger no permitió la entrada de un puto dólar. El gobierno de Allende no incrementó la deuda que dejó el gobierno de Frei Montalva. Gran detalle que se olvida en todos los análisis. Incluso esos que hacen algunos ‘líderes’ renovados después del plañidero «mea culpa» de rigor. Fue un gobierno exitoso, de otra manera no se explica la ferocidad de la derecha en el poder aplicando la fuerza militar. Mil días que aún hoy son motivo de estudio e inspiración en el renacer de una auténtica izquierda antilibremercachifle en el mundo. Ponerle un ‘cuatshro’ es sólo muestra de ignorancia política.
«Me tocó en suerte participar en el diario El Día de Don Enrique Ramírez y Ramírez y participar en reuniones de pauta, donde intervenía solo con mis orejitas, muy atentas. Allí me di cuenta que lo que se llama La Patria Grande es más grande y vasta que la que se vislumbra desde nuestra islita chilena. Y había que oír los planteamientos de los integrantes de esa mesa: Rodolfo Puiggrós, Rector de la Universidad de Buenos Aires; Samuel Lichtensztejn, Rector de la Universidad de Montevideo; Francisco Juliao, dirigente de las ligas campesinas en Brasil; y periodistas exiliados españoles, periodistas mexicanos, guatemaltecos, panameños, bolivianos, etcétera.
Tuve el honor también de participar en la fundación de varios periódicos, en el que quiero destacar la fundación de unomásuno. Fue un relumbrón democrático, la manifestación más rica y variada de información y la creación de un público lector más involucrado y participativo. Un tipo de periodismo que influyó en el surgimiento de varios periódicos en el continente. Para muestra un botón: el director de Página 12 (Argentina), Ernesto Tiffenberg, trabajó en los inicios de unomásuno; el director fundador de La Jornada (México), Carlos Payán también trabajó en unomásuno. Tuve la buena fortuna de trabajar con lo mejor del periodismo argentino, con reporteros, dibujantes e ilustradores en El Periodista, de ediciones La Urraca, del lamentablemente fallecido recientemente Andrés Cascioli. Camino de la escuela primaria recuerdo haber tenido en mis manos el primer número de una revista con tinta azul y roja, y llena de monos que contaban las historias de una pandilla futbolera «Barrabases». Un exitazo editorial nunca antes visto. Era la cima del iceberg, que conformarían incontables títulos de revistas: El Pingüino, Novedades, Flash, etcétera, creados por el más exitoso editor que hemos tenido, Guido Vallejos, donde encontraron lugar para desarrollarse profesionalmente la mayoría de los periodistas de la época. Allí lograron mostrar su talento buena parte de los mejores dibujantes nuestros, en su representación, citaré solo a tres para no dejar a nadie afuera: Pepo, Nato y Themo Lobos. Hay que mandar un tsunami de pasas a los chiquillos de la comisión del Bicentenario para que la República le rinda un justo y merecido homenaje en Chile. Mario, hay mucho más por conversar pero no tenemos mucho tiempo y espacio.
*Se publica en El Clarín de Chile con autorización del autor y de teleSUR
Fuente: http://www.telesurtv.net/