Todo concepto, toda definición, es un constructo social, una creación cultural, tiene que ver los con los usos y el significado que le dan grupos sociales o sociedades determinadas. Son «verdades» que viven en las mentes de la gente o del pueblo. Todo concepto no solo es social, también es político, es ideológico, un ejemplo […]
Todo concepto, toda definición, es un constructo social, una creación cultural, tiene que ver los con los usos y el significado que le dan grupos sociales o sociedades determinadas. Son «verdades» que viven en las mentes de la gente o del pueblo.
Todo concepto no solo es social, también es político, es ideológico, un ejemplo atingente, ¿porque la idea de Patria chilena y no de Matria chilena? Se podría polemizar sobre el particular, especialmente hoy, cuando hay nuevas deliberaciones en torno a lo femenino.
Las ideas son disputas políticas, que son parte de los sustentos de las luchas y confrontaciones por hacer hegemónicas ciertas cosmovisiones ideológicas en la sociedad. La historia oficial la hacen los vencedores, las ideas imperantes también son expresiones de poder, dominación, y por tanto de violencia e imposición, donde los oprimidos intentan desde la resistencia, también contar su verdad. Es muy distinta la historia que cuenta España, sobre el llamado descubrimiento de América, a la historia que cuentan los pueblos originarios.
Es evidente que las clases dominantes en Chile y las diferentes élites de poder, desde inicios de la creación del Estado Chileno, fueron forjando una idea de Patria, asociado a un tipo de Estado Oligarca y patronal, que con el tiempo derivó en Burgués. Junto con dicha construcción, también sociológicamente fue forjando ideas sobre la chilenidad, ligada a las instituciones permanentes del Estado, en especial del Ejército, que se autodefine como «el alma de Chile» o la «reserva moral de la nación».
La invocación «patriótica» que realizó la Junta de Gobierno en el golpe terrorista de 1973, era salvar a la Patria y las tradiciones chilenas. En el artículo 1 del Decreto ley que establece la constitución de la Junta de Gobierno dice que las FFAA «…representa la organización que el Estado se ha dado para el resguardo y defensa de su integridad física y moral y de su identidad histórico-cultural», mas adelante agrega justificando el golpe que tienen «el compromiso de restaurar la chilenidad» y que es la «única forma de ser fieles a las tradiciones nacionales, al legado de los Padres de la Patria y a la historia de Chile».
¿Pero qué es la chilenidad?, como muy bien lo refleja el libro del sociólogo Jorge Larraín en «Identidad chilena», pueden haber variadas respuestas, de acuerdo a los relatos construidos por distintos grupos sociales, relatos además que se van modificando en el tiempo. Relatos vivos, agregamos nosotros, con una alta carga política.
Para cierto sector de «nacionalistas», el origen de la chilenidad, lo cual nos hace muy diferentes de nuestros vecinos, es la fusión de carácter «virtuosa», entre dos «razas», la mapuche y la castellana (España), dos «razas» guerreras, que dio origen a la «raza» chilena. Y así, hay distintas respuestas, de acuerdo a las narrativas existentes, relatos, que pueden ser hegemónicos en un momento histórico, luego debilitarse y posteriormente aparecer nuevamente con fuerza. Es decir, hay lucha, confrontación en el plano de la ideas, en el plano cultural, como un aspecto más de la lucha de clases o entre sectores de clases y/o entre pueblos.
Desde el mundo popular, con elementos de contra hegemonía, también se fue construyendo, no de manera pura o idílica, una visión de Patria basada en las vivencias sociales y de crítica al actuar de la oligarquía chilena, a las instituciones del Estado, como el Ejercito y las enormes matanzas contra obreros, pobladores o contra los pueblos originarios.
Nacieron relatos desde el pueblo, contra los ricos, las clases dirigentes y contra las injusticias que ellas generaban. Esta visión crítica e incluso de rechazo no implicaba dejar de sentirse chilenos o chilenas. En esos relatos disconformes con lo oficial, también hubo sentimientos e ideas, como las anarquistas, indigenistas o de cierto tipo de marxismo, que negaban y niegan la validez de la Patria como un posible ideario de lucha social o de liberación nacional y popular.
El propio Luis Emilio Recabarren, padre del movimiento obrero chileno, decía el 16 de septiembre de 1905 en el «Proletario» de Tocopilla: «¿Qué patria tenemos nosotros que no poseemos un solo pedazo de suelo, ni un techo donde descansar? ¿Qué libertad tenemos nosotros que no podemos andar, comer, gozar, ni trabajar sino bajo el peso de leyes abrumadoras y pesadas?»
En las apreciaciones distintas a la visión oligarca de Patria, aparecieron disputas de compresión o concepciones muy diferentes a las de las clases dominantes sobre soberanía nacional; lo cual también implicaba o implica que tipo de relación tenemos con los otros pueblos latinoamericanos. Es tan la importancia de cuál es el concepto de soberanía, que implica considerar a nuestros vecinos como enemigos o hermanos.
Las visiones «desde abajo» de carácter popular llegaron a penetrar, incluso, a sectores no mayoritarios de las propias fuerzas armadas y, por tanto, afectaron la dependencia que esas instituciones tenían con el imperio norteamericano. Un punto alto en esto fué Carlos Prats González, quien fuera Comandante en Jefe del Ejército en el gobierno de Salvador Allende; Prats, que llegó a concordar con la tesis de que el Estado es siempre un Estado clasista, escribió: «Es incuestionable que el estado representa los intereses del sector que domina la sociedad. Por ello es que los sociólogos señalan que el estado no puede ser neutro, sino el centro de poder de la clase hegemónica». El general no tenía dudas acerca de cuál era esta clase, denominándola, «alta burguesía» o «burguesía oligárquica y monopólica». (Prats, un proyecto inconcluso, ediciones ICAL, 1995).
La cultura, en especial la popular, fue clave en la construcción de lo que podríamos llamar «la patria popular». Neruda y Mistral, nuestros premios noveles, se podrían citar como ejemplo, llenos de contradicciones, pero que sentían una patria ligada al pueblo y no a las clases dirigentes, en especial Neruda, en su Canto General (1950). Quizás el punto más alto fue Violeta Parra (chilena universal), quien critica profundamente las visiones oligarcas y por otro lado alaba las expresiones de carácter popular en todos los ámbitos que se dan en el seno de la cultura popular. Como diría uno de sus admiradores, «Violeta Parra es como la cordillera y el mar: siempre nos está rodeando. Todos alguna vez escuchamos Violeta Parra y quedamos locos. Y el que no, lo pasaría al tribunal de honor para ver si es chileno».
Existe en nuestra historia, en nuestras vivencias colectivas, como trabajadores, como pueblos que habitan este territorio, una visión de lo que es la patria, es una visión muy distinta a la visión oligarca. Hay una Patria popular, antagónica a la patria oligarca, creemos que es una expresión más, con todas sus complejidades, de la lucha de clases, de la lucha entre «ricos y pobres». Es un «sincretismo», así como la religión católica, que llegó con el imperio español a imponer su visión de mundo a los pueblos originarios, ese mundo dominado, torturado, ya mestizo, la trasformó en algo liberador, que con el tiempo parió la «teología de la liberación», tan latinoamericana.
La patria oligarca, la que creó la fantasía del «roto chileno», bravo contra nuestros vecinos y dócil frente al patrón, ha levantado la idea de que somos especiales en la región, superiores al resto de los sud-americanos. Es una cosmovisión que le tiene fobia al indio, al pobre, al mestizo. Es una visión de creerse los «ingleses» o «suizos» del continente. Es la visión en las que se han basado las FFAA y de Orden chileno, para escoger a los oficiales más blancos, para enviarlos al norte para marcar una supuesta diferencia «racial» con nuestros hermanos bolivianos o peruanos. Es el intento de borrar de la historia el papel de los negros en la batalla de Maipú o de las culturas afro-descendientes en el norte del país. Son las ideas de Sarmiento de aniquilar a los barbaros, nombre usado para definir a los pueblos indígenas.
La patria oligarca, servil a los imperios, en especial al gringo, es una «patria», que en la práctica ha sido vende-patria, sus visón ideológica ha penetrado también en el mundo popular y esa visión nefasta para la humanidad, hoy se expresa groseramente en altos grados de «racismo» y «xenofobia»; pero claro expresado contra los pobres que vienen a buscar una mejor condición de vida al país. El mismo sentimiento no es contra el rico, ni contra el turismo y abuso sexual de niñas chilenas que históricamente han realizado los marinos gringos (Unitas) en los distintos puertos del país, algo parecido al «derecho de pernada» en la antigüedad feudal.
Una patria oligarca, que habla de chilenidad, de patria, de lo nuestro. Que cultiva la alabanza al dueño de fundo y al patrón, que defiende el rodeo, un tipo de baile nacional donde la mujer es un objeto, una religiosidad en el abuso, pero que niega lo popular de las fondas o las «chinganas». Una patria que no tiene escrúpulos para entregar nuestras riquezas al extranjero o para depender de la doctrina militar yanqui para la región. Esa patria oligarca por supuesto ha ido mutando, hay cosas culturales que hoy les sirven y otras que no. Ya el patrón de fundo no tiene la misma importancia, toma mayor relevancia la explotación del mar, de los bosques, la agro-industria. A la minería, se agrega el tema de las reservas de agua u otro tipo de energías, todo es más tecnológico, la antigua casa patronal, se vino a la ciudad, a barrios especiales, exclusivos. Pero como buenos yanaconas están dispuestos a entregar Chile al mejor postor.
Pero la esencia de la dependencia a las transnacionales, a la geopolítica gringa, el conservar las diferencias sociales en el país, continúan. Una oligarquía servil al imperio, pero dura, agresiva contra el pueblo, el indio o los vecinos, en especial si estos representan proyectos políticos muy distintos a los intereses gringos, como es el proyecto revolucionario de Evo Morales en Bolivia.
¿Ante la patria oligarca, es posible contraponer la idea de la Patria Popular?
No solo es posible, también es necesario. Desde las vivencias de la lucha de movimiento social a lo largo de nuestra historia y en las ideas que se enarbolaron en el proceso de nuestra primera independencia, junto a la pluralidad de cosmovisiones que existen en el territorio, tenemos que levantar un proyecto político liberador y de verdadera soberanía nacional y popular.
La patria es el pueblo, los que trabajan por la justicia social y el bienestar de todos y no los ricos y los burgueses parásitos y avaros que siempre nos han vendido y entregado al mejor postor.
La patria son los trabajadores, la clase trabajadora, los productores directos y el conjunto del pueblo, y no los mercaderes que solo buscan ganancias a toda costa, no respetando la madre tierra y las bellezas naturales que nos rodean.
Nuestra primera independencia estuvo de la mano de proceso continental, no es posible imaginar las revoluciones de principio del 1800 sin la gesta de San Martin y de Simón Bolívar, que pensaron que la «Patria es América», esta idea la plasmó Bolívar en el Congreso Anfictiónico realizado en Panamá al cual asistió Chile. La unidad de repúblicas de latino-América es fundamental para defendernos del imperio gringo. Si no estamos unidos, ¿cómo velaremos por nuestros intereses?, por ejemplo cuando finalice el tratado internacional en la Antártida, si alguien piensa que defenderemos nuestros territorios e intereses con la ayuda de los gringos, es que simplemente está loco o es entreguista.
La patria popular, no solo debe ser anti-oligárquica, sino que tiene estar ligado a un proyecto por la verdadera soberanía nacional, de la mano de la unidad latinoamericana, con la necesaria y urgente soberanía popular.
Sin soberanía popular, no es posible pensar en soberanía nacional. La república oligarca debe ser remplazada por la república popular. Reemplazar el republicanismo burgués por una república en base al poder popular y en particular en base al poder de los trabajadores organizados, de los proletarios, de los que construyen el país. Desde esa perspectiva, construir una alianza de pueblos, como los pueblos originarios, como en su momento lo pensaron los más pre-claros padres de la patria.
El verdadero patriotismo está en la soberanía real de Chile y sus pueblos, soberanía económica, energética, alimenticia, tecnológica, cultural, etc. Soberanía que para ser real debe ser de la mano de la unidad latinoamericana, de la integración en la lucha contra los imperios, en especial el gringo.
El verdadero patriotismo, no es ni racista, ni xenófobo, es de integración, porque no somos especiales, somos mestizos.
El verdadero patriotismo, es reemplazar la falsa patria oligarca esa de los parásitos y sus instituciones corruptas y vendidas a los gringos, como las actuales Fuerzas Armadas por la patria popular, es decir, aquella que construyamos desde abajo y con justicia social.
Máximo Constanzo, Centro de Estudios Francisco Bilbao.
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