Si las clases dominantes construyeron el país político y la identidad nacional por medio del terror o la exclusión, en nuestro lugar común, Colombia, la lucha popular y revolucionaria va más allá de la «idea » de paz con desmovilización , pues lo que hemos conocido y padecido los trabajadores y las grandes mayorías de […]
Si las clases dominantes construyeron el país político y la identidad nacional por medio del terror o la exclusión, en nuestro lugar común, Colombia, la lucha popular y revolucionaria va más allá de la «idea » de paz con desmovilización , pues lo que hemos conocido y padecido los trabajadores y las grandes mayorías de la clase popular, son las prácticas criminales y tradicionales de la cultura política dominante, es decir el control y el carácter patrimonialista del aparato estatal, racismo frente al indígena, explotación y saqueo de sus territorios comunes y los de sus hermanos campesinos y trabajador@s, además del relegamiento del crecimiento económico, aumento y/o multiplicación de la miseria, la desigualdad y la injusticia social.
Así y en consecuencia entonces, no solamente se han generado formas avanzadas y radicales de resistencia contra el orden social dominante, sino también procesos alternativos de vida y sociedad, hoy cada vez más entretejidos revolucionariamente, por lo que la paz real debe salir de las manos de los olvidados, desde sus acciones, cultura y prácticas, ricas y de nuevas subjetividades, identidades y actores colectivos, que reclaman y construyen su paz pero no a cualquier precio o con reencauchados estratagemas sobre la política ,sino desde sus acumulados y dignidad; para una paz concreta , no discursos desde la paz o la cultura de la Colombia que les asesina u olvida.
Queremos una paz desde el deber y el derecho a la rebelión, de pertenencia a un pueblo, a su historia y a sus luchas emancipadoras, pero que hoy nuevamente manoseadas por el Estado y su» buena cultura de paz» y su imaginario, somete (según sus cálculos) a la «mala cultura de la violencia de otros», todo para ocultar su verdadero rostro de siglos de exclusión y terror Estatal e intentar imponer «otra paz» con nuevos pacificados.
Mientras, las grandes mayorías reclaman otra paz, revalorada profunda y eficazmente, y que recupere el verdadero ser y la historia real de la nación colombiana, con soberanía absoluta para terminar con la producción y reproducción del orden político y social dominante, que no piensa en terminar con sus prácticas aristocráticas y serviles, hoy radicalmente enfrentadas desde el campo de los dominados y excluidos que continúan abriendo y avanzando procesos de resistencia que confrontan, incuban o protegen con su lucha proyectos diversos, alternativas de vida, sociedad y cultura, reforzando la idea de gobierno popular-revolucionario, percibiendo conscientemente desde la paz o la violencia su identidad y memoria histórica que se desdobla para que aparezcan los sueños ocultados del pueblo, evidenciando las paces traicionadas, las utopías aplazadas, la creatividad sometida, el lenguaje silenciado, los símbolos aprisionados o las libertades cercenadas.
Lo que se construye, y el ser con otros hace que la resistencia no sea solo una forma de confrontación a un ejercicio dominante de la política, es también la construcción de un proyecto de vida y sociedad, es la apuesta para hacer emerger, desde las raíces de los olvidados y su vida comunitaria, un proceso de paz y cultura que afirma el deseo de revolución y transformación, como el derecho a que el mañana pueda estar en manos de los que hasta hoy son los olvidados de siempre.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.