Si el futuro de Colombia no es la paz, el país seguirá transitando la oscura noche en que anda sumida, luego de más de medio siglo, donde las generaciones han transitado su vida insertas en un conflicto social y armado, que cada vez se profundiza más, así el Presidente Santos pretenda entregar al país un […]
Si el futuro de Colombia no es la paz, el país seguirá transitando la oscura noche en que anda sumida, luego de más de medio siglo, donde las generaciones han transitado su vida insertas en un conflicto social y armado, que cada vez se profundiza más, así el Presidente Santos pretenda entregar al país un avance positivo a los trabajadores, con motivo de su día internacional.
La verdad es otra y debe reconocerse a profundidad, para buscar salidas realistas, en ello los trabajadores movilizados, plantearon sus exigencias y derroteros que contradicen las afirmaciones del mandatario y colocan sobre la mesa urgencias que deben asumirse y que no caben dentro de la realidad económica, social y política del país, lo que obliga a mirar más allá de lo que oferta el Presidente.
A este primero de mayo le precedieron grandes movilizaciones abogando por la paz y si juntamos tales exigencias con las de los trabajadores, podemos concluir que están fusionados dos torrentes que buscan un marco diferente al que hoy ofrecen los dueños del poder.
Ese marco diferente, pasa por un proceso, donde la sociedad transite un camino distinto al de la guerra, logrando acuerdos que incluyan a todas las partes involucradas, lejos de las exclusiones y reconociéndonos partes determinantes del futuro estable y duradero, en el que las grandes mayorías sean parte indispensable de los protagonistas. Es a esto que le llamamos un Gran Acuerdo Nacional de Paz.
Basado en lo anterior, el ELN ve con muy buenos ojos una mesa de diálogos con el gobierno y sigue esperando que ese proceso comience para expresar en la mesa, cómo entiende estos desarrollos y mecanismos dentro de un plan de acción de carácter nacional.
Pero tenemos claro que la mesa de diálogos entre el gobierno y la insurgencia, no es la panacea del proceso de paz, es solo una parte de ella donde unos de los actores en el conflicto, estimulan y contribuyen al protagonismo de las mayorías, y se comprometen a actuar dentro de una reglas del juego para que el proceso de paz fluya y se haga realidad.
Somos conscientes de las complejidades de todo esto, pero somos realistas que con el concurso de todos y todas, arribaremos a buen puerto. La magia de esta edificación está en la persistencia, el trabajo denodado y la participación colectiva sin exclusiones.
Hay poderosos enemigos de este camino y este propósito, pero tanto las múltiples manifestaciones por la paz, como las denuncias y exigencias de los trabajadores el pasado primero de mayo, nos afianza en estas urgencias del país.
No van a dejar de existir quienes se opongan a la paz, porque hay poderosas fuerzas enquistadas en las instituciones del gobierno y el Estado, que seguirán pugnando por la guerra porque ellos no la padecen sino que la agencian, porque ellos se han enriquecido al apoderarse de parte del presupuesto destinado para ella, además se apoderaron de tierras y demás bienes de cerca de 5 millones de desplazados; y tales tierras y bienes hacen parte hoy de grandes empresas y megaproyectos legalizados. Es decir, para ellos la guerra es un poderoso negocio y así haya sido conseguido con la sangre y la desgracia de millones de colombianas y colombianos humildes, para ellos ese no es un problema, sino un buen negocio y la defensa de sus intereses sin límite.
Pero además hay otros que quieren la guerra para evadir la justicia como es el caso del ex-presidente Uribe y sus allegados, incursos en graves delitos, entre ellos varios de lesa humanidad. Esas oscuras fuerzas necesitan una legislación de guerra como la actual y ser parte del entramado del poder para evitar que un nuevo escenario pueda juzgarlos como el caso de Pinochet, Ríos Montt, Fujimori y otros tantos a quienes un día les llegará la justicia.
A propósito de quienes no quieren la paz, acaba de terminar un encuentro entre el Ministro de «Defensa» colombiano el señor Pinzón y el jefe del Pentágono, de seguro el tema no es la paz sino la guerra.
Otro asunto que en el camino hacia la paz no podemos soslayar, son las diferencias que existen al interior de las diversas fuerzas que respaldamos un proceso de paz y no es para menos; pues en ese amplio concepto de paz estamos desde guerrilleros, sectores populares, sociales, intelectuales, partidos políticos de diversos matices, miembros de la clase política colombianas hasta reconocidos empresarios.
En ese complejo arco iris, es apenas natural que existan matices y diferencias, pero hay un propósito común y eso debe permitirnos dialogar, encontrar las coincidencias y podernos agrupar, en la diversidad, el respeto y las reglas del juego que nos permitan avanzar, porque la paz es un acuerdo entre quienes la queremos.
En este esfuerzo, el ELN plantea a todas y todos los amantes de la paz, conformar un gran Movimiento Nacional por la Paz y ello hace necesario concretar encuentros de intercambio, de interlocución y definir un plan de trabajo para avanzar. Es nuestro compromiso y cumpliremos.