Los resultados registrados en el plebiscito colombiano para ratificar los acuerdos de la Paz establecidos entre la guerrilla de la FARC-EP y el gobierno del presidente Santos, generaron sorpresa e incredulidad, pero, por, sobre todo, incertidumbre. Un 50.22% de las y los ciudadanos colombianos rechazaron los acuerdos, y votaron, por la opción NO. Qué razones […]
Los resultados registrados en el plebiscito colombiano para ratificar los acuerdos de la Paz establecidos entre la guerrilla de la FARC-EP y el gobierno del presidente Santos, generaron sorpresa e incredulidad, pero, por, sobre todo, incertidumbre. Un 50.22% de las y los ciudadanos colombianos rechazaron los acuerdos, y votaron, por la opción NO.
Qué razones y motivaciones tuvieron para hacerlo, fundamentalmente, el rechazo a la incorporación de la FARC-EP, la guerrilla política, como un actor político, también los acuerdos referidos a la justicia transaccional, entre otras. La oposición al proceso de Paz y de los acuerdos, ha sido un movimiento social y político muy bien organizado y articulado por el expresidente Álvaro Uribe y su partido Centro Democrático, con una gran capacidad comunicacional y con un discurso radical y extremo en la defensa de las víctimas del conflicto, especialmente, de aquellas que sufrieron la violencia política guerrilla, del narcotráfico, etcétera. Logro movilizar a vastos sectores de la sociedad colombiana en contra del proceso de Paz. Y, triunfo en ese objetivo: provocarle una derrota política. Y, lo hizo con las armas de la democracia electoral: a través de un lápiz y papel. De esa forma una vez más en la historia, el autoritarismo triunfa electoralmente.
Lo ocurrido en Colombia, tal vez, no constituya una sorpresa para quienes conocemos las tendencias profundas que transitan por la historia de las sociedades latinoamericanas. En muchas ocasiones los autoritarios y antidemocráticos han logrado triunfos electorales que han frenado los procesos de democratización en las sociedades latinoamericanas. Por ejemplo, el 44% de votos que obtuvo el dictador Pinochet, en el plebiscito de 1988, porcentaje electoral que limitó hasta el día de hoy la efectiva democratización chilena. Los autoritarios latinoamericanos se organizan para ganar elecciones y, por lo general, las ganan, o las pierden ganando. La lista es larga.
Tengo la impresión que lo ocurrido el domingo 2 de octubre 2016 en Colombia, es un nuevo episodio del viejo y largo conflicto político latinoamericano entre las tendencias autoritarias y las tendencias democráticas. En efecto, bajo el contexto de un acto plebiscitario electoral ciudadano y democrático, dicho conflicto histórico-estructural latinoamericano se expresó ampliamente. Como he expuesto en otros lugares, este conflicto domina la política latinoamericana desde el siglo XIX hasta el día de hoy. En la larga duración el conflicto siempre ha favorecido a las tendencias autoritarias, que expresa en dictaduras militares y civiles, regímenes autoritarios, movimientos antidemocráticos, y otras expresiones políticas, sociales y culturales de larga data. Las tendencias autoritarias son heterogéneas y socialmente diversas. Sin embargo, ha sido una tendencia predominante en las elites de poder latinoamericanas. Las elites de poder colombianas han sido tradicionalmente autoritarias y, por ende, antidemocráticas. Una de esas expresiones es la que representa la doctrina de la Seguridad Democrática elaborada e implementada en Colombia por el presidente Álvaro Uribe.
La democracia política, la social, la económica y la cultural en Colombia, como en muchos países latinoamericanos, ha sido históricamente una rareza y un régimen político excepcional. La mayoría de las instituciones políticas colombianas han sido siempre un híbrido, una combinación de formas autoritarias y democráticas/electorales. Colombia ha tenido formas democráticas superficiales, escasamente profundas y difundidas por su geografía. El espacio rural, agrario, lugar en donde la opción por el «No» ha obtenido altos porcentajes, ha sido dominado por el autoritarismo social y político cuyas expresiones concretas ha sido la figura del terrateniente. Las y los campesinos sometidos a estructuras de dominación jerárquicas y violentas de los señores de la tierra: los hacendados, de los «patrones del mal», de los jefes paramilitares y, también, de muchos jefes guerrilleros. Esas formas de organización social y política nunca han sido portadoras de cultura política autoritaria. Por eso la cultura democrática escasea o posee niveles muy bajos.
El plebiscito por la Paz, encerraba ese conflicto. Para desgracia de los partidarios de la paz y la democracia perdieron, los autoritarios ganaron. Se impusieron por un pequeño margen, pero ganaron. Los partidarios de la Paz perdieron y los partidarios de la guerra, de la violencia, del despotismo y del autoritarismo: triunfaron. La cultura política autoritaria de millones de colombianos y colombianas se impuso sobre la democrática.
La Paz está herida. Hay que defenderla con convicciones políticas democráticas y por todos los medios posibles. Ante la nueva coyuntura histórica que se abre, tengo mis serias dudas que la guerra haya llegado a su fin en Colombia. El triunfo del No, es el triunfo de la doctrina de la Seguridad Democrática construida y sostenida por el Presidente Uribe y con el apoyo de los Estados Unidos de Norteamérica, todos sabemos que significo aquello para la sociedad colombiana y, especialmente, para las fuerzas políticas insurgentes. No olvidemos los «falsos positivos», los miles de muertos, la militarización de la sociedad colombiana, el terror y la violencia política estatal, la constante violación de los Derechos Humanos. El 50.22% de las y los colombianos votaron y apoyaron esta doctrina. Eligieron la continuidad de la guerra.
¿Qué hacer, ante el triunfo de la doctrina de la violencia institucionalizada uribista? El problema es complejo y delicado. Fundamentalmente, por el hecho es que hoy no solo han sido rechazado los acuerdos de paz, sino que el uribismo ha provocado una fuerte derrotada política a su excolaborador, el presidente José Manuel Santos. En efecto, Santos es el gran derrotado. Pero, también han sido derrotado los enemigos directos del uribismo que es, esencialmente, la FARC-EP. Lo que debe quedar meridianamente claro que Uribe y el Centro Democrático no descansaran hasta provocar la derrota total y completa de ella. Ese es el objetivo estratégico primordial y central de su política. Por lo tanto, como ya la han expresado los partidarios del NO, evitarán por todas las formas institucionales políticas, – ahora cuentan con un sustancial apoyo ciudadano- para que la FARC-EP pueda transformarse en un actor político estratégico.
El triunfo del autoritarismo, aparentemente, ha suspendido el proceso de Paz en Colombia, una pregunta queda en el aire: ¿volverá la guerra? O, tal vez, esta nunca fue erradicada de la realidad histórica y política de la sociedad colombiana.
Juan Carlos Gómez Leyton. Doctorado en Ciencia Política e investigador Asociado FLACSO-Chile
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