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La paz sin memoria de los medios del capital

Fuentes: Rebelión

La paz hecha noticia en Colombia por los medios de comunicación privados, significa la guerra llevada al escenario de la conspiración contra la justicia social del país que se debate en los diálogos de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC. Sostener la guerra es una de las funciones de los medios de comunicación […]

La paz hecha noticia en Colombia por los medios de comunicación privados, significa la guerra llevada al escenario de la conspiración contra la justicia social del país que se debate en los diálogos de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC.

Sostener la guerra es una de las funciones de los medios de comunicación del capital, como forma de prolongar la injusticia y la desigualdad en un pueblo que se rebela contra la tiranía. Pero no es su única tarea, una misión más siniestra les ha sido encomendada: hacer de la paz una guarida para la desigualdad y la injusticia en Colombia.

Con sus cámaras y micrófonos convierten la paz en un reality donde los fusiles de la insurgencia deben entregarse a cambio de camisetas blancas, taxis, capacitaciones para crear microempresa, y uno que otro puesto en el Congreso de la República, sin que ocurran cambios en el modelo económico, político y social del país. 

Noticieros, presentadores y periodistas se encargan de presentar el conflicto en Colombia como un acontecimiento sin memoria. Pobreza, injusticia y terrorismo de Estado, desaparecen de la bandeja de programación al hablar de paz, y también se excluyen como causantes primordiales del alzamiento armado en el país.

Para los medios del capital no existen procesos de paz que pongan fin a los problemas sociales que originaron el conflicto; su estrategia es la imposición de palomas blancas en mentes en blanco, una paz de vencidos y vencedores donde solo hay cabida para la rendición de los grupos insurgentes. Todo es un reality mediático que semeja libros de superación personal llevados a la pantalla, y que se encargan de desaparecer las causas que dieron origen a la insurgencia, al igual que ocultan la permanencia y profundización de las mismas. 

Es el reality de los medios del capital imponiendo el libreto para hablar de paz, donde el Gobierno es el protagonista presto a repetir cada una de sus páginas.

«Ni modelo económico ni doctrina miliar están en discusión», es la primera línea a memorizar; ensayada luego frente al espejo como si se estuviese en la mesa de diálogos de paz; repetida una y otra vez hasta lograr naturalidad; y finalmente dejada en libertad para ser divulgada por los negociadores del Gobierno, tal como ocurriera el 18 de octubre de 2012 en Oslo. Es un libreto hecho a la medida del tirano, que en una línea deja claro el mensaje del Estado: con el pueblo no se discutirá el modelo que lo condena a la miseria, ni habrá cambios en las estructuras responsables de la iniquidad, el saqueo transnacional, la represión, y el terrorismo de Estado en Colombia. 

«Paz con justicia social» es la frase que molesta a los medios del capital. Es para ellos un fastidio la paz rebelde del pueblo colombiano, les incomoda, porque se opone a la paz como guarida para el silencio y negación de los problemas históricos de la sociedad. Es clara la razón; miseria, injusticia, corrupción, saqueo transnacional, y terrorismo de Estado, no son temas a resolver en la paz de la superación personal que imponen los medios de comunicación privados. Su paz es la continuidad de las causas del conflicto, pero con los fusiles de la insurgencia silenciados.

Todo está escrito en el libreto para negar la justicia social que requiere el país. Pero también se escribe para desconocer el conflicto que diariamente padecemos. Y podemos sumar una prueba más. Las declaraciones del Gobierno en rechazo a la toma de prisioneros realizadas por las FARC, nos ayudan a ratificarlo. Porque su propósito de calificar como «secuestrados» a los prisioneros de guerra es solo parte del reality que niega las dinámicas cruentas del conflicto, y un distractor para evadir la discusión sobre la Política de Desarrollo Rural y Agrario Integral que actualmente está en la mesa de diálogos, y frente a la cual el Gobierno ha burlado las propuestas del pueblo colombiano. 

Hagamos un paréntesis, o tal vez una claridad. La toma de prisioneros es una expresión del conflicto interno que el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos reconoció para asegurar jurídicamente los bombardeos contra la insurgencia, el mismo conflicto interno que hoy niega cuando califica de «secuestrados» a miembros de la fuerza pública que se desempeñan como combatientes y que son capturados por las FARC.

Hoy los hechos siguen siendo lamentables. Militares y policías capturados como prisioneros de guerra, cerca de 9.500 presos políticos en Colombia, y combatientes de la guerrilla y la fuerza pública dados de baja, son sólo algunas de las dinámicas cruentas del conflicto. Pero hay algo que resulta más lamentable aún, que ahora todo ocurra por la negativa del Gobierno de acordar un cese bilateral del fuego. 

La decisión del Gobierno colombiano de no realizar cambios a la estructura política, económica, social y militar del país, demandan de la sociedad colombiana un pesimismo activo frente a los actuales diálogos de paz, esto quiere decir, un acompañamiento decidido en todo el territorio nacional con la construcción de propuestas para una nueva Colombia en mesas locales, departamentales y regionales. La dinámica de cabildos desarrollada por la Marcha Patriótica, y la realización de Constituyentes por la Paz, sugieren una ruta importante para concretar esta digna misión de luchar por una salida política al conflicto.

Sabemos que la paz con justicia social es la paz del pueblo rebelado que se enfrenta a la paz sin memoria de los medios del capital, y su realización será posible solo con una propuesta para una nueva Colombia que tendrá que ser defendida y aprobada en el sudor de las calles, existan o no los diálogos de paz.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.