Al tiempo que se acerca un acuerdo definitivo para la terminación del conflicto armado colombiano, pues está previsto que el próximo 23 de marzo se dé un evento en tal sentido, la caída de la violencia política en toda la sociedad, ha creado condiciones de ampliación de las condiciones de democracia y libertad, mismas que […]
Al tiempo que se acerca un acuerdo definitivo para la terminación del conflicto armado colombiano, pues está previsto que el próximo 23 de marzo se dé un evento en tal sentido, la caída de la violencia política en toda la sociedad, ha creado condiciones de ampliación de las condiciones de democracia y libertad, mismas que deben facilitar las expresiones y demandas de distintas corrientes sociales.
Para el próximo jueves 17 de marzo se ha previsto una gran movilización nacional, mediante un paro de 24 horas, con el objetivo de plantear un conjunto de demandas al gobierno relacionadas con problemas que afectan amplios sectores de la comunidad nacional.
La acción colectiva, democrática, pacífica y pluralista, no ha sido proyectada para afectar la continuidad de la administración de Santos, ni para desestabilizar su gestión. Incluso sectores que promueven el paro apoyan el actual proceso de paz que se adelanta por el gobierno en La Habana, para que sus alcances le den un contenido de justicia y equidad, alterno a la intención neoliberal de la delegación gubernamental en La Mesa de conversaciones.
Es más, la movilización planeada se inscribe en el marco de la oportunidad política creada con los acuerdos alcanzados por Santos y las Farc en la Mesa de diálogos de La Habana. Tanto en los pactos sobre participación política como en el de víctimas, quedo expresamente establecido que no se criminalizara la protesta social, ya que constituye una materialidad de la democracia, ni se penalizaran a sus líderes, determinando, por lo demás, la excarcelación de las personas que han sido detenidas recientemente por participar en protestas agrarias, sociales y populares.
Ese »marco de oportunidad política» es un factor clave para estimular la más amplia intervención de los movimientos sociales en una acción de protesta plenamente justificada por causa de la crisis económica y fiscal que es utilizada por la oligarquía dominante para profundizar el modelo neoliberal y ampliar los privilegios de los más ricos.
La crisis social en curso, agravada con un déficit fiscal que se acerca a los 50 billones de pesos, con unos recortes anunciados al gasto público de 6 billones de pesos, con caídas de los salarios, el congelamiento de las pensiones, el incremento del IVA, la venta de bienes estatales estratégicos como Isagen y la prevista de Ecopetrol y Propilco, con cancelaciones masivas de transferencias fiscales a municipios y departamentos, con la retraccion de la confianza de los mercados financieros globales y con la generalización de la corrupción por parte de la casta política, están en la base que apalanca la justa protesta y movilización popular acordada por centrales sindicales, organizaciones populares, sindicatos agrarios y movimientos cívicos urbanos.
El paro del 17 de marzo es un acontecimiento que se da en condiciones de paz, indicativo del nuevo ciclo político al que ingresa Colombia por las próximas decadas.
Es el ciclo de los Movimientos sociales en reemplazo de los viejas y corruptas maquinarias politiqueras bipartidistas, causantes de la aguda crisis orgánica que afecta al Estado desde hace varios lustros.
Los Movimientos sociales serán un actor central en el futuro de la nación
Para entender qué son los Movimientos sociales y cuál es su lógica en la organización y desarrollo de la sociedad y el Estado, cito la apreciación del actual Vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, quien los define así:
«En términos generales, un movimiento social es un tipo de acción colectiva, que intencionalmente busca modificar los sistemas sociales establecidos o defender algún interés material, para lo cual se organizan y cooperan con el propósito de desplegar acciones públicas en función de esas metas o reivindicaciones.
»Los movimientos sociales, aparte de ser organizaciones expresivas de determinadas demandas y necesidades colectivas que las instituciones políticas formales(partidos políticos) no logran canalizar ya sea porque no tienen la capacidad mediadora, porque no tienen contacto con la sociedad subalterna o porque están en contra de esa demanda, son también sistemas organizativos de participación social, de formación de discursos identitarios y de elaboración de propuestas capaces de afectar la arquitectura institucional de los Estados. En ese sentido, de manera más rigurosa se puede hablar de los movimientos sociales (MS) como actores colectivos plurales conformados por una variedad de organizaciones dotadas de intereses propios, que se proponen definir un objetivo común, un cambio social, cultural o político, que permita que sus intereses sean reconocidos.
»Todo movimiento posee entonces al menos tres grandes componentes:
a) Una estructura de movilización o sistema de toma de decisiones, de deliberación, de participación, de tareas, procedimientos, de jerarquías y mandos que le permiten llevar adelante sus acciones públicas. Acá se incluyen las palestras de la acción colectiva que son el sistema de procedimientos e instituciones mediante las cuales las fuerzas sociales emplean sus recursos para obtener respuestas a sus demandas.
b) Una identidad colectiva y registros culturales que le permitan diferenciarse colectivamente, articular experiencias pre-existentes, cohesionar a sus miembros, legitimar sus acciones, identificar a sus oponentes y definir sus demandas.
c) Unos repertorios de movilización, o métodos de lucha, mediante los cuales despliega públicamente su escenografía de acción colectiva para hacerse oír, lograr adherentes y lograr sus metas.
Los MS pueden tener como oponente y destinatario de su protesta a algún grupo particular de la sociedad (p.e. el empresariado, los terratenientes), o un valor o comportamiento general (el «machismo»). Pero cuando los movimientos sociales tienen como objeto de sus peticiones a las autoridades políticas del Estado para promover en él cambios en determinadas políticas públicas, estamos ante movimientos con dimensión política, y en ese sentido es posible diferenciar movimientos socio-políticos reivindicativos, que pretenden modificar sólo unos aspectos puntuales de la normativa estatal, y movimientos socio-políticos estructurales, en tanto buscan tomar el control del Estado y promover un nuevo orden estatal (http://bit.ly/1QtZx6j).
»Varias escuelas sociológicas en el último siglo han trabajado distintos marcos conceptuales para estudiar los distintos componentes y significados que se movilizan en las acciones colectivas.
García Linera alude a conocidos ejes de investigación sobre los Movimientos sociales, trabajados por la teoría de las estructuras de movilización y la teoría de los procesos enmarcadores.
»La teoría de las estructuras de movilización estudia las variables organizativas y mecanismos, a través de los cuales la gente puede movilizarse e implicarse en la acción colectiva. Para ello, se analiza las redes de sociabilidad voluntaria que sostienen a un movimiento, las infraestructuras organizativas de que dispone para tomar decisiones, ejecutarlas, la relación entre estas capacidades con las decisiones gubernamentales, etc. Un aporte básico de esta escuela es el estudio referido a los núcleos socioculturales cotidianos de micromovilización, sobre cuyo soporte organizativo se pueden levantar posteriormente grandes movilizaciones colectivas (http://bit.ly/1QtZx6j).
»Parte de las estructuras de movilización son los repertorios de protesta, referidos a los medios que el movimiento emplea para hacer conocer sus demandase influir en los sectores adversarios; entre esos repertorios es posible distinguir a varias generaciones para diferenciar el carácter local de los procedimientos, el enemigo al cual se dirige y la autonomía del movimiento. Igualmente, la palestra de movilización permitirá diferenciar entre medios institucionales y no institucionales de la acción colectiva que dependen mucho de los «colectivos de memoria» que se agrupan en la acción colectiva, de los patrones históricos de movilización de la región y de los potenciales aliados a quienes se busca convocar.
»En esto, Tilly ha propuesto diferenciar repertorios reactivos y proactivos de la movilización. Los primeros tienen que ver con acciones de protesta dirigidas a resistir la intromisión de fuerzas externas en el control de recursos colectivos, en tanto que los segundos buscan la conquista de algún derecho que no existía anteriormente.
»Un otro tema de preocupación de esta corriente es el devenir del movimiento que, dependiendo de su composición interna, del grado de receptividad del sistema de gobierno y de los objetivos, podrá institucionalizarse, priorizar la prestación de servicios remunerados a sus miembros o bien acentuar los incentivos sociales de solidaridad con los sectores sociales de base.
»Por su parte, la teoría de los procesos enmarcadores, retomando los principales aportes del interaccionismo simbólico, hace referencia a los significados compartidos, las estructuras simbólicas y los esquemas cognitivos que organizan la percepción y la dirección de la acción colectiva.
»Por lo general, los marcos son estrategias conscientes de grupos de personas para dotar continuamente al movimiento de esquemas referenciales de acción. Ello requiere de una capacidad de diagnóstico del problema que afecta al colectivo, una definición de quiénes son los componentes, actuales y potenciales del movimiento y la agencia, la justificación moral de la acción, además de la posibilidad del triunfo (http://bit.ly/1QtZx6j).
»Un componente central que recorre estas construcciones simbólicas es sin duda la injusticia, pues la fuerza moral de los adherentes es, con mucho, el primer recurso colectivo que luego puede habilitar otros de tipo material y político. Ahora bien, en esta formación de creencias movilizadoras, que convierten a todo MS en unas maquinarias sociales de producción de significaciones de la sociedad, la «resonancia» de los marcos (vinculación a los saberes populares sedimentados y el stock cultural convocado) puede contribuir a la eficacia de los discursos y rituales sociales escenificados.
Si bien todo movimiento necesita recurrir a la sintonía con los valores portados por los adherentes y simpatizantes (los llamados marcos de resonancia) que permiten una credibilidad y fidelidad narrativa de los marcos, en la medida en que sólo puede haber movimiento en tanto se enfrenta a creencias dominantes que han inhibido la movilización, todo MS tiene como requisito una «liberación cognitiva», que legitime la acción colectiva, y sólo lo puede hacer impugnando y, llegado el caso, reemplazando las ideas dominantes conservadoras sobre un tema, por las propuestas por el movimiento. Para ello, los repertorios simbólicos del movimiento (discursos, rituales, escenificaciones colectivas, etc.) visibles a través de la propia acción colectiva y los medios de comunicación, se convierten en elementos centrales del análisis» (http://bit.ly/1QtZx6j).
Es la reflexión de García Linera que bien puede ser un útil referente en este debate para determinar las dimensiones, alcances y objetivos de los movimientos sociales colombianos, como los que se manifestaran en el paro cívico y popular del 17 de marzo y de su pliego de peticiones.
Me refiero a la CUT, la CGT, la CTC, a Fecode, Comosoc, Cumbre Agraria y otras organizaciones populares que intervendrán en el paro.
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