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«La Pelá» se lleva a tres periodistas en tres días

Fuentes: Mapocho Press

En la cultura popular chilena todas las desgracias vienen en trío. Se caen tres aviones o mueren tres personajes, al hilo. Ahora, la muerte se llevó en tres días a otros tantos distinguidos periodistas: Enrique Canelo, Mario Gómez López y Otto Boye. No murieron por los terribles atentados (eufemismo por asesinatos) a periodistas que ocurren […]

En la cultura popular chilena todas las desgracias vienen en trío. Se caen tres aviones o mueren tres personajes, al hilo. Ahora, la muerte se llevó en tres días a otros tantos distinguidos periodistas: Enrique Canelo, Mario Gómez López y Otto Boye.

No murieron por los terribles atentados (eufemismo por asesinatos) a periodistas que ocurren en otras latitudes de América Latina y el Caribe, a una tasa de 30 a 40 por año. Se los llevó «la Pelá» (como dicen en Chile) por sufrimientos derivados de la dictadura cívico militar de casi dos décadas, cuyas huellas son imborrables en los conculcados derechos a la salud, la imposibilidad de un trabajo estable y las enfermedades no tratadas debida y oportunamente. O sea, siendo «viejos» murieron «antes de tiempo» por la violación de sus derechos a una vida digna como seres humanos, aunque lucharon por esos derechos, como periodistas y ciudadanos, desde sus variopintas y legítimas trincheras políticas.

Enrique Canelo falleció el viernes a las 4 de la tarde. Vivió casi 70, siempre en bajo perfil. Fue enterrado el domingo. Pocos colegas contemporáneos lo conocían (y esto lo escribe un tipo de 71), por la cuestión generacional y el bajo perfil que cultivó, aunque trabajó en tiempos de Allende en el Canal 9, cuando la estación pertenecía a la Universidad de Chile. Ahora el Canal 9 es el Canal 11, y, desde 2010 es otro medio del mega grupo Time Warner, Aol, Turner, CNN, etc., después que en 1993 «la U» lo vendiera -en los comienzos de la «transición a la democracia»- al magnate mediático venezolano Gustavo Cisneros y, más tarde, en 2004, éste decidiera dejárselo a Sebastián Piñera (quien dijo que «soñaba con tener un canal de TV»), en vez de vendérselo al nefasto Agustín Edwards, el dueño de El Mercurio, quien aspiraba a la propiedad.

Canelo también fue un pequeño «empresario mediático». Con otros colegas fundó El Diario Financiero, una exitosa aventura empresarial de periodistas del sector economía y finanzas que terminó bajo el control de Ricardo Claro, fallecido multimillonario católico integrista dueño de otro Canal 9, TV abierta que ahora es propiedad del grupo Falabella. Y también Canelo fue militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en los ’70.

Hijo de un importante músico de percusión, Enrique eligió estudiar periodismo, profesión que ejerció en numerosos medios, como La Nación, sin que este noble oficio de antaño le impidiera frecuentar -como era de rigor- ciertos bares y lugares noctámbulos, entre ellos la Casa de Cena, que todavía sigue parada frente a la sede de los escritores, en calle Simpson 7, según recordaba su hijo Pablo, que a lo mejor conoció estas historias por su mamá, Alicia Fuentealba, otra periodista que trabajó largo tiempo en la corresponsalía de la Agencia Francesa de Prensa, AFP.

Mario Gómez López, hermano menor de otra celebridad del periodismo chileno, Pepe Gómez López (el papá del actual ministro de Justicia, José Antonio Gómez, del Partido Radical), murió el sábado bordeando los 90. «Mario Gómez López y su grabadora» en radio Minería» fue un ícono de la radiodifusión de los años 60, cuando aparecieron las primeras registradoras «portátiles» de sonidos, que se asemejaban mucho a la maleta de James Bond, pero de color plata en vez del negro cinematográfico.

En esos años de gloria del periodismo radiofónico, Minería debía escucharse a lo largo de los 5.000 km de Chile, pero un «maestro chasquilla» de una población cercana al sitio donde estaba la antena «inventó» que podía darle luz eléctrica gratuita a todos sus vecinos a partir de una «radio a galena» (una piedra galena, una hojilla de afeitar y otros elementos al alcance de los niños) usando un tubo fluorescente como antena. En rigor, la «radio a galena» no hacía falta para la iluminación , porque el desperdicio de energía alrededor de la antena transmisora de la señal AM encendía cualquier tubo sujetado con la mano, sin ninguna conexión física alámbrica. El inventor fue a prisión, Mario lo defendió y Minería por fin pudo oírse en todo el territorio.

Involucrado con Allende, y con su hermano Pepe, Mario se matriculó en el Partido Comunista (en los ’60 fue partidario del demócrata cristiano Eduardo Frei Montalva, 1964-1970) y, por consiguiente, tuvo que buscar el exilio para preservar la vida. En Argentina, Juan Domingo Perón mantuvo presos a los exiliados chilenos largos meses en el hotel del aeropuerto Ezeiza y después los relegó a provincias remotas, como Formosa y el Chaco, con prohibición de acercarse a Buenos Aires. A la muerte de Perón (julio, 1974), bajo el gobierno de facto de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) de José López Rega y su amiga María Estela Martínez de Perón (la prostituta-copetinera llamada Isabelita, viuda legal del fenecido refundador de la política argentina del siglo 20), la situación de los exiliados chilenos en Argentina empeoró, pero Mario y sus compañeros finalmente lograron ir a Buenos Aires y llegar mucho más lejos, a Europa. Al final, Mario Gómez López y su grabadora volvieron a la radiodifusión chilena e incluso, el periodista de radio incursionó en el periodismo escrito con su periódico La Firme.

Otto Boye, demócrata cristiano progresista y de izquierda, oriundo de Valparaíso, hizo una dilatada y fructífera carrera profesional y política. También fue un distinguido diplomático, embajador en Venezuela y Secretario General del Sistema Económico Latinoamericano (SELA), un intento de los ’70 por oponer otra perspectiva a la hegemonía económica que entonces manejaba la OEA y un esfuerzo latinoamericanista ante el previsible fracaso del Acuerdo de Cartagena, el fenecido Pacto Andino.

Otto Boye dejó una semblanza sobre sí mismo en su blog «Memorias de Otto Boye» (http://memoriasdeottoboye-index.blogspot.com/) y también hizo un valioso aporte al trabajo colectivo de 62 periodistas y un grupo de estudiantes materializado en el libro de papel «Morir es la Noticia», 1997, (http://www.derechos.org/nizkor/chile/libros/reporter/capI04.html), que rescata la historia del periodismo chileno del siglo 20 y la memoria de más de 30 periodistas y estudiantes avanzados, en ejercicio de la profesión, desaparecidos y/o asesinados por la dictadura cívico militar impuesta por la elite propietaria del país para destruir los sueños populares chilenos derribando al gobierno de Salvador Allende (con el apoyo clave al golpe de su partido de impronta religiosa, el demócrata y cristiano, o PDC, modelo italiano entronizado por los ex presidentes Eduardo Frei Montalva (1964-1970) y Patricio Aylwin Azócar (1990-1994), jefes indiscutidos de la tienda que apoyaron el golpe en 1973.

Sé que a muchos de mis colegas PDC les desagradan estos recuerdos. En 1973 sólo hubo 13 líderes del PDC que el día 13 de septiembre (el golpe fue el 11) se supo que rechazaron públicamente el golpe militar. La cuestión es que sin el apoyo del PDC no hubiera podido darse el golpe de 1973. Como periodista y ciudadano sólo quiero que la historia no vuelva a repetirse y que el PDC no siga siendo ahora, en el siglo 21, «la otra cara de la derecha» que mostró en el siglo 20, sino que mantenga su impronta chilensis originaria y local, de alternativa de «revolución en libertad» por un mundo mejor, como la contraparte cristiana de un «comunismo internacional» que de hecho ya no existe.

¡Que estos tres periodistas muertos sin violencia descansen en paz, y que aparezcan todos los detenidos desparecidos!, sean o no periodistas… O sea, que aparezcan los restos de los secuestrados por la asociación ilícita exterminadora del Estado (DINA/CNI), como aquellos cuerpos que hoy emergen en Santo Domingo, Tejas Verdes, ante la indiferencia de los grandes medios… y del ejército. Sólo queremos «verdad y justicia», como reclamaba la Iglesia Católica de antaño, la del cardenal Raúl Silva Henríquez.

*) Ernesto Carmona, periodista y escritor chileno, presidente de la Comisión Investigadora de Atentados a Periodistas (Ciap) de la Federación Latinoamericana de Periodistas (Felap) y director del Círculo de Periodistas de Santiago-Chile.