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La piedra filosofal

Fuentes: Rebelión

No creo que para mantener una estrecha e íntima re­lación con la di­vinidad sean precisos doctores versa­dos en ella, ni inter­mediarios. Es posible que sea ese el motivo por el que consi­dero inverosímil que la Igle­sia sea un instituto de origen di­vino, y que Cristo tu­viese la inten­ción de fundarlo. Iglesia es sólo una pa­labra… […]

No creo que para mantener una estrecha e íntima re­lación con la di­vinidad sean precisos doctores versa­dos en ella, ni inter­mediarios. Es posible que sea ese el motivo por el que consi­dero inverosímil que la Igle­sia sea un instituto de origen di­vino, y que Cristo tu­viese la inten­ción de fundarlo. Iglesia es sólo una pa­labra…

A fin de cuentas, todo cuanto existe y nombramos es fabrica­ción del lenguaje. Tras los primeros gruñidos, llegaron los rui­dos articulados. Y de ellos las palabras aplicadas a objetos con­cretos. La idea llegó después del verbo, y más tarde ideas cada vez más complejas llama­das abstracciones con densos signifi­cados en cortos significantes. Del mismo modo que al homo sapiens le precedió el homo faber… O lo mismo que la econo­mía de números simples derivó hacia la conta­ble y luego a la de las finanzas. Lo mismo que la ma­temática terminó en la teo­ría de cuerdas…

La realidad que nos circunda es una realidad onírica, virtual e in­compatible con verdades apabullantes y rotundas. A medida que avanzamos en el tiempo, cada comprobación desmiente a la ante­rior. Lo apo­díctico, lo «necesariamente verdadero», no existe. Sólo sueños, espejismos y chispazos de algo que con­venimos en llamar realidad material. El lenguaje, la retórica, la dialéctica y los concep­tos abstractos ad­miten tantas combina­ciones como los números o las notas musicales. La lógica for­mal que rige en Occi­dente fue otro paso del ser humano para facilitar y hacer inteligible la comunica­ción: en esta cultura gre­colatina occidental, no en otras donde es un estorbo. Un instrumento valioso, éste de la Lógica, no lejos de la no menos valiosa hipocresía -el nivel bajo de la di­plomacia-, que evitó la violencia física como único argumento para solventar el con­flicto social. Así pues, de la combinación de las palabras, del lenguaje, no sale nada que no sea convención…

Así las cosas, la Iglesia católica, la más intolerante e influ­yente de las instituciones humanas, no es más que otro aparato parlante pro­visto de lenguaje común, de lenguaje oscurantista, de lógica formal y de hipocre­sía. También de otro artilugio que llama teología des­tinado a persuadir al orbe de la existencia de la divini­dad necesitada de adulación y de zalemas. Como si la intuición de la divinidad necesi­tase de exégetas. Pero ni si­quiera se muestra cautelosa como Sócrates cuando, al inquirirle uno de sus discípulos si aquello que había expli­cado como ra­zón moral de la existen­cia del hombre era real, respon­dió que valía la pena pensar y vivir como si lo fuera. O como los anti­guos griegos eran capaces de vivir con el mito, a sabiendas de que lo era…

En semejantes condiciones, en el siglo XXI, cuando de todos es sa­bido que a los ojos dorados de las estre­llas tiene la misma importan­cia un maremoto engu­llendo a todo un país, que una paja quebrando la se­gunda articulación de la pata trasera de una hormiga, y tras pro­funda reflexión a lo largo de los tres cuarto de siglo de mi vida, yo me pregunto: ¿quién es Bergo­glio? ¿pretende aún hacernos creer que es un repre­sentante de un dios, rodeado de pompa, de boato y de lujo mientras millones de la humanidad sucumben al olvido, al sufri­miento y a la mi­seria? Tome conciencia plena de sí y de la sinrazón, y aban­done cuanto antes el timón de una nave que va a la deriva, con destino a ninguna parte. Tiene un bien cercano referente, que renun­ció a buen seguró porque entendió, aunque no lo haya hecho explí­cito, que si hemos de creer en una Iglesia ésa será exclusivamente la asamblea de creyentes…

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.