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La plutocracia y la política

Fuentes: Agencia Indoamericana de Prensa

Se suele decir que los inicios de la política se remontan al neolítico, cuando la sociedad comienza a organizarse en un sistema jerárquico, en donde ciertos grupos o individuos adquieren poder sobre el resto. En este sentido se puede señalar que la política es una actividad orientada, que tiene un carácter ideológico en la toma […]

Se suele decir que los inicios de la política se remontan al neolítico, cuando la sociedad comienza a organizarse en un sistema jerárquico, en donde ciertos grupos o individuos adquieren poder sobre el resto. En este sentido se puede señalar que la política es una actividad orientada, que tiene un carácter ideológico en la toma de decisiones de un sector para alcanzar determinados objetivos para beneficio propio o colectivo. También puede definirse como una manera de ejercer el poder con la intención de resolver o minimizar el choque entre los intereses encontrados que se producen dentro de una sociedad y que suelen estar ligados al ámbito económico-social y al político.

Ahora la plutocracia no es otra cosa que una forma de oligarquía en la que una sociedad está gobernada o controlada por la minoría formada por los miembros más ricos de la misma. El concepto es habitualmente empleado en un sentido despectivo, para prevenir de los riesgos de un sistema de gobierno excesivamente influido por los estratos más acaudalados de una sociedad, cuyo funcionamiento puede verse excesivamente distorsionado por los miembros más ricos de una sociedad. ​

También se suele decir que la democracia, el gobierno del demo, es decir del pueblo, no tiene absolutamente nada que ver con el gobierno administrado por los grandes intereses económicos, que en realidad corresponde más bien a una plutocracia.

En el caso de Chile podríamos señalar que, a través de la mayor parte de su historia, ha sido gobernada por la plutocracia, con las excepciones del gobierno de Pedro Aguirre Cerda, los tres primeros años del gobierno de Eduardo Frei Montalva y el gobierno de la Unidad Popular, encabezado por la figura inmortal del presidente Salvador Allende.

Luego la plutocracia chilena mueve todas sus fichas con el objeto de recuperar el poder político y parte del poder económico, que les había sido arrebatado por la nacionalización del cobre, la reforma agraria y el paso de diversas empresas a lo que se llamó el área social de la economía del programa de la Unidad Popular, como las cuestiones más trascendentales del proceso de cambios que vivía Chile. De allí que la plutocracia con la ayuda de los Estados Unidos, el sector más conservador y reaccionario de la Iglesia Católica, el Partido Nacional (RN), la Democracia Cristiana, Patria y Libertad, junto a los grandes empresarios nacionales, buscan el golpe de estado, para así poner fin a la inédita experiencia política e histórica encabezada por la Unidad Popular.

Una vez que triunfa el golpe de estado de septiembre de 1973, encabezado por el criminal y ladrón Augusto Pinochet y familia, la plutocracia se pone a disposición de la dictadura comenzado así el proceso de desmantelamiento de las diversas políticas que se habían implementado y que comenzaban a beneficiar a las grandes mayorías del país.

Posteriormente y durante los 17 años de dictadura, los sectores políticos ligados a la plutocracia, vale decir los actuales partidos políticos como la Unión Demócrata Independiente (UDI), Renovación Nacional (RN) y el sector golpista de la Democracia Cristina, dan paso a la elaboración de toda la institucionalidad de la dictadura, la cual es plasmada en la Constitución fraudulenta del régimen militar, el sistema electoral antidemocrático conocido como binominal y el ente también anti democrático conocido como Tribunal Constitucional, todo al servicio de esta plutocracia y el poder del dinero.

Ahora los gobiernos post dictadura no han hecho otra cosa que administrar la parte más sustancial heredada del régimen militar y solo realizando cambios cosméticos, simbolizados en las dadivas de los subsidios sociales, pero no en los cambios efectivos y reales, de manera que beneficien a la gran mayoría de los chilenos.

Esencialmente la plutocracia chilena, representado por los partidos políticos de centro derecha (UDI-RN-DC+-) ha sobrevivido políticamente, gracias al tráfico de influencias, el nepotismo político, los conflictos de intereses y su involucración en la corrupción. Todo este sector político mencionado, de forma directa o indirecta o a través de lazos familiares están relacionado con la plutocracia y el poder del dinero.

Lo que tenemos entonces, es una plutocracia (oligarquía) disfrazada hoy de seudo democracia, una especie de droga, para que el ciudadano de a pie no proteste mucho y siga todo igual: mientras el 1% de la población es cada vez más inmensamente rico, y el resto tiene que vivir de las sobras del neoliberalismo.

En esta plutocracia el sector de la clase política (centro-derecha) que está al servicio del poder del dinero, ha optado por políticas de parche y no soluciones reales para los chilenos, que se han visto afectados por todas las iniquidades que ha creado el modelo económico (neoliberal) imperante desde la dictadura hasta nuestros días.

Esta plutocracia además ha buscado generar la sensación de cierto progreso a través de los medios de comunicación del sistema que controla. La publicidad comercial especialmente a través de la TV llama insistentemente a integrarse a la alineación de la compra desenfrenada de bienes de consumo y ofreciendo créditos con intereses leoninos (estafa), que en otros tiempos se llamaba comprar «al fiado». Dicha oligarquía ya controla alrededor del 35% de la riqueza nacional, cuestión además que va en ascenso.

La plutocracia chilena estrechamente ligada a la fauna neoliberal a ultranza y el legado de la dictadura, ha optado por secuestrar y corromper la política a través del soborno, la coima, la corrupción y los altos ingresos de los altos ejecutivos del aparato público y del parlamento de la nación, cuyas reglas quedan establecidas en la constitución pinochetista y sus diversos derivados legales.

Un ejemplo claro de la corrupción en el aparato del Estado es el sueldo percibido por el máximo ejecutivo de la empresa aún estatal Codelco y que percibe 50.530.000 pesos mensuales, vale decir unos 79.171 dólares por mes.

Mientras que un diputado le cuesta a todos los chilenos por año la suma de $296.012.422, si se consideras que se le asigna una dieta de $9.121.806; monto de personal de apoyo de $6.050.131; asesorías externas por $2.329.756; gastos operacionales para los comités de $23.297; monto por personal de apoyo para los comités de $955.283 y asesorías externas para los comités por $291.219, según lo publicado por la prensa nacional.

En tanto, un senador tiene un costo anual de $379.049.241, esto porque mensualmente se le entrega por concepto de dieta $9.121.806; gastos operacionales por $8.299.500; personal de apoyo por $6.834.052; asesorías externas por $3.145.170; gastos operacionales para los comités de $23.296; monto por personal de apoyo para los comités por $958.045 y asesorías externas para los comités por $2.788.901.

Todo esto contrasta con el salario promedio de un trabajador chileno que es de 343.000 pesos (540 dólares), mientras que el salario mínimo está establecido en 276.000 pesos (435 dólares). Mientras que la mayoría de los pensionados viven con 150.000 pesos mensuales.

De allí que se puede decir que la plutocracia y sus vasallos en la política, no han hecho otra cosa que saquear las arcas del estado chileno para beneficio propio, al margen de muy pocas excepciones políticas. En realidad, la plutocracia no es otra cosa que la mafia en el poder, cuyos nexos más directos son la Sofofa y la CPC, dos entes empresariales que agrupan a los grandes empresarios y el poder del dinero

De allí que cada cierto periodo los chilenos eligen a los representantes de esta plutocracia y un sector de las fuerzas progresistas (FA, PC) que no están contaminada con todo lo degradante que ha sido capaz de crear la plutocracia chilena.

Ahora esta oligarquía política empresarial desde la época de la dictadura ha lo grado también corromper a los guardianes de su sistema, que no son otros que los altos oficiales de las fuerzas armadas y de la policía militarizada chilena, que han estado involucrados en sendos actos de corrupción.

Finalmente cabe destacar que estos diversos factores creados por la plutocracia y sus sectores políticos afines han contribuido al distanciamiento, la rabia, el desencanto y la desconfianza de los chilenos, hacia la autodenominada clase política del país. Recordemos que en las últimas elecciones municipales alrededor del 60% de los electores no sufrago. Y en las presidenciales últimas, diciembre 2017, el 52% de los chilenos no ejerció su derecho a votar, reflejando el gran descontento existente con la desprestigiada actividad política y una seudo democracia que aún manifiesta tener muchas carencias, pero muy bien protegida por la plutocracia y su brazo armado que no son otros que las FF.AA. chilena.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.