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La pobreza detras del modelo chileno

Fuentes: Prensa Latina

Diez personas habitan en una pequeña casa de la comuna de San Ramón, en esta capital. Sólo hay tres camas y en la más grande duermen cinco. Del total, uno está enfermo (incapacitado), cuatro están cesantes, y dos son madres solteras. Se trata de los Vejar Urzúa, una familia promedio dentro del 60 por ciento […]

Diez personas habitan en una pequeña casa de la comuna de San Ramón, en esta capital. Sólo hay tres camas y en la más grande duermen cinco. Del total, uno está enfermo (incapacitado), cuatro están cesantes, y dos son madres solteras.

Se trata de los Vejar Urzúa, una familia promedio dentro del 60 por ciento de pobres o extremadamente pobres que habitan la geografía chilena.

Sus nombres aparecieron en el diario semioficial La Nación como uno de tantos ejemplos que desmienten los extraordinarios logros que se atribuyen al modelo neoliberal impuesto por el ex dictador Augusto Pinochet (1973-1990) y perfeccionado por tres gobiernos de la Concertación que le siguieron.

Los padres tiene 48 y 50 años y tres hijos que van desde los 20 a los 28 años, y cuatro nietos, a los que se añade Brian, un huérfano de 12 años al que han acogido.

En total, 10 seres humanos que se amontonan en una casa de poco más de 30 metros cuadrados. Víctor, el padre, está enfermo, por lo que ya no puede aportar a la economía familiar.

Esta responsabilidad recae sobre Brígida, la madre, que hace pasteles con la ayuda de sus tres hijos cesantes, para sobrevivir.

De los tres, dos son madres solteras, y los nietos de la pareja forman parte de más del 50 por ciento de niños chilenos que nacen fuera del matrimonio y cuyo destino depende exclusivamente de sus madres y abuelas.

«Porque no se trata sólo de pobreza material, sino de pobreza humana, ciudadana, que no les permite proyectarse ni siquiera para formar un hogar propio», dice el Premio Nacional de Historia Gabriel Salazar, citado por el diario.

Pese a que las autoridades fijan el nivel de pobreza y extrema pobreza en poco más del 20 por ciento -con lo que el país estaría a las puertas del Primer Mundo-, datos recientes de la empresa Corpa Estudios de Mercado lo desmienten.

Los Vejar Urzúa pertenecen al denominado grupo E (el 20 por ciento de la población que vive en la extrema pobreza). Si a ellos se le suma casi el 40 que pertenece a la clase baja (grupo D), arroja que la mayoría de los poco más de 15 millones de habitantes viven rozando o definitivamente hundidos en la pobreza.

«Feroz contraste con los ocho mil dólares de renta per cápita», subraya La Nación, al citar las cifras oficiales que sirven de argumento al mundo político chileno que, «mareados» por su propia propaganda, se comparan ya con las grandes economías del orbe.

Aunque constituyen una sólida mayoría, el submundo de segregación de familias como las de Vejar Urzúa rara vez salen a la luz en los medios de prensa chilenos, como no sea en las crónicas rojas que abarrotan de los telediarios.

O cuando ocurren grandes tragedias, como el terremoto de 2005 en el Norte Grande o las inundaciones del pasado invierno en el Sur del país, y las cámaras intrusas muestran lo minúsculo y precario de sus casas, el hacinamiento, la miseria y la desesperanza que los rodea.

Mientras, las grandes transnacionales -especialmente de la minería- se llevan del país multimillonarias utilidades (más de 15 mil millones de dólares este año) y los bancos rompen record de ganancias (mil 300 millones de dólares sólo de enero a septiembre).

EL MUNDO LABORAL

La gran mayoría de los trabajadores chilenos (un 80 por ciento) son contratados por las Pequeñas y medianas empresas (Pymes) -también víctimas del modelo que privilegia a los grandes grupos económicos-, las cuales logran sobrevivir empleándolos por cortos períodos de tiempo.

Según un estudio del Centro de Investigación Laboral y Previsional de la Universidad de Chile, el 47 por ciento de los cotizantes tiene contratos temporales.

Además, un tercio del total no dura ni un año en su puesto, lo que los excluye de cualquier derecho a indemnización o a seguro de desempleo.

Estos son privilegios que sólo se lleva el 20 por ciento más rico -los que pertenecen al quinto quintil y logran firmar un contrato- y que consiguen el 66 por ciento de las indemnizaciones por años de servicio.

Como destaca La Nación, a esta mayoría silenciosa no llega los beneficios de los altos precios del cobre, como no sea para robarlo de los tendidos eléctricos o telefónicos, en cuyas aventuras mueren electrocutados no pocos (los talleres pagan hasta cuatro dólares el kilo de cables del metal dorado).

EN CHILE, SER POBRE ES MÁS CARO

La política impositiva es tan perversa que precisamente la vida para los pobres es más cara, como demuestran múltiples ejemplos.

El sistema, basado en el IVA (19 por ciento) y que representa el 40 por ciento de todo lo que recauda el Estado, se paga por todo lo que se consume (desde el pan hasta la leche), y lo mismo lo tiene que asumir el desempleado (que no gana nada) que los segmentos que mayores ingresos reciben.

Lo mismo pasa con la energía, donde para los más ricos el gasto en electricidad representa menos del uno por ciento de sus ingresos, a pesar de tener un consumo muy superior.

En el caso de los pobres es del 10 por ciento en Santiago y hasta el 20 en la Regiónes del interior del país, según estudios especializados.

Una familia como la de los Véjar Urzúa paga como promedio 38 mil de los 120 mil pesos que gana al mes (unos 225 dólares) en luz, agua y gas. En educación es lo mismo.

Los pobres, a pesar de ir a colegios públicos, deben dedicar un 15 por ciento de sus ingresos a uniformes, transporte y útiles para sus hijos.

Para los más ricos, esto baja al 11, porcentaje en el que se incluyen las mensualidades de hasta 200 mil pesos (unos 380 dólares) que abonan por los exclusivos colegios a los que envían a sus hijos.

LAS MUJERES, LAS MAS GOLPEADAS

Mujeres como Brígida, que tienen que asumir la carga de la familia -además de los hijos y nietos-, son las más golpeadas por el modelo económico y la sociedad en su conjunto.

«Ellas son ahora las más explotadas, con la mayor precariedad, son temporeras, sirvientas, trabajadoras de empaquetamientos en frigoríficos», afirma Gabriel Salazar al destacar también lo que denominada «la feminización de la pobreza».

El historiador subraya que en Chile los hombres han perdido el privilegio de ser el rey de la casa, el que tiene a su cargo el mayor peso en los ingresos, para pasar a engrosar la marginalidad.

Y a la pérdida del rol se añade lo que lleva consigo la marginalidad: separaciones, infidelidad, alcohol y drogas, que los lleva a perder incluso su identidad sexual, ya que por unos pesos para droga se prostituyen con otros hombres.

«Es la crisis de la masculinidad en los sectores populares, donde los niños no encuentran modelos a los que imitar o querer. Este empeoramiento de la condición del hombre está detrás de la gran violencia que ejercen sobre las mujeres», enfatiza Salazar.

Irónicamente -resalta- son los rotos los que crean las riquezas, los que han ganado las guerras, los que han creado la cultura chilena, aunque esté al margen de la industria, sobre todo con la música, subraya.

Angel Pino es Corresponsal de Prensa Latina en Chile.