La contraofensiva imperialista y de la burguesía contra el gobierno de la Unidad Popular y las organizaciones de avanzada de la clase trabajadora, se llevó a cabo para frenar el avance en la conciencia de clase, la organización y la lucha por parte del proletariado chileno.
Y tuvo en el golpe de estado y la posterior dictadura cívico – militar, su expresión más horrorífica y despiadada. Implementó reformas políticas y administrativas que permitieron no tan sólo perpetuarse como clase burguesa en el poder, sino que asegurar la instalación de un modelo distinto de explotación y dominación dentro del sistema capitalista, que vino de la mano con la sobreexplotación y precarización de la clase trabajadora y el pueblo. El plan laboral de la dictadura institucionalizó formas de explotación superiores y fragmentó a las organizaciones de las y los trabajadores en el plano sindical con el objetivo de imponer el patrón de acumulación neoliberal.
El plan laboral dirigido por José Piñera desde el Ministerio del Trabajo y Previsión Social lo constituían el DL 2.756, sobre organización sindical, y el DL 2.758 sobre negociación colectiva, estos se centran en cuatro dimensiones que son la estructura del Plan Laboral y posterior Código del Trabajo, a saber, negociación colectiva centrada en la empresa, huelga que no paraliza, libertad sindical y despolitización sindical. Lo que se buscaba construir, era una normativa laboral que diera cobertura legal a los nuevos mecanismos de explotación de la mano de obra y el fortalecimiento de las compañías, expresado en la mercantilización de la sociedad a través de la implementación del modelo neoliberal, exportado desde las academias de Chicago por parte del equipo económico y jurídico del gobierno dictatorial.
No hay que dejar de hacer mención al caso del segundo gobierno de Bachelet, el cual cumplió un rol fundamental en el control social y político del alza sostenida de movilizaciones de diferentes sectores del campo popular. Prometió una serie de reformas en el plano de los derechos sociales y laborales; una de ellas fue la realización de una reforma laboral que supuestamente sería para beneficio de las y los trabajadores, y que resultó en el aumento de la regulación del quehacer sindical, transformándose en una reforma antisindical, pues cada una de sus modificaciones se presenta como un obstáculo para el ejercicio de la lucha por los derechos y el avance de la organización de las y los trabajadores, siendo este un ejemplo de cómo la clase explotadora no importando el gobierno de turno, impulsa medidas para asegurar sus ganancias a costa de la desarticulación de las y los trabajadores en lucha.
Son seguramente el subcontrato y el trabajo a honorario, los mecanismos que ha utilizado la patronal para someter a expresiones mayores de precarización laboral con el objetivo de aumentar su taza de ganancia en el mercado. Ambos mecanismos han sido desplegados por el sector privado y por el estado, generando el surgimiento de trabajadores de diversas calidades contractuales que expresan sin duda condiciones mayores de inseguridad laboral y sobreexplotación, bajas remuneraciones y poca posibilidad de organizarse. El contrato único en el estado es la demanda principal para acabar con esta forma de explotación laboral que han impulsado las y los trabajadores a honorarios; en el sector privado el contrato con la mandante es la demanda que impulsan las y los subcontratados para igualar condiciones laborales y remuneracionales.
Pero lo que se requiere es acabar con las leyes que regulan las relaciones entre el capital y el trabajo emanadas por la burguesía y los gobiernos patronales y, a través de la organización sindical y la lucha, aumentar los derechos de las y los trabajadores para así impulsar un camino hacia el control de los medios de producción y la distribución de las mercancías y el ejercicio del poder popular por parte de las y los trabajadores organizados.
Desde la implementación del plan laboral de la dictadura, y su posterior perfeccionamiento en los gobiernos de la concertación, nueva mayoría y Chile vamos, la burguesía ha implementado paquetes de medidas que buscan aumentar las ganancias de las empresas a costa de la explotación de las y los trabajadores y también eliminar la organización sindical de lucha y favorecer a la burocracia y al clientelismo rastrero del movimiento sindical, que tiene su máxima expresión en la Central Unitaria de Trabajadores CUT.
La clase trabajadora ha aprendido mucho desde el alzamiento popular de octubre, pero el movimiento sindical ha sido un ausente importante. El vaciamiento ideológico que hemos sufrido desde la dictadura cívico – militar y los amarres institucionales aún contienen la energía transformadora de la clase trabajadora sobre todo a nivel sindical. Se debe reimpulsar el pliego de demandas de nuestra clase y centrar los objetivos tácticos en luchas concretas e impulsar el plan de lucha en las nuevas condiciones y correlaciones de fuerzas en la actual coyuntura. Asimismo, se debe apoyar el levantamiento de organización de las y los cesantes, avanzando en un sindicalismo clasista y combativo, venciendo el burocratismo, caudillismo y clientelismo que lo ha empantanado. Es fundamental avanzar en la articulación de la clase trabajadora y el pueblo, y levantar fuerte y claro la lucha por pan, trabajo, salud y techo.
Ariel Orellana A.,Asociación Intersindical de Trabajadores y Trabajadoras Clasistas, AIT