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La «primavera francesa» y el ascenso de los fascismos

Fuentes: Rebelión

El señor pakistaní de la tienda al lado de casa, al ver mi desánimo ante los sucesos que agitan Europa, me propone mirar la cosa con otros ojos. En Pakistán, no hace ni un mes, 6 fundamentalistas islámicos mataron a 145 personas en una escuela militar. Mataron a niñxs y funcionarixs de la escuela ametrallándoles […]

El señor pakistaní de la tienda al lado de casa, al ver mi desánimo ante los sucesos que agitan Europa, me propone mirar la cosa con otros ojos. En Pakistán, no hace ni un mes, 6 fundamentalistas islámicos mataron a 145 personas en una escuela militar. Mataron a niñxs y funcionarixs de la escuela ametrallándoles a sangre fría. La aplastante mayoría (solo había 15 funcionarixs, según él) eran menores de 18 años. El mundo entero sufre un fenómeno espantoso, que los movimientos fascistas recuperan ante el miedo irracional que el terrorismo genera. Si ya no hay como no hablar de la muerte cuando se habla de política, falta ver como va a reaccionar el pueblo francés ante la situación que se le plantea. 

Pero, ¿cómo puede un país afrontar a la muerte de forma serena, cuando el principal contacto que tuvo con ella ha sido mediante el espectáculo tecnológicamente mediatizado, que transmitió a la población un diluvio de imaginarios prósperos, de promesas de vidas acomodadas y tranquilas? A la vez, y de forma cada vez más insistente, se ha bombardeado a la población desde su más tierna edad con imágenes de violencia gratuita. Una parte importante de la sociedad francesa lleva desde el 1968 viviendo dentro de esa cosmovisión a menudo hedonista, y si más no epicúrea, que tiende a huir del dolor para buscar la felicidad. Infelizmente, las reivindicaciones políticas del revolucionario mes de Mayo de ese año asociadas a la búsqueda del placer -que las hay en el contexto de un capitalismo organizado por el estado, y muchas- se diluyeron, bajo la presión del proceso de mercantilización de la naturaleza.

La brutalidad de dicho proceso es la manifestación por autonomasia de la siempre latente vertiente totalitaria de la organización estatal-capitalista de la sociedad. Es ese proceso el que empuja Estados Unidos, Arabia Saudita y Pakistan a formar una alianza en el 1984. De esta alianza saldrá la decisión de poner a Ussama Bin Laden a cargo del reclutamiento de militantes islamistas destinados a Afganistán. Esa guerra nunca ha acabado, y por el momento aún es imposible estimar cuanta violencia más acabará generando. Ante la barbarie, sólo el conocimiento y la búsqueda de una vida coherente con el ideal de verdad y libertad (de consciencia, de credo, de expresión, política, etc.) puede salvarnos de la profunda marea obscurantista-esotérica que deshumaniza a los humanos, maltrata a los seres vivientes y amenaza con destruir el planeta.

La subversión en sí misma no puede ser institucionalizada. En cambio, se ha generado una idolatría de la rebeldía sin causa, que busca separar a los sujetos de la vida política, al adoctrinarles permanentemente con consignas vacías y caducas. Charlie Hebdo, un periódico criado en el 1969, representa a una ala progresista y altamente transgresora del movimiento de Mayo del 68, que fue un actor político importante en su momento, al dejar en ridículo al De Gaulle y a su modelo patriarcal tradicionalista. Al evolucionar y estabilizarse dentro del mercado editorial, las viñetas caen a veces en un izquierdismo rancio y burlón, como el del Jueves. No obstante, su negativa en someterse a la censura impuesta mediante amenazas y agresiones ilustra también el interés estratégico de la yihad islámica en atacar a la izquierda occidental y su ideal – a veces defendido de forma obtusa y dogmática – de la libertad de expresión. Hay sensibilidades que conviene no herir, como la de la familia real española que censura una portada del Jueves porque se burlaba de la corona de mierda que el rey le pasaba a su hijo. Más bien, hay sensibilidades que no permiten la crítica, aunque se presenten bajo el discurso de la tolerancia y del respeto.

El pueblo occidental, atemorizado y horrorizado, se redescubre en las plazas. Por todo el mundo se dan concentraciones solidarias que reunen a militantes fascistas organizados y el resto de la población, que se encuentra poco organizada, aunque haya también minorías activas de signo democrático en Francia. Hay que verle el lado positivo a las cosas cuando lo hay, y en este caso es esperanzador que en esas plazas se esté realizando una deliberación colectiva, hasta ahora aparentemente no organizada, más allá de las concentraciones encabezadas por los partidos oligárquicos franceses. Sin embargo, el discurso de la extrema-derecha puede cuajar con facilidad, dado que el veneno de la Peste Negra lleva rato siendo difundido por los medios de comunicación, mientras el fascismo europeo se organizaba. Entre la yihad islámica y la guerra santa católica, hay cada día menos diferencias.

La «primavera francesa» no podría ser más fría, un frío que recuerda a los atentados de Breivik en Noruega el 2011…

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.