El socialista de izquierda Jorge Arrate proclamó este domingo su candidatura presidencial en los comicios de diciembre 2009, en la sala de teatro La Comedia repleta por unos 400 militantes críticos y disidentes del partido Socialista, acompañados por un amplio espectro de simpatizantes de las ideas progresistas que sustentara el presidente Salvador Allende. Previamente, Arrate […]
El socialista de izquierda Jorge Arrate proclamó este domingo su candidatura presidencial en los comicios de diciembre 2009, en la sala de teatro La Comedia repleta por unos 400 militantes críticos y disidentes del partido Socialista, acompañados por un amplio espectro de simpatizantes de las ideas progresistas que sustentara el presidente Salvador Allende. Previamente, Arrate renunció el 14 de enero a su militancia de 46 años en el partido que en 1933 fundaran Allende, Eugenio Matte y Marmaduque Grove, entre otros.
La proclamación ocurrió un día después que la cúpula oficialista del partido formalizara su apoyo al senador demócrata cristiano Eduardo Frei en la disputa presidencial interna de la Concertación de Partidos por la Democracia, que gobierna Chile desde 1990. Frei, quien fuera presidente en 1094-2000, todavía debe disuadir las aspiraciones del también senador Antonio Gómez, jefe del partido Radical Socialdemócrata. Si eso no ocurre, una elecciones primarias zanjarían la cuestión.
Evocación de Allende
Arrate se propone rescatar el legado de Salvador Allende. Su proclamación estuvo signada por la evocación del líder popular en retratos e imágenes de video. «Allende nos convocó a abrir las alamedas, hoy cerradas por un sistema político excluyente, un modelo económico injusto y una clase dirigente que no escucha al pueblo», reza un panfleto que se distribuyó al público.
También reaparecieron las olvidadas banderas rojas que usaba antaño el partido del presidente inmolado. Arrate, economista y abogado que fuera dos veces ministro y también embajador de los gobiernos de la Concertación, renunció previamente a su militancia de casi medio siglo en el PS. «Decenas de miles de socialistas están marginados de toda actividad y en el hecho han suspendido su militancia; cada cual debe obrar según su propia conciencia, definiciones políticas y posibilidades», comentó en su carta-renuncia al jefe del PS, el senador Camilo Escalona.
En una sala atestada de público, el acto rechazó la era de capitalismo salvaje, que ha sido promovido durante dos décadas por la Concertación, con enormes beneficioso para los grandes grupos económicos. La proclamación transcurrió en un clima emocional signado por la evocación política Salvador Allende. Los oradores manifestaron esperanzas de una pronta reconstrucción de la izquierda chilena, para sintonizar al país con los cambios políticos en América Latina, particularmente en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Paraguay y, por supuesta Cuba, más otras naciones de la región.
La invitada especial Fabiola Letelier, abogada conocida por su constante defensa de los derechos humanos y su reclamo de justicia por el asesinato de su hermano Orlando Letelier, pidió la palabra para recordar a Jaime Robotham y Claudio Thauby, jóvenes socialistas desaparecidos por la dictadura de Augusto Pinochet en 1974, y reivindicó la urgencia de una asamblea constituyente que adopte democráticamente una nueva carta fundamental para abandonar la Constitución que todavía rige en Chile, aunque fue impuesta por Pinochet en 1980 y ha sido «legitimada» por sucesivas reformas cosméticas impulsadas por la Concertación en acuerdo con la derecha pinochetista que domina el Senado.
«El tiempo ido fue mejor»…
También asistieron Carlos Altamirano, secretario general del PS en los tiempos de Allende, los veteranos socialistas Alfonso Guerra, Andrés García, Lautaro Videla y muchos otros viejos cuadros del partido de Allende, el pintor José Balmes, de origen hispano y premio nacional de artes plásticas, el cinematografista Sergio Trabucco, el celista Gabriel Valenzuela (ex MIR), el cantante Jorge Coulón, los periodista Hugo Murialdo y Rubén Andino, Faride Zerán, también premio nacional de periodismo, entre muchos otros intelectuales, artistas, dirigentes sindicales, activistas y numerosa juventud integrada por hombres y mujeres.
También concurrió Víctor Pey, de 96 años, amigo personal de Allende y ex propietario del diario popular Clarín, quien arribó a Chile en el Winnipeg, el barco que trajo a los refugiados de la guerra civil española hace 70 años. Pey lleva sobre sus espaldas casi dos décadas de lucha tenaz contra los gobiernos de la Concertación para que el Estado Chile reconozca sus derechos y le devuelva su periódico y su infraestructura de edificios y máquinas confiscadas por la dictadura militar.
Parodiando al poeta hispano Jorge Manríque, hubo momentos en que la proclamación de Arrate sugirió que el «tiempo ido fue mejor», y flotó en los espíritus una refundación del viejo tronco del partido Socialista que arribó al ocaso atrapado por el neoliberalismo socialdemócrata promovida por la «renovación» que impulsaron sus cúpulas durante más de 20 años. El candidato dijo que la actual Constitución impediría al gobierno de Chile intervenir directamente en la economía en crisis estatizando bancos y empresas, como lo están haciendo EEUU y los países europeos, porque lo prohíbe expresamente la carta fundamental, que relegó al Estado a un rol «subsidiario» definido por los intereses de los grandes grupos propietarios que sustentaron a la dictadura y continúan apoyando a la Concertación neoliberal.
El programa de Arrate
La postulación de Arrate se presenta como un resurgimiento de las ideas socialistas de Allende. El abanderado dijo que como presidente no propiciaría ningún salvavidas para las Asociaciones de Fondos Previsionales (AFPs), que han perdido el 40% de los ahorros obligados de los trabajadores que aspiran a una jubilación, pero ha generado fabulosas ganancias para los propietarios del sistema privado de pensiones ideado por la dictadura e imitado en otros países de la región. El ex ministro de Trabajo y Educación explicó que impulsaría un sistema de seguridad social basado en la solidaridad, bajo la responsabilidad del Estado, similar al que existió en tiempos de Allende. Descartó una eventual AFP financiada con fondos públicos pero sometida a la competencia desleal de los fondos privados de pensiones.
El socialista disidente explicó que las políticas de Allende constituyeron los únicos cambios reales intentados en Chile en más de 400 años de historia. En oposición a los actuales sueldos mínimos de 159 mil pesos o unos 230 dólares, sugirió un «salario ético» de 250 mil pesos, de aproximadamente 400 dólares. Agregó que la Concertación ha duplicado el producto interno bruto pero los beneficios del crecimiento sólo se han orientado a los más ricos.
En resumen, el candidato propone:
-Una nueva constitución democrática consagrada por el voto popular
-Terminar con la exclusión política y las desigualdades sociales
-Recuperar para los chilenos la riqueza del cobre
-Terminar con el lucro en la educación
-Efectiva protección al medio ambiente
Recordando que Allende le asignó tareas jurídicas relacionadas con la nacionalización del cobre, que después fue devuelto por la dictadura a las transnacionales, afirmó que restituiría el principal recurso natural chileno al patrimonio nacional. Protestó por la llegada inminente de la cadena transnacional de supermercados Wal Mart, aduciendo que maltrata a los trabajadores en todos los países en que opera, y reclamó por los subsidios del Estado chileno a la industria salmonera extranjera que explota esa riqueza. Al final del acto, los asistentes entonaron el viejo himno partidario inspirado en la Marsellesa, que exhorta a los socialistas a luchar «contra el presente vergonzante».
Comentario final
Arrate, empero, no tiene posibilidades reales de resultar elegido, pero su postulación se propone reagrupar a las fuerzas dispersas de la izquierda y en particular a «los socialistas de verdad», explicó al término de la proclamación el antiguo ex dirigente socialista Andrés García. Consultada Fabiola Letelier, explicó que no milita en el PS pero ve con simpatías cualquier intento por hacer resurgir una izquierda coherente con los tiempos y que sea capaz de impulsar cambios en el sistema político sustentado por la Constitución pinochetista que excluye del parlamento a las ideas progresistas.
En el panorama electoral presidencial todavía quedan algunos paños por cortar. El ex presidente Frei, que en su gobierno privatizó el agua potable, fortaleció a las compañías eléctricas chilenas y españolas, terminó con la minería del carbón y prestó auxilio jurídico y político a Pinochet en 1998 -cuando el ex dictador fue detenido en Londres-, todavía enfrenta el desafío del radical Antonio Gómez, quien aspira a medirse en eventuales primarias de la Concertación. Por otra parte, están anunciadas las candidaturas del comunista Guillermo Tellier y del senador ex socialista y reciente fundador del MAS Alejandro Navarro. La derecha exhibe por primera vez un solo candidato, el multimillonario Sebastián Piñera, del partido Renovación Nacional, propietario de la línea aérea LAN y de un canal de televisión, entre numerosas otras compañías. Piñera es la versión chilena del magnate Silvio Berlusconi, que gobierna a Italia por segunda vez.
Lo más probable es que la elección presidencial de diciembre sea una suerte de «gran primaria» para los sectores de izquierda, pero no está claro si en una segunda vuelta Piñera versus Frei, prevista para enero 2010, apoyarán de nuevo al «mal menor», como ha venido ocurriendo en casi dos décadas de interminable «transición a la democracia» …regida por la Constitución heredada de la dictadura.
En las cuatro elecciones presidenciales anteriores Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet usaron el cambio de la constitución como mera bandera electoral, en particular el socialdemócrata Lagos. Ningún partido del establihsment, ni la clase que dirige la política chilena -prefabricada por la carta magna pinochetista-, han manifestado entusiasmo sincero por convocar al pueblo a dirimir democráticamente una nueva carta fundamental en «elecciones libres», referéndum o plebiscito. La constitución actual es ilegítima. La asamblea constituyente es la única instancia capaz de restablecer el hilo constitucional que fue roto brutalmente por los militares en 1973. Quizás a Arrate le faltó una alusión a los grandes monopolios de la comunicación, que también forman parte de la estructura de poder que maneja este país, donde la «lucha de clases» está teóricamente «congelada» desde 1973 y sólo existen huelgas «clandestinas», invisibles para la gran prensa que exhibe un apoyo unánime al neoliberalismo garantizado por la Constitución. El cambio de la carta fundamental se ha convertido en una suerte de bandera republicana, levantada incluso por sectores de derecha, aunque -desde luego- todavía minoritarios.