La historia demuestra que las ideas socialistas y comunistas han venido experimentando cambios a lo largo del tiempo. La esencia de las ideas socialistas proclamadas en el Siglo XIX fue ratificada en el XX, aunque el desarrollo histórico y la experiencia práctica acumulada modificaron de manera importante las concepciones del socialismo científico elaboradas por Carlos […]
La historia demuestra que las ideas socialistas y comunistas han venido experimentando cambios a lo largo del tiempo. La esencia de las ideas socialistas proclamadas en el Siglo XIX fue ratificada en el XX, aunque el desarrollo histórico y la experiencia práctica acumulada modificaron de manera importante las concepciones del socialismo científico elaboradas por Carlos Marx y Federico Engels.
En las postrimerías del Siglo XX se fue testigo del derrumbe de una parte del campo socialista, con la desintegración de la Unión Soviética y la desaparición de los países socialistas de la Europa Central y del Este, lo que constituyó un duro golpe para el movimiento revolucionario y socialista mundial.
En los inicios del Siglo XXI, la teoría socialista está llamada a una nueva transformación como sucedió cien años atrás. Una transformación que, ratificando la esencia del socialismo científico original como fue plasmado por sus fundadores, modifique los aspectos que ya no se avienen a las actuales condiciones históricas.
Se necesita el diseño de un nuevo socialismo: el socialismo del Siglo XXI, que logre resolver las contradicciones antagónicas que aquejan a la sociedad humana contemporánea.
En este empeño hay cuestiones no totalmente resueltas en la teoría y en la práctica, las cuales requieren de un intenso trabajo creador para su más precisa definición en las nuevas circunstancias. Entre ellas se incluye el sistema de dirección de la economía socialista, tanto en sus elementos conceptuales como en su aplicación. Uno de los temas más polémicos es el vinculado a la existencia de la producción mercantil en el socialismo, al contenido de las categorías mercantiles y las relaciones entre la planificación central y el mercado como reguladores de la economía.
En el análisis de este proceso se debe subrayar que las leyes y categorías económicas y sociales tienen carácter histórico. Ello significa que sus esencias no se manifiestan de igual manera en distintas épocas y en distintos lugares. No existen de manera absoluta, por encima de un tiempo y un espacio determinados.
Una de las conclusiones más importantes en este campo consiste en ratificar que el socialismo es el resultado de un acto consciente de la voluntad del pueblo trabajador expresado en la dirección centralmente planificada de la economía.
En la construcción y el desarrollo del socialismo, el papel decisivo lo desempeña el factor subjetivo del sujeto de dirección económica, el cual debe sustituir a la anarquía y la espontaneidad del mercado, características propias del capitalismo y ajenas al socialismo.
A su vez, no es posible la construcción del socialismo sin la utilización de las relaciones monetario – mercantiles y sus categorías inherentes, las cuales deben actuar en los ámbitos de las metas estratégicas y el control de la planificación central.
Los orígenes de las relaciones mercantiles se remontan a la época de la comunidad gentilicia y adquieren su más alto desarrollo en el régimen capitalista. La producción mercantil puede existir sin propiedad privada sobre los medios de producción y sin explotación del hombre por el hombre, como ocurrió en la comunidad primitiva. Al respecto se puede adelantar que, teóricamente, es posible que en el socialismo – en su esencia, un régimen social sin propiedad privada sobre los medios de producción y sin explotación del hombre por el hombre – existan las relaciones mercantiles, con un contenido distinto a las del capitalismo.
Marx y Engels planteaban que, una vez sustituido el capitalismo por la sociedad comunista, la producción mercantil desaparecería. Por el momento histórico que les tocó vivir, no pudieron agotar sus análisis acerca de los pasos, formas y etapas intermedias mediante las cuales transcurriría la extinción de las relaciones mercantiles. Debido a ello, no estaban en condiciones de precisar que éstas existirían, con un nuevo contenido, en el socialismo, primera fase o fase inferior de la sociedad comunista.
Correspondió a Lenin, con posterioridad, sentar las bases para el enriquecimiento de la teoría marxista del valor y de las características de la producción mercantil en el socialismo.
Lenin definió que la economía socialista no sólo se manifiesta en la propiedad estatal sino también en la propiedad colectiva de las cooperativas. Con esta precisión se establece que las relaciones mercantiles y el empleo del dinero, que relacionan entre sí al Estado proletario y a las cooperativas, tienen lugar sobre la base del sector socialista de la economía, en el que no existen ni la propiedad privada sobre los medios de producción ni la explotación del hombre por el hombre.
La planificación y el mercado no son categorías contrapuestas que pertenecen, cada una de ellas por separado, a regímenes socio-económicos diferentes; no son categorías económicas antagónicas ni necesariamente vinculadas a un determinado régimen social, sino que constituyen mecanismos económicos que pueden ser utilizados en la dirección de la economía, tanto en el capitalismo como en el socialismo.
En el mundo de hoy, a inicios del Siglo XXI, existen factores internacionales que contribuyen a la existencia de las relaciones mercantiles en los países que adoptan el camino del socialismo. La globalización mundial se desenvuelve según los patrones de la economía de mercado capitalista, impulsada por los más ricos y poderosos países imperialistas y las empresas transnacionales. Ello influye en las naciones que deciden construir una nueva sociedad, las cuales, al conectarse con la economía internacional, trasladan a su interior las relaciones mercantiles externas y reflejan en su propia economía las manifestaciones internacionales de la ley del valor.
Se debe destacar que las relaciones mercantiles en el socialismo existen sobre una base nueva y con un nuevo contenido que las diferencia sustancialmente de las relaciones mercantiles del capitalismo.
En la creación de la sociedad comunista, junto al desarrollo de la base material y técnica, es decisiva la formación del hombre nuevo, «el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos» – como precisó Marx. El comunismo exige hombres y mujeres con una elevada conciencia del espíritu colectivo y solidario, la ayuda mutua y el internacionalismo, sin los rasgos de individualismo y chovinismo que genera la propiedad privada capitalista sobre los medios de producción.
Este objetivo no se logra solamente con un alto nivel de las fuerzas productivas y el desarrollo de las relaciones sociales de producción, ni con la acción espontánea de los mecanismos económicos de dirección, sino que se requiere desplegar un intenso trabajo educativo, cultural, político e ideológico entre las masas, que las eduque en los nuevos sentimientos de solidaridad humana.
La conducta comunista en las masas no se logra automáticamente con la supresión administrativa de las relaciones de mercado en el socialismo. La formación ética del pueblo que se aspira alcanzar en la sociedad comunista, es el resultado de un proceso más o menos largo que tiene lugar sobre la base de la educación masiva y una cultura integral sin que necesariamente este proceso sea precedido por la eliminación de las relaciones monetario-mercantiles que se manifiestan en el socialismo.
A su vez, los sentimientos y conductas que caracterizan al hombre de la fase superior de la sociedad comunista, comienzan a manifestarse en la fase socialista de esta sociedad, los cuales deben ser estimulados y desarrollados en forma permanente y consciente.
Refiriéndose a la importancia del factor subjetivo y su vinculación con el desarrollo de las fuerzas productivas en la construcción de la sociedad comunista, el Comandante Ernesto «Che» Guevara muy justamente subrayó:
«Nosotros no concebimos el comunismo como la suma mecánica de bienes de consumo en una sociedad dada, sino como el resultado de un acto consciente; de allí la importancia de la educación y, por ende, del trabajo sobre la conciencia de los individuos en el marco de una sociedad en pleno desarrollo material». (1)
En su análisis de la existencia de la producción mercantil en el capitalismo, Marx distingue, por un lado, las condiciones que se dan para esta existencia y, por el otro, las causas de esta existencia.
Marx ve en la división social del trabajo la condición para que existan las relaciones mercantiles entre los productores. Esta condición no desaparece con la eliminación del capitalismo como régimen social. La división social del trabajo continúa presente en el período de transición del capitalismo al socialismo y en el socialismo, y sólo se extinguirá en una etapa muy avanzada de la fase superior de la sociedad comunista, presumiblemente cuando ésta alcance escala mundial.
En el método de Marx, también se incluye precisar la causa de la existencia de la producción mercantil. Marx define que esta causa, en el capitalismo, es la propiedad privada sobre los medios de producción, la cual aísla a los productores entre sí. El pleno dominio e influencia social de la propiedad privada sobre los medios de producción va desapareciendo con la eliminación del capitalismo. Se hace necesario, entonces, definir cuál es el factor que generaría el aislamiento de los productores, el cual es, en definitiva, la causa más inmediata de la existencia de las relaciones mercantiles en una sociedad dada.
El aislamiento de los productores en el período de transición del capitalismo al socialismo está asociado a la pluralidad de tipos de economía social. En este período existen simultáneamente tres tipos básicos de relaciones mercantiles, diferentes por su contenido aunque similares por su forma, que tienen su máximo desarrollo en épocas históricas diferentes. Estos tres tipos son los siguientes: las relaciones mercantiles de la pequeña producción mercantil; las relaciones mercantiles del capitalismo; y las relaciones mercantiles del socialismo.
Cada uno de estos tipos de relaciones mercantiles en el período de transición sigue una dialéctica distinta en su desarrollo. Como tendencia, las relaciones mercantiles de tipo capitalista se reducen bruscamente en este período y dejan de desempeñar el papel principal en la sociedad. Las relaciones mercantiles del tipo de la pequeña producción mercantil pueden mantenerse un tiempo más prolongado.
Las relaciones mercantiles del socialismo, propias de las empresas y otras entidades estatales, así como de las cooperativas de tipo socialista, no se reducen en este período, sino que, al contrario, surgen y se desarrollan en el socialismo para extinguirse en la fase superior de la sociedad comunista.
(1) Ernesto «Che» Guevara: «Obras 1957-1967», Casa de las Américas, La Habana, 1970, t. II, pp. 299-300.
Teniendo esto en cuenta, la explicación de las causas de la existencia de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo se concentra en la fundamentación del aislamiento de los productores en las condiciones de la propiedad social sobre los medios de producción y de la ausencia de explotación del hombre por el hombre.
Las peculiaridades del socialismo le dan a este régimen social cierto carácter de transición entre el capitalismo y el comunismo, lo cual marca el contenido y la forma de una serie de hechos y fenómenos en la economía y la sociedad. La primera fase de la sociedad comunista no surge sobre una base propia, sino a partir de la formación económica-social precedente: el capitalismo. A su vez, la misión del socialismo consiste en crear las nuevas bases materiales, técnicas y espirituales que requiere el comunismo en su pleno desarrollo.
En el socialismo, aún dentro del sector estatal de la economía, los trabajos no pueden medirse directamente en unidades de tiempo. La división social del trabajo, que sigue presente en el socialismo, determina la existencia de distintos tipos de trabajo: simple y complejo. La comparación entre sí de estos trabajos diferentes y de sus resultados materializados en los productos, hace necesario que se traduzcan a un denominador común que permita indirectamente dicha comparación en iguales unidades de medida. Este denominador común es el valor, el cual genera la utilización de relaciones monetario-mercantiles.
Aunque en el sector estatal existe la propiedad de todo el pueblo, su ejercicio no es homogéneo y se manifiestan rasgos de relativa autonomía de las empresas estatales entre sí. Esta relativa autonomía, que tiene lugar sobre la base de la división social del trabajo y la autogestión de las empresas dentro del plan estatal centralizado de la economía, genera un relativo aislamiento de los productores estatales entre sí. Ello determina que en esta fase las relaciones entre empresas estatales adquieran rasgos de relaciones mercantiles.
Por otra parte, el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas en la fase socialista no es suficiente para garantizar a todos los ciudadanos por igual, la satisfacción de sus crecientes necesidades materiales y espirituales. En esto reside la base objetiva de la existencia de la estimulación material en el socialismo, de manera que quien más trabaje para la sociedad, reciba más de la sociedad. El principio socialista de la distribución según el trabajo está íntimamente ligado al nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y de la conciencia social e individual de los trabajadores y del pueblo en general.
En la necesidad de la distribución según el trabajo en el socialismo y en la existencia de la estimulación material de los trabajadores en esta fase influye el hecho de que, en el socialismo, la conciencia socialista y comunista no surge y se desarrolla espontáneamente, sino mediante una intensa labor educativa y de formación cultural, moral y ética dirigida conscientemente. Esta conciencia social se desarrolla en forma estratificada entre los trabajadores. Quiere decir que todos los trabajadores no tienen, al unísono, el mismo nivel de conciencia social y hay una gama de gradaciones individuales de esta conciencia.
El insuficiente desarrollo de las fuerzas productivas y de la conciencia social en el socialismo determina la necesidad de la estimulación material de los trabajadores y de comparar los resultados del trabajo entre sí y con las normas establecidas de premiación y castigo, lo cual demanda, a su vez, el empleo del dinero, como medio de distribución, y de las relaciones monetario – mercantiles para lograr tal comparación, cuantificándose de manera homogénea la medida del trabajo y la medida del consumo.
También debemos distinguir, a escala mundial, la existencia de países capitalistas y países socialistas, así como sus interrelaciones económicas y comerciales.
El mundo capitalista hoy existente se mueve, por ser capitalista, sobre la base de espontáneas leyes económicas, entre las que se destaca la ley del valor. Estas leyes y los resultados de su acción se manifiestan en la economía internacional a través del mercado mundial de bienes, servicios, trabajo y capital, coadyuvando a la necesidad de la existencia de relaciones monetario-mercantiles en los países que construyen la nueva sociedad cuando sus economías nacionales se interrelacionan con la economía internacional.
La influencia económica de los países capitalistas sobre los socialistas se ha incrementado después de la desintegración de la Unión Soviética y de la desaparición del «socialismo real» en Europa Central y del Este, lo que se manifiesta no sólo en el comercio mundial, sino también en las relaciones financieras internacionales y en las inversiones extranjeras.
La causa más profunda de la existencia de la producción mercantil en el socialismo reviste características multilaterales. Consiste en la falta de maduración de las relaciones comunistas de producción, el relativamente bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y la insuficiente generalización de la conciencia comunista, la cultura, el espíritu solidario y la formación ética, política e ideológica entre las masas, lo que se manifiesta en el incompleto grado de socialización de la propiedad social, de los medios de producción y del trabajo. Todo ello determina un aislamiento de los productores entre sí, por lo que, en el socialismo, la medida del trabajo y la medida del consumo continúan cuantificándose mediante una vía indirecta: el valor de las mercancías.
Las relaciones mercantiles en el socialismo existen sobre una base nueva y con un nuevo contenido el cual las diferencia sustancialmente de las relaciones mercantiles del capitalismo.
Las diferencias principales son las siguientes:
– las relaciones mercantiles del socialismo se basan en la propiedad social sobre los medios de producción; las del capitalismo, en la propiedad privada sobre estos medios;
– las relaciones mercantiles del socialismo existen con ausencia de explotación del hombre por el hombre; las del capitalismo persiguen esta explotación mediante el trabajo asalariado y la obtención de ganancias;
– las relaciones mercantiles del socialismo se utilizan conscientemente por el Estado socialista en el sistema de planificación centralizada de la economía; las del capitalismo, como tendencia, tienen lugar espontáneamente en medio de la anarquía de la producción, la distribución, el cambio y el consumo;
– en el socialismo, el valor de uso de la mercancía adquiere un significado de primer orden; en el capitalismo, el incremento del valor y la búsqueda de ganancia son los únicos objetivos de la producción, independientemente del valor de uso en que se materialice;
– en el socialismo, el carácter mercantil de la fuerza de trabajo, la tierra y los edificios destinados a la producción es muy restringido y el objetivo principal del dinero ya no es convertirse en capital; en el capitalismo, todo es mercancía, incluso la fuerza de trabajo, y en manos del capitalista, el objetivo del dinero es convertirse en capital;
– las relaciones mercantiles del socialismo tienen lugar según las leyes económicas de este régimen social, con el fin de satisfacer las crecientes necesidades materiales y espirituales del pueblo, sin crisis cíclicas de la economía generadas por causas internas, sin antagonismos sociales, sin conducir a la ruina de unas empresas y al enriquecimiento de otras; las relaciones mercantiles del capitalismo se rigen, en su esencia, por la ley de la plusvalía y tienen lugar a través de crisis cíclicas de producción, agudos conflictos sociales y en un proceso que engendra la ruina de muchas empresas y el enriquecimiento desmedido de unas pocas, así como el aumento de la diferenciación de ingresos entre la población.
No es posible predecir las formas concretas y las manifestaciones específicas mediante las cuales tiene lugar este desarrollo dialéctico. So1amente la práctica social y las acertadas interpretaciones teóricas en cada momento histórico precisarán las soluciones que conduzcan a la extinción de las relaciones mercantiles en un futuro relativamente lejano.
Mientras no se haya implantado la fase superior de la sociedad comunista, podemos llegar a la conclusión de que la utilización de las relaciones monetario-mercantiles en la lucha contra el capitalismo, primero, y por la construcción del socialismo y del comunismo, después, es una ley objetiva para los pueblos que emprenden el camino de eliminar la explotación del hombre por el hombre y construir una nueva sociedad. Esta ley objetiva se incluye entre los temas de estudio de la ciencia de la economía política del socialismo. La conciencia revolucionaria, socialista e internacionalista puede fomentarse en el pueblo sin que sea necesario suprimir las relaciones de mercado en la fase socialista.
A su vez, es necesario también combatir la tendencia de sobrevalorar el papel de las relaciones monetario-mercantiles en la construcción del socialismo. La edificación socialista es, en primer lugar, un acto consciente y, por tanto, no está sujeto a los vaivenes del anárquico desarrollo del mercado, como sí ocurre en el capitalismo.
La producción mercantil en el socialismo no impone su veredicto arbitrario al hombre, sino que éste se apoya en el mercado y sus características para planificar conscientemente el desarrollo económico y social y alcanzar los objetivos que trazan su política y su filosofía.
Es imprescindible criticar sistemáticamente las ideas según las cuales el Estado socialista debería abandonar su función planificadora central y convertirse en algo así como un centro de información y pronóstico del desarrollo económico, el cual sería regulado por la acción espontánea del mercado y la gestión de empresas con absoluta independencia económica, sin el control directivo del plan estatal central.
Por otra parte, la acción de las categorías mercantiles en el socialismo no se manifiesta con la misma intensidad en todos los ámbitos de actuación del sujeto estatal de dirección económica. En mayor grado se refleja en las relaciones monetario-mercantiles que se establecen entre las empresas y uniones de empresa. Sobre esta base funcionan los principios de la autogestión financiera.
En los eslabones superiores de la empresa y de la unión, o sea, en el ministerio ramal y los órganos centrales de planificación estatal, la influencia de las categorías mercantiles y del cálculo económico se reduce, adquiriendo más importancia el aspecto centralizado y administrativo de dirección de la economía, y un mayor grado de influencia del aspecto subjetivo y consciente en la toma de decisiones económicas y sociales.
Debido a este mayor papel de los métodos administrativos en el trabajo de los órganos centrales de dirección económica, se hace necesario en ellos prevenir el surgimiento de tendencias burocráticas y el subjetivismo en la toma de decisiones. Con este objetivo deben acentuarse los aspectos democráticos en la labor de dirección y practicar la consulta a las masas en las cuestiones fundamentales de la política económica del Estado socialista.
El comunismo exige hombres y mujeres con una elevada conciencia del espíritu colectivo y la ayuda mutua. Un lugar destacado en este proceso lo ocupan los sentimientos internacionalistas, que superan el aislamiento establecido entre los hombres, no sólo por la propiedad privada, sino también por las diferencias entre las naciones.
Las diferencias entre las dos fases de la nueva sociedad no debe conducirnos a pensar que entre ellas hay un muro que las separa nítidamente. Dentro del socialismo, que es una primera fase o fase inferior, comienzan a manifestarse y desarrollarse características y actitudes propias de la fase superior de la sociedad comunista.
Por ejemplo, en la distribución de bienes de consumo y servicios a la población en el socialismo, es posible y conveniente que la educación y la salud pública se presten de forma igualitaria para todos los miembros del colectivo social, según las necesidades de los usuarios y no según el trabajo que éstos aportan a la sociedad. En estas condiciones, cada individuo tiene el derecho de asistir a la escuela desde su más temprana edad y a restablecer su salud mediante los servicios que garantiza el Estado socialista, sin mediar pago monetario alguno. He aquí un rasgo de la fase superior de la sociedad comunista.
El desarrollo de estos y otros rasgos del carácter comunista debe ser impulsado y generalizado conscientemente desde la fase socialista. La motivación de los trabajadores en la construcción del socialismo y del comunismo no se logra mediante el exclusivo incentivo material, sino con la promoción de una adecuada correspondencia entre la estimulación material y moral y el desarrollo de la conciencia individual y social.
El afán de asegurarse un mayor ingreso monetario individual a cuenta de los demás miembros de la sociedad no es un rasgo del socialismo, sino de la competencia con fines de lucro propia del capitalismo.
A su vez, en el socialismo es incorrecto contraponer el interés material y el interés moral. Uno y otro se condicionan mutuamente en unidad dialéctica, en la que lo aportado individualmente por el trabajador se reconoce por la sociedad en los ámbitos que posibilitan el desarrollo material alcanzado por ella, y el individuo siente la satisfacción del deber cumplido y de los objetivos que la sociedad exige de cada uno.
En esta unidad, el fortalecimiento de la estimulación moral, la motivación política e ideológica y la conducta ética constituye la formación y desarrollo de un rasgo propio de la fase superior de la sociedad comunista, en la que el único incentivo de los hombres y las mujeres será el moral.