La contradicción entre JM Santos y Uribe Vélez, empezó a resolverse en el momento en que el presidente de Colombia anuncia oficialmente el inicio de unos diálogos con la guerrilla de las Farc en la isla de Cuba. Como la raya que un día de septiembre de 1526 trazara el avaricioso y sanguinario conquistador español […]
La contradicción entre JM Santos y Uribe Vélez, empezó a resolverse en el momento en que el presidente de Colombia anuncia oficialmente el inicio de unos diálogos con la guerrilla de las Farc en la isla de Cuba.
Como la raya que un día de septiembre de 1526 trazara el avaricioso y sanguinario conquistador español Francisco Pizarro con su espada, en la arena de una pequeña isla del mar pacifico colombiano, se ha marcado un surco entre un adelante y un atrás, entre el progreso y la reacción, que delimita una nueva contradicción en la historia colombiana: entre quienes están por avanzar en los diálogos que conduzcan a una paz democrática con justicia social y soberanía y quienes, ya no agazapados como la antigua mano negra sino abiertamente, persistirán en su fanática e intolerante pretensión «militarista» de seguirse lucrando impunemente con la guerra geoestratégica imperial impuesta a nuestro pueblo trabajador, con el amasijo ideológico llamado guerra contra el narco-terrorismo ,y cuyo desenlace estará determinado, únicamente, por la movilización social amplia y unitaria, hasta aislarlos definitivamente e imponer la paz en Colombia.
Tal como habíamos escrito hace algunos años; la solución política al conflicto social armado de Colombia devino en consigna revolucionaria y sobre todo, como lo señalara Marx, se convirtió en una verdadera fuerza material invencible al ser acogida ampliamente por las mayorías populares no sólo de Colombia sino de toda Nuestra América.
Sin embargo, otra contradicción entre la esencia y la apariencia ha aflorado en el nuevo escenario de la lucha de clases que ha surgido en Colombia: La guerrilla de las Farc que después del fracaso de las negociaciones con Cesar Gaviria, planteó en su novena conferencia de 1993 ya de manera más sistemática y como primer punto de una agenda de gobierno la antigua aspiración de sus fundadores planteada en 1964, de solucionar el conflicto social armado colombiano de manera política y realizando los cambios estructurales que la sociedad colombiana exigía, nuevamente hizo incluir la solución política como primer punto de la agenda común de 12 puntos pactada con el gobierno de Pastrana, en la aldea de la Machaca en 1999.
Y una vez roto ese proceso por Pastrana en el 2002, para abrirle el camino a Uribe Vélez, convirtió este concepto en elemento fundamental de su nueva estrategia para enfrentar la arremetida oligárquico- imperialista del Plan Colombia iniciado en 1997, mucho antes de haberse decretado la zona desmilitarizada del Caguán. Así que la concepción de la solución política al largo conflicto social armado, es una aspiración que está en la raíz de la resistencia popular contra el genocidio iniciado con el plan colombo- estadounidense LASO de 1964. No hay nada nuevo en ella, como quieren hacer aparecer los intoxicadores de opinión al servicio del régimen.
Mientras tanto, la oligarquía militarista trasnacional dueña y señora de los medios de comunicación de masas, con su mezquindad y ruindad características se limitó a las apariencias: Negar obstinadamente cualquier cambio estructural necesario históricamente en la sociedad colombiana. «Administrar la guerra interminable» realizada con la generosa ayuda de los diversos planes militares de los EEUU. Y desacreditar a mas no poder a la Insurgencia guerrillera para aislarla de la población (quitarle el agua al pez según la teoría de Mao Tse Tung) y una vez aislada y deslegitimada, exterminarla con la mayor impunidad posible.
El punto culminante de este mascarón sangriento se logró durante el «octienio» fascista del «Estado de Opinión» de Uribe Vélez, una vez hecha la reingeniería militar-paramilitar del Plan Colombia con el objetivo de siempre: dar la sensación de que se va ganando la guerra, magnificando los golpes dados a la guerrilla, pero ocultando los recibidos. Las cifras de esa sangrienta apariencia, que afortunadamente han ido saliendo a la superficie aunque incompletas, hoy son una prueba de esto: 6 millones de desplazados y despojados de 6 millones de hectáreas. 100 mil desaparecidos y fusilados, cinco mil de ellos como Falsos Positivos. 15 mil prisioneros políticos torturados y arrojados a la pudrición en las mazmorras del régimen, 6.000 militares profesionales dados de baja en los últimos dos años, ect. Y sin embargo, la Insurgencia guerrillera continua resistiendo la más grande ofensiva militar tecnológica y financiera proporcionada por EEUU al régimen colombiano, muy lejos de estar derrotada.
Pero no es todo. Al no tener el régimen oligárquico una concepción estructural para solucionar el que llama conflicto interno colombiano, diferente a la derrota y el exterminio de la insurgencia; sus paniaguados violentólogos y columnistas intoxicadores de opinión han quedado sometidos a la inercia de los inamovibles venidos de atrás, que se percibe claramente en el desconcierto con que en sus ultimas columnas comentan la decisión de JM Santos de iniciar un proceso de dialogo con la insurgencia guerrillera que conduzca a la paz en Colombia y, le dan consejos trasnochados como si fueran los verdaderos ministros del interior. ¿Ya leyeron a León Valencia esta semana?
Que «es la ultima oportunidad para la guerrilla». ¿Y acaso para el Estado acaso es la primera? Que la guerrilla debe llegar desarmada a la mesa, como si no hubiera dos partes en guerra y no fuera «necesaria y urgente» en este momento una tregua bilateral. Que paz verdadera no hay ni en la tumba, decía mi tatarabuelita. Que es muy peligroso negociar con narco-terroristas. Que no habrá impunidad para los crimines de guerra de los guerrilleros (pero para Uribe Vélez y sus generales ¿si?) Que mucho realismo y cuidado con lo que se va negociar, y así sucesivamente sin final.
Precisamente, una columna que más demuestra esa contradicción entre la apariencia y la esencia en comento, es la titulada «la hora de la reconciliación» (El Tiempo 02 09 2012) firmada por el general Oscar Naranjo, el mejor policía del mundo según la DEA, el hombre mejor informado de Colombia según el embajador de EEUU en Bogotá, quien no tuvo empacho en proponer el asenso al grado de general a su compañero Santoyo, después de que el fanático procurador Ordóñez lo absolviera «formalmente»; quien nunca dio tregua ni cuartel a los narco terroristas de las Farc …» y también a ese psiquiatra que escribe en ANNCOL ¡Acábelos mi general y no se preocupe!»
Ahora, con la frescura de quien se sabe intocable, mimetizado como partidario de la paz y la reconciliación (de las palabras) escribe metiendo de contrabando una serie de recomendaciones al presidente Santos que vienen de atrás, acerca de su concepción «uribista» de la victoria sobre los que ya no llama narco-terroristas, sino «los violentos» y que de ser aceptadas, muy seguramente conducirán al fracaso que él mismo sutilmente anuncia. Los lectores me disculparán, pero la importancia del personaje amerita una cita en extenso:
…. «Y ahí juega un papel fundamental la Seguridad, ese pilar que le ha permitido al país recuperar confianza, atraer la inversión extranjera y recorrer los senderos del crecimiento social y económico. Una seguridad duradera, respetuosa de los derechos humanos, firme y fortalecida por el marco para la Paz y las leyes de víctimas y restitución de tierras, que deberían generar un escenario propicio para convencer a los grupos armados de negociar sin ambages.
También contribuiría enormemente a generar confianza atemperar el lenguaje guerrero con el cual se busca descalificar a la contraparte. Es hora de recurrir a un discurso sin calificativos peyorativos, que no exacerbe más los ánimos, que no abra más las heridas de esta larga y cruenta guerra. El espejo retrovisor debe servir solo para no cometer los mismos errores, pero no para atravesar el palo en la rueda.
Es hora de la discreción y del tono firme, pero conciliador. Es hora de hablar de transformaciones, del país que queremos, pero con los pies en la tierra y acorde con la realidad de un mundo globalizado. Es hora de respaldar al presidente Juan Manuel Santos, que, a lo largo de su trayectoria política, tiene un acumulado de audacia, persistencia y resultados. Tamaña responsabilidad tienen los medios de comunicación para pasar de cubrir la espectacularidad de la guerra, que siempre dará titulares de primera, a interpretar un proceso de paz con todas sus complejidades.
Un proceso de paz les da vida y consistencia histórica a los esfuerzos que lideró el presidente Álvaro Uribe, porque hacen realidad un predicado que escuchamos de él y compartimos plenamente: la seguridad no es un fin, sino un camino para garantizar los derechos y libertades y construir convivencia. Al final, la paz es una victoria para todos, una victoria incluyente y plural que llama a la unidad política y nacional «.
(*) Alberto Pinzón Sánchez es médico y antropólogo colombiano.
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