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España-Venezuela: lo que importa de una causa es su justicia, no su nacionalidad

La Razón, con la patria o sin ella

Fuentes: Rebelión

Tras la reciente discusión, poco diplomática, entre Zapatero y Chávez y con la intromisión altanera de un rey en plena pataleta, los medios de España se han lanzado, como suele ser habitual, a una carrera de patriotismo que resulta ridícula ya a corto plazo, pasados unos días del calentón (1). En Galicia, cuyo pueblo tiene […]

Tras la reciente discusión, poco diplomática, entre Zapatero y Chávez y con la intromisión altanera de un rey en plena pataleta, los medios de España se han lanzado, como suele ser habitual, a una carrera de patriotismo que resulta ridícula ya a corto plazo, pasados unos días del calentón (1). En Galicia, cuyo pueblo tiene una especial y muy importante conexión migratoria con el estado caribeño, los antichavistas tienen mucha influencia porque forman parte de la clase más pudiente de aquel país y envían divisas a España. Miles de gallegos, trabajando muy duro durante décadas, han hecho grandes fortunas que nunca, jamás, habrían obtenido en su tierra de nacimiento. Su enriquecimiento, no obstante, no tiene nada qué ver con los grandes e inmediatos pelotazos de las multinacionales españolas de la banca, las telecomunicaciones y la energía. Es justo separar estos dos modelos aunque coincidan en algunos aspectos. Hay gallegos que son unos vecinos más de aquel país, que no aspiran a llevarse nada sino a formar parte de aquella sociedad enriqueciéndola, mientras que a la multinacional sólo le interesa recoger beneficios en un mercado más, tenga la bandera que tenga (2).

Curiosamente, en Galicia son empresas radicadas fuera de la Comunidad autónoma las que se benefician de explotar la energía natural de los gallegos: la eólica y la hidráulica. Esta suerte de injerencia extranjera le parece muy mal al gallego medio, el mismo gallego que acusa al Gobierno de Venezuela de ser dictatorial por acotar los desorbitados beneficios de Repsol y otras empresas españolas (3) que se nutren directamente de extraer la riqueza natural de aquel país. Y eso que en Galicia no urge el hambre, como a muchos venezolanos que necesitan con urgencia un gobierno que reparta justicia de una vez. Ahora bien, cuando estas nacionalizaciones energéticas las emprenden los noruegos, que son muy blancos y mucho más demócratas, los gallegos y los españoles se mueren de envidia por la buena gestión estatal de los nórdicos con sus hidrocarburos del Mar del Norte.

Otros antichavistas de Galicia, decía, son una buena parte de los emigrantes venezolanos que han venido a ganarse la vida a España, dejando atrás un país que hasta hace poco tenía una de las mayores desigualdades sociales del mundo: una minoritaria clase opulenta -sobre todo española y estadounidense, además de la alta burguesía nativa- que se enriquecía con las empresas privadas de hidrocarburos frente a una inmensa mayoría de pobres (que son los propietarios morales de esa fuente natural de energía) a los que el mundo nunca prestó atención alguna hasta que empezaron a votar en masa a su actual presidente (4). A Chávez hay que agradecerle que, por primera vez en la historia, la opinión pública española dedique algo de tiempo a los pobres del país caribeño. La opinión pública española, que acaba de descubrir los arrabales famélicos de Caracas como si fueran algo nuevo, está muy preocupada por el daño que el gobierno bolivariano pueda infligir a los pobres. Antes no debía haber pobres ni arrabales, porque nunca hubo la menor preocupación en España por esta gente durante los mandatos de Carlos Andrés Pérez, condenado por malversación de fondos públicos y hoy residente en una lujosa mansión de Miami, lo cual no parece importar mucho ni abrir ningún tipo de debate en España.

Hay que decir que, mientras que muchos de los gallegos de Venezuela son clase dirigente, la mayoría de los venezolanos llegados a España son tratados igual de mal que el resto de latinoamericanos, y no voy a perder una línea más en convencer a nadie de que España es un país con ‘tics’ racistas y que se toma sus reservas ante nuestros hermanos americanos, en su mayoría dedicados a trabajos denostados por los nativos españoles, desde la hostelería más precaria a la chacha esclava que sirve a los ´señores’ vestida con un traje negro, cofia y delantal blanco que ninguna española estaría dispuesta a ponerse, y menos por semejantes salarios. Cualquier española corriente prefiere ganar 500 euros como telefonista o comercial de algún producto imposible antes que ganar el doble ‘sirviendo’ en la casa de una familia de postín. Imagínese, lector, si la familia acomodada en España fuese de inmigrantes latinoamericanos. Qué suerte para estas familias afectadas de la España de hoy, que ya no encontraban chicas del país dispuestas a poner la cofia por cuatro duros (5). Porque una cosa es dedicar catorce horas diarias a cocinar, planchar, pasear a los niños y servir la sopa al señorito por 500 euros, pero llevar la cofia puesta ya es otro asunto que consiste en hacer ostentación de clase al precio de humillar a una persona. De todos modos, si esos emigrantes latinoamericanos son venezolanos o cubanos, se les llamará ‘exiliados económicos’, pero serán simples muertos de hambre que hay que expulsar si son rumanos, colombianos, ecuatorianos o africanos que vienen en patera.

Continúo empleando el caso gallego, perfectamente exportable al ámbito español. Los periódicos locales se lanzan, pues, a advertir sobre la supuesta alarma entre los empresarios españoles con intereses en aquel país. Un colega que conozco personalmente titula afirmando que «El temor a Chávez paraliza las inversiones gallegas en Venezuela desde hace tres años«. Al leer el texto, en el que no hay un análisis riguroso del motivo de la caída en las inversiones (que se debieron, sobre todo, a los movimientos inversores hacia el filón de la Europa pobre), el propio redactor acaba comentando que este mismo fenómeno desinversor está sucediendo en otros países como Colombia, Perú o Argentina (6), países en los que sin embargo no hay una ‘dictadura’ como la personalizada en Hugo Chávez. Es más, Colombia es uno de los denominados ‘países amigos’ de EEUU y allí también ha caído la inversión española. Colombia, donde mueren a tiros 21.000 personas al año, es también un país que gasta el doble en armamento que Venezuela a pesar de las acusaciones contra el presunto arsenal de rifles y patrulleras adquirido por el Ejecutivo chavista. Y, por supuesto, este arsenal es infinitamente menor que el Español, a pesar de que Venezuela está en una posición geoestratégica y política de mayor riesgo de ataque exterior.

Sin embargo, el daño ya está hecho con estas informaciones. Como periodista y como ciudadano, me pregunto cada día si este tipo de noticias están desenfocadas a propósito, es un error debido a la prisa diaria del periodista o es simplemente un profesional cómodo que sigue la moda del momento y cambiará de objetivo cuando se estile atacar a otro personaje (ahora, a Gadafi se le ha perdonado todo; el régimen saudí se mantiene intocable aunque promulgue las mayores barbaridades del mundo y China está bendecida por la fuerza de millones de esclavos que trabajan para ‘nuestras’ empresas, pero pronto aparecerá otro enemigo). En otra noticia en el mismo periódico, el presidente de la patronal gallega se delata y revela de qué pasta están hechos nuestros empresarios (afortunadamente, es común que los presidentes de las asociaciones empresariales no sean muy representativos de la clase empresarial) pues afirma en tono amenazador que, ante la actitud del gobierno de Venezuela, «habría sido mejor invertir en Europa del Este». Obsérvese la competitividad de la empresas que dice representar este individuo, que no se plantean invertir en Francia, Alemania o Estados Unidos. Así nos va, vaya manera de reconocer que su única manera de enriquecerse es buscando pardillos o desesperados.

Volvamos a la discusión en la Cumbre Iberoamericana. Lo primero que habría que preguntarse es cómo el presidente español pretende que todos los españoles nos identifiquemos con las multinacionales españolas que operan en Venezuela. No se trata de identificarse con los más de cien mil gallegos que trabajan a diario en Caracas sino con una decena de hipermillonarios que ni siquiera conocen el país. Se da la circunstancia de que esas cuatro empresas en las que todos estamos pensando también están muy mal vistas por el usuario medio español: quién no se ha sentido impotente y desasistido ante el abuso de determinado banco o compañía de móviles y ante la pasividad del Gobierno español y la perplejidad de las asociaciones de consumidores y usuarios. Cómo es posible que ahora mi presidente me pida que me preocupe porque allí les están parando los pies. No es fácil de explicar esta actitud de Rodríguez Zapatero, máxime cuando hay otros miles de españoles por el mundo -y dentro de España- que requieren atención, con diplomacia o sin ella. Para mí quisiera yo un gobierno que de una vez atienda a los usuarios de banca o de telefonía antes que a las grandes compañías. Porque el número de usuarios/votantes es mayor que el número de grandes empresarios de multinacionales. Esta crítica es extensiva a la defensa que el presidente español hizo de José María Aznar, pues es sabido -y el propio Gobierno de Zapatero lo ha reconocido a través de Moratinos, su ministro de Exteriores- que el Ejecutivo español de aquel momento apoyó y se felicitó por el golpe de Estado encabezado por el empresario Pedro Carmona, presidente de Fedecámaras (la patronal venezolana), y que se inició con el secuestro del presidente legítimo (7). Según ese criterio, Zapatero estaría obligado a defender a Franco o a cualquier atracador de medio pelo por ser compatriotas. Lo que importa de una causa es su justicia, no su nacionalidad.

Si Chávez hizo algo correcto en la cumbre fue dirigir sus ataques contra personas concretas y no contra el pueblo español. Sin embargo, España se lo ha tomado como algo nacional. En determinados países, especialmente de Oriente Medio, existe la costumbre de lanzar ataques furibundos contra Estados Unidos de manera genérica, con quemas de banderas y agresiones a todo aquello relacionado con aquel país. Sin embargo, en algunos países latinoamericanos -Cuba, donde se puede llevar puesta una camiseta con la bandera de EEUU, es un ejemplo- que sufren el bloqueo o la presión del Gobierno usamericano existe una ejemplar actitud de respeto por el pueblo estadounidense. Es un gesto de madurez política distinguir entre determinados gobernantes, pese a ser criminales, y la diversidad popular y cultural de un país. Un viajero europeo o de EEUU puede expresar sus opiniones políticas con más seguridad en Cuba o Venezuela de lo que puede hacerlo un castrista en Estados Unidos o en Europa. Esto hay que reconocerlo y reflexionar un poco.

Es más que probable que el presidente de Venezuela sea un político ciertamente torpe en materia diplomática, y que debería tener en cuenta que existen unas normas para el diálogo incluso en el peor de los conflictos. Es muy probable que sus formas sean, para un europeo cerrado, realmente chabacanas y a veces echen por tierra un mejor entendimiento entre las partes. Es realmente probable que con sus gestos se corre el riesgo de perder algunos aliados indecisos y debería tener mayor visión estratégica, como la ejemplar carrera en Exteriores del ministro cubano Felipe Pérez Roque. Del mismo modo que Zapatero no tenía que encastillarse defendiendo a Aznar (Aznar no es España y hoy ni la representa un poquito), el presidente venezolano debe emplear otros momentos y foros -que los tiene- para expresar sus denuncias. Es probable que yo no quisiera a un Chávez en la Moncloa (o sí), pero si fuera venezolano tampoco querría a un Zapatero en Miraflores. Siendo harto probable todo lo comentado en este párrafo, permítanme la grosería de decir que me paso por el forro de la pachanchilla todo lo anecdótico sobre las formas del presidente venezolano si al final resulta que en el fondo tenía toda la razón en todas y cada una de las denuncias que proclamó. Y si tiene razón hay que dársela, porque el sentido de la justicia no tiene nación, es universal.

Notas:

Nota 1: Obsérvese que Repsol y otras grandes empresas que están haciendo su agosto en Venezuela no se han pronunciado sobre la intervención del Rey. Será que, pese a la presunta tiranía fiscal de Chávez, sigue resultando muy rentable hacer negocio por aquellos pagos.

Nota 2: La colonia gallega es la más importante, influyente y posiblemente la mejor integrada en el país. Está muy dividida, tanto en sus opiniones políticas como en su situación económica, que es muy variable, aunque existe una fuerte impronta, desde hace décadas, de los empresarios gallegos en diversos sectores económicos.

Nota 3: Telefónica ganó 7.848 millones de euros en los nueve primeros meses del año, un 51% más que hace un año y tuvo unos ingresos de 42.014 millones, un 8,6% más, lo que hizo que subiera en bolsa un 0,89% hasta los 22,59 euros por acción. España sigue siendo la mayor fuente de ingresos del grupo con un 36,8% del total (15.462 millones) mientras que Latinoamérica aporta ya el 34,9%.

Nota 4: Vamos a ver si queda claro esto del cambio constitucional para perpetuarse en el poder. Está bien discutir sobre las formas de Chávez, y es igualmente discutible cómo se deben emprender las nacionalizaciones de determinados sectores, pero ver a periodistas con diez o veinte años de experiencia afirmar que la ley pretende perpetuarlo en el poder me irrita doblemente: si es por mala fe, me avergüenza que los periodistas mientan para conseguir su propósito de acabar con Chávez. Pero todavía me ofende más saber que en la mayoría de los casos es por pura ignorancia, incompetencia y seguidismo de los dos o tres periodistas de hace tres líneas, los de la mala fe, que marcan la pauta y hacen que vayan todos detrás. Veamos, la reforma -que será sometida a referéndum, como hicimos con la Constitución Europea pero con mayor debate en la calle- sólo pretende que el sistema electoral sea igual que el de España y los países de nuestro entorno, es decir, que pueda ser candidato de su partido a la Presidencia las veces que quiera y no sólo durante dos legislaturas, como puede hacer cualquier político en España, como hicieron Felipe González, Manuel Fraga o Jordi Pujol. Dicho esto, los de la mala fe pueden seguir en sus trece, pero los otros no pueden seguir alegando ignorancia. El único que pretendió perpetuarse en el poder fue Franco en España, un tipo que no era sometido al voto popular y que tuvo que morirse de viejo porque muy pocos españoles, muy poquitos, se enfrentaron a su tiranía y todavía hoy hay quien siente nostalgia de él.

Nota 5: hace unos días, una señora de este tipo, que ya ha criado a sus hijos y vive sola y con perfecta salud y frescura física, me dijo que España estaba «fatal, porque ahora sólo tengo una chica para servirme en casa, antes tenía tres». Pues algo hemos mejorado en estos cincuenta años, pienso yo.

Nota 6: El pueblo argentino acaba de elegir como nueva presidenta a la veterana política Cristina Fernández. Imagine, lector, lo que se diría de Hugo Chávez si le sucediera en la presidencia su propia esposa.

Nota 7: Es bueno admitir que Aznar no estuvo sólo en aquellos momentos. El propio periódico El País, el más importante de España y que presume de progresismo editorial aunque con fuertes intereses económicos en Latinoamérica, fue el primero en mostrarse encantado con el golpe de Estado en Venezuela y evitar condenarlo. Luego tuvo que dar marcha atrás. Quien alberque alguna duda, que consulte las hemerotecas.