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La realidad chilena, la izquierda y el marxismo

Fuentes: Rebelión

Introducción La historia, más que recordar hechos pasados con distintos fines conmemorativos o para no repetir errores, tiene la finalidad de descubrir las regularidades y leyes que rigen los procesos sociales que permitan orientar las transformaciones necesarias del mejoramiento de las condiciones de vida materiales y espirituales, siendo su fuerza motriz las luchas de clases. […]

Introducción

La historia, más que recordar hechos pasados con distintos fines conmemorativos o para no repetir errores, tiene la finalidad de descubrir las regularidades y leyes que rigen los procesos sociales que permitan orientar las transformaciones necesarias del mejoramiento de las condiciones de vida materiales y espirituales, siendo su fuerza motriz las luchas de clases. El carácter científico de la teoría marxista es lo que, en definitiva, le da esa cualidad revolucionaria que la diferencia de las demás y que permite incidir de forma consciente en las transformaciones sociales además de no caer en posturas oportunistas, reformistas, populistas o, en el mejor de los casos, en las consideradas progresistas, pero siempre dentro del marco del sistema capitalista y por ello recicladoras constantes de las causas de las lacras sociales 

Por lo tanto, para cualquier análisis que se realice  con el fin de entender la dispersión y el estado actual de la izquierda chilena es indispensable hacerlo en su contexto histórico. No obstante ello, para visualizar la situación catastrófica en que se encuentra y sacar las lecciones necesarias para las estrategias de su recomposición,  conviene además tener de referencia el mejor momento en la historia contemporánea nacional: el de la Unidad Popular. 

La Unidad Popular

Sin lugar a dudas la Unidad Popular, desde la independencia de los españoles, corresponde al gobierno y proceso social más revolucionario en la historia de Chile. Su carácter  antiimperialista, antioligárquico, antifeudal, popular, democrático cuyo objetivo era construir las bases para transitar a una sociedad socialista logró unir a toda la izquierda chilena incluyendo al MIR (aunque fue con carácter informal). Su programa de gobierno con la nacionalización de riquezas básicas, las empresas transnacionales y monopólicas así como las estratégicas; la reactivación de la producción agrícola a través de una profunda reforma agraria; el fomento de la pequeña y mediana empresa; el desarrollo de amplios planes sociales, culturales,  educacionales y en salud garantizaban un desarrollo independiente y prometedor en todos los ámbitos de la vida social.

La génesis de la UP se remonta a inicios de los años 30 del siglo pasado cuando el Partido Comunista renuncia a la «dictadura del proletariado y a los Soviets» y con ello a la lucha por el socialismo como objetivo inmediato. Se plantea entonces que la revolución chilena debía pasar por la etapa «democrático burguesa» para lo cual su lucha se enmarcaba dentro del sistema burgués imperante en alianzas con sectores de la burguesía. Con este planteamiento se fundaron los frentes populares y se inició un proceso, que partió con Pedro Aguirre Cerda y tuvo como máxima expresión al gobierno de la Unidad Popular con Salvador Allende de presidente.

Es paradójico que la gestación de esta estrategia haya ocurrido en el período de una de las crisis más graves del capitalismo, la Gran Depresión, habiendo renunciado a una postura revolucionaria de la lucha por el socialismo como alternativa al capitalismo en momentos que la mayoría de los países estaban por luchas revolucionarias. Se gestó cuando América Latina se alzaban en armas contra gobiernos y dictadores: en Nicaragua con Augusto Cesar Sandino; en El Salvador con Farabundo Martí; en Cuba mediante una huelga general liderada por Rubén Martínez Villena; en Chile se constituía la república socialista de Marmaduque Grove y el alzamiento de campesinos  de Ranquil;  así en casi todos los países de la región se estaban alzando los pueblos contra la miseria, la cesantía y la crisis misma del sistema.

Esta concepción ideológica, de luchar dentro del marco del sistema, perdura inmutablemente hasta hoy sin importar cuánto cambio haya ocurrido en el período de 80 años, de 1930 a 2012. Las razones de la incapacidad de PC por asumir una postura revolucionaria fuera del contexto legal burgués tienen que ver con el encierro en la fuerte raigambre obrera de sus fundadores y su militancia. El predominio del obrerismo como la principal tendencia de razonamiento le ha impedido otra orientación más científica.  Este hecho no ha sido obstáculo para el ingreso de intelectuales e incluso empresarios en sus filas, pero las políticas, su ideología, es de un notorio fetichismo obrerista.

Por la época en que se desarrolló, tal vez fue el Partido Comunista quien mejor implementó la lucha revolucionaria dentro de ese contexto del sistema burgués. Dominó a la perfección los elementos ideológicos de la lucha electoral y su importancia, creó un fuerte movimiento de masa hegemonizado por la clase aglutinada en la Central Única de Trabajadores logrando la unidad de casi toda la izquierda y un programa de cambios revolucionarios dentro de la Constitución imperante. Con toda seguridad se puede decir que la Unidad Popular fue la mayor experiencia revolucionaria de nuestro pueblo y el Partido Comunista fue su artífice.

No obstanteel hecho de contar con brillantes intelectuales, capaces de realizar diagnósticos y análisis de la realidad certeros, sus resoluciones y decisiones carecieron de fortaleza y el carácter revolucionario que muchas situaciones ameritaron. El golpe de estado encontró a un Partido Comunista sin más preparación que la basada en su experiencia anterior de ilegalidad en tiempos de Gabriel González Videla, totalmente insuficiente ante la envergadura del accionar de las fuerzas armadas y de la derecha chilena.

La dictadura.

En la lucha contra la dictadura, no obstante de asumir posturas más radicales, el PC tampoco logró fehacientemente imponer una concepción de poder propia. Ni las atrocidades ni la feroz persecución contra sus militantes lograron hacerla salir de esa concepción política histórica y de esa forma de proceder. La contradicción principal entre dictadura y democracia prevaleció por sobre la que realmente estaba en juego, que era y continúa siendo capitalismo – socialismo. Su proyecto puso en el centro  el retorno a la democracia representativa, su espacio natural de lucha, para ello impulsando como estrategia de acción la Rebelión Popular de Masas.

La debilidad teórica  e ideológica existente en el PC llevó a una sobrevaloración de sus propias capacidades. No se vislumbró que el Golpe Militar de 1973 no tenía como objetivo exclusivo evitar la instauración del socialismo, sino también dar respuesta al estancamiento del modelo capitalista  (keynesiano). El avance tecnológico y científico había transformado ese modelo en un obstáculo para el propio desarrollo del capitalismo, ante ese contexto la lucha se libraba por el socialismo y por otra variante capitalista. En Chile empezó con la primera y ante su debilidad afloró la segunda: el modelo neoliberal. En el país se dieron todas las condiciones para su implementación con el asesoramiento del mismísimo Milton Friedman. El imperialismo norteamericano instigó, financió y hasta asesoró dichos golpes en la región incluso en países sin ningún atisbo de alguna intención que se pudiera considerar «socialista».

Como lo explica Naomi Klein, la implementación del neoliberalismo solo es posible con la doctrina del shock que en Chile se llevó a la perfección con el aniquilamiento de los partidos de izquierda, persecución y disolución de las organizaciones sociales y sindicales, aplicación de terrorismo de Estado, todo con el fin de someter a la población a las nuevas políticas económicas y sociales del gran capital. 

La necesidad de sobrevivencia del PC provocó una dispersión de sus militantes por todos los continentes la cual, en cierta medida, ha sido fructífera no solo para la campaña de solidaridad con el pueblo chileno y dar a conocer las atrocidades del régimen sino también para el estudio de otras experiencias sociales y revolucionarias.

La formación de oficiales en los centros de estudios militares de algunos países socialistas, por fundamentalmente de Cuba, le dio otro carácter al debate político interno del partido. Entender que la política militar no se puede desarrollar sin conocer el arte militar, desde el punto de vista científico, fue la principal enseñanza de esa experiencia.  Esos cuadros con formación militar regular jugaron un rol central en la creación y desarrollo del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), en el contexto de la lucha contra la dictadura.

La separación del FPMR y otros militantes del PC tiene que ver con la formación de otra concepción de la lucha revolucionaria basada justamente en la integralidad de la lucha política donde el arte militar es tan importante como la lucha sindical dependiendo del momento histórico determinado. Consecuente con esta nueva concepción política, el FPMR asumió su independencia orgánica y política.

 

El Rodriguismo

Esta nueva concepción se la podría denominar como rodriguismo y Raúl Pellegrin, jefe del FPMR, se refería a ella como «el marxismo aplicado a la realidad chilena» y entendida como una «guía para la acción», un método para analizar la realidad y actuar ante ella. La meta del frente era terminar con la dictadura y abrir cauces para construir una alternativa política de carácter popular, que pusiera en el centro los intereses del pueblo.

El prestigio, la autoridad moral y política de su concepción se plasmó con sangre y fuego en el accionar contra la dictadura. Sus acciones pasaron a la historia como ejemplo de consecuencia y audacia. Todos los intentos de la propaganda reaccionaria y de la historia oficial por minimizarla, desprestigiarla y ocultarla se han estrellado con la misma obstinación como el pueblo ha hecho suya la historia del patriota Manuel Rodríguez. 

Así como el FPMR extrajo lo mejor de la enseñanza e historia del PC, también heredó algunos de sus defectos. Entre ellos, debilidades teóricas y lentitud para adecuarse a los cambios de situación política. El aniquilamiento de algunos de sus mejores cuadros en la denominada «Operación Albania», la separación del PC, el contubernio entre sectores antidictatoriales (Concertación) con la derecha y Pinochet para una salida pactada manteniendo el modelo neoliberal, el reflujo del movimiento revolucionario mundial y cambios sustanciales en la dirección generaron una situación de debilidad que se fue reflejando en la época postdictadura.

La idea de que Pinochet no iba a permitir la victoria del «NO» en el plebiscito de 1988 fue un indicio de debilidad teórica al interior del frente. Con un análisis y estudio más acucioso del momento era deducible que la democracia era la carta obligada del imperialismo para el desarrollo de su modelo neoliberal y con ello el fin de la dictadura; era la etapa superior de su desarrollo. Pensar lo contrario era un razonamiento voluntarista que implicaba errores en el accionar y fue lo que sucedió.

Si bien, se acertó en el análisis inmediato posterior al plebiscito y elecciones presidenciales de 1990 al catalogar el nuevo gobierno como continuismo del modelo instaurado por Pinochet, el FPMR entró en una dinámica propia de confusión y poca claridad ante un cambio de situación y quedó prácticamente sin proyecto.

La muerte de Raúl Pellegrin y la readecuación de la dirección incidieron en un proceso de descomposición pero no fueron su causante. Con la nueva dirección se realizaron procesos democráticos de discusión no vistos con anterioridad, pero insuficientes para plantearse un nuevo proyecto acorde a la nueva época que se estaba viviendo. Las divergencias ideológicas se manifestaron como en toda la izquierda ante la ofensiva imperialista. En lo concreto, el rodriguismo no fue capaz sobrepasar los marcos de la dictadura como contexto de lucha  política. 

El Modelo Neoliberal (Contexto actual)

El gran desarrollo de las fuerzas productivas, principalmente en la tecnología, robótica, computación y comunicaciones ha permitido concentrar el capital a nivel global de una forma acelerada como nunca antes. Por las mismas razones ideológicas de su hecatombe, la URSS y el campo socialista sufrieron un tremendo retraso en este campo, principal factor del estancamiento en su economía y su descalabro. Por motivos políticos (por ende ideológicos) el desarrollo tecnológico fue destinado a una élite bien definida y controlada siendo  fundamentalmente destinada a la industria militar y espacial, no así en el resto del ámbito económico lo que produjo tremendo estancamiento en el modo de producción. En cambio la revolución computacional y comunicacional que se desarrollaba en el occidente traía una gran baja en el costo de producción llevando a la economía socialista a una situación imposible de competir en las relaciones mercantiles,  a una hecatombe productiva y con ninguna capacidad de intercambio.

La revolución de Octubre condujo a Rusia, en esa época el país más atrasado de Europa, a ser una potencia mundial en la industria y tecnología, pero, el socialismo que aun se rige por las leyes mercantiles, no podía abstraerse de competir con la economía capitalista lo que a la postre constituiría un malestar creciente con la lógica permisividad de las masas a que se retornara al capitalismo. 

La caída del campo socialista y la URSS no solo produjo un retroceso tremendo en el movimiento revolucionario sino también le abrió de par en par las puertas a la expansión y globalización del modelo neoliberal. Junto a ella vinieron las medidas de shock  que tuvieron como consecuencia una profunda descomposición política y económica, con grandes readecuaciones en las clases sociales en todo el planeta.

Los países del tercer mundo dejaron producir para sí haciéndolo para el gran capital mundial transformándose en meros exportadores de materias primas y  fuentes de mano de obra barata. La concentración industrial en los países con fuerza de trabajo a menor precio ha aniquilado el parque manufacturero de los países tercermundistas.

El mundo se dividió en países exportadores de materias primas, otros en fuentes de mano de obra barata, en centros financieros y administradores de capitales, en productores de alimentos, etc . Por su naturaleza de desarrollo, el capitalismo, engendra la competencia, principal causa de guerras inter capitalistas, que hoy se manifiesta con los llamados países emergentes como Brasil, Rusia, India y China (BRIC).

En el caso de Chile, la gran producción pasó a ocupar el 20% de la fuerza laboral, principalmente en el sector minero,  y el resto en las denominadas MIPYMES (micro, pequeñas y medianas empresas) cuya producción casi en su totalidad es para el consumo interno. Aunque la fuerza asalariada de la gran empresa es minoritaria, genera cerca del 90% del Producto Interno Bruto (PIB) en contraste del 80% vinculado a las MIPYMEs que solo aportan el 10%  de los ingresos del país.

En este contexto, el otrora fuerte mundo sindical y obrero existente antes del golpe de 1973, con la dictadura y los gobiernos de la Concertación  se fue diversificando en sectores con grandes diferencias y competencia entre sí. La fragmentación laboral fue segmentando también su conciencia y la de sus partidos. Tanto es así que en los años 90 la palabra socialismo prácticamente desapareció del vocabulario de la izquierda o fue sinónimo de socialdemocracia.

El modelo neoliberal ha transformado mayoritariamente al pueblo -desde el punto de vista del lugar que ocupan frente a los medios de producción- en pequeñoburgués y a su clase obrera organizada (sindicalizada) en «aristocracia obrera». Los sectores asalariados más pobres y explotados como los temporeros y subcontratados con condiciones casi imposibles para organizarse y siempre dependiendo de los organizados.  La mayoría de la fuerza laboral subsiste en las micro, pequeñas y medianas empresas y a la vez éstas, sobreviven con los excedentes generados por las grandes empresas,  a través de servicios y el comercio. 

Esta realidad ha penetrado ideológicamente a los que antaño jugaban un papel revolucionario en su actividad política. Ahora, acomodados al sistema, recuerdan con orgullo el pasado donde fueron protagonistas de la lucha que ahora apenas son meros recuerdos que mantienen con encendidos discursos e invocaciones inconducentes. Cualquier planteamiento que rompa con ese inmovilismo es saboteado con diletantismo, incumplimiento de compromisos y tareas, o simplemente utilizando categorías postmodernistas para descalificarlo.

Partidos que se codeaban con los movimientos más radicales y revolucionarios del mundo, e incluso participaban con sus militantes en revoluciones y luchas armadas, pasaron a ser administradores y defensores del modelo neoliberal ocupando roles de persecutores de sus antiguos compañeros de trincheras. Otros, ante la falta de perspectivas y proyectos, las derrotas, la necesidad de sobrevivir en el nuevo esquema económico, condujeron a renunciar a militancias pasando a actuar como francotiradores en la política.

La sobrevivencia económica en las actuales condiciones indujo a la mayoría de ex militantes  o a engrosar los servicios públicos del Estado o ser parte de los nuevos «emprendedores» (pequeños empresarios). En ambos casos presas fáciles de readecuaciones ideológicas. Así como el marxismo entró a un período obscuro, los revolucionarios abandonaron sus ímpetus transformadores adaptándose al «postmodernismo» escondiendo en el baúl de los recuerdos de la teoría marxista y del socialismo. 

La crisis (nuevo contexto)

La crisis sistémica del modelo neoliberal que comenzó en el 2008 cuyo fin aún no se vislumbra, a pesar de los cada vez más débiles anuncios de reactivación de las economías, continúa avanzando y hoy abarca todos los ámbitos de la vida humana  y poniendo en peligro al planeta mismo. Partió de una crisis inmobiliaria pasando a la financiera, de ésta a la económica, alimentaria, medioambiental, social y, últimamente, abarcando las mismas estructuras estatales sobre todo las relacionadas con la participación ciudadana. Comenzó en Estado Unidos, se fue expandiendo a Europa y amenazando a todos los continentes.

Esta crisis se puede considerar como una de las más serias del capitalismo pero a la vez también del mundo revolucionario y de todas las instancias políticas tradicionales. Desde el punto de vista de la teoría al capitalismo le sobran formas para readecuarse y reiniciar otro ciclo de acumulación capitalista pero para ello debe realizar un reordenamiento mundial de la producción y de los mercados desplazando o eliminando a la competencia, destruyendo grandes masas de fuerzas productivas y aniquilando a las economías emergentes. En la situación actual, ello implicaría en una gran conflagración mundial, que en los hechos ya empezó con la guerra contra Iraq y Afganistán para ir ocupando posiciones ventajosas, de fuentes energéticas e instalando bases militares así como realizar como la injerencia para desestabilizar y derrocar a los potenciales enemigos como en el caso de Gadafi en Libia, Irán, Siria y maniobras de contención  a China y Rusia.

Paradojalmente, una guerra mundial impulsada por el imperialismo para salvar el actual modelo de acumulación, podría significar el fin del planeta,  y por ende, del propio capitalismo.

Dentro del plano político nacional, la concertación administró el modelo sin grandes sobresaltos en su período de mayor bonanza. Los partidos políticos cerraron filas en torno a los presidentes de turno; los legisladores parchaban la Constitución de Pinochet con cambios cosméticos, incluso perfeccionando el sistema para que nadie lo amenazara. Cooptaron o  reprimieron a las organizaciones sociales y políticas, cerraron medios de prensa y todo lo que pudiera mellar el modo de vida imperante. Los partidos que antes se consideraban marxistas y los líderes provenientes  de organizaciones revolucionarias pasaron a ser los defensores y hasta los mejores teóricos del modelo.

Con la crisis surgieron los temores y el cuestionamiento del modelo. Darse una vuelta de carnero no sería una novedad ni acto reprochable. Hasta algunos de los más fehacientes impulsores del neoliberalismo a fines de los años 80, ahora vuelven al marxismo. Junto con el desgajamiento vino la pérdida del gobierno: el modelo, con la crisis, necesitaba un gobierno que priorizara como nunca las ganancias de las grandes empresas a costa de las masas asalariadas, las medianas y pequeñas empresas y de los beneficios sociales.

El gobierno de Piñera y la Alianza por el Cambio se diferencia de los de la Concertación en que lleva al extremo la implementación neoliberal a todos los ámbitos de la sociedad, sin importar las consecuencias que ello traiga. En estos casi dos años de gobierno se han producido no solo las más grandes protestas desde la dictadura sino también en mayor cantidad que en los veinte años de la concertación. La urgente necesidad de evitar un estancamiento económico, cumplir con las metas de crecimiento prometidas, ha llevado al gobierno a recurrir a la especulación comercial y financiera con lo que quedaba de las empresas estatales. ENAP (petróleo), CODELCO (cobre), AGUAS ANDINA y el sistema energético son muestras visibles de ello. La afectación de estas políticas a la mayoría del pueblo es la gota que ha colmado la paciencia,lo cual se ha reflejado en el  apoyo mayoritario a la lucha estudiantil.

No es casual el carácter que asumió la lucha por una educación mejor. La mercantilización transformó a los centros educacionales en fábricas de títulos profesionales, pregrados, postítulos, postgrados, diplomados, doctorados, etc., donde los profesores son los productores de plusvalía (explotados); los estudiantes, los consumidores  y los sostenedores, los capitalistas. La cantidad de estudiantes no tiene ninguna correlación con las necesidades del país ni las posibilidades  reales de inserción en el mundo laboral. Esta estructura económica abarca a todos los ámbitos de la sociedad, salud, cultura, recreación, bienestar social: todo lo imaginable donde haya participación humana es transformado  en mercancía.

Fueron los estudiantes los primeros en rebelarse y hacer conciencia de esta situación. De ahí la incorporación de vastos sectores al inicio del movimiento de los estudiantes,  no tanto por simpatía o solidaridad sino por ser llevados a luchar por sus propios intereses. Este apoyo, con ello la fortaleza del movimiento, se mantuvo hasta el mismo momento en que se abandonaron las demandas políticas como de la Asamblea Constituyente, plebiscito, re-nacionalización del  cobre y se limitaron a las exclusivas del sector educacional bajo el razonamiento estrecho de sacar alguna tajada  a pesar que, los mismo estudiantes sabiamente expusieron y demostraron,  bajo esta institucionalidad no iba a ser posible. 

La paradoja de la crisis es el constante enriquecimiento de los más ricos y el empobrecimiento de los más pobres. Los banqueros y ejecutivos de grandes empresas que han conducido al mundo a la crisis, son indemnizados con sumas estratosféricas. Un mundo con suficiente alimentos para todos, con una capacidad productiva para el doble de la población existente tiene a mil millones de hambrientos. En Europa prefirieron derramar la leche en los campos en cantidad que hubiera sido suficiente para todos los hambrientos del planeta.

Las movilizaciones sociales con carácter político no son exclusivas de Chile, son tan  globales como la crisis del modelo. Ante los problemas y necesidades de las grandes masas, el modelo neoliberal, sus estructuras administrativas y políticas pasaron a ser no solo «insolventes» sino también la razón de su desesperación y el impulso de estallidos sociales para exigir cambios estructurales.

Las luchas políticas que en otras épocas se podían considerar como asuntos de altruismo, de ética o moral, por ciertas mejoras en las condiciones de vida, de conciencia social o de sentido común, ahora pasan a ser por la existencia y sobrevivencia de la sociedad y de uno mismo. Las exigencias consideradas anteriormente como meramente reivindicativas ahora pasan a ser políticas: lucha por transformaciones estructurales. Las luchas por la defensa del medio ambiente, por las políticas energéticas, por la educación, la salud, incluso las sexuales así como muchas otras, pasan a ser reclamo imperioso por cambios en el sistema político, social y económico. Es una lucha contra el sistema mismo. Siendo un hecho la lucha anticapitalista aun no se plantea, por parte de la izquierda, una alternativa.

La izquierda     

La izquierda en Chile -probablemente también en el resto del mundo donde haya estallidos y grandes movilizaciones-, ha cumplido el triste papel de vagón. La falta de propuestas y proyectos alternativos al modelo y al capitalismo, más la inconsecuencia de los partidos históricos, los ha dejado sin protagonismo en las grandes movilizaciones políticas y sociales. Pero han pretendido oportunistamente aparecer como sus protagonistas y organizadores aferrándose, sobre todo, a los dirigentes juveniles.

Situaciones de crisis como la que se vive en la actualidad son momentos en que con mayor claridad deben expresarse los revolucionarios, son los momentos en que debe ponerse en práctica toda la preparación acumulada en los tiempos de «paz» social, son los momentos en que se confronta la certeza y la concordancia con la realidad de sus planes y proyectos. Contrariamente, los 20 años de paz relativa que hemos vivido en Chile, minaron la conciencia y la actitud revolucionaria  de quienes alguna vez incluso arriesgaron sus vidas. 

En este  contexto, no es extraño que partidos como el comunista y socialista pasen a ser defensores del sistema, pierdan su carácter de clase histórico y vacíen de sentido el significado de su propio nombre.  La izquierda, conformada en el tiempo de la Unidad Popular por no más de siete u ocho partidos, que incluían a casi la mitad del mundo electoral, ahora se encuentra dividida en cerca de mil organizaciones y colectivos, que en las elecciones no supera el 8% de apoyo. Esta situación, da debida cuenta de su descrédito y responde a su renuncio solapado a los principios revolucionarios, a su incapacidad de elevar las reivindicaciones y demandas sociales a nivel de políticas, a la ausencia total de plataforma teórica y a ese ejercicio reiterado de dejarse llevar por el estado de ánimo e indignación del momento.

Tampoco es de extrañar que cuadros considerados históricos asuman posturas personalistas para desarrollar políticas adornadas de bellos  discursos con palabras o acciones pretendiendo estimular a la «gente» a la lucha. Transforman las relaciones políticas en trifulcas caudillistas y son incapaces de subordinarse a un colectivo. Han sido muchos los intentos de lograr unidad, de construcción orgánica impulsados  en los últimos diez años que solo llevaron a  mayores divisiones.

Los congresos orgánicos se han transformado en espacios para formalizar posturas personales donde prima la frustración individual como forma de hacer política, y con ello, ha prevalecido una mayor fragmentación. Un proyecto,  una plataforma programática, donde todos se unan para implementarla, luego de un profundo debate democrático -como debe ser un congreso- solo queda en la intención discursiva.

El FPMR  

La historia del Frente Patriótico Manuel Rodríguez no es ajena a esta realidad. Desde su fragmentación a principios de los 90 y luego de la formación de diversos grupos rodriguistas desprendidos de la orgánica del FPMR, los intentos de reunificación han sido bastante numerosos y los resultados prácticamente nulos. Dirección Provisional, Asamblea Rodriguista, Destacamento Raúl Pellegrín, Identidad Rodriguista, Manuel Cabalga de Nuevo y otros colectivos  han sido algunas expresiones orgánicas de este contexto. Conatos de unidad ha habido en igual o mayor cantidad.

La verdad es que ninguna de estas expresiones nada tiene que ver con el rodriguismo y su uso se relaciona más con la intención de usufructuar de un prestigio y una imagen ganada merecidamente en la lucha contra la dictadura por los combatientes del único FPMR que existió. La unidad, el respeto entre jefes y subordinados, la disciplina, la moral combativa, el sacrificio, la solidaridad, la audacia, la valentía y un proyecto en el que todos creían -aunque en muchos casos fuera más por la autoridad moral y respeto a su dirección que por convicción teórica-, es lo que definía la rodriguismo. Estos valores dejaron de existir en el momento de perder la capacidad de elaborar un proyecto ante la nueva situación política,  dando paso a conflictos artificiales o inventados como los que se han producido entre oficiales y no oficiales, entre militaristas y políticos u otro tipo de discrepancias habidas entre este y aquel cuadro. 

El FPMR post dictadura se mantuvo más por la inercia -ante la persecución de su dirección y posterior ruptura entre sus principales jefes- que por un proyecto político serio. Los bandazos constantes en sus políticas y las frases clichés han sido la tónica de sus discursos. Los jefes que se quedaron a cargo del FPMR por secretaría -que se quedaron con el timbre y la bandera, como dicen por ahí-, por pudor debieron haber disuelto la organización en el momento mismo del quiebre de su dirección. Contrariamente, continuaron profitando de una imagen, prestigio e historia, que ni siquiera les corresponde para tener cierto protagonismo marginal y satisfacer intereses personales.

Los multiples congresos realizado por los frentes apócrifos son consecuencia de la misma crisis del sistema capitalista y no una alternativa para enfrentarlo. Confluyen en esas instancias, las frustraciones personales de algunos caudillos llevadas a la política y para ello no tienen ningún miramiento para desacreditar políticas, cuadros y torcer la historia de la organización.  La pretensión de generar falsos conflictos, entre ellos, aquel que señala que la muerte de Raúl Pellegrín fue la razón del fin del frente. Al iconizar a un gran combatiente se escabulle la falta de preparación teórica y firmeza en los principios ideológicos.

La situación de descomposición ideológica del FPMR solo ha servido para que la derecha y el gobierno de turno hagan política, a partir de situaciones como la de Salvador, Ramiro y el caso Guzmán, sin que los rodriguistas seamos capaces de responder políticamente para enfrentar de manera coherente el intento permanente de la derecha  de falsear la historia, desprestigiar al frente y perseguir a los combatientes que lucharon contra la dictadura a veinte años de su fin.

Como enfrentar la catástrofe que viene (a modo de conclusión)

En el mundo existe una confrontación entre del 99% del población contra el 1% de ella. Los dueños de las grandes empresas transnacionales y financieras son ese 1%.

En Chile es similar la proporción y mientras continúe siendo el nuestro un país exportador de materias primas, sobre su economía va a pender la espada de Damocles. No menos cierto, es que estas exportaciones constituyen el 93%  de los ingresos del país y sobre ellas descansa el resto de la economía nacional. La fuerza laboral involucrada en el proceso exportador no sobrepasa el 20 por ciento y constituye, además  de ser los verdaderos sujetos productivos, el mejor remunerado dentro del sector asalariado. No obstante su estabilidad depende exclusivamente de la economía mundial y en particular de la China. Hasta ahora, nadie ni nada puede garantizar un desarrollo armónico y progresivo. Por el contrario, se avizoran negros nubarrones. Quién vaticine que la catástrofe va a ser peor que la argentina del 2001, no está prediciendo nada nuevo ni brillante.

En todas las crisis precedentes inmediatamente aparecieron alternativas como dictaduras, guerras o mayores regulaciones por parte del Estado, respuestas naturales del capitalismo, pero ahora nadie se atreve proponerlas pues la profundidad en que el mundo está sumergido no garantiza su superación. Cualquier guerra entre potencias implica armas de destrucción masiva y una destrucción exponencialmente superior a la de la Segunda Guerra Mundial.  Las dictaduras en la era de la globalización son totalmente ineficaces, por el contrario, son generadoras de inestabilidad social. Un neokeynesianismo tampoco rendiría sus frutos, salvo que transformara al planeta en una sola nación bajo los dictados de un centro político militar.

Los factores que llevaron a esta crisis mundial son a la vez los factores de la alternativa sistémica, del socialismo. La socialización de la producción, la economía globalizada, el desarrollo de las comunicaciones y la computación, etc., constituyen las condiciones objetivas para la construcción del socialismo. Sin embargo, los factores subjetivos son los peores en cien años. La clase obrera organizada como fuerza motriz de la lucha por el socialismo, está acomodada al sistema en un sitial privilegiado en el mundo asalariado.  Por otro lado, la clase obrera no sindicalizada está fragmentada y diseminada, condicionada por el trabajo informal, con salarios mínimos que están en el límite para su propia su reproducción.

A pesar de ser la principal protagonista de la lucha por el socialismo, la clase obrera sindicalizada en los hechos ha estado muy cómoda con el sistema, pero el carácter dependiente en que se afirma su producción está haciendo peligrar su status. Entonces podría asumir su rol de líder por la transformación social, pero solo si está consciente de poder adjudicárselo.

Por otra parte, los sectores más desprotegidos frente a la voracidad del gran capital corresponden a la gran mayoría de la población que abarca a los pequeños productores, empresarios, campesinos, mapuches, estudiantes, intelectuales, artistas, a todos los subcontratados, trabajadores a honorarios, temporeros, y muchos más. Son quienes conforman a nuestro pueblo los cuales que exigen mayores cambios al sistema y del sistema. Representan la contradicción principal entre el gran capital transnacional y el conjunto de nuestro pueblo, la contradicción entre 1% y el 99%.

El Socialismo

Se pueden tener todas las condiciones objetivas para el paso a una sociedad socialista pero éste no se va a realizar  si adolece de la conciencia y voluntad para dar dicho salto, por lo menos del sector más decidido de la clase obrera, de una organización política que la mayoría del pueblo esté dispuesta a secundar. No obstante requerir que se cumplan ciertas condiciones objetivas que no dependen de la voluntad de las personas, necesita indiscutiblemente de ciertos factores subjetivos para su consecución. Su subestimación o desestimación conduce a errores graves tanto en la lucha como en la construcción del socialismo. El colapso de la Unión Soviética y del campo socialista es un ejemplo claro de ello por lo tanto un indispensable tema de estudio y análisis para todo aquel que aspira a una sociedad socialista y comunista. 

A diferencia de todas las formaciones  socioeconómicas anteriores, que fueron productos naturales de la evolución social, el socialismo no se basa en un advenimiento inevitable. Son los seres humanos que determinan su propio destino con el fruto  de su acción.

Las diversas experiencias de construcción del socialismo han ido confirmando que saltarse sus leyes, principios y valores conduce a desastres políticos y sociales. La complejidad de los procesos sociales hace indispensable tratarlos con rigurosidad científica. El carácter científico de la teoría socialista y comunista es lo que le permite como sistema superar al capitalismo, y con ello, al ser humano definir conscientemente su destino.

Uno de los principales errores del movimiento comunista internacional -casi todos los partidos comunistas del mundo- en el pasado siglo, fue aceptar como verdad máxima la voz de los soviéticos. Siendo desigual el desarrollo de los países, no es lógico aplicar planes idénticos y exigir a todos obediencia ciega. Esta política no solo afectó y retrasó los procesos revolucionarios  sino también trajo su descrédito,  acompañado de la desconfianza hacia los partidos comunistas. Sostener que la defensa de la Unión Soviética era la defensa del socialismo fue prácticamente transformar a los partidos comunistas en apéndices del PCUS para su política exterior. Este hecho ha cercenó la capacidad creadora de a muchos partidos sus propios procesos y generó divisiones artificiales cuando algunos asumían políticas independientes del COMINTERN.

El socialismo real no fue mejor que el socialismo autogestor yugoslavo pero ambos constituyeron soluciones para sus pueblos. Sus  causas radican en errores propios dentro de un contexto de fuerte trabajo enemigo. Cuba ha cometido errores, pero su permanencia como país socialista a 90 millas de EEUU se debe la capacidad de rectificarlos.

En Chile se ha intentó construir las bases materiales del socialismo. Se ha discutió bastante en los tiempos de la Unidad Popular, cómo debería ser el socialismo con «empanada y vino tinto» (seguramente le faltó el «merkén»). Retomar su discusión y masificarla es imprescindible para cualquier revolucionario. La instauración del socialismo no será posible hoy, pero divulgar su teoría, su experiencia, los éxitos y fracasos, es imprescindible hacerla si se quiere transitar por sus caminos.

Cambios necesarios a realizar

Mientras que hacer un llamado a la revolución socialista sin estar las condiciones o «sentarse» a espera que estas maduren espontáneamente, son formas de oportunismo. La preparación de esas condiciones es una constante y se requiere sistematicidad sean cuales fueren los momentos que se vivan.

La crisis es una oportunidad tanto para la derecha como para la izquierda de realizar transformaciones en función de sus respectivos intereses. Ausentes en este contexto los factores subjetivos para el socialismo, la tarea es dar un paso que permita su creación. Un Gobierno Popular basado en una Democracia Participativa es la alternativa más viable y que mejor puede crear las condiciones para el tránsito al socialismo.

El Programa de Gobierno

Cambios estructurales se requieren en todos los ámbitos de la sociedad y de sus instituciones. pero estos son los básicos para que se puedan realizar los demás. Corresponde diseñar un Programa que en primer lugar considere: pasar al control estatal de todas las grandes empresas y riquezas del país nacionalizándolas, expropiándolas o comprándolas. El cobre, el agua, la energía eléctrica, la madera, el pescado, deben ser controlados por el Estado y sus ganancias invertidas en beneficios sociales. Nacionalizar la banca y cerrar la bolsa para terminar con la especulación financiera y la fuga de capitales. Pasar a manos del Estado la previsión social, la salud y la educación y extirparles el factor mercantil y de lucro garantizando su acceso y buena calidad a toda la población. Reactivar la CORFO como instrumento para el desarrollo industrial a través de apoyos reales a las MIPYMEs. El desarrollo del país y su autosustentabilidad parten con que las riquezas generadas por la gran empresa vayan en beneficio del pueblo.

Para garantizar estos cambios es necesario modificar la forma como se ha administrado el país. Las movilizaciones estudiantiles, han demostrado la inutilidad de las instituciones estatales. La democracia representativa fue enterrada por el mismo neoliberalismo. Hay que reemplazarla por una democracia participativa. En cada movimiento de protesta y de exigencia se han generado asambleas ciudadanas y populares que pueden ser el fundamento de una nueva democracia participativa que vaya escalando hacia una Asamblea Popular Nacional.

Cualquier cambio que se plantee no puede obviar la globalización económica y política a que nos ha conducido el sistema capitalista. Siendo un fenómeno inevitable del desarrollo, la participación de forma justa y equitativa en el marco internacional pasa por priorizar y fortalecer el contexto regional como política exterior. No solo se trata de mejorar la economía y dejar de ser expoliados por los países imperialistas sino crear condiciones para un trato de igual a igual con el resto del mundo. CELAC, ALBA, MERCOSUR, son instancias regionales que nos acercan  a un desarrollo donde primen los intereses de nuestros pueblos.    

Las Fuerzas Armadas deben ser reformuladas. Hay que cambiar su doctrina actual por una que considere como enemigo principal a todo aquel que atente contra los intereses del país y de la región. Se debe eliminar toda represión contra el pueblo y cualquier atisbo de violación de los DDHH.

Cambios estructurales se requieren en todos los ámbitos de la sociedad y de sus instituciones pero estos son los básicos para que se puedan realizar los demás.

La Unidad Popular quedó trunca, pero no es un proceso agotado. Ahora se visualiza  mejor lo correcto de su proyecto. Las exigencias de los movimientos sociales de hoy estaban comprendidas en su programa.

El camino a seguir

Es claro que la oligarquía va a reaccionar con la misma ferocidad que en 1973 ante cualquier cambio que amenace su poder y sus intereses. Pero las condiciones son muy diferentes. Hoy el 80% está por cambiar la institucionalidad. Mientras más reprime el gobierno mayor es la indignación popular y nadie puede predecir cómo se desenvolverán los acontecimientos futuros. La experiencia internacional y la historia enseñan que el camino puede ser violento si las fuerzas populares demuestran debilidad y poca firmeza en sus convicciones por asumir el liderazgo en las transformaciones. Entonces la dictadura militar al servicio de los sectores más poderosos emerge como la salida necesaria ante el «caos».

Como se señaló anteriormente, no hay condiciones para un cambio de sistema ni fuera de la  institucionalidad vigente, aunque esté en crisis y se requieran cambios profundos. Por el momento la contradicción principal no reside entre el trabajo y el capital, como sí ocurre en algunos países de Europa. Aquí está centrada entre el gran capital y el pequeño capital, a los que se  suman todos los asalariados no sindicalizados.

La fragmentación laboral y social ha hecho que la mayoría de la población ya no sea representada en las instituciones del Estado. No hay interés en los representantes de la actual institucionalidad pueda objetivamente lograr interpretar e imponer los intereses de la gran mayoría de la población. Llevado al ámbito político la contradicción principal es entre la democracia representativa y la democracia participativa.

Las elecciones municipales como parlamentarias que se avecinan no aportan nada bueno al pueblo. Sólo se petende consolidar instituciones que funcionan bajo el paradigma neoliberal. Intentar cambios en ese ámbito, es contribuir «apuntalar» el sistema con su modelo. Su utilidad práctica es romper con el esquema binominal y hacer una demostración que la mayoría no está con la «clase política» antes que pretender ocupar los espacios de poder político vigente. Todas las encuestas muestran, en mayor o menor grado, que más de la mitad de la población quiere cambios y fuera de los partidos vigentes, tanto de derecha como de concertación. Las elecciones municipales pueden servir para esta nueva fuerza popular como ensayo para las elecciones presidenciales.

Las elecciones presidenciales abren una posibilidad mínima de cambio que se puede y debe utilizar para acercarnos a una sociedad mejor.

Es factible y necesario un proyecto de gobierno popular que plantee disolver el parlamento y convocar un proceso constituyente mediante la creación de asambleas ciudadanas locales, comunales, regionales y una asamblea donde se debata no solo la Constitución sino establecer el poder supremo de la nación. La campaña presidencial y el candidato popular pueden ser el camino que le dé cauce a este proyecto.

La tarea de los revolucionarios es prepararse para estos dos caminos y aportar toda su experiencia y conocimientos a disposición de los nuevos desafíos de nuestro pueblo.

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