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Recordando el fascismo

La rebelión cultural precede a la rebelión política

Fuentes: Rebelión

Empecemos con una cita algo antigua, sobre el nacimiento del fascimo: «Enseguida advirtió que Sorel no era un teórico marxista como los demás, sino que en realidad, era uno de los primeros y más importantes protagonistas de la rebelión cultural que se estaba organizando en buena parte de Europa, anunciadora del nacimiento de un nuevo […]

Empecemos con una cita algo antigua, sobre el nacimiento del fascimo: «Enseguida advirtió que Sorel no era un teórico marxista como los demás, sino que en realidad, era uno de los primeros y más importantes protagonistas de la rebelión cultural que se estaba organizando en buena parte de Europa, anunciadora del nacimiento de un nuevo espíritu que, muy pronto, tomará el nombre de fascismo».

En ese comienzo de siglo (del siglo pasado, no de este), agrega Zev Sternhell en su «El nacimiento de la ideología fascista», una rebelión cultural precedía a la rebelión política.

Y destaca al papel de los intelectuales, principalmente de Benedetto Croce, «el más relevante del país», en su contribución a la llegada del fascismo al poder. Aunque después se alejó, aquél 26 de junio de 1924 votó, como senador, la confianza en el gobierno de Mussolini. «Resulta muy reveladora esa mano levantada de uno de os europeos más famosos de su tiempo a favor del aprendiz de dictador…», dice Sternhell.

La cita no es inocente y tiene que ver con el debate sobre Charlie Hebdo y sobre los que asesinaron a sus principales periodistas.

Cambiemos de siglo.

El mundo se ha visto conmovido por el asesinato de 17 personas en París, la semana pasada. En particular, por los cuatro dibujantes del semanario satírico Charlie Hbdo. Es lo único en lo que hay acuerdo. A partir de ahí, todo es debate, como se puede comprobar con solo recorrer las páginas de la prensa del mundo.

Participemos del debate.

Algunos ­-afirma un «teólogo e historiador que conoce bien la situación de la Francia actual» (luego identificado como Rafo Saldaña), cuyo texto fue difundido por el también teólogo brasileño Leonardo Boff,- «llaman a los caricaturista muertos de ‘héroes’ o de ‘gigantes del humor políticamente incorrecto’, otros muchos los llaman ‘mártires de la libertad de expresión’. Voy a ponerlo en la cuenta del momento, de la emoción. Las caricaturas polémicas de Charlie Hbdo … son de pésimo gusto, pero no es eso lo importante. El hecho es que ellas son peligrosas, criminales incluso, por dos motivos».

El primero, según el autor, es «la intolerancia». El otro, en su opinión, es todavía más grave: «la forma como el periódico retrataba a los musulmanes era siempre ofensiva».

Y agrega: decir, como lo decía Charb (uno de los caricaturistas asesinados) que con un lapicero yo no degüello a nadie «es hipócrita. Con un lapicero se predica el odio que mata a la gente…»

«No creo que censurar el ataque en contra de Charlie Hebdo sea sinónimo de celebrar una revista que es, fundamentalmente, un monumento a la intolerancia, al racismo y a la arrogancia colonial», dijo, por su parte, José Antonio Gutiérrez en artículo publicado tres días después de la masacre.

«Está claro que en el caso de la producción cultural el contexto es siempre importante», advierte, por su parte, Abdullah Al-Arian, profesor asistente de historia en Georgetonw University, en artículo publicado por Al Jazeera. «Las políticas destructivas no pueden desarrollarse exitosamente sin el vocabulario y el imaginario de racismo y odio hacia el otro».

Al-Arian se refirió a recientes comentarios de la académica en temas de religión, Karen Armstrong, sobre una serie de lo que calificó como «planteamientos islamofóbicos» de Bill Maher y Sam Harris: «este es el tipo de planteamientos que conducen a los campos de concentración».

Y concluye Al-Arian: «para entender y detener el comportamiento violento de los extremistas, estos eventos trágicos deben ser examinados a la luz de este contexto, antes que bajo el lente de la libertad de expresión».

Contexto al que se puede agregar algo de historia, como lo recuerdan Mark Le Vine, profesor de historia del Medio Oriente en la University of California; o el periodista Robert Fisk, de larga trayectoria en la región.

«¿Dónde comenzó esta historia?», se pregunta Le Vine. «Simplemente con el colonialismo. No es mera coincidencia que por lo menos dos de los atacantes de Charlie Hbdo sean descendientes de argelinos y el tercero, de Senegal».

La guerra de independencia argelina, recordó Fisk, duró seis años y «costó la muerte de 1,5 millones de musulmanes árabes y a muchos miles de hombres y mujeres franceses». «Tal vez 5 millones de los 6,5 millones de musulmanes de Francia son argelinos. La mayoría son pobres; muchos se consideran ciudadanos de segunda clase en la tierra de la igualdad». Mucho antes de que la identidad de los sospechosos de la matanza fuera revelada «murmuré la palabra ‘Argelia’ para mis adentros», dijo Fisk.

Al principio, cuando Charlie se burlaba del cristianismo, del judaísmo o del islam, afirmó Dardo Scavino en Panama Revista, «no estaba atacando a los creyentes sino, por el contrario, defendiéndolos de los charlatanes que los habían embaucado».

Pero, agregó, «los vientos neoconservadores que empezaron a soplar a partir de los años ’80 desde los Estados Unidos volvieron ilegibles estas posiciones. La blasfemia dejó de percibirse como una aliada de la liberación y empezó a interpretarse como una hostilidad hacia un derecho fundamental de las minorías: practicar libremente sus cultos».  

Todo esto no logró impedir la masacre del 7 de enero y no «va a impedir tampoco el vertiginoso avance de la extrema derecha, la misma que está sacando partido, paradójicamente, del asesinato de estos -en su criterio- perseverantes anti-fascistas».

¿Choque de civilizaciones?

Otro punto de vista es el que explica los asesinatos por lo que llaman «choque de civilizaciones».

Isi Leibler escribió en el The Jerusalem Post: «los gobiernos occidentales deben internalizar la realidad de que lo ocurrido en París no fue solo otro episodio de ‘terrorismo’, sino una clásica manifestación del ‘choque de civilizaciones'».

En pocas palabras, afirma, lo ocurrido es fruto «de la cobardía y del apaciguamiento».

Una línea de reflexión que no es difícil adivinar hacia donde nos lleva, como veremos. Aunque la autora opina que Charlie Hebdo era obscenamente ofensivo para cristianos y musulmanes y promovía una vulgar sátira antisemita», estima que hoy «en la medida en que el impacto del fundamentalismo islámico crece exponencialmente, con crecientes manifestaciones de brutal terrorismo, los líderes occidentales no tienen el coraje siquiera de identificar el enemigo».

El tema de las libertades civiles -asegura- «deben ser considerados como secundarios cuando la seguridad de civiles inocentes está en juego».

El sociólogo y filósofo francés, Edgar Morin, acuerpa la idea de que a Francia «la han herido en el corazón de su naturaleza laica y su idea de libertad». Morin predice que «El miedo se agravará entre los franceses de origen cristiano, entre los de origen árabe, entre los de origen judío. Unos se sienten amenazados por los otros y se está produciendo un proceso de descomposición que tal vez pueda detener la gran manifestación del sábado 10 de enero, porque la respuesta a la descomposición es la unión de todos, de todas las etnias, de todas las religiones y de todas las corrientes políticas».

Unión que, como veremos también, es puesta en duda por otros analistas.

Pero es opinión similar a la de Michel Löwy, «filósofo e historiador marxista», para quien el crimen es tanto más odioso por cuanto «estos camaradas artistas eran gentes de izquierda, antirracistas, antifascistas, anticolonialistas, simpatizantes del comunismo o del anarquismo». Su única arma -agregó- «era la pluma, el humor, la irreverencia, la insolencia».

Una opinión que, naturalmente, no es compatible con las de quienes describen el contenido de Charlie Hbdo como promotor del odio y la discriminación.

Roberto Savio, fundador de la agencia IPS y editor de Other News, calificó Charlie Hebdo como «una voz en defensa de la superioridad y la supremacía cultural de Francia en el mundo. Contaba con un pequeño número de lectores, que obtuvo vendiendo provocaciones. Exactamente lo contrario de la visión de un mundo basado en el respeto y la cooperación entre las diferentes culturas y religiones».

«Aunque por supuesto lo que pasó en París fue un crimen atroz y la libre expresión de opiniones es esencial para la democracia, hay que añadir que muy pocos alguna vez han leído Charlie Hebdo y conocen su nivel de provocación», destacó.

El hecho de que los partidos europeos de extrema derecha cosechen los beneficios de esta radicalización, es muy bienvenido por los musulmanes radicales», apuntó Savio.

«Algunos buitres son más vivos que otros y ya comenzamos a ver lo que va a ocurrir como consecuencia de ese atentado», dijo Saldaña, citado por Boff. La líder de la extrema derecha francesa, Marine Le Pen, afirmó: «La nación fue atacada, nuestra cultura, nuestro modo de vida. Fue a ellos que se declaró la guerra».

Un discurso -agregó Saldaña- que pedía a Francia «declarar la guerra al fundamentalismo (pero que a los oídos de los xenófobos suena como ‘guerra a los musulmanes’ y ella lo sabe)».

Consecuencias terribles

Esa «radicalización del conflicto entre Occidente y el Islam va a tener consecuencias terribles», en opinión de Roberto Savio. «Declarar una guerra santa contra el Islam, equivaldría a empujar a la inmensa mayoría de los musulmanes hacia la radicalización. El hecho de que los partidos europeos de extrema derecha cosechen los beneficios de esta radicalización, es muy bienvenido por los musulmanes radicales».

«La reacción a todo esto ha sido una nueva campaña en Occidente contra el Islam», dijo Savio. Recordó como el último número de la revista The New Yorker «publicó un duro artículo, que define al Islam no como una religión sino como una ideología», así como los comentarios del analista conservador Giuliano Ferrara, quien dijo por televisión que «nos encontramos en una guerra santa».

Una guerra «entre dos mundos», como la definió George Friedman, presidente de Stratfor, una empresa de inteligencia global.

«Un mundo galvanizado es siempre peligroso. La gente, galvanizada, puede hacer cosas peligrosas», advirtió.

En su opinión, la crisis actual tuvo su origen en el colapso de la hegemonía europea después de la Segunda Guerra Mundial y en la necesidad de mano de obra barata en Europa. «El apetito europeo por mano de obra barata y el apetito musulmán por trabajo se combinaron para generar un masivo movimiento de población».

Los musulmanes terminaron viviendo hacinados y en pésimas condiciones. «Ellos vinieron para hacer plata, no para hacerse franceses», resume Friedman, para quien «es difícil imaginar otra solución que su «guetización» y deportación.

«Estamos entrando en una situación sin salida. Habrá que tomar decisiones y todas las opciones son malas. Lo que se tenga que hacer será hecho y aquellos que se nieguen a tomar decisiones se considerarán con más autoridad moral que los otros. Se trata de una guerra y como todas las guerras esta es muy distinta a la última en la forma como se lleva a cabo. Pero, de todos modos, es una guerra y negarlo es negar lo obvio».

Un «clima de guerra civil de baja intensidad», como la calificó el sociólogo portugués, Boaventura de Sousa Santos. ¿Quién gana con él en Europa?, se preguntó. «Ciertamente no los partidos de izquierda como ‘Podemos’, en España. o ‘Syriza’, en Grecia».

El contexto en que ocurrió el crimen, afirmó, «es dominado por dos corrientes de opinión, ninguna de ellas favorable a la construcción de una Europa inclusiva e intercultural». La más radical es frontalmente islamofóbica y antiinmigrante. «Es la línea dura de la extrema derecha», y es probablemente la que ganará fuerza con la tragedia.

¿Y los asesinos?

Los asesinos se pueden calificar de diversas maneras: franceses, descendientes de argelinos, marginados o también musulmanes. Como vimos, hay análisis enfatizando cada una de esas características. Evidentemente, la opción que se elija no es inocente.

En todo caso, es difícil no sentir vergüenza de la raza humana cuando uno de sus miembros, en un acto de suprema cobardía, le dispara en la cabeza a un hombre herido, indefenso, prostrado en la calle. Un guarda que resultó ser un musulmán, bien integrado a la vida francesa.

¿En nombre de qué? La respuesta a esta pregunta tampoco es inocente.

Resultados

Los resultados están a la vista: la reivindicación de una pretendida «unidad» por parte del presidente francés que, como lo muestran diversos comentarios, no solo no existe, sino que solo puede existir acallando a los disidentes.

«Me parece interesante que haya fórmulas plurales para condenar el terror, más allá de un ‘Je suis Charlie’ que no puede funcionar como la única forma de repudio, ni como constructor de dudosos consensos que no existen en Francia», afirmó el periodista Pablo Stefanoni.

Hugh Schofield, de la BBC, afirmó, en un artículo firmado en París, que «la unidad nacional no está ni de lejos tan garantizada como las expresiones de emoción sugieren. Si se quiere ver cuál es la vigorosa réplica al sentimiento dominante, está en la página de Facebook ‘Je ne suis pas Charlie’ (Yo no soy Charlie). La aplastante mayoría no tiene nada que ver con quienes ven con buenos ojos a los Kouachi o Coulibaly», los tres asesinos de los ataques del 7 de enero en París.

Y luego recordó: «las escuelas en las zonas de alta presencia de inmigrantes, donde el minuto de silencio por las víctimas de Charlie Hebdo fue interrumpido por los alumnos, o no fue observado en absoluto».

«La fractura es tal que yo la creo irreversible», dice e educador de origen senegalés Ba Amadou, en la edición especial del diario francés Libération del pasado 12 de enero.

Por otra parte, se dan también reacciones en el terreno oficial. Tanto el Primer Ministro británico, David Cameron, como la jefe del gobierno alemán, Angela Merkel, ya reivindicaron mayores poderes para controlar las comunicaciones privadas sin autorización judicial.

Lo cierto es que Francia se transformó durante dos días en el centro político del mundo. De algún modo, en un frasco de historia concentrada. No es la primera vez.

Pero resultó inevitable la sensación de que, en París, con los asesinatos y luego, con la marcha de apoyo a Charlie Hebdo, se repetían, en dos días, dos momentos trágicos alejados en el pasado: la quema del Reichstag y la marcha sobre Roma. Ambos hechos llevaron al poder a los nazis, en Berlín, y a los fascistas, en Roma.

Pero, como se ha dicho hasta la saciedad, la historia, cuando se repite, lo hace como farsa, que las fotos de la cabeza de la marcha, de los presidentes y primeros ministros, dejaron en evidencia. Una, tomada al nivel del suelo, parece mostrar que encabezan una multitud. La otra, la real, tomando desde lo alto, muestra lo alejado que están de la multitud que pretenden representar. ¡Todo era una farsa!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.