Las protestas populares que han tenido lugar en varias naciones europeas contra los programas de ajuste económico que afectarían sus sueldos, su estabilidad y demás beneficios socio-económicos, dan cuenta de la gravedad de la crisis que atenta contra la continuidad del sistema capitalista. De hecho, los diferentes gobiernos de Europa, Japón y Estados Unidos observan […]
Las protestas populares que han tenido lugar en varias naciones europeas contra los programas de ajuste económico que afectarían sus sueldos, su estabilidad y demás beneficios socio-económicos, dan cuenta de la gravedad de la crisis que atenta contra la continuidad del sistema capitalista. De hecho, los diferentes gobiernos de Europa, Japón y Estados Unidos observan con preocupación la radicalización de tales protestas, las cuales están excediendo el marco meramente económico y reivindicativo para extenderse al ámbito político, exigiendo una democracia real. De este modo, la crisis capitalista cambia de coordenadas, emigrando de los países periféricos a la médula del mismo.
Refiriéndose a la situación suscitada en España, en opinión de Josep Maria Antentas y Esther Vivas, «La ‘rebelión de los indignados’ en el Estado español es la punta del iceberg de un malestar social acumulado que empieza a transformarse en movilización. Una primera sacudida social hacia una previsible nueva oleada de movilizaciones. Lejos de ser un movimiento circunscrito a nuestro país, las crecientes muestras de solidaridad internacional y de intentos de emulación en otros lugares indican que podemos estar ante el inicio de una nueva fase internacional de radicalización y movilización contra las medidas de ajuste». Esto podría transferirse al resto de las naciones europeas que ven golpeadas sus economías y tratan de capear la crisis, recurriendo a los mismos mecanismos de ajuste que fueran aplicados en nuestra América con resultados desastrosos para todos sus habitantes, incluyendo a los empresarios que las aceptaron de buena gana, imaginando de antemano una era de ganancias y de crecimiento inmediato de la economía nacional.
Aún con el precedente latinoamericano, el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea siguen con el recetario inmodificable en la mano, aplicándolo en Irlanda, Portugal, Grecia y España, donde la rebelión de los indignados no ha cesado y plantean una situación de ingobernabilidad que está siendo reprimida del modo tradicional, es decir, utilizando los cuerpos policiales. Esto ha creado, a su vez, una nueva realidad de dependencia que limita la soberanía de tales países, como lo demostró la medida adoptada por el gobierno griego contra la Flotilla Internacional de la Libertad que partiría a Gaza en auxilio de la población palestina allí oprimida por el gobierno genocida de Israel.
Inevitablemente, pese al pronóstico optimista de algunos apologistas del capitalismo, es evidente que los resultados de las medidas de austeridad sólo favorecerán a los dueños del capital, no a los ciudadanos, olvidándose de la alta responsabilidad que tienen aquellos en el desencadenamiento de la crisis, pero haciéndose recaer en estos últimos el mayor peso del sacrificio exigido. Además de ello, el sector financiero ha sido rescatado con dinero público, lo cual representa una bofetada para los miles de trabajadores que serán cesanteados, aumentando los niveles de desempleo existente y, con ello, la precarización de sus condiciones de vida. Así, la finalidad de las corporaciones, los bancos y los gobiernos a su servicio de hacer recaer la monumental crisis actual del capitalismo -de la cual son sus responsables directos- sobre los hombros de los ciudadanos, ha terminado por configurar una gran rebelión en la mayoría de los países del mundo, tal como se viviera en nuestra América desde finales del siglo XX hasta el presente.
Al respecto, será bueno recordar lo escrito por Federico Engels en su obra «Del socialismo utópico al socialismo científico»: «Cuando el Estado se convierta finalmente en representante efectivo de toda la sociedad será por sí mismo superfluo. Cuando ya no exista ninguna clase social a la que haya que mantener sometida; cuando desaparezcan, junto con la dominación de clase, junto con la lucha por la existencia individual, engendrada por la actual anarquía de la producción, los choques y los excesos resultantes de esto, no habrá ya nada que reprimir ni hará falta, por tanto, esa fuerza especial de represión que es el Estado». Su debida comprensión nos daría la dimensión exacta de estos y otros sucesos que nos afectan a todos como ciudadanos, aun cuando no estemos totalmente conscientes de ello.
Fuente: http://www.argenpress.info/2011/07/la-rebelion-de-los-indignados-sacude-el.html