Hace apenas pocos días el señor Juan Manuel Santos, anunció que el tema de su reelección por otros cuatro años, como Presidente de Colombia, lo dejaba para el año 2013. Sin embargo, a raíz de su vertical derrumbe en la encuestas de opinión, del aumento de la inconformidad ciudadana por los problemas económicos, sociales y […]
Hace apenas pocos días el señor Juan Manuel Santos, anunció que el tema de su reelección por otros cuatro años, como Presidente de Colombia, lo dejaba para el año 2013. Sin embargo, a raíz de su vertical derrumbe en la encuestas de opinión, del aumento de la inconformidad ciudadana por los problemas económicos, sociales y de seguridad, y de la emergencia de la Marcha patriótica, como potente movilización popular que congregó mas de 100 mil colombianos, reunidos en la Plaza de Bolívar de Bogotá, centro del poder político nacional, el curso político está dando un inusitado viraje, acompañado por el discurso populista y demagogico, para apuntalar la continuidad del régimen por otro periodo constitucional.
Con su característico estilo de pokerista, Santos dijo, en meses recientes, que la reelección no lo trasnochaba, que no constituía una preocupación para su gobierno, que ese era un asunto para abordar el año entrante, durante el 2013, porque ahora su prioridad era gobernar para todos los colombianos.
No obstante,dicho planteamiento dio un sorpresivo viraje en días recientes. Dos circunstancias de la coyuntura, han incidido en la reformulacion estratégica de Santos y su propósito continuista. Una tiene que ver con los resultados de las encuestas, que indican una caída vertical en los niveles de aceptación popular del Presidente, particularmente en los sectores más pobres del país, que han sido afectados por tres severas olas invernales y no han recibido los auxilios estatales anunciados con bombo y platico, como en el caso de Gramalote, una población del Norte de Santander, la cual desapareció por causa de los torrenciales aguaceros, que después de mas de 20 meses sigue a la deriva y en el desastre absoluto. La otra tiene que ver con la irrupción inesperada de más de 100 mil campesinos y trabajadores, en plena Plaza de Bolívar de Bogotá, donde se encuentran los símbolos del poder político nacional, organizados en un original movimiento político designado por sus militantes como Marcha Patriótica.
Varios hechos ocurridos en la semana que termina, están indicando que la campaña para la reelección se precipitó y esta en curso, es clara: i) el ofrecimiento de 100 mil viviendas gratuitas para los más pobres, incluyendo subsidios para los intereses de las cuotas vigentes de vivienda de interés social; ii) el traslado de Germán Vargas al Ministerio de Vivienda; iii) la declaración de Vargas, aceptando el cargo y colateralmente renunciando a ser candidato presidencial en el 2014; iv) el nombramiento de Federico Rengifo, como Ministro del Interior, uno de sus mas fieles escuderos, la persona que mejor le cubre la espalda en la oficina de la política para coadyuvar en su reelección; y v) un Conpes de 1 billón de pesos para la región del Catatumbo, ubicada en la estratégica frontera con Venezuela; y v) el recurso al populismo, para atraer a los grupos subalternos desilusionados.
Este Plan político de Santos tiene, desde luego, el asentimiento de los grupos dominantes en la sociedad, porque encuentran que el Presidente se ha sabido mover en temas estratégicos: TLC, imagen internacional y crecimiento económico. Así que no hay razón para vetar a Santos desde las clases ricas, no obstante quedar en el limbo los de la U y los conservadores, que le han estado sirviendo a dos señores.
Pero entre las mayorías populares la cosa no es tan fácil. La configuración de la Marcha Patriótica, como un potente movimiento político dispuesto a la acción concreta, en demanda de soluciones a los graves problemas que azotan a la población, como los derivados de las olas invernales, que dejan a millones en terribles condiciones de miseria y abandono, el derrumbe de la salud en manos de bandas corruptas, la mercantilización de la educación, la desatención de las victimas, la impunidad de los «falsos positivos», le plantea un serio desafío a la Prosperidad Democrática y a la reelección planificada. El tremendo ruido santista con las 100 mil viviendas, con sus precarios empleos, con la supresión de los contratos por terceros o por servicios, el respeto a la organización sindical, la devolución de tierras a las victimas, cobertura en salud, no pasa de ser una vulgar alharaca politiquera, amplificada por los medios oficiales y particulares de la prensa capitalista, maquillada cuantitativamente con los datos del DANE, desde hace años convertido por el gobierno, en un aparato de bolsillo para adornar su imagen con estadísticas que pretenden descrestar ingenuos.
Lo cierto es que en todo el país hay un ambiente generalizado de inconformidad y sus manifestaciones protuberantes son múltiples: paros municipales por la falta de agua y servicios públicos, demandas contra la impunidad de los «falsos positivos» y las «chuzadas», rechazo al robo de la salud, huelgas estudiantiles contra la política educativa neoliberal, rechazo al mal servicio de Transmilenio y demás sistemas de transporte masivo en el resto del país controlados por voraces grupos oligárquicos, exigencias de reconocimiento del derecho a la movilidad, demandas para que se atiendan oportunamente los damnificados por el invierno, desespero con la corrupción, repudio del imperio de mafias como en la gobernación del Valle, cólera contra el despotismo de grupos financieros como el de Sarmiento Angulo, que monopoliza la prensa e importantes medios de comunicación para engañar al país, desespero con la infraestructura vial colapsada, rabia con ministros ineptos como el del transporte, pánico con la neoparamilitarización de los campos y ciudades, voto en blanco contra el fraude electoral, reclamos para que que cese la violencia y se abra paso una politica de paz, que no implique la rendición, ni claudicación de la resistencia campesina.
Según las mediciones de las encuestas, la mayoría de los ciudadanos estima que la situación del país es insoportable y tiende a empeorar en los próximos meses. por eso la imagen tan desfavorable de «Chuky» Santos. El escepticismo se apoderó del país.
Hay, pues, un ambiente propicio para el paro cívico y la huelga política contra todo este desorden, propiciado, no sobra decirlo, por el neoliberalismo social y económico imperante. Así que el llamado de la recién constituida Marcha Patriótica para organizar y preparar un paro cívico nacional y una huelga política contra el dominio oligárquico el próximo 7 de octubre, esta plenamente justificado, es oportuno.
La protesta y rebeldía popular no podrá ser manipulada ni desviada, en lo inmediato, por el disfraz populista del señor Santos, pues el mismo consiste en darle a importantes sectores populares beneficios limitados (como las 100 mil viviendas, que la corrupción e ineficacia oficial impedirán
A pesar del discurso populista contra las clases oligárquicas, estas y sus podridas instituciones se mantienen vigentes o en el mejor de los casos cambian de manos pero el poder de tales estructuras sobre los pobres no desaparece.
Es por tal razón que la Marcha Patriótica como expresión de la rebeldía organizada del pueblo, debe rechazar el populismo de esta nueva derecha, catalizadora de egoísmos desesperados y promotora de linchamientos distractores, como aquel que descalifica con epítetos desuetos las resistencias campesinas prolongadas, victimas de las violencias centenarias de los poderosos y sus ejércitos privados reactualizados y en franca operación de exterminio de los liderazgos populares y revolucionarios.
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