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La Reforma Laboral y la ruptura de la mayoría de investidura

Fuentes: Rebelión

Se validó en el Congreso la Reforma Laboral propuesta por el Gobierno de coalición PSOE-UP.

La medida estrella de la figura política del momento en España, Yolanda Díaz. Sin embargo, su aprobación supuso la ruptura de la mayoría progresista y plurinacional que se conformó en la investidura del Gobierno en 2019 y que ha continuado hasta el día de hoy, incluyendo la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado.

Durante las dos campañas electorales de 2019, UP había convertido la derogación de la Reforma Laboral llevada a cabo por el Gobierno de Mariano Rajoy en 2012 en una de sus promesas principales. Además, en el pacto de Gobierno firmado con el PSOE la revocación de dicha norma también estaba presente. Y, por si esto fuera poco, en mayo de 2020 ambos partidos firmaron un acuerdo parlamentario con Bildu en el que se comprometían a derogar los aspectos más lesivos de la Reforma.

Sin embargo, a la hora de llevar a la práctica dichas promesas y dichos acuerdos, el Gobierno cambió de parecer. Liderado por Yolanda Díaz, decidió priorizar la búsqueda del consenso con los actores protagonistas del llamado “diálogo social” (sindicatos mayoritarios a nivel estatal y patronal) sobre el acuerdo amplio con las fuerzas parlamentarias progresistas que hicieron posible la existencia y la supervivencia del Gobierno de coalición.

Priorizar la presencia de la CEOE en el acuerdo seguramente haya sido una medida exigida desde la Unión Europea a cambio del préstamo de unos generosos fondos para la reconstrucción económica y social de España. Pero, al hacerlo, lo que primero iba a ser una derogación íntegra y después de los aspectos más lesivos de la reforma del PP, quedó en un mero retoque que, si bien recupera algunos de los derechos perdidos, se queda muy lejos de lo esperado.

Es muy probable que teniendo en cuenta las exigencias de la UE, la desmovilización de la base social progresista y la hegemonía de la derecha y la ultraderecha en el debate público español, el Gobierno tuviera poco margen para haber avanzado más allá. Pero en ningún momento la Ministra explicó esta realidad. Muy al contrario, trató de hacer pasar por histórico un retoque que ni cumplía con lo prometido a sus electores ni con lo acordado con algunos de sus socios parlamentarios.

De hecho, tampoco buscó en ningún momento apoyarse en estos socios para tratar de ensanchar el margen de lo posible y lograr una Reforma más ambiciosa. En vez de aprovechar a los grupos soberanistas de izquierda para ello, les puenteó. Llevó al Parlamento una Reforma Laboral ya cerrada, afirmando que no se podía cambiar ni una coma, pues el diálogo social así lo exigía, vaciando de contenido a la sede de la soberanía popular. Y, además, trató de chantajearles con el manido “o esto o viene la derecha”. Y, para ello, utilizó a unos sindicatos mayoritarios que llegaron a emplear la expresión thatcheriana de “no hay alternativa” como marco comunicativo.

En definitiva, el Ministerio de Trabajo y el Gobierno en su conjunto tenían dos opciones:

a) parar el balón, mirar hacia su izquierda y apoyarse en ERC, EH Bildu, BNG, Más País y Compromís (gracias a los que este Gobierno existe) para desarrollar una reforma más ambiciosa.

b) seguir conduciendo el balón hacia adelante buscando la aprobación de su reforma pasando la pelota hacia la derecha.

Hoy todos comprobamos que optaron por la segunda opción, rompiendo la mayoría progresista y plurinacional y aprobando su proyecto con los votos favorables de C’s y el anunciado de UPN, que al final no lo fue por un sospechoso cambio de parecer de sus dos diputados, formaciones que habitualmente votan sistemáticamente en contra de todo lo presentado por el Gobierno.

El Gobierno en su conjunto y la Ministra de Trabajo han sacado adelante la Reforma Laboral. Pero lo han hecho pero a costa de romper  la mayoría de izquierda y plurinacional que sustenta al Gobierno. La de hoy ha sido una victoria pírrica que ha difuminado un horizonte ya de por sí muy precario, si es que no lo ha roto del todo.

De esa mayoría tan solo mantuvieron los dos votos favorables de Más País y el de Compromís, y más por su percepción no quedarles otra que por convicción. En cambio, perdieron los trece de ERC y los cinco de Bildu, formaciones ambas que llevan dos elecciones creciendo en base a lo que pierde UP en Cataluña y en Euskadi respectivamente. Igual que está haciendo el BNG en Galicia, al que lejos de sumar a esa mayoría, le alejan de ella cada vez más.

Hay quien puede pensar que lo sucedido hoy no va a cambiar nada hacia el futuro, pero, sinceramente, creo que se equivoca. La figura de Díaz como elemento aglutinador de diferentes sensibilidades en la izquierda queda tocada. Sánchez sonríe al pensar en ello, pero debería tener cautela, porque el desgaste será conjunto. Cuando uno no cumple lo prometido y encima saca pecho por ello tratando de menores de edad a sus votantes, la distancia entre él y su base social se agranda y por esa grieta de desafección se cuelan los monstruos.

Es en días como el de hoy cuando se ve que aquella expresión de Iglesias por la que denominaba «bloque histórico» a una mera mayoría aritmética en el Parlamento era pura grandilocuencia vacía de contenido y sin ninguna capacidad performativa. La mayoría de la investidura no fue más que una suma aritmética construida a la defensiva frente a la amenaza de la (ultra)derecha. El PSOE nunca ha creído en un horizonte de Estado republicano y plurinacional. Y muchos en UP lo han hecho a regañadientes. Y aunque sí lo creyeran, sin tener la capacidad para mover al PSOE de sus posiciones.

Al contrario, es el PSOE quien les tiene paralizados dentro de un Gobierno del que no pueden salir pero en el que cada vez tienen menor capacidad de incidir.  Pese a que desde Bildu y ERC hayan dejado claro que tratarán de reconstruir la mayoría, esto se parece bastante a un fin de un ciclo que nunca comenzó.  Nos digan lo que nos digan, hoy ha sido un mal día para la construcción de horizonte popular, republicano, democrático y plurinacional.

Por último, más allá de los contenidos concretos, creo que Yolanda Díaz se ha equivocado en su gestión de la negociación pensando en su futuro político. Los resultados de Podemos en 2015 se fundamentaron en buena parte en lo obtenido en Euskadi y Cataluña y, en menor medida, en Galicia. Hoy, ese voto lo articulan las izquierdas soberanistas de esas naciones. Haberles chantajeado no le saldrá bien. El bloque de la investidura se ha roto y UP no recuperará nada de lo perdido en las naciones sin Estado hacia las izquierdas soberanistas. Ni tampoco lo hará en el resto de España hacia su derecha.

Por lo tanto, con esta ruptura del bloque sin contrapartida electoral para UP, lo que puede venir será un páramo en el que PP-VOX arrasarán con lo que puedan (que teniendo en cuenta la composición ideológica y sociológica de los aparatos del Estado español será mucho). Creo que, en este caso, la Ministra ha actuado de forma irresponsable.

En el fondo, hay un problema central en todo lo relacionado con la actitud de Díaz ante su reforma. Sin bases sociales activas y sin agencia política alguna, su única fortaleza para lanzar su proyecto electoral es su liderazgo personal. Por eso huye hacia adelante con unas patas muy cortas. Error que pagará.

En 2011 a nivel social primero y en 2014 a nivel político después, se planteó una alternativa que buscaba la democratización del Régimen del 78: de su cultura política, de su institucionalidad, de su marco legal, de su organización territorial y de su tablero político. Pocos años después, no queda nada de eso. La izquierda gobernante ha aceptado su posición en el tablero, gobierna en base a la cultura del consenso de la Transición (de ahí la priorización del diálogo social, nacida de los Pactos de La Moncloa) y no se plantea ningún horizonte constituyente que democratice España a nivel social y nacional.

En pocos años hemos pasado de buscar la democratización del Régimen del 78 a estar en un punto en el que defender la cultura, las normas y la institucionalidad de dicho Régimen es lo único que la izquierda gobernante pueda ofrecer como horizonte. Esto es lo fundamental de todo lo que está consiguiendo la ofensiva reaccionaria. Que no exista más proyecto que atrincherarse en el sistema actual como barrera frente a la ultraderecha. Todo para que el constitucionalismo sea igualmente blandido por ellos como elemento legitimador.

Hoy tan solo las izquierdas soberanistas tienen un horizonte de movilización y de esperanza para sus bases sociales, aunque sea de muy difícil concreción institucional. La elección del Gobierno de coalición de gobernar contra la derecha está acercando cada vez más a la derecha al poder. E incluso si no lo hiciera, son quienes marcan el rumbo ideológico y cultural de la sociedad española desde hace ya tiempo.

La Reforma Laboral ha salido adelante. Pero las costuras del proyecto del Gobierno han quedado más a la vista que nunca. Sin horizonte compartido no hay esperanza.

Marcos Martínez Romano es politólogo

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.