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La refundación de la izquierda y el pacto social

Fuentes: Nuevo Claridad

Qué debería hacer IU tras el acuerdo de UGT y CCOO con el Gobierno y la patronal La huelga general del 29 de septiembre marcó un antes y un después. Esto afirmamos desde IU, y teníamos razón. La respuesta masiva a la convocatoria de lucha sacó a la superficie una de las mayores paradojas de […]

Qué debería hacer IU tras el acuerdo de UGT y CCOO con el Gobierno y la patronal

La huelga general del 29 de septiembre marcó un antes y un después. Esto afirmamos desde IU, y teníamos razón. La respuesta masiva a la convocatoria de lucha sacó a la superficie una de las mayores paradojas de la sociedad en que vivimos: mientras las familias obreras, la juventud, los mayores, las personas en paro, exigíamos el respeto a nuestros derechos, se descubría que el parlamento no reflejaba esta realidad social. Quedó en evidencia uno de los mayores trucos de esta democracia de «birlibirloque», que es la democracia burguesa. No se trata de un anécdota, es la propia esencia del sistema burgués; se aseguran de que la mayoría de los políticos, sobre todo en los momentos de apuro (como esta grave crisis económica), se apiñe en torno a los poderosos y defienda sus intereses de clase.

Por eso era lógico que surgiese la idea de que si IU encabezaba esas reivindicaciones debiera tener una mayor representación parlamentaria, ya que se trató de la única fuerza política de ámbito estatal que se opuso a la contrarreforma laboral que está llevando a cabo el gobierno de Zapatero, a las órdenes de empresarios y banqueros.

Parece que la mayoría de quienes participamos en este proceso de lucha, y de forma especial la base social de IU, sacamos la conclusión, correcta, de que existe un abismo entre la realidad social y la representación electoral de esta realidad en el parlamento.

Un abismo entre los trabajadores y los dirigentes

Lo que ahora queda claro, tras la aceptación por parte de la dirección de UGT y de CCOO, de las exigencias del Gobierno y la patronal, tras la firma del pacto social, es que la misma paradoja, idéntica contradicción, existe entre la realidad laboral, la de los hombres y mujeres que padecemos la explotación diaria en nuestros trabajos, y la representación que hemos alcanzado a través de los dirigentes sindicales.

En realidad, aunque supone una brusca sacudida, que nos cuesta mucho más aceptar, funciona con el mismo mecanismo: los actuales sindicatos no son el producto de la forja de la lucha, sino la consecuencia de décadas de «negociación y gestión responsable». Los años de vacas gordas permitieron obtener reivindicaciones y dar a los sindicatos un estatus institucional, con liberados a cuenta de empresas y administración.

Esa época ha terminado. Por eso es tan importante comprender que la crisis económica que estamos padeciendo, no es simplemente el ciclo recesivo al que seguirá un ciclo alcista y, después, todo volverá «a la normalidad». Se trata de un cambio de época, y los primeros embates de la lucha han puesto al descubierto las contradicciones incubadas durante décadas y que ahora surgen con toda su crudeza: los dirigentes del PSOE no defienden los intereses obreros sino los de la patronal (eso en IU lo veíamos muchos), pero quedaba lo más duro: los dirigentes de UGT y de CCOO no están dispuestos a luchar por lo intereses de los trabajadores, sino que se han rendido sin lucha. En realidad es más grave, han usado la respuesta a la huelga general del 29 S, no para asegurar la defensa de nuestros derechos, sino para garantizar su posición institucional en la sociedad, la de interlocutores reconocidos por el Gobierno, y para ello aceptan los palos sobre nuestras costillas. El más grave, no el único, el retroceso en el sistema de jubilación.

Claro que la responsabilidad de la crisis no es de los dirigentes sindicales, pero eso no les exculpa, ni por esa razón debemos dejar de oponernos a su actuación. Tampoco los dirigentes del PSOE son los culpables de la crisis, lo que no nos impide tratar de desenmascararlos y demostrar que defienden los intereses de la patronal.

Otra política, otra dirección

La lucha por transformar la sociedad es una lucha contra quienes detentan el poder, la banca, las grandes empresas, el aparato del Estado… pero en esa lucha necesitamos instrumentos válidos de los que servirnos, partidos y sindicatos. Ya teníamos claro que con los dirigentes del PSOE no se daría una transformación social en beneficio de la clase obrera, pero lo que hoy queda claro es que con los actuales dirigentes de CCOO y UGT, careceremos de instrumento sindical eficaz para luchar por nuestros derechos. Tiene razón el compañero Cayo Lara cuando dice que no debemos atacar a los sindicatos, lo que tenemos que hacer es trabajar para cambiar a sus actuales dirigentes y sustituirlos por una dirección valiente, que responda democráticamente a las aspiraciones de las bases, que esté dispuesta a luchar con ahínco por lo que es nuestro, que anteponga los intereses de nuestra clase a cualquier otra consideración.

Es vital que comprendamos que no hay terceras vías en la lucha de clases. Todos aquellos que hablan de tercera vía acaban pactando, doblegándose, ante la clase dominante. Todos se encargan de recordar el fracaso histórico del estalinismo, lo que es cierto, pero no es menos cierto que la socialdemocracia ha mostrado su total bancarrota; todas sus promesas de una mejora gradual, progresiva y constante bajo el capitalismo, se hunden en la miseria de esta crisis planetaria.

Simplemente para enfrentarnos a lo más elemental, nuestro derecho a un puesto de trabajo digno, tenemos que plantear reivindicaciones que exigen un cambio profundo: reducción de la jornada de trabajo sin reducción salarial, adelanto de la edad de jubilación a los 60 años, nacionalización de la banca para disponer de los recursos necesarios.

La refundación de la izquierda aparece más compleja de lo que podía parecer a primera vista, pero, a diferencia de otros momentos (no tenemos más que mirar a nuestro alrededor) los cimientos del poder capitalista anuncian grietas. La huelga general del 29 S no ha sido el último acto, sino el primero, de un período en que los vientos de la historia impulsarán la lucha por el socialismo.

Una rendición sin lucha

Mientras la patronal, la banca y el Gobierno alaban la llamada «responsabilidad de los dirigentes sindicales», el Pacto Social ha caído como un jarro de agua helada sobre las familias obreras. El miedo ha atenazado a los dirigentes sindicales y, dando la espalda a los cientos de miles que fuimos a la huelga general el 29 de septiembre, han decidido la peor de las rendiciones, la de aceptar la derrota sin lucha.

Dicen Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo que «las reformas son necesarias (…) para garantizar la calidad de las pensiones y preservar sus niveles de protección en el futuro como consecuencia del reto demográfico y financiero que deben afrontar». El hecho es que la calidad de las pensiones no se garantiza, sino que empeora: la jubilación se retrasa a los 67 años, que para jubilarse a los 65 habrá que cotizar 38 años y medio, que para alcanzar el 100% de la jubilación habrá que cotizar 37 años -en lugar de los 35 actuales-, y que el cálculo de la pensión se hará contando con 25 años en lugar de 15. En otras palabras, se «pacta» que la mayoría de los trabajadores (jóvenes, mujeres, inmigrantes, precarios…) están condenados a tener pensiones míseras y a jubilarse a los 67 años.

Tampoco se garantiza la «sostenibilidad del sistema», al contrario. El acuerdo prevé revisar de forma automática el sistema cada 5 años para, en función del aumento de la esperanza de vida, ajustar la pensión, lo cual anuncia futuros recortes. El presidente de la CEOE, Juan Rosell, manifiesta que la «reforma se debe aprovechar para crear el espacio necesario para que se reduzcan las cotizaciones sociales», avisándonos de que la patronal y los «mercados» propiciarán nuevas reducciones de las pensiones.

¿Qué conclusión puede sacar un trabajador ante estos hechos si no que sus dirigentes se rinden? ¿Para qué sirvió la huelga del 29S? No es de extrañar que la patronal y el Gobierno estén contentos, han conseguido lo fundamental de lo que pretendían, recortar las pensiones y forzar a los trabajadores con más recursos a suscribir planes de pensiones privadas con los bancos. Y con el respaldo de los líderes de los dos principales sindicatos. De hecho, ni tan siquiera han conseguido atenuar sustancialmente el ataque, tal y como se afirma, ya que el recorte de las pensiones rozará el 20%, una cifra parecida a la que perseguía el Gobierno desde el principio.

Pero los recortes no terminan aquí. Esta claudicación envalentonará aún más a la patronal, mientras siembra el desconcierto y el desaliento entre los trabajadores, alentando la idea de que la lucha no sirve y de que es inevitable que los asalariados aceptemos estos sacrificios para salir de la crisis. Méndez y Toxo han decidido volver a su postura de diciembre de 2009, cuando escribían en la prensa que las huelgas generales son inútiles frente a la crisis. Y se equivocan. La obligación de los dirigentes sindicales es decir la verdad al conjunto de los trabajadores: estos sacrificios sí que son inútiles para la causa obrera, la única vía que hay es la de la lucha y esa es la que deberían estar preparando.

La tarea pendiente

IU, que atesora el mérito se ser la única fuerza parlamentaria de ámbito estatal que ha manifestado su oposición a este acuerdo, debería haber sido más exigente públicamente con los dirigentes sindicales, presionándoles para seguir la lucha y emplazándoles a fraguar una alternativa política capaz de derrotar a este Gobierno y cortar el paso al PP, un auténtico Frente de la izquierda. Y se equivocaría si ahora exculpara a los dirigentes sindicales. Hay que llamar a las cosas por su nombre, denunciando que han actuado mal y deben cambiar de política. UGT y CCOO fallan a la clase obrera al darle un balón de oxígeno a este Gobierno y, avalando su política de recortes, le animan a continuar con ella. Es más, están debilitando a las propias UGT y CCOO, al movimiento obrero, pues alejan a los trabajadores, y a los jóvenes en particular, todavía más de sus sindicatos ya que, tras este acuerdo sólo pueden sentirse abandonados por quienes deberían representarles.

Muchos trabajadores puede que acepten el Pacto, pero no porque estén de acuerdo con él, sino con resignación porque no ven alternativa y no se la dan los primeros que deberían hacerlo, sus dirigentes sindicales. IU no debe temer quedarse sola, debe denunciar la política del Gobierno y exigir a los dirigentes sindicales que rectifiquen y retomen el camino de la lucha. No sólo en la calle y en los puestos de trabajo, hay que derrotar a estas políticas en las urnas. La obligación de los dirigentes sindicales no es apuntalar a este Gobierno, sino pelear por fraguar una alternativa capaz de derrotarlo y, al tiempo, frenar al PP. IU debe exigírselo y llamar a la continuidad de la lucha. Es también una forma de dejar meridianamente claro que las propuestas de IU no son un mero reclamo electoral, sino que tienen la voluntad sincera de defender los intereses de la clase trabajadora hasta las últimas consecuencias.

Lamentablemente, no parece que las direcciones de UGT o de CCOO vaya a rectificar. Si se mantienen en su actual línea, a las tareas de aquellos que luchamos por transformar la sociedad se suma una muy urgente: generar una oposición interna en ambos sindicatos que defienda los intereses de nuestra clase en lugar de los de la patronal, y que esté dispuesta a luchar por nuestros derechos, pues estos dirigentes quedan descalificados por su falta de coraje.

La izquierda sólo se puede refundar a partir de la entrada en la política de sectores que aún se mantienen al margen de los partidos, incluso de los sindicatos, con un sano instinto de que son aparatos burocratizados, anquilosados y faltos de democracia interna, que tomen en sus manos las organizaciones, que elijan y controlen a sus representantes y liberados, que hagan que las decisiones se tomen de abajo a arriba y no desde cenáculos de políticos profesionales, como sucede ahora. Pero, he ahí el problema a resolver, sólo si el movimiento real de la clase obrera se refleja en estas organizaciones, volverán a ser instrumentos válidos para luchar por la transformación de la sociedad en lugar de refugio de gentes que han hecho de la política su forma de vida. El papel de quienes somos conscientes de este proceso debe colaborar a superar esta contradicción.

Alberto Arregui, Henar Moreno, Víctor Domínguez, son miembros del Consejo Político Federal de IU, Jordi Escuer y Jesús Mª Pérez García del Consejo Político Regional de IU-Comunidad de Madrid y Esther López Barceló es militante de Esquerra Unida de Alicante.

Fuente: http://nuevoclaridad.es/revista/index.php/estado-espanol/320-la-refundacion-de-la-izquierda-y-el-pacto-social