La situación política nacional está marcada por una crisis política abierta desde el 18 de Octubre del año pasado. La podríamos caracterizar como una crisis revolucionaria, pero en el contexto de una revolución democrática, donde la elasticidad está dada por la democracia burguesa.
Esta situación permite dos reflexiones;
1.- Crisis del Régimen. La crisis política abierta desde hace 4 meses, implica que no es un problema eventual y focalizado, por lo que no es una crisis sólo del gobierno, sino una crisis del régimen político en su conjunto. Es decir, que claramente el proceso comenzado en 1973, donde la burguesía aplasta a la clase trabajadora y durante las siguientes décadas, comienza a conceder prebendas políticas y económicas lenta, pero sostenidamente, mediante el engaño y la negociación, ha llegado a su fin.
Esta dicotomía entre el engaño y la negociación determinó que se continuara con un régimen neoliberal en lo económico y un sistema binominal en lo político, donde una parte de la burguesía utilizó todos los medios para poder ir concediendo a goteras. Estos sectores políticos burgueses, se turnaron para el engaño a la clase trabajadora. Mientras el primero lo aplastó con un golpe contrarrevolucionario y le quitó derechos ganados en décadas, el otro, a su turno le va cediendo, lentamente uno que otro derecho que no afecte al modelo.
En este marco se insertan las “dos traiciones” de la Concertación de Partido por la Democracia y sus satélites a la clase trabajadora, ya que sus esperanzas las había puesto en ellos en plena dictadura; la primera, es la aceptación del régimen político en las negociaciones con Pinochet y el posterior secretismo, y la segunda, es la traición a las esperanzas económicas de los trabajadores en el gobierno de Eduardo Frei Ruiz Tagle, donde su criterio neoliberal quedaba de manifiesto.
Estas traiciones políticas y económicas, con sus consiguientes efectos sociales, son hitos fundamentales para el quehacer político de la Concertación, especialmente en el PS, que se aspiraba a que fuera una fuerte presión para cambiar el modelo económico. Sin embargo, estos se habían integrado aceleradamente a ser un instrumento más de la burguesía, desde hacía más de una década, cuando fueron capturados por la renovación socialista europea.
2.- Una burguesía dividida. Esto determina que la crisis no se haya terminado, con la represión abierta y brutal. Ya que la burguesía y sus partidos no han podido encontrar una visión única y clara para sostener el nivel de explotación de la clase trabajadora, modificando el modelo, para que nada cambie, como lo venía haciendo desde hace 30 años.
La crisis política se caracteriza por la incapacidad de la burguesía y su gobierno de enrielar la situación debido a su división interna, que se funda en una diversidad de opinión en cuanto a la sobrevivencia del régimen político y el modelo neoliberal. Por su parte, el movimiento social de protesta esta huérfano de dirección política, zigzagueando entre un voluntarismo conscientes y la transversalidad de las exigencias sociales, situación que hace pie, en lo apremiante de la necesidad de poner fin a las injusticias socio, económica y políticas (Salud, educación, AFP, empleo precario, bajos sueldos, etc.).
Dicha transversalidad incluye desde la pequeña burguesía que deslinda con la “aristocracia” obrera, que ve como su inestabilidad laboral o mini empresarial, se ve tocada por la necesidad angustiante de la burguesía de copar todos los nichos de negocios, de ahí que las banderas de la PyME se blandeen con insistencia.
A estos añadimos la amplia y diversa clase trabajadora, que aunque todavía no se introducen a la lucha de forma abierta y contundente, por sus precarias condiciones contractuales, sus “representantes”, si lo han hecho. Como catalizadores del malestar familiar, sus hijos e hijas están en la primera línea de combate social. Especialmente los estudiantes secundarios o universitarios, que luchan junto al tercer grupo social que son los pobladores. Organismo sociales, culturales, deportivos y religiosos, que los agrupa ante la realidad angustiante de las poblaciones sienten la convicción de acabar con las injusticias que los aquejan a diario (pobreza, delincuencia, tráfico de drogas, marginalidad, etc.).
Esta amalgama de clases y sectores de las mismas clases sociales, como el feminismo o la diversidad sexual y de género, provoca que la población que no se siente representado por las demandas sociales sean mínimas o muy ajena por su nivel cultural, por su espíritu de desclasado o simple temor a la violencia que puede venir de vuelta del régimen ante las constantes protestas. Pero, sin embargo, el empuje juvenil, la convicción social de justicia y dignidad, hace que la masividad sea profunda tanto en la calle como en las poblaciones.
Pilares del Régimen Político.-
La pregunta que cabe realizar es, ¿En qué clase social e instituciones se funda el poder de un régimen político y social como el que tenemos?
Como hemos señalado, el régimen político responde a la clase social dominante que utiliza las instituciones para poder legitimar, desarrollar y accionar su objetivos políticos, sociales y económicos históricos.
Hagamos un poco de historia. La contrarrevolución y consiguiente aplastamiento que fue el golpe militar de 1973, se basó en el apoyo de la burguesía, los partidos políticos burgueses, la Iglesia Católica, las FFAA y el imperialismo norteamericano. La dictadura militar se sostuvo en una trilogía interna; la burguesía, las FFAA y la Iglesia Católica. Con el expreso apoyo del imperialismo norteamericano. Sin embargo, cuando este, viendo la magnitud de las protestas antidictatoriales, comenzó a declinar su apoyo y presionar para una transición a la democracia pactada; la burguesía nacional, muy obediente se empezó a dividir, al interior de la Iglesia Católica comenzaba a perder peso el apoyo implícito a la dictadura, las FFAA, se quedaron solas. Por lo que Pinochet, tuvo que ceder, aunque con un fuerte apoyo de una burguesía, que había nacido o rejuvenecido a su alero, pero que entendía que no podía estar en contra del imperialismo.
De esta forma se llega a este régimen político inaugurado en 1990. Una burguesía dividida, un tutelaje militar, el amparo de la Iglesia Católica, un presidente débil y una administración de los partidos políticos, legitimados en la licha antidictatorial, mediante el Congreso Nacional. Esto fue cambiando lentamente, cuando la burguesía se da cuenta que el control del movimiento de masas por parte de la Concertación y el PC, significaba paz social y emprendimiento económico sin las tensiones políticas de la dictadura. También percibieron que tarde o temprano, se podían turnar en el poder. Por ello, que la transformación desde un presidente débil (Aylwin) a uno de carácter bonapartista (Lagos), fue acompañada con el debilitamiento del rol político de la FFAA, especialmente después de la muerte política de Pinochet, primero, y luego de su fallecimiento. Por lo que la sustentación del régimen político quedaba en manos de; la burguesía, la presidencia de la república, el congreso nacional, los partidos políticos, la Iglesia Católica y las FFAA.
Pero es, ¿qué la burguesía se unificó en un solo proyecto político? La respuesta es no. La burguesía siguió dividida, pero no de forma “horizontal”, sino que “vertical”. El modelo neoliberal tendió a segmentar la burguesía, no en grupos tradicionales que se diferenciaban por su riqueza y actividad, sino que aceleró un proceso de acumulación que concentró ente 5 y 15 grupos económicos el poder, esencialmente con una concentración vertical y diversificado en las actividades. Esto derivó que el régimen político se comportara de la misma forma, donde el presidente fue un verdadero Bonaparte, que gobernaba a su antojo, reproduciendo el fuerte control y concentración económica en el país. Esto se ejemplifica en la relación de los empresarios, especialmente Horts Paulmann con Ricardo Lagos. Pero este fue el hito mayor, ya que los gobiernos posteriores de Bachelet y Piñera, jugaran otro rol, que podríamos caracterizar como de un Bonapartismo senil.
Ambos gobiernos, llegan para continuar o reavivar este bonapartismo, pero la situación estaba cambiando. La fuerte arremetida del imperialismo norteamericano y el incremento de las importaciones de cobre por parte de China, generó una dinámica tenue, al principio, pero que fue ganado velocidad bifurcándose en dos procesos; uno, la alta burguesía comenzó a dividirse entre China y EE.UU., arrastrando a la política a una diferenciación clara. Y el segundo, no obstante, la “bienvenida” de la inversión y productos chinos, que el mercado chileno estaba obligado a recibir, por las exportaciones de cobre y el consiguiente dinero que ingresaba, se vio preocupada por la distorsión que generó el comienzo de la perdida de nichos de mercados, sobre todo en la burguesía nacional que no estaba en condiciones de competir con dos imperialismos.
Ambos procesos se hicieron notar cuando la desaceleración de la economía China, empezó a provocar dificultades por la baja sostenida de ingresos de capital a Chile debido a las exportaciones de cobre[i]. Ya la economía no funcionaba como antes y había menos dinero para repartirse. Esta situación no era extraña en América Latina, la crisis estaba instalado desde hacía 10 años, con la consiguiente crisis política. Pero en Chile, la falta de capital generó, bajas en el consumo y morosidad acelerada, generando incremento de la cesantía, que se colocaba a la par con la crisis mundial, pero que la economía chilena debía adecuarse con un costo profundo, pero para lo cual no estaba preparado.
Es esta coyuntura de diversos factores la que comienza a estructurar la crisis política que hoy vivimos. Pero un rol fundamental en la crisis del régimen, es la crisis económica, que venía “minimizándose” por un consumo interno gracias a las exportaciones de cobre a China; un endeudamiento creciente, que ahora sufre una alta moratoria; un congelamiento de salarios de facto; una cesantía disfrazada del 7% y, por último, un empleo precario que suma 700.000[ii]. Esta última mantenida artificialmente en un dígito, con el argumento de que crecía el “empleo por cuenta propia” o “empleo informal”, que hoy supera el 40%[iii] y es imposible seguir disfrazándolo.
Por tanto, este agrietamiento socio-económico de la situación del país, provoca, en conjunto con el desgaste político un panorama de crisis que es muy profunda y remece hasta los pilares del régimen político.
Como ya sabemos, cuáles son las instituciones y/o factores que dan el sustento a este régimen, ahora veamos cómo han evolucionado en estos años y por qué estos no han podido canalizar la gigantesca marea de democratización social y económica.
I.- La gran burguesía o el sector que en política se expresa como “bonapartista”, desde la llegada de Piñera al gobierno el 2010, dejaba en claro que pretendía “defender” sus nichos de negocios ante el imperialismo y del otro sector burgués, que quería desplazarla. Esta se desliza hacia China, como socio predilecto estaba Luckisc y compañía, pero su desconocimiento, en un primer momento, le imprimía cierto temor ante las prácticas monopólicas y aplastantes del capital oriental.
Por su parte, Piñera y compañía no pudieron detener la arremetida oriental o por lo menos canalizarla a su favor y tuvieron que acceder a la negociación abierta, sobre todo cuando se dio cuenta que Trump aprueba el cierre de fábricas de la GM en Brasil, donde le quedó claro que para la burguesía norteamericana, no le interesaba fortalecer a sus socios latinoamericanos, sino simplemente su propia sobrevivencia. Si a esto le añadimos una sorda pugna interburguesa entre los intereses de Lucksic y Piñera, entendemos por qué llevó a China, a sus hijos para tantear los negocios y engrosar la fortuna familiar. Por esto, que hoy circula fuertes rumores de que Didi Chile tiene capitales de la familia Piñera o como, tampoco, no es de extrañar que los nuevos buses de la Red (ex Transantiago) provengan del gigante asiático.
II.- Las prácticas de absoluta dependencia de la presidencia de la república (gobierno) a los intereses de la gran burguesía financiera y exportadora, que ya desde los tiempos del gobierno de Eduardo Frei Ruiz Tagle, se notaban con claridad, como gobierno su imagen se iba deteriorando aceleradamente ante la población. La excesiva vinculación y dependencia al gran empresariado motivó una inoperancia política y una nula independencia administrativa.
La percepción que se tenía entre la población, de la distancia que tomaba el gobierno de los grandes problemas nacionales (salud, educación, AFP, colusiones, etc.), que sólo se mantenían con medidas superficiales, pero no solucionaban definitivamente, quedó claro en el primer problema social que estallo a nivel nacionales, para el cual este el gobierno no tuvo respuesta, como fue la crisis de la educación en el 2006 (Bachelet) y luego el 2011 (Piñera).
En estos conflictos quedó demostrado para la población, que las elecciones presidenciales, era para cambiar el administrador del modelo, pero que no se pretendía dar soluciones a lo que exigían las masas trabajadoras. Esto comenzó a rodear a la presidencia de la república, tanto bajo el gobierno de Bachelet como el de Piñera, de un halo de insensibilidad, incapacidad y sinvergüenzura; especialmente, tras el terremoto del 2010 y el proceso de reconstrucción, que fue un verdadero baño de conciencia de pobladores y trabajadores, al enfrentarse a las demoras, promesas incumplidas, etc. Este proceso continuó con verdaderas rebeliones locales desde lo sucedido en la Región de Magallanes (Gas, 2011); Aysén (Hidroaysén, 2012); Huasco (Termoeléctrica, 2012); Freirina (Agrosuper, 2012); Chiloé (contaminación, 2016); Valparaíso (Incendios, 2014-2019) hasta las movilizaciones de las zonas de sacrificios como Quintero (2018-19).
III.- Es el Congreso Nacional, con los diputados y senadores, que aunque en las últimas elecciones fueron elegidos gente joven y ex dirigentes estudiantiles, agrupados en un movimiento político que se presentaba como renovador de las prácticas políticas viciadas, vino a darle un respiro temporal al acelerado proceso de descrédito y frustraciones de las aspiraciones ciudadanas, producto de la corrupción y beneficios exorbitantes que tienen, más sus vínculos con los empresarios, especialmente en la ley de pesca.
Pero como todos estos movimientos renovadores la imagen proyectada, no es más que un espejismo que desean presentar para ocultar lo que envidian y desean, ya que pertenecen a una clase pequeña burguesa, que en su origen y su objetivo, es acceder a tener los beneficios de la burguesía. No pasó mucho tiempo, que por sus propias conductas ayudaron a develar que diputados y senadores no son más que instrumentos de la clase dominante.
Esta clarificación de parte de la población del contenido, el objetivo, el quehacer y sus beneficios de esta institución motivó una caracterización clara y precisa, como inútiles, incapaces y aprovechadores. Opinión que no sólo ratifica cada encuesta que se realiza desde hace años, sino que expresa una profunda animadversión ante esta institución.
IV.- La Iglesia Católica. Esta institución que era uno de los instrumentos de normalización social más eficaces, ha sufrido el más grave desprestigio por sus conductas ilegales a nivel mundial y donde la Iglesia Católica de Chile, si no es la peor, está dentro de las peores. Esta caída de la principal institución ideológica que, aunque venía derrumbándose, seguía manteniendo su prestigio y prebendas en el Chile concertacionista. Hoy, ya no es una ayuda al régimen, es más un lastre, por sus vínculos con la alta burguesía de la dirigencia máxima de la institución. Incluso demuestra una extensión natural de la podredumbre moral de la clase dominante.
Un caso destacable, es el rol de la Iglesia Evangélica, que en el juego político concertacionista-aliancista, se pretendió constituirla como alternativa de normalización moral, que debilitara el rol rector que tuviera y se auto – atribuyera la Iglesia Católica. Sin embargo, la iglesia evangélica, no importando tanto de que línea fuera, tuvo una descomposición mucho más acelerada con los problemas de fraudes, negocios obscuros, manipulación de feligreses, etc., encapsulo su influencia en un sector extremadamente limitado, no sin importancia, pero de poco rol social.
V.- Las FF.AA. Estas sufrieron la lenta, pero constante, una política por parte de la burguesía de restarles poder de decisión y volver a tenerlas bajo su alero absoluto hasta que las necesitara de nuevo. Esta política respondía a un excesivo rol económico y de gasto, adoptado durante la dictadura. Para esto, comenzaron restándoles el rol político de influencia e intervención, pero mientras tanto, le dejaron absoluta libertad de administración de los recursos que se transformaron en personales de cada comandante en jefe que llegaba. Amo y señor en la administración de los recursos motivó una corrupción al interior de las instituciones, generando un desprestigio generalizado que sólo es una proyección del que tenían desde la dictadura. Desde el ejército (con comandantes en jefe millonarios) hasta los carabineros (27 mil millones de pesos robados), pasando por negocios obscuros en la compra de armamentos o fragatas de parte de la aviación y la marina.
Todo esto provoca que las instituciones armadas no sean vistas como garantes de la institucionalidad por la inmensa mayoría de los trabajadores, estudiantes y pobladores. Sólo están cumpliendo (carabineros) o por cumplir (FFAA) un rol abiertamente represivo, pero con una profunda desconfianza de Piñera y los políticos de la DC, PS, PRSD y PPD, que saben que lo dejarán solos en un eventual juicio.
VI.- Los Partido Políticos. Estos han sido la institución más deteriorada de todas, quizás a excepción de la Iglesia Católica, pero por su condición de representantes directos e indirectos de los intereses burgueses o pequeñoburgueses, se han puesto a disposición para que esta clase aplaste reiteradamente las aspiraciones de justicia social que ha tenido el pueblo. Todos los partidos desde la UDI hasta el PS, pasando por la RN, DC, PRSD, PPD y el nobel FA, han tenido un solo objetivo, ser el instrumento ideológico y administrativos de la gran burguesía, protegiendo el régimen político y amparando el sistema capitalista y su modelo neoliberal.
Por su parte, el PC que no queda ajeno a esta dinámica, ha ido adecuándose no sólo al régimen político, sino que al mismísimo capitalismo. Desde los tiempos donde Gladys Marín llamaba a “humanizar el capitalismo” hasta la última elección municipal, donde candidatos a concejales como Iván Vuskovic, blandeaban un keynesianismo trasnochado como promotor de las pymes, el PC a zigzagueado como toda su vida.
Todo esto ha implicado que la clase trabajadora se mantenga en un constante rechazo a las propuestas de dichas organizaciones pro burguesas, deslegitimándolas como interlocutores válidos. Por lo que difícilmente pueden ser estos los que le permitan canalizar el empuje democratizador de las grandes mayorías.
VII.- Y, por último, el Imperialismo Norteamericano, está en un proceso de debilitamiento interno y externo, que no permite declarar su muerte todavía. Es más, está vivo y con una campaña de fuerte intervención en América Latina. Un ejemplo, es el golpe de estado blanco dado a Evo Morales en Bolivia (2019).
Pero, sin embargo, este debilitamiento es interno debido a su pugna económica, que pierde frente a China, no lo hace despreocuparse de Chile. Ejemplo de explotación neoliberal por casi 50 años, no quisiera ver a su gobierno caer por presiones sociales, ya que sería un muy mal ejemplo para Argentina, Perú, Bolivia y Brasil. Es por ello, que sus ojos están puestos en lo que ha hecho Piñera, pero es una mirada desconfiada por la cercanía que ha tenido la burguesía y el gobierno con China. No sería extraño que durante estos meses haya tanteado a la oposición burguesa para ver si la caída de Piñera, sería un aliciente para retomar las viejas alianzas entre DC y PS con EE.UU., con el objetivo de enfriar las relaciones económicas con el gigante asiático. Obvio es, que la antigua concertación no pretenderá reconocer una alianza con Trump, por lo que conlleva relacionarse con él, pero no es de extrañar que EE.UU., los vea como potenciales ayudistas.
Es este el ingrediente que ha obscurecido aún más la resolución de esta crisis, ya que es un elemento fundamentala, ya que la burguesía dividida como esta, sabe que tomar una decisión le traerá consecuencias en el interior como en el exterior.
Este profundo deterioro de los pilares del régimen democrático burgués, con un fuerte componente bonapartista, aunque a estas alturas muy debilitado, se resiste a morir, ante la marea de descontento popular, que lucha por una Revolución Democrática.
Pero, no obstante, su debilitamiento, no están las condiciones ni objetivas ni subjetivas para su derrocamiento definitivo, ya que la inexistencia de la dirección revolucionaria, es un problema clave para que el régimen sea reemplazado por uno donde el pueblo sociabilice el poder, democratizando las decisiones políticas, la propiedad económica y las decisiones sociales.
Por tanto, esta revolución democrática, tiene que llegar a imponer la mayor participación de la clase trabajadora en un régimen democrático burgués, hasta que pueda transformarlo en uno socialista y revolucionario. Por ahora, no tiene la posibilidad de reemplazar las instituciones en crisis ni los poderes que la sustentan, ya que estás todavía tienen posibilidad de maniobra política o armada, se está enfrentando a la reacción democrática desde fines de octubre de 2019.
¿Qué se viene en los próximos meses?
Si hay algo claro, es que la correlación de fuerzas políticas ha cambiado, desde la que existía en septiembre del 2019. El poder absoluto que tenía la gran burguesía financiera y exportadora, se agrietó profundamente, producto de un gobierno inoperante e incapaz de solucionar los grandes problemas políticos y sociales del país. Esto motivó que la clase trabajadora, como hemos establecido más arriba, haya madurando esta rebelión ganando en experiencia y prácticas políticas casi instintivas, pero que no llegó al nivel de organizarse políticamente, constituyendo una dirección revolucionaria.
Sin embargo, la masividad de los multitudinarios organismos de base; centros culturales, grupos feministas y de género, ecologistas, animalistas, organismos estudiantiles, sindicatos, Lgbt, etc., han demostrado que fueron un gran aporte en la construcción de una conciencia política entre las generaciones más combativas que hoy enfrentan al gobierno y a un régimen en crisis.
El gobierno de Piñera no tiene las intenciones de ceder ni retirarse. La burguesía que es el pilar fundamental del régimen político, aunque que esté dividida, se da cuenta que es incapaz de resolver la crisis políticamente hablando. Evalúa que es más peligroso hacerlo renunciar que el continuar dándole un apoyo condicional, debido a que su dimisión activará un encabritamiento de la clase trabajadora, pobladores y estudiantes, que le podría costar muy caro.
Por lo tanto, ha pretendido agrupar en torno del ejecutivo, desde noviembre último, el mayor apoyo de partidos políticos burgueses, con una constante campaña del terror, para preparar la única salida, que ve a esta crisis, que es la violencia institucional.
Todos los sectores del gobierno y uno que otro de la oposición, coinciden que la única posibilidad de detener esta crisis es un aplastamiento institucional, lo que los diferencia es el cómo preparar el escenario político para llevarlo a cabo. Dicho plan se deberá implementar en dos etapas;
1.- Acción de carabineros ante las protestas callejeras que se darán en marzo. Incrementando el chantaje emocional mediante la campaña del terror. Para demostrar que dicha institución está sobrepasada y así convencer a la oposición para una segunda etapa.
2.- Reedición del Estado de Excepción con el Ejército en las calles, asegurándole impunidad. Deteniendo a los dirigentes sociales que convocan y dirigen las protestas.
3.- Todo esto avalado por un gran marco de acuerdo nacional en contra de la violencia, que ninguno le ha permitido la legitimación que desea. Ni el acuerdo de noviembre 2019 ni menos el que firmaron algo más de 200 dirigentes políticos en febrero, que recibieron el reproche generalizado, pasando sin pena ni gloria. Pero existe y podrá ser levantado cuando le sirva a Piñera.
Esto sería posible, ya que coinciden pública o privadamente en recurrir al fortalecimiento material y técnico para una abierta represión, por medio de la institución más desprestigiada que existe en el país, que es carabineros. No obstante, el plan B de Piñera, es un nuevo Estado de Excepción, donde el Ejército realice el trabajo sucio.
Pero este plan, tiene varias debilidades;
1.- La gran burguesía no tiene confianza en que Piñera pueda controlar la situación. Estas apreciaciones hacen que la burguesía esté dividida, no sólo la gran burguesía, sino que la mediana también, no tiene claridad en que Piñera pueda controlar los escenarios regionales.
2.- Su ambivalente dependencia hacia EE.UU. y China, la hace zigzaguear en las alternativas a desarrollar. Para EE.UU., si Piñera continua en el gobierno, seguirá el derrotero económico y político hacia China. Por lo que no sería malo un cambio. Al contrario, para China, no le gustaría que los avanzados negocios que tiene en el país, tuvieran que ser renegociados con una nueva administración. Esto no le ha permitido a Piñera la libertad necesaria para decidir, abrumado por la presión.
3.- Lo anterior, debilita el apoyo de los partidos de oposición, que no ven con malos ojos que Piñera renuncie, pero no quieren asumir ningún riesgo de tener que enfrentarse a las presiones de los dos gigantes de la economía mundial. Es por ello, que el plan de la oposición no existe o están inoperante como el del gobierno.
4.- El recurrir a la violencia institucionalizada no sólo significará que le ha dado la constatación legal y violenta a la consigna de “piñerachet” (dictadura), sino que cada día que pase se quedará más sólo y la presión internacional no la podrá soportar.
5.- Su gobierno se ha quedado cada vez más debilitado debido al componente político que tiene, falta de experiencia, incapacidad personal y colectiva, renuncias constantes (la última, Cubillos el 28 de Febrero) y corrupción, lo que llevará a que durante la preparación del plebiscito de abril, como meta a alcanzar, sobreviva en una orfandad absoluta. Ya que la presión de las protestas sociales, la de la oposición y la de la derecha, hará que el gobierno se minimice a niveles de inexistencia, arriesgando que si el país, no se encuentra en estado de excepción, el enfrentamiento sea profundo y el plebiscito no podrá realizarse, ya que la derecha recurrirá a todas las formas para evitarlo, cuando se den cuenta que es imposible revertir la votación y culpen a Piñera.
5.- En un contexto de un gobierno minimizado, la constante presión de Carabineros como su cancerbero, desembocará en una permanente violación de derechos humanos, que no se podrá controlar (como ha empezado a suceder), cayendo en una espiral de deslegitimación. Lo que se agravará con la posibilidad de un Estado de Excepción, donde tanto carabineros como el ejército, sobrepasarán los lineamientos que les sean entregados por el ejecutivo. Generando un comportamiento institucional que sólo deslegitimará aún más a Piñera y al gobierno.
Por lo tanto, si para Piñera está muy difícil imponer su normalización política y social, con; la represión abierta de carabineros y el ejército como instrumento; con lo cual el gobierno imponga sus criterios y políticas (fortaleciéndose) y la burguesía se logre unir en defensa del gobierno represivo y deslegitimado, pero que lograra su objetivo de estabilizar la situación, la pregunta que cabe hacerse ¿Cuál sería la opción popular?
La opción es apelar a la soberanía popular. Esta se ha venido manifestando en las movilizaciones, marchas, protestas, entre otras formas, donde el ejercicio de la iniciativa ha puesto en boga como principal argumento la soberanía del pueblo, ya que la participación de los marginados del régimen político y social, se ha ganado la calle, profundizando la conciencia de forma transversal. Esta llegaría a la máxima expresión en lograr la dimisión de Piñera, lo que generaría un salto notable en el nivel de conciencia de las masas.
¡Por la Revolución democrática! ¡Hasta que renuncie Piñera!
En este escenario político de crisis revolucionaria de carácter democrática, provoca una situación inestable en la correlación de fuerzas entre las masas movilizadas y sus organizaciones y el gobierno y sus partidos.
En estos momentos tras 4 meses de movilización social activa y en plenas vacaciones debemos señalar que la iniciativa sigue siendo compartida entre el movimiento social y el gobierno. Incluso, por más que Piñera a tratado durante estos meses de activar una campaña (especialmente, la del terror) que le permita recuperar el apoyo de por lo menos su sector, no lo ha podido hacer. Todas las encuestas le sitúan por debajo del 10%, aunque las empresas sean de su mismo sector. Esto ayudó a que, no obstante, disminuyera las personas en las calles, por su normal cansancio y necesidades económicas que le den sustento para el año, como son los estudiantes universitarios, las calles no fueron abandonas. Las formas de protestar fueron multiplicadas con imaginación en Antofagasta, Coquimbo, Viña del Mar, Valparaíso, Santiago, Concepción, Molina, Valdivia, Concepción y muchas otras, pero la más destacada fue el coro en los diversos festivales, pero en especial el del Festival de Viña, que retumbó en gran parte del mundo, aumentando el desprestigio de Piñera, ante una audiencia potencial de 250 millones de personas.
En este contexto, el movimiento de masas ha ido ganando en coordinación y sensibilización, que durante marzo y abril, se enfrentará en constantes y fuerte confrontaciones con las fuerzas represivas, que sólo serán derrotadas por la masividad y una maduración de conciencia política, que le permita dos objetivos organizacionales precisos;
1.- Generar un programa político, social y económico unitario.
2.- Que las organizaciones políticas extra parlamentarias (grupos antisistemas y de izquierda revolucionaria) vayan confluyendo en una organización embrionaria de la dirección política que el movimiento necesita.
Esto debido a que uno de los elementos de clarificación política que las masas lograron instalar (aunque de forma desordenada) es, que el proceso que lleva a una nueva constitución, con Piñera en La Moneda, es un retroceso a las aspiraciones de democratizar del pueblo. Por lo que, se hace necesario que este renuncie antes del plebiscito como tarea prioritaria. Y si no es así, que el día 27 de abril lo haga, ya que el plebiscito será una muestra más de las diferencias políticas con un gobierno neoliberal, represor y sin legitimación político-social.
Para esto, el movimiento de masas junto con promocionar la aceptación de una nueva constitución y los ejes estructurales en los cabildo y grupos de opinión deben convertirse en verdaderos comités por la ¡Renuncia de Piñera!, en cada una de las acciones pública y discusiones que se realicen. En cada lugar de trabajo, escuela, fábrica, empresa, universidad, población, etc., debe ser un foco de educación, profundización y propaganda de la democratización.
En cada uno de estos lugares debe estar presente la izquierda revolucionaria organizando la avanzada y la defensa; propagandizando los ejes fundamentales de una nueva constitución donde el estado sea responsable y los recursos naturales pertenezcan al pueblo y educando políticamente al trabajador, estudiante y poblador en las experiencias de la lucha del pueblo contra la burguesía.
El miembro de la izquierda revolucionaria debe ser, junto con ser parte de la primera línea ofensiva, el mayor clarificador de la política para los jóvenes. Escuchando, acompañando y canalizando las inquietudes hacia el objetivo que está en las profundidades del enojo esporádico; la ira contenida; la ansiedad desbordada y frustración normalizada, pero que puede ser generadora de un fuerte estimulante social que logre posesionar a la clase trabajadora en su rol histórico, de clase revolucionaria.
¡Por la Revolución democrática!
¡Hasta que renuncie Piñera!
[i] El gobierno de Bachelet y el de Piñera pretendieron aminorar la importancia de la dependencia al crecimiento industrial y económico chino, incluso algunos economistas de oposición llegaron a apoyar la tesis, de que el mayor ingreso de capital a las arcas estatales era el pago de impuestos. Tremenda aberración para un país que vive de las exportaciones de materias primas, pero que se entiende por la pugna política interna de la burguesía.
[ii] http://www.fundacionsol.cl/2012/02/el-gobierno-no-debe-olvidar-que-cerca-de-700-mil-empleos-son-precarios/
[iii] https://www.elmostrador.cl/destacado/2019/02/27/informalidad-laboral-en-chile-llega-al-40-y-la-mala-calidad-del-trabajo-se-transforma-en-epidemia-en-latinoamerica/