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Entrevista a la historiadora María Angélica Illanes

La resistencia popular al capitalismo y la construcción del Chile republicano

Fuentes: Rebelión

Licenciada en filosofía y doctorada en historia, María Angélica Illanes es una de las más lúcidas y destacadas investigadoras en el campo de la historia popular y las políticas sociales de los siglos XIX y XX. En su reciente libro «Chile Des-descentrado» (Lom Ediciones), nos muestra como se fue desarrollando la formación socio-cultural republicana y […]


Licenciada en filosofía y doctorada en historia, María Angélica Illanes es una de las más lúcidas y destacadas investigadoras en el campo de la historia popular y las políticas sociales de los siglos XIX y XX. En su reciente libro «Chile Des-descentrado» (Lom Ediciones), nos muestra como se fue desarrollando la formación socio-cultural republicana y la transición capitalista en nuestro país. Actualmente se desempeña como docente en la Universidad de Santiago y en la Universidad Arcis y posee una larga lista de publicaciones. Sobre algunos aspectos centrales de lo que manifiesta en su libro conversó con Punto Final.

Uno de los temas que plantea en su libro es la lucha de los trabajadores por no ser proletarizados. Porque siempre se habla del movimiento obrero ya consolidado.

Es un capítulo donde se muestra que el capitalismo es una construcción cultural que tiene una historia de resistencia bastante notable, de resistencia no sólo como la conocemos sino que desde el interior del capitalismo ya industrializado, consolidado, llevado a cabo por un movimiento obrero, de resistencia de los sectores que van a ser asalariados y que están intencionados para jugar un determinado rol que es el de la venta de la fuerza de trabajo para este nuevo sistema. Hay una resistencia en el proceso mismo de construcción de éste, que se da en el fenómeno mismo del intento de instaurar el sistema salarial y de la proletarización del capitalismo. Hay resistencia en Chile, muy temprana, que tiene que ver con la oposición a ser proletarizado, a jugar el rol de fuerza de trabajo vendible y comprable. Ellos también aspiran a ser empresarios, a ser trabajadores libres y no jugar el rol que les quiere asignar el capitalismo.

¿Esto tiene que tiene que ver con la destrucción del orden colonial?

Claro, hay una destrucción del orden colonial relativa, podríamos decir, en el sentido que también existe una transición, porque los mecanismos que se utilizan para asalariar, para proletarizar, son parecidos a los del orden colonial, como por ejemplo las penas de azote, la persecución y encarcelamiento por deudas, es decir confinar la mano de obra al trabajo por la fuerza. Esos son mecanismos que vienen de la época colonial, pero al mismo tiempo es una transición que rompe ese orden en el sentido de que se produce una competencia por la mano de obra y hay una pugna porque ésta sea una mano de obra libremente asalariada. De tal manera de que los empresarios que comienzan a surgir después de la Independencia y al calor de los descubrimientos tengan todos acceso libre a una fuente de trabajo, libremente circulante podríamos decir. En ese sentido hay también una destrucción del orden, pero como los obreros, los peones, se resisten a jugar ese papel, se usa todo tipo de mecanismos coloniales compulsivos de la mano de obra. Existe una hibridez entre los mecanismos coloniales y los sistemas de modernización.

Producto de esto se produce un problema con el ejército debido a que ellos estaban formando un nuevo ejército tras lograr la Independencia y tenían serias dificultades para reclutar soldados.

En este período, efectivamente la policía, podríamos decir, o el ejército, están muy cercanos al pueblo, son ellos mismos prácticamente los que van tomando otra faceta y otra figura, y por lo tanto la solidaridad de los soldados y los peones son solidaridades muy cercanas, que conviven mucho. Se producen deserciones, se organizan deserciones de la recluta de soldados y liberación de peones a menudo producto de esta solidaridad mutua, por lo tanto el proceso de formación de un ejército claramente nacional que esté al servicio del proceso de conformación del capitalismo es un fenómeno que tiene que ver con la separación entre el soldado y el peón. El proceso de separación de estos dos sujetos es desgarrador y muy difícil de hacer, es un largo proceso por el cual también lucha el sistema dominante, lucha la burguesía, el ejército, el Estado. Hay una serie de mecanismos a través de los cuales se va a ir logrando progresivamente esta separación entre soldados y trabajadores.

Existe un episodio muy emotivo en el libro que se refiere a Chalinga y la brutal represión que sufrió este pueblo donde la gente se concentraba de manera libre y que tiene que ver con lo que llamas el orden censuraste.

La construcción del sistema capitalista basado en la idea de la propiedad privada, exclusiva para ciertos grupos, se da no solamente en el campo de la propiedad minera sino que también en el campo de la propiedad agraria. Allí planteo que la conformación de la propiedad de los nuevos sectores -que podríamos decir que van a ir formando una burguesía agraria, que no es una aristocracia colonial- no va a ser a partir de la puesta en venta de la propiedad aristocrática o eclesiástica como ocurre en Europa. Lo que ocurre es que esta nueva propiedad agraria de los sectores capitalistas o procapitalistas van a asentar sus propiedades sobre la base de la pequeña propiedad, especialmente de las comunidades indígenas o los pueblos de indios. Esta historia de Chalinga es la historia de un pueblo de indios que va sufrir la expropiación de su comunidad. Aquí demostramos como se va generar en el siglo XIX la segunda conquista de Chile, la conquista del modo de producción comunitario que portan estos pueblos y van a vivir la división de su propiedad, lo que significa a la vez dividirlos socialmente y finalmente esta comunidad dividida va a proceder a vender sus propiedades a estos nuevos propietarios de corte español-capitalista que también están pugnando por la propiedad de la tierra.

Dentro de este proceso se producen cambios culturales bastante profundos. Usted habla de la cultura del simulacro, en la cual tanto la censura como la libertad simulan mutuamente su presencia.

Hablo del «orden censurante» y de la «cultura del simulacro» porque el sistema capitalista no es solamente un ordenamiento económico sino que también se da en el sistema de la cultura una civilización propia que acompaña a la burguesía del siglo XIX y que es una cultura pro-civilizamiento, se podría llamar, como una acción por el ordenamiento del cuerpo en función de cierto comportamiento, que supuestamente es el civilizado y no el bárbaro. Esto en el fondo significa una domesticación en determinado orden de la civilización y su compostura, que tiene que ver con el desterramiento en Latinoamérica y en Chile de una serie de acciones consideradas primitivas, sobre todo en la manera de festejar.

¿Cómo la fiesta de la Chaya, por ejemplo?

Por supuesto, en la fiesta de la Chaya se da una libre expansión del cuerpo, del placer, del sexo, por lo tanto el civilizamiento significa simular también la fiesta, pero una fiesta bastante represiva, se simula festejar, se simula también el 18 de septiembre como un festejo, pero en el fondo se ha reprimido la verdadera expansión, la verdadera alegría y el contenido real de la fiesta, que se manifiesta en el pueblo, en las calles y en el cuerpo.

Esto se celebraba en febrero con motivo de la firma del acta de Independencia ¿Qué pasó con el cambio de fecha?

Esto lo suprime Portales, la fiesta celebraba la soberanía nacional y era el 12 de febrero. Portales decide dar un golpe simbólico muy brutal. Elimina represivamente la fiesta del 12 de febrero e instaura la fecha de la patria el 18 de septiembre, fecha en que se había constituido la primera Junta de Gobierno, que no perseguía una Independencia. Con esto se elimina el principio de soberanía popular como base del nuevo orden político que se inauguraba y se instala un 18 de septiembre que simboliza simplemente una componenda política para una coyuntura nueva. Hay una tremenda negación de la libertades cívicas.

En el libro citas a Foucault, que dice «que la disciplina procede ante todo de la distribución de los individuos en el espacio». ¿Es lo que hace el nuevo poder político de la República?

Efectivamente, toda esta política de forzar un nuevo orden basado en cultura de las «buenas costumbres» mirando hacia los países europeos, especialmente Inglaterra, que es un inspirador. Somos ingleses porque heredamos muchas de las represiones inglesas, de las represiones composturales inglesas. La idea era producir un nuevo orden de clase basado también en un nuevo orden del espacio público. Durante la colonia el pueblo circulaba muy libremente. Y en la República, como no se van a usar las categorías étnicas ni de conquista como separación social, se buscan otros medios para separar a las clases sociales. Los espacios públicos son entonces distribuidos socialmente. Por ejemplo a la Catedral ya no va a poder entrar el pueblo, y menos el pueblo que viste poncho, la Catedral va ser para las clases aristocráticas, lo mismo que la Alameda que es separada en tres partes.

¿Qué papel juegan en todo esto los principios de los cultores de la racionalidad moderna como usted los llama: «rutina inquebrantable, separación indestructible entre dueños y asalariados y el machismo como base del orden sexual en la sociedad»?

Lo que ocurre es que en todo proceso de cambios hay un ordenamiento sexual, un ordenamiento en las relaciones de género, y efectivamente lo que pasa en la formación republicana es un cambio. Yo no estoy de acuerdo en que aquí no hubo cambios como señala la historia tradicional, hay cambios en todo orden de cosas. El orden de la civilización burguesa, la civilización decimonónica, la civilización moderna necesita claros roles de género, así como necesita separaciones entre los asalariados y patrones. Necesitan un nuevo ordenamiento que signifique que las mujeres cumplan un determinado rol que estaba siendo amenazado por toda esta expansión corporal y sexual que se daba a través de las festividades en las calles, como el caso de la fiesta de la Chaya. El siglo XIX es un siglo muy dejado desde le punto de la normativa sexual. En el fondo a la mujer le pedían reprimirse en su placer y que se dedicara a ser simplemente madre.

El siglo XIX estuvo marcado por los conflictos: guerras civiles, asonadas militares, la guerra contra Perú y Bolivia ¿Qué pasa con el proyecto comunal en todo este período?, que tiene que ver con un conflicto -que hace abdicar a O’Higgins- producto de la nueva Constitución y de haber quitado poder a las provincias de Coquimbo y Concepción.

Si, el libro «Chile des-centrado» pretende mostrar a Chile cómo se manifiesta en el terreno social concreto y en sus localidades. Cómo se manifiesta en la práctica el sistema central y legal chileno, cómo se disemina por el espacio geográfico. También tiene que ver con esto de mostrar que hay un proyecto político que no fue solamente el proyecto centralizador. Y este proceso político también acompañó todo el proceso de construcción republicana desde 1810 hasta incluso la Constitución de 1925, donde aparecen las Asambleas Provinciales. Hay un proyecto paralelo que ha sido silenciado y que es el proyecto comunal, descentralizador, regionalizador, que parte con las primeras manifestaciones de la Independencia y va a culminar con la Guerra Civil de 1891.

Sobre la Guerra Civil del 1891 usted plantea que su fruto prohibido fue «el pueblo como poder»

Lo que planteo es que una de las banderas principales de esa guerra civil fue la comuna autónoma, y esa bandera, que enarbolaron los conservadores, era sin embargo una bandera que de alguna manera se articulaba con uno de los deseos fundamentales de las provincias y del pueblo, porque en la comuna autónoma tenía por lo menos la posibilidad de participar o autogobernar. Y eso es lo que ocurre cuando triunfan los conservadores (lo que llaman parlamentarismo), triunfa el comunalismo popular, se toman el poder en algunas partes como en el caso de Valparaíso y realizan lo que es el proyecto democratizador de la comuna con la participación de las asambleas populares. Esto posteriormente será censurado. Es decir, la bandera política de la guerra civil, cual es la comuna autónoma, va a ser aplicada, pero una vez que el pueblo se comience a tomar esa aplicación, se tome el poder de alguna manera en las comunas, se va a echar hacia atrás ese poder popular y nuevamente vamos a estar en presencia de un orden censurante y de una negación de la libertad que se había conquistado.

¿Por qué sucede esto?

Sucede porque se dan cuenta que en vez de ser la elite la que tome el poder en las comunas va a ser el pueblo.

¿Cómo ve a Balmaceda?

Lo veo como un hombre que quedó atrapado en el seno de un proyecto democratizador, modernizador y muy progresista pero realizado con el protagonismo del Estado. Balmaceda se ve atrapado en este proyecto y al calor de guerra decide democratizar el país pero sin la destrucción de las intendencias, y en ese sentido su proyecto de democratizar sin la destrucción de las intendencias es un proyecto legítimo y muy válido pero que fue derrotado. Tampoco los vencedores quitaron poder a las intendencias como lo pretendía el proyecto comunalista. Todo cayó en la nada, desde ese punto de vista Balmaceda tenía razón.