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Rusia y la bomba de vacío

La responsabilidad invisible

Fuentes: www.perfilandolineas.blogspot.com

Estamos de enhorabuena. Rusia ha anunciado la fabricación de una bomba de vacío. Los «expertos» en estas lides dicen que su poder de destrucción es equiparable al de una bomba atómica. Eso sí… «no contamina». Si hace ya un tiempo tuvimos que presenciar el lucidísimo manifiesto ecologista de George Bush, en el que la tala […]


Estamos de enhorabuena. Rusia ha anunciado la fabricación de una bomba de vacío. Los «expertos» en estas lides dicen que su poder de destrucción es equiparable al de una bomba atómica. Eso sí… «no contamina». Si hace ya un tiempo tuvimos que presenciar el lucidísimo manifiesto ecologista de George Bush, en el que la tala masiva de árboles se presentaba como solución mágica para acabar con los incendios forestales, ahora nos toca digerir otro en el que la posibilidad de lanzar bombas con alto poder destructivo, sencillamente, no daña el medioambiente. No sé donde y cuando han planeado nuestros expertos en conservación medioambiental lanzar su nuevo inventito -como no sea en las cada vez más crecientes geografías muertas e infértiles del planeta o en los desiertos, otro lugar no me viene a la sesera-. Me temo que sólo les quedará la opción de arrojarla al mar, cuna madre de la biodiversidad, o en nuestras cada vez más concurridas y mestizas megalópolis, o en cualquier lugar que, no por menos concurrido por el hombre, deje de estar habitado por cualquier otra especie que habite, con mayor inteligencia, su propio hábitat.

Por lo visto, Rusia se jacta de la superioridad del inventito en cuestión, una bomba de vacío que, aseguran, es cuatro veces más potente que aquella que EE.UU había bautizado como MOAB : «Mother of all bombs». Y por si quedara alguna duda de la superioridad de este pequeño monstruíto, se remarca bien la misma con un acrónimo que, honestamente, no pretende sino querer significar la atávica superioridad del falo masculino sobre la vulva femenina : como el nuevo aparato es «superior» al anterior, hay que cambiar el término «mother» por «father»; así pues, no se hable más, el nuevo orgullo nacional de la industria bélica rusa se llamará «father of all bombs». Muy original. Se podrá sentir cierto orgullo por la pericia de los científicos e ingenieros que han trabajado en el proyecto, aunque me temo que no se puede decir lo mismo de su sensibilidad e imaginación literaria. Podrían usar, por lo menos, con un poco de más de mimo y sutileza, ese delicado instrumento que es el lenguaje. Y ya puestos, podrían haber utilizado un acrónimo menos falocéntrico. No sé.

He llegado a la conclusión de que la inocencia y el sentido común de los niños buenos, a estas alturas, es quizás lo más revolucionario a lo que podemos agarrarnos los que aspiramos a conservar la decencia. Sí, definitivamente, todo revolucionario aspira a conservar algo : los derechos, el trabajo, la ética personal, la dignidad, el medioambiente, la diversidad cultural; sin embargo, los «revolucionarios» de hoy en día, muy «liberales» ellos, reclaman el derecho a poder barrer con todo lo que se interpone entre ellos y sus sacrosantos derechos individuales : un fantástico y muy democrático eufemismo para no decir, sencillamente, que lo que para ellos cuenta son sus intereses inmediatos. Y si para ellos, que son, además, muy «cosmopolitas», hace falta barrer todo resto de industria local, ecosistema local, instituciones políticas locales, lenguas y culturas varias..etc , sin tener que dar explicaciones a nadie ni ante nadie, mejor. El masturbatorio, narcisista y cobarde afàn por querer diluir cualquiera apelación a la responsabilidad, en el nombre de una pseudo-retórica libertaria aplicada única y exclusivamente al ámbito de la economía y las finanzas, no recuerda sino al pataleo del niño caprichoso y maleducado que no termina de caer en la cuenta de que el mundo no está hecho, ni a la medida de su ego, ni para la satisfacción inmediata de sus caprichosas necesidades.

«In the name of freedom». Sí. Muy bonito, ¿pero libertad, para qué?, ¿para quién?. La vehemente, abstracta y monotemática apelación al valor «libertad», ocultando el análisis sociológico, concreto, real, de las crecientes desigualdades económicas, y la aún mayor y vehemente apelación abstracta a la «igualdad» que debería seguir de ese análisis, no aparece por ningún lado en nuestros muy cosmopolitas soldaditos de las altas finanzas. Tampoco, claro está, en la clase política que gestiona sus negocios bajo una retórica aparentemente democrática. Además, la vehemente apelación abstracta a la «libertad», ocultando el necesario debate sobre las consecuencias de nuestras acciones, así como la responsabilidad que ha de asumirse cuando actuamos, es un debate «obsoleto» o «romántico», cuando no anacrónico, incluso, para los neo-libertarios del mercado. Muchos de ellos, bien desde los foros científicos y filosóficos, bien desde la prensa escrita y digital afín a las «nuevas ideas», no dudan en rescatar algún exabrupto Nietzscheano de oportunidad, alguna frase cogida al azar para pronunciarla, como no, con la asquerosa autosuficiencia del periodista dandy y satisfecho de sí mismo. El caso es afirmar, explícita o implícitamente, que toda apelación a la responsabilidad no es sino el lloriqueo de los hombres débiles que lanzan sus resentidos dardos morales contra los que han tenido éxito en la selección natural del mercado. Tal es la poquedad mental y la vulgaridad, barnizada de intelectualismo, de los nuevos «revolucionarios» del mercado. Nada nuevo, siempre ha sido un deporte humano, demasiado humano, esto de jugar con la semántica de las palabras… para poder así justificar la pobreza de los propias -e interesadas- posiciones ideológicas.

Mientras tanto, sin freno e «In the name of freedom», la industria bélica global sigue funcionando para la prosperidad económica global, produciendo bombas que respetarán el medioambiente, destrozando familias y asesinando pueblos en nombre de la democracia. Mientras, sin freno e «in the name of freedom», la economía global destruye economías locales pasando por encima de la supuesta autoridad formal que deberían tener las instituciones políticas locales. Comerciando, cosificando, trivializando el significado de las creaciones artísticas y culturales locales y haciendo de la identidad colectiva una mercancia. Mientras, sin freno e «in the name of freedom», la responsabilidad se diluye y se esconde, como si no tuviese rostro humano, como si no tuviese tiempo, ni lugar. Como si solo fuese un grito sordo que se pierde en un eco difuso y lejano.

A los «hombres fuertes» de hoy en día, que con tanto celo se sacan su abstracto y brumoso discurso sobre la «libertad», quejándose del «espíritu de venganza» de los «hombres débiles» que alertamos de las consecuencias de pretender hacer invisible el discurso y el espacio de la reflexión y la responsabilidad que toda sociedad necesita. A esos «hombres fuertes», digo, quizás les sorprenda algún día la fortaleza que los «hombres débiles» necesitan para apelar a la «autoridad» política de unas instituciones, cuyas leyes son papel mojado para los grandes agentes económicos.