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La revolución de los cisnes

Fuentes: La Nación

El caso Celco regaló lecciones en 2005. A los ciudadanos, a los empresarios, a las autoridades. El desastre ambiental que provocó la muerte de cisnes de cuello negro puso de pie a los vecinos de Valdivia frente a los poderosos de siempre. Como pocas veces, la gente se anotó una pequeña victoria, que no es […]

El caso Celco regaló lecciones en 2005. A los ciudadanos, a los empresarios, a las autoridades. El desastre ambiental que provocó la muerte de cisnes de cuello negro puso de pie a los vecinos de Valdivia frente a los poderosos de siempre. Como pocas veces, la gente se anotó una pequeña victoria, que no es de uno, sino de la comunidad organizada.

Nada estaba bien. Nada era normal. Ya ni siquiera el olor emanado desde la nueva megaplanta de celulosa era el único motivo para tener arcadas. El hedor se sentía en toda Valdivia, urbe situada 56 kilómetros del lugar en que se emplazó una de las industrias de Celco. Pero hasta que la muerte mostró sus cartas, la furia e indignación del pueblo no cobraron toda su fuerza.

Los cisnes ya no tenían vida. Cientos de ellos no estaban, y los que aún luchaban contra la mierda que llevaban por dentro, nadaban hasta por ríos de pavimento. Desorientados, la gente los hallaba caminando por las carreteras, ciegos, moribundos. Los recogían y los llevaban a la clínica veterinaria de Daniel Boroschek. Con daño neurológico, otros no pudieron seguir en el aire. Sus alas cedieron en pleno vuelo y se desplomaron sobre los patios.

Nueve meses después de entrar en operaciones la planta de Celco, la prensa local reportó las imágenes de los cisnes sin vida. Era octubre 23 de 2004. Las aves del Santuario de la Naturaleza Carlos Anwandter, en el río Cruces, se morían de modo alarmante. Apenas una semana después nació una agrupación de vecinos, profesionales, académicos y ciudadanos comunes y corrientes: el 2 de noviembre de ese año ‘Acción por los Cisnes’ realizó su primera asamblea pública.

 Valdivia, unida, jamás…

El movimiento cuya pelea gestó una presión tal que derivó incluso en el cierre de la planta durante 62 días -de junio a agosto de 2005-, posee su propia historia paralela al nacimiento de la industria cuyos tóxicos líquidos depositados en el río sembraron la muerte.

No era tarea fácil plantearse ante un gigante. Debían lidiar contra poderes económicos, políticos y una desgastada institucionalidad ambiental. Hoy sus conclusiones parecen verdaderas lecciones. «Más importante incluso que la verdad científica que determinó que la muerte de los cisnes estaba directamente vinculada a los residuos tóxicos de Celco, el personaje del año, lejos, es la comunidad valdiviana que fue capaz de organizarse», destaca José Araya, uno de los voceros de ‘Acción por los Cisnes’.

A pulso, los ciudadanos -por cierto, muchos de ellos anónimos-, se constituyeron como un actor social dispuesto a defender sus derechos. Nunca dejaron de estar alerta. Ya en mayo 1995, cuando la planta Celco era aún un proyecto, vio la luz la agrupación ‘Acción por los ríos’ que realizó las primeras manifestaciones en contra de la planta de celulosa.

Sus primeros pasos tuvieron impacto. Celco decidió reestructurar el proyecto y optó por desechar la opción río Cruces y construir un ducto al mar. Entonces ‘Acción por los ríos’ se disolvió a medias, pues buena parte del grupo asesoró al ‘Comité de Defensa de Mehuín’, pueblo costero por donde la industria pretendía evacuar los riles a través de un ducto.

Y pasó que el fantasma, a través de la presión ciudadana, también se esfumó de Mehuín. En 1998 Celco dio un nuevo giro: presentó un proyecto de tratamiento terciario de las aguas de la planta con el fin de lanzarlas, limpias, al río Cruces. Fue acaso la única vez que la comunidad creyó el discurso de la empresa, y si bien no brindó un apoyo irrestricto, no cuestionó a la planta del poderoso grupo Angelini. ¿Por qué? Aparentes procesos productivos limpios, generación de riqueza y empleo para la zona.

 El río suena

Pero pasó el tiempo y los primeros meses de 2004 fueron vitales para el conflicto. A menos de un mes de inaugurada, la planta cuyo costo bordeó los mil quinientos millones de dólares comenzaba a provocar problemas a la salud de la población y al ecosistema protegido por la ‘Convención sobre los Humedales’, acta intergubernamental para la conservación y uso racional de los humedales firmada en Ramsar, Irán, en 1971.

A fines de febrero de ese año, la salud de niños y ancianos se vio complicada por los olores provenientes de la planta, lo que motivó las primeras denuncias médicas y el trabajo de un grupo de académicos y profesionales que presentaron sin éxito alguno un recurso de protección.

El primer traspié judicial no impidió que se formara la ‘Agrupación por un ambiente saludable’, antecesora directa de ‘Acción por los Cisnes’. Si bien en agosto de 2004 Celco había invertido en tecnología para reducir la pestilencia, el silencioso desastre ya comenzaba a mostrar sus víctimas. Los primeros cisnes muertos empezaban a penar. El 21 de octubre de ese año se produce la primera denuncia pública y dos días más tarde el país se entera a través de la prensa del descalabro.

Tras varias sanciones y multas por malos olores e irregularidades, el 18 de enero de 2005 ordenan el cierre de Celco Valdivia. ‘Acción por los Cisnes’ anotó como propia su primera victoria. Un mes duró el cierre.

  Modelo para armar

«‘Acción por los Cisnes’ es el movimiento ciudadano que ha generado todo un debate nacional sobre el tema ambiental. Es la comunidad, en la calle, en las asambleas, en la acción directa, la que ha provocado el impacto en Chile y el extranjero. Además, como fenómeno social», resume uno de sus voceros, José Araya.

La crisis de Celco no fue cualquiera. No sólo porque quedó en evidencia cómo operan las redes de poder o la justicia -que basó el fallo exculpatorio para Celco en un polémico y desechable informe-, o porque provocó la salida de altos ejecutivos de la firma y depreció el valor de la imagen de la marca Celco en cien millones de dólares. También porque marcó un hito en las relaciones de la empresa privada y la comunidad. La forma de hacer negocios bajo el solo discurso de generación de empleo y crecimiento económico no es suficiente si no asume responsabilidad social y sensibilidad ambiental.

La influencia de la movilización ciudadana se hizo sentir y contagió otras manifestaciones. No es casual que las protestas contra el proyecto Pascua Lama cobraran súbita relevancia. Pocos recuerdan que el rechazo al proyecto minero -que pretende desplazar glaciares y sacar oro de las montañas-, comenzó con una cadena de correos electrónicos y que, al poco tiempo, se realizaron pequeñas movilizaciones en Londres y Barcelona.

«Nuestro movimiento generó una onda ciudadana distinta. Nacieron grupos en otras partes y las nuevas formas de organizarse, por ejemplo, para temas ambientales, ya no necesariamente están ligadas a ONGs. La gente ha perdido el miedo a salir a la calle. El impacto ha sido incluso internacional. Acá nos han contactado de Uruguay o Argentina desde que vieron por TV nuestras protestas pues ellos también tienen conflicto con las papeleras», relata Araya.

Ni ‘Acción por los Cisnes’ ni la comunidad descansan. Los años de experiencia así lo indican. El caso Celco aún no escribe su última página y entonces despegar un ojo del proceso puede enviar el largo trabajo al despeñadero. La gente está vigilando. Sabe que esta historia continuará.