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La revolución en el Chile del 2011 y el movimiento social por la educación

Fuentes: Rebelión

Este año Chile ha vivido – y sigue en desarrollo- un proceso socio-histórico muy importante, más aún dentro del contexto latinoamericano, que lo ha antecedido de amplios movimientos sociales especialmente durante la última década (ejemplos claros como la crisis del 2001 Argentina; la guerra del gas y del agua en Bolivia; las crisis políticas en […]

Este año Chile ha vivido – y sigue en desarrollo- un proceso socio-histórico muy importante, más aún dentro del contexto latinoamericano, que lo ha antecedido de amplios movimientos sociales especialmente durante la última década (ejemplos claros como la crisis del 2001 Argentina; la guerra del gas y del agua en Bolivia; las crisis políticas en Ecuador; todas con grandes movilizaciones, y las llegadas de gobiernos de izquierda en Bolivia, Ecuador, Paraguay, Uruguay, Brasil, Venezuela, Perú, y en algunos casos el desarrollo de asambleas constituyentes). En este escenario Chile parecía estar al margen de la región con una estabilidad política ejemplar y un supuesto éxito económico, pero con esta ola de movilizaciones del 2011 emergen los verdaderos matices de la sociedad chilena y el país ha vuelto a integrarse a los procesos sociales de la región, claro que cada uno con sus propias lógicas y contextos.

Es necesario analizar el movimiento social por la educación del 2011 como un eslabón dentro de varios otros hitos que han ido transformando la sociedad chilena estos últimos tiempos, desde la dictadura hasta hoy, pero con especial fuerza en el último año, en los que se incluye las movilizaciones de pobladores y ambientalistas, así como la lucha del pueblo mapuche y de las minorías sexuales, entre otras.

Es importante contextualizarlo también cómo un movimiento social que ataca las raíces del supuestamente exitoso «modelo chileno», instalado a sangre y fuego durante la dictadura de Pinochet por los Chicago Boys -seguidores de Milton Fridman- convirtiendo a Chile en el primer laboratorio neoliberal del mundo a través de la doctrina del shock económico como afirma Naomi Klein. Este modelo luego de la vuelta a la democracia no tuvo grandes cambios, sino que fue administrado por la concertación de partidos por la democracia, coalición de centro izquierda que en algunos aspectos profundizó el modelo económico heredado de la dictadura.

Si hay un eje común en las demandas del movimiento del 2011, es el cuestionamiento del lucro, es decir, la mercantilización generalizada de los derechos sociales y los servicios públicos, en un contexto país con una gran desigualdad económica y social, que sólo ha ido aumentando y es una de las más alta del mundo, a pesar de las cifras de crecimiento macroeconómico, dejando en evidencia la indignante concentración de la riqueza. Es entonces un movimiento de alguna forma anti neoliberal, ya que vuelve a poner en la discusión el rol del sector público frente a los derechos sociales y crítica el rol del preponderante entregado al mercado.

En la historia reciente del país han existido importantes manifestaciones estudiantiles, destacando las de 1997, de 1999 (con la muerte del estudiante Daniel Menco), de 2002 y del 2006 -conocida como la «revolución de los pingüinos» (protagonizados por los estudiantes secundarios, donde los universitarios también participaron). Pero ninguna había sido como la actual por su masividad y transversalidad. En esta ocasión se ha visto una participación tiestamente en las universidades, es decir, estudiantes, académicos y funcionarios – hasta con el apoyo de los rectores de las universidades públicas-, además de los estudiantes secundarios de liceos, el colegio (sindicato) de profesores, y que además han logrado incorporar en el proceso a las familias de los estudiantes y a la ciudadanía en general, incluso generando frentes sociales más amplios de apoyo.

Con la llegada del gobierno de derechas de Piñera el año 2010, el escenario parecía propicio para la llegada de las protestas sociales, pero el terremoto del 27 de febrero, días antes de que asumiera el nuevo gobierno, le dio cierta «calma» al clima social. Luego el rescate-espectáculo de los 33 mineros sirvió de nuevo como una gran «aspirina» colectiva frente a la situación de descontento generalizado en la ciudadanía, que se viene silenciosamente arrastrando y acumulando hace tiempo, a causa de ver y escuchar sobre el supuesto éxito económico del país, pero al mismo tiempo constatar en la cotidianidad de la mayoría la desigualdad y las injusticias que van creciendo.

Al hacer el interesante ejercicio de recuento de las movilizaciones desde la llegada de Piñera, encontramos el primer hito: el 24 de agosto del 2010 se aprobó la termoeléctrica Barrancones en el santuario de la naturaleza de Punta de Choros, provocando una masiva manifestación espontánea que movilizó en su mayoría a ecologistas, estudiantes y profesionales jóvenes, ocupando el centro de Santiago, logrando finalmente hacer recular el proyecto con la intervención directa del presidente, sembrando un precedente importante y simbólico para la movilización social.

De octubre a diciembre 2010 le siguieron varias manifestaciones de pobladores (habitantes) que comienzan a organizarse y converger en la Federación Nacional de Pobladores, y que actualmente se han sumado y vinculado con el movimiento estudiantil, entendiendo que no deben luchar solamente por el derecho a la vivienda o el derecho a la ciudad, sino que sus luchas están íntimamente relacionadas con el derecho a la educación, a la salud y al trabajo, de los cuales también están excluidos como habitantes pobres de las ciudades.

Luego en enero de 2011 la región austral de Magallanes protagonizó un paro regional contra el alza del gas -recurso básico en la región patagónica por sus bajas temperaturas-. La movilización fue muy potente y combativa, y durante 2 semanas puso en jaque al gobierno. Le siguió el 27 de febrero de 2011, a un año del terremoto, con la movilización de los damnificados, quienes denunciaron el nulo avance del proceso de recuperación, al movilizarse y organizarse a nivel nacional bajo el mismo lema de «un año sin reconstrucción», formando el Movimiento Nacional por la Reconstrucción Justa, denunciando a la vez la privatización de los planes reconstrucción y que se estaba «lucrando» con ésta.

Referente al mismo tema de los damnificados del terremoto, el 21 de julio y los días posteriores hubo fuertes protestas en una pequeña localidad de la región del Biobío llamada Dichato, las que fueron fuertemente reprimidas por la policía, causando la indignación de todo el país por su condición de precariedad extrema, generando una respuesta de movilizaciones en solidaridad con los damnificados, en las participaron activamente estudiantes y la ciudadanía.

El tema del rechazo al lucro, en la reconstrucción o en la educación, aparece nuevamente con las movilizaciones masivas contra la aprobación del megaproyecto de represas en la Patagonia llamado Hidroaysén, en este caso criticando el lucro y la mercantilización de los recursos naturales y el derecho al agua y al medio ambiente. Se suma a este clima de movilización social la huelga de hambre más larga de los comuneros mapuches entre el 15 de marzo y el 6 de junio.

El 28 abril se realiza la primera marcha estudiantes universitarios y secundarios. El 9 de mayo con la aprobación oficial de Hidroaysén, salen a las calles de forma espontánea unas 30 mil personas sólo en Santiago, tres días después se realiza el primer paro nacional por la educación superando la convocatoria anterior, comenzando así con una escalada de grandes movilizaciones que no se veían desde las grandes protestas nacionales contra la dictadura de Pinochet.

El 21 de mayo el Presidente de la República como todos los años realiza su cuenta anual a la Nación, y es tradición que se realicen movilizaciones sociales en Valparaíso al exterior del Parlamento, este año no fue la excepción, siendo más masivas que años anteriores. Además se sumaron inéditas y masivas protestas en Santiago, Concepción, y en muchas ciudades del país, juntando las diferentes causas y reforzándose unas con otras: contra Hidroaysén, por los presos políticos mapuches, de los damnificados del terremoto, de los pobladores, de los trabajadores y sobre todo de los estudiantes.

Se llegó a hablar del «mayo chileno» -en referencia al mayo del 68 francés-, ya que cada día había una manifestación diferente, las cuales cada vez eran más masivas y además se realizaban simultáneamente en todas las ciudades de Chile. Esta intensidad de movilización no se ha detenido, sino que sólo ha crecido desde mayo hasta hoy. Tan potente y profunda es la movilización social que hoy tiene a una veintena de jóvenes menores de edad, estudiantes secundarios y hasta a algunos de sus padres en una huelga de hambre que llega a los dos meses, y a pesar de eso siguen muy invisibilidades por la prensa oficial.

Es necesario destacar la creatividad y la alegría del movimiento a la hora de protestar, que cada semana ha innovado en nuevas formas de manifestaciones (besatones, bailes, corridas, ocupaciones, carnavales, etc.) además de las masivas, pacíficas y festivas marchas. La innovación ha sido clave en la simpatía y el apoyo que ha generado el movimiento en la ciudadanía, llegando a tener más de un 80% de apoyo ciudadano en sus demandas. A pesar de eso los medios tradicionales y oficiales no dejan de destacar la violencia- que ha sido aislada y puntual- como el factor central del movimiento, dejando de lado las justas demandas por educación gratuita, laica y de calidad, así como por la democratización del país, incluido un cambio de constitución.

Dentro de la gran cantidad de movilizaciones podemos destacar otros 2 hitos que han generado nuevas condiciones en el movimiento. El 4 de agosto se convocó a un nuevo paro nacional por la educación, pero las marchas no fueron autorizadas por las autoridades, y cuando la gente se agrupó en las calles fue duramente reprimida por la policía. La represión y la violencia policial ha sido la tónica de estos meses de movilización, pero fue tan desproporcionada ese día -con más 1000 detenidos y cientos de heridos-, que terminó generando un efecto de amplificación del movimiento, que esa noche recibió el respaldo de gran parte del país con un cacerolazo (golpes de ollas) que se escuchó en todos los barrios. Convirtiéndose espontáneamente en la primera jornada nacional de protesta por la educación y contra la represión.

En el proceso de sumar fuerzas de otros actores sociales, es que la Central Única de Trabajadores (CUT), el sindicato más grande del país, en conjunto con más de 80 organizaciones convocó a dos días de Huelga General el 24 y el 25 de agosto. Ambos días contaron con una alta convocatoria a la paralización y las manifestaciones. Las cuales se replicaron por todo el país y especialmente en los territorios, en los barrios y en los sectores populares de las periferias urbanas. Fue en una de estas manifestaciones territoriales que la policía asesinó con una metralleta UZI al estudiante de 16 de años Manuel Gutiérrez en la comuna de Macul.

Analizando el proceso, destaca como uno de los elementos más importante del movimiento por la educación el aprendizaje de la democracia participativa, que se está ejerciendo cotidianamente en las tomas de las universidades y liceos, en las miles de asambleas que se multiplican y en los cientos de organizaciones que nacen día a día. Este aprendizaje y ejercicio de la democracia directa a través de la formación socio-política de los jóvenes, podría estar realizando una transformación cultural y social a largo plazo, aportando a la generación de nuevos ciudadanos preocupados por la transformación de la sociedad y por el modelo de ésta, reflejado en el diseño de sus políticas públicas en general.

Hemos resaltado, al relatar los hitos de las movilizaciones como marchas, paros nacionales y protestas el carácter de «movimiento de masas», pero quizás la gran virtud de este proceso es que no sólo tiene ese carácter de masas en las calles, sino que también se plantea como un «movimiento soberano» como dice el historiador Gabriel Salazar, que está construyendo una nueva manera de hacer política y ejercer la democracia. No sólo está demando un derecho a la educación, sino que lo está ejerciendo, así como está ejerciendo el derecho a la participación y a la deliberación.

El italiano Toni Negri nos dice que hay 3 escenarios de desarrollo para los movimientos sociales: 1. Cansancio por frustración, que parece no tener hasta el momento el movimiento, a pesar de la campaña de desprestigio del gobierno y de los medios, y del tiempo transcurrido. 2. Que se radicalice, que es lo que ha logrado el gobierno con el mal manejo del conflicto y con la represión.3. Una territorialización estable, que es un elemento natural del movimiento, al estar alojado en los liceos y universidades ocupadas, pero que se ha reforzado con el apoyo ciudadano desde los barrios, especialmente en los sectores de clase media.

Muchos analistas hablan de que el movimiento contra el lucro sería esencialmente un movimiento de clase media. Al parecer no se equivocan si entendemos que hoy en Chile existiría una supuesta clase media, muy extendida y a la vez muy precaria y vulnerable, que basa su condición socio-económica en la cultura del crédito. Es la clase media-baja de los deudores: de la vivienda, de la educación, de la salud, y hasta del consumo cotidiano con las tarjetas de crédito. Se puede comprobar además el apoyo que han tenido las movilizaciones en los sectores de clase media con las protestas y los cacerolazos. En todo caso hay muchos sectores populares que también están participando activamente. De hecho la mayoría de los liceos ocupados se encuentran en sectores de las periferias de las ciudades, siendo casi invisibles para la opinión pública frente a las movilizaciones más simbólicas y mediáticas de los colegios emblemáticos del centro.

Finalmente lo que queda en evidencia es la crisis terminal del «modelo chileno» político y económico, que se ha visto sacudido desde sus raíces por esta verdadera revolución cultural y social de carácter anti neoliberal. En los últimos cuatro meses en Chile hay más participación social y organización, que en los últimos 20 años, ya que se han incorporado rápidamente las nuevas generaciones al debato público. Ahora el desafío es grande, por un lado lograr las demandas sectoriales de la educación: -pública; gratuita; con democracia interna; el fin del lucro- frente a un interlocutor que ideológicamente no puede dejar de defender el lucro y la libertad de negocios. Y por otro aparecen con fuerzas las demandas de transformaciones estructurales, que tienen que ver con el sistema político democrático (el sistema binominal y la no representatividad de la clase política) y que se traduce especialmente en la demanda del cambio de la constitución de Pinochet a través de una asamblea constituyente que instauré derechos sociales, y que éstos sean financiado a través de una profunda reforma tributaria y la nacionalización de los recursos naturales. Con ese horizonte se perfila la verdadera revolución política a la que aspiran las fuerzas sociales de Chile.

Los últimos anuncios del gobierno del 15 y 16 de septiembre de no acceder a las garantías mínimas exigidas por los estudiantes ( que incluían el congelar la discusión de proyectos en el Congreso, establecer nuevos plazos para el cierre de semestre académico y año escolar, televisar los debates y terminar con la entrega de recursos para establecimientos que lucran con la educación) para empezar el diálogo con el gobierno, han hecho que los estudiantes hayan anunciado una nueva ola de movilizaciones, fijando fechas de tres paros nacionales para el 22 y el 29 de septiembre y para el 7 de octubre. Serán la prueba de la fuerza y la continuidad del movimiento, luego de un par de semanas de menor intensidad marcadas por el cambio brusco de la agenda pública, primero por un mediático accidente de avión y segundo por las celebraciones de las fiestas patrias el 18 de septiembre.

Un fenómeno interesante a nivel global, es que se ha relacionado al movimiento chileno con los indignados en España, Grecia e Israel, o hasta se lo ha comparado con las «primaveras árabes» de Túnez, Egipto, Libia, Siria, hablando del «invierno chileno», que ya se convirtió por su larga duración en la «primavera chilena». En el contexto internacional se desarrolla un doble proceso, por un lado se multiplican las muestras de apoyo y solidaridad que llegan de todo el mundo, y por otro empieza a aparecer un efecto de contagio, especialmente en la región, dónde los ejemplo los estudiantes colombianos, mexicanos y brasileros han comenzado a movilizarse por la educación pública siguiendo el ejemplo chileno. El caso más potente es el caso colombiano que ya ha convocado a su segunda huelga general para el 12 de octubre basado explícitamente en el movimiento chileno. Todavía al parecer queda mucho camino por recorrer y mucha historia por construir.

Por Claudio PULGAR PINAUD, Arquitecto y Académico de la Universidad de Chile.

Texto presentado en los foros en París, Francia:

1. » L’éducation est un droit et non une source de profit » : le mouvement étudiant chilien aujourd’hui. Maison de l’Amérique Latine, le 13 septembre 2011, organisé par l’Association d’Ex-Prisonniers Politiques Chiliens – France

2. » Mobilisations étudiantes au Chili, en finir (vraiment) avec l’ère Pinochet «. Fête de l’Humanité, sur le stand de FAL, le 17 septembre 2011, co-organisé par France Amérique Latine et l’Association d’Ex-Prisonniers Politiques Chiliens – France.

www.chiliveriteetmemoire.org /